No creía que el aviso publicado tuviera tanto éxito, y sin embargo durante varios días recibí muchas llamadas, de mujeres interesadas en contratar un dormilón. Algunas lo hacías por mera curiosidad, otras verdaderamente interesadas se asustaban por la tarifa, y algunas comenzaron a reservar turno, por lo que la agenda comenzó a llenarse.
Luego de mi primera experiencia, que ya relaté, tocó el turno a Mirta. Ella no vivía en un departamento, sino en casa. Me abrió el portón con el portero automático y pude ingresar con coche y todo.
Era tal cual me la imaginaba, por el nombre y por la voz. Flaca, muy flaca, rubia, pelo corto con flequillo, sin caderas y con un par de tetas grandes que dejaban en evidencia que la naturaleza había sido modificada por la mano del hombre, es decir, del cirujano.
Me esperó en la escalera que conduce del jardín a la puerta del living. La luna lucía tímida entre las nubes, y un farol la iluminaba de cuerpo entero. Pasamos, me convidó una copa de vino tinto cuya botella ya iba por la mitad. nos sentamos cerca, y brindamos por conocernos. No se había sacado el anillo de casada.
- eso no nos va a generar problemas? pregunté, con una sonrisa y mostrándome calmo, sin alarmarme.
- quedate tranquilo, mi esposo no está en la provincia.
- bien, y aquí estoy yo para aliviar la soledad
- cierto... y aunque estuviera aquí, de todos modos es como si estuviera sola
- no llega a cenar?
- si, generalmente, y aun dormimos en la misma cama, pero es como estar sola.
- y eso no lo entusiasma? dije, mirando a su escote que dejaba ver un corpiño de encaje negro, a punto de explotar.
- lo encendió al principio, pero ya perdió el efecto y es como si no existiera
- que pena. Dije mientras servía otra copa para ambos.
Era temprano, no teníamos sueño, el vino estaba bueno y me dispuse a abrir otra botella. Del mismo varietal, para no variar.
Volvimos a brindar, y viendo que tenía un buen equipo de música y varios cd la invité a bailar. Elegí un cd de Carly Simon, viejo, acorde a mi edad. Nos movimos suave al compás de la música, tomados de las manos, aún rompiendo el hielo. Que bueno que me visto elegante para estas citas, ya que ella me había esperado elegante también, con tacos altos, un vestido pegado al cuerpo, suave y con amplio escote.
Unos minutos después apoyó sus manos en mi hombro, liberando las mías para que la toma de la cintura.
- es cierto que das buen calor, dijo.
- si, con ayuda del vino y del baile, aclaré modestamente.
- quiero que me abraces
subí mis manos hasta su espalda y la acerqué a mí, su cabeza apoyada en mi pecho.
Así pasaron los minutos, parecía que iba a pasar toda la noche. Yo, por mi parte, si encontramos una posición cómoda y placentera prefiero no innovar.
- vamos, me dijo y me tomó de la mano camino a su habitación.
- ponete cómodo, agregó mientras se dirigía al baño en suite. Yo me puse mi pijama y me recosté en la cama, aún me faltaba cepillarme los dientes. Al rato salió con tanga, y su corpiño rojo.
- me gusta dormir desnuda, pero bueno, recién hoy nos conocimos, agregó. Y mientras yo me dirigía al baño insistió
- sin pijama, por favor.
Nos acomodamos en la cama, me tocó quedar con el lado izquierdo abajo. Ella me dio la espalda, estaba fría de veras, y más aún su culo. Comencé con las caricias para darle calor. Luego de unos minutos se da vuelta y quedamos enfrentados. En esa posición la abrazo tomádola de la cadera. Sus tetas apuntaban peligrosamente a mi pecho.
Seguí con las caricias, y por su parte ella cerraba sus ojos y jugaba con el vello de mi pecho. El calor comenzaba a sentirse, y el sueño no aparecía. En algun momento bajó su mano y comenzó a rozar mi pene que, como es habitual en él ya estaba en guardia.
El calor se convirtió en calentura, y debía hacer algo para tomar la iniciativa. Rocé sus pezones, y eso la paralizó un instante, por lo que volví a la carga. Si quiere jugar ese juego, mis dedos han sido elogiados por su habilidad en ese terreno. Cuando intentó volver a frotarme bajé mis manos y acaricié su tanga.
Busqué y busqué hasta que encontré la protuberancia que, a modo de botón, la exaltó. Ya sin iniciativa, y dócil a mis movimientos, la giré y puse boca abajo. Me pegué a ella y trabajé pacientemente con mis dedos. Aún sin acabar, corrió su tanga para que tenga mejor acceso a la zona erógena. Yo, envalentonado por esta invitación avancé con los dedos, abrí labios y exploré en círculos la entrada, y sus alrededores.
Mirta mordía la almohada y con la poca luz que nos daba la luna por la ventan pude observar que había cerrado sus ojos. Poco a poco disminuí la intensidad y viendo que estaba dormida, me entregué también al dulce sueño.
Dormimos profundamente. Nos despertó la alarma. Cuando salí de la ducha me esperaba con una bata corta, y un café en la mano.
