Ella salió de su casa dejando una buena excusa para estar fuera unas cuantas horas. Le hubiese gustado vestirse de otra manera, tal vez un vestido corto y escotado, unos buenos tacos, pero no quería despertar sospechas. Bajo el jean y la remera llevaba la ropa interior que había comprado y escondido en el fondo del cajón. Mas abajo su piel deseosa de ser acariciada por las manos de ese hombre que tantas veces había estimulado su imaginación.
Tomó un taxi y le escribió
-estoy yendo.
- perfecto, yo estoy acá.
El estaba parado a unos metros del lugar acordado. Su pierna se movía delatando los nervios que sentía. Por fin la iba a conocer, la mujer por la cual había viajado varios kilómetros, la misma que más de una vez lo hizo derramar borbotones de placer refugiado en el baño de su casa.
Después de infinitas horas de chat, mensajes y llamadas, por fin el taxi se estacionó frente a él.
Ella se bajo sonrojada, agachando la cabeza, escondiéndose del afuera.
El impulsivamente se acercó a recibirla y se fue derecho a besarla.
-acá no, entremos mejor. Le contestó ella.
Apenas cruzaron la puerta el sintió que una mano lo buscaba en la suya, la apretó un poco tratando de darle tranquilidad.
-perdoname, estoy un poco nerviosa.
El utilizó su otra mano para acariciarle el rostro .
-tranquila, esta todo bien.
Sus bocas se acercaron como dos imanes y al fin pudieron besarse, los labios se abrieron y dieron paso a las lenguas que se enredaron bailando la más exquisita de las danzas.
-buenas tardes!
Una voz masculina que venia de atrás del vidrio espejado los sacó de su sueño ideal.
Mientras pagaba por la habitación que iba a ser testigo de aquel esperado encuentro la miraba, la deseaba, no podía aguantar más las ganas de tocarla.
-segundo piso señor, dijo el recepcionista entregándole la llave.
Subieron al ascensor, un instinto animal se sumó al viaje. Apenas se cerró la puerta él la arrinconó en el pequeño cubículo y se metió en su boca al tiempo que con ambas manos arremetió contra los pechos de su amada, los masajeo impúdicamente hasta sentir la dureza de los pezones queriendo atravesar la tela que los contenía. Era demasiado tentador, tironeo del escote dejándolos libres.
El ascensor se frenó, al abrirse la puerta la tomó de la cintura y caminó hacia atrás bajando primero para ver que no haya nadie en el pasillo, ella se dejaba conducir por el desenfreno de su hombre.
Ubicaron la habitación y se dirigieron sin soltarse, él prendido de sus senos, ella aferrada a sus hombros. Justo al lado de la puerta del cuarto la aprisionó contra la pared, desabrocho el ajustado pantalón y metió una de sus manos. La pequeña tanga ya había dejado traspasar algo de humedad, la acarició con la yema de los dedos mientras con la boca se daba el gusto de saborearle las tetas.
Ella cerró los ojos disfrutando ser acosada por los impulsos de este hombre, bajó una mano y acarició la erección que luchaba por salir del pantalón, lo tomó firme y decidida, una puerta se estaba abriendo cerca de ellos, se soltaron apenas unos segundos y entraron a la habitación.
Una vez encerrados, paradojicamente se sintieron mas libres que nunca, devorando la boca del otro se despojaron de la ropa. Ya sin ninguna barrera entre ellos, él se alejó unos pasos y la miró detenidamente, la admiro con lujuria, era suya, toda esa tarde iba a ser suya, su amante, su mujer, su amada, un manjar demasiado exquisito como para comerlo de un sólo bocado.
La tomó de la mano y la invitó a la cama, se recostó a su lado y comenzó a recorrela con los dedos, desde el cuello hacia los hombros, para llegar una vez más a sus hermosos pechos. Jugó con sus pezones, los rodeaba, los apretaba y los acariciaba.