- gracias... me gustaría que mi marido hubiera visto como se complace a una mujer cuando se va a dormir. Fueron sus palabras al despedirme, y que resonaron durante todo el día en mi mente.
Luego de mi primera experiencia, que ya relaté, tocó el turno a Mirta. Ella no vivía en un departamento, sino en casa. Me abrió el portón con el portero automático y pude ingresar con coche y todo.
Era tal cual me la imaginaba, por el nombre y por la voz. Flaca, muy flaca, rubia, pelo corto con flequillo, sin caderas y con un par de tetas grandes que dejaban en evidencia que la naturaleza había sido modificada por la mano del hombre, es decir, del cirujano.
Me esperó en la escalera que conduce del jardín a la puerta del living. La luna lucía tímida entre las nubes, y un farol la iluminaba de cuerpo entero. Pasamos, me convidó una copa de vino tinto cuya botella ya iba por la mitad. nos sentamos cerca, y brindamos por conocernos. No se había sacado el anillo de casada.
- eso no nos va a generar problemas? pregunté, con una sonrisa y mostrándome calmo, sin alarmarme.
- quedate tranquilo, mi esposo no está en la provincia.
- bien, y aquí estoy yo para aliviar la soledad
- cierto... y aunque estuviera aquí, de todos modos es como si estuviera sola
- no llega a cenar?
- si, generalmente, y aun dormimos en la misma cama, pero es como estar sola.
- y eso no lo entusiasma? dije, mirando a su escote que dejaba ver un corpiño de encaje negro, a punto de explotar.
- lo encendió al principio, pero ya perdió el efecto y es como si no existiera
- que pena. Dije mientras servía otra copa para ambos.
Era temprano, no teníamos sueño, el vino estaba bueno y me dispuse a abrir otra botella. Del mismo varietal, para no variar.
Volvimos a brindar, y viendo que tenía un buen equipo de música y varios cd la invité a bailar. Elegí un cd de Carly Simon, viejo, acorde a mi edad. Nos movimos suave al compás de la música, tomados de las manos, aún rompiendo el hielo. Que bueno que me visto elegante para estas citas, ya que ella me había esperado elegante también, con tacos altos, un vestido pegado al cuerpo, suave y con amplio escote.
Unos minutos después apoyó sus manos en mi hombro, liberando las mías para que la toma de la cintura.
- es cierto que das buen calor, dijo.
- si, con ayuda del vino y del baile, aclaré modestamente.
- quiero que me abraces
subí mis manos hasta su espalda y la acerqué a mí, su cabeza apoyada en mi pecho.
Así pasaron los minutos, parecía que iba a pasar toda la noche. Yo, por mi parte, si encontramos una posición cómoda y placentera prefiero no innovar.
- vamos, me dijo y me tomó de la mano camino a su habitación.
- ponete cómodo, agregó mientras se dirigía al baño en suite. Yo me puse mi pijama y me recosté en la cama, aún me faltaba cepillarme los dientes. Al rato salió con tanga, y su corpiño rojo.
- me gusta dormir desnuda, pero bueno, recién hoy nos conocimos, agregó. Y mientras yo me dirigía al baño insistió
- sin pijama, por favor.
Nos acomodamos en la cama, me tocó quedar con el lado izquierdo abajo. Ella me dio la espalda, estaba fría de veras, y más aún su culo. Comencé con las caricias para darle calor. Luego de unos minutos se da vuelta y quedamos enfrentados. En esa posición la abrazo tomádola de la cadera. Sus tetas apuntaban peligrosamente a mi pecho.
Seguí con las caricias, y por su parte ella cerraba sus ojos y jugaba con el vello de mi pecho. El calor comenzaba a sentirse, y el sueño no aparecía. En algun momento bajó su mano y comenzó a rozar mi pene que, como es habitual en él ya estaba en guardia.
El calor se convirtió en calentura, y debía hacer algo para tomar la iniciativa. Rocé sus pezones, y eso la paralizó un instante, por lo que volví a la carga. Si quiere jugar ese juego, mis dedos han sido elogiados por su habilidad en ese terreno. Cuando intentó volver a frotarme bajé mis manos y acaricié su tanga.
Busqué y busqué hasta que encontré la protuberancia que, a modo de botón, la exaltó. Ya sin iniciativa, y dócil a mis movimientos, la giré y puse boca abajo. Me pegué a ella y trabajé pacientemente con mis dedos. Aún sin acabar, corrió su tanga para que tenga mejor acceso a la zona erógena. Yo, envalentonado por esta invitación avancé con los dedos, abrí labios y exploré en círculos la entrada, y sus alrededores.
Mirta mordía la almohada y con la poca luz que nos daba la luna por la ventan pude observar que había cerrado sus ojos. Poco a poco disminuí la intensidad y viendo que estaba dormida, me entregué también al dulce sueño.
Dormimos profundamente. Nos despertó la alarma. Cuando salí de la ducha me esperaba con una bata corta, y un café en la mano.
- gracias... me gustaría que mi marido hubiera visto como se complace a una mujer cuando se va a dormir. Fueron sus palabras al despedirme, y que resonaron durante todo el día en mi mente.
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