Ella temblaba de placer, suspiraba ante cada estímulo, lo miraba deseosa, excitada, sentía como la mano bajaba hasta meterse entre sus piernas, se arqueaba levantando la pelvis, invitándolo a entrar en la humedad de sus pliegues. Cuando dos dedos se hundieron en su interior y otro más se encontró con el ya inflamado clítoris, un gemido intenso salio desde lo mas profundo de su garganta.
El volvió a tomar sus pechos de rehén con su boca, los lamió y succionó alternando suavidad y desenfreno.
Ella le acariciaba la nuca y lo empujaba más hacia sus pezones. Los dedos de él seguían buscando hacerla estallar de placer.
No tardó en encontrar su objetivo, los gritos y los movimientos convulsivos le confirmaban que un intenso orgasmo se había apoderado de ella.
El sacó los dedos empapados, se los llevó a la boca y los disfrutó gota a gota.
Se acomodó entre las relajadas piernas de ella y utilizando su durísima verga la acarició iniciando un juego enloquecedor, se moría por hundirse en su interior pero adoraba ver su rostro deseoso.
Ella sentía el roce del glande hinchado y palpitante, necesitaba tenerlo dentro suyo.
-quiero sentirte, quiero tenerte en mi! Un suspiro terminó la frase y fue suficiente para que él decidiera poseerla de una vez por todas.
Lentamente la penetró, centímetro a centímetro, gozando al máximo la lubricación que le había provocado.
Ella lo rodeó con las piernas como pidiéndole que no salga nunca, se movían acompasados mientras las manos y las bocas hacían el resto.
Ella tensó todo su cuerpo, apretó más aun las piernas en la cintura de su hombre, con los dedos se aferró a su espalda y volvió a regalarle un orgasmo bestial.
El intentó cambiarla de posición, pero ella lo sorprendió pidiéndole que se acueste.
Comenzó besándolo en la boca, siguió con el cuello, el pecho, el abdomen y por fin llegó hasta la pelvis. Lo lamió desde la base del pene hasta el glande, varias veces degustando en el su propio sabor, la enloquecía beber su placer en el miembro de su amante. De a poco lo fue metiendo en su boca y chupando con suavidad, de una forma muy sensual, él disfrutaba como nunca, pero no quería eyacular aún. La tomó de los hombros y la posicionó encima suyo.
Así fueron cambiando de forma de amarse, de cojerse, de comerse, ella entre incontables orgasmos, él gozando de verla y sentirla plena.
Estando muy dentro suyo descargó interminables chorros de semen que se escurrieron hasta sus piernas, se besaron coronando el momento soñado.
Así empezaba su añorada tarde de amantes...
Tomó un taxi y le escribió
-estoy yendo.
- perfecto, yo estoy acá.
El estaba parado a unos metros del lugar acordado. Su pierna se movía delatando los nervios que sentía. Por fin la iba a conocer, la mujer por la cual había viajado varios kilómetros, la misma que más de una vez lo hizo derramar borbotones de placer refugiado en el baño de su casa.
Después de infinitas horas de chat, mensajes y llamadas, por fin el taxi se estacionó frente a él.
Ella se bajo sonrojada, agachando la cabeza, escondiéndose del afuera.
El impulsivamente se acercó a recibirla y se fue derecho a besarla.
-acá no, entremos mejor. Le contestó ella.
Apenas cruzaron la puerta el sintió que una mano lo buscaba en la suya, la apretó un poco tratando de darle tranquilidad.
-perdoname, estoy un poco nerviosa.
El utilizó su otra mano para acariciarle el rostro .
-tranquila, esta todo bien.
Sus bocas se acercaron como dos imanes y al fin pudieron besarse, los labios se abrieron y dieron paso a las lenguas que se enredaron bailando la más exquisita de las danzas.
-buenas tardes!
Una voz masculina que venia de atrás del vidrio espejado los sacó de su sueño ideal.
Mientras pagaba por la habitación que iba a ser testigo de aquel esperado encuentro la miraba, la deseaba, no podía aguantar más las ganas de tocarla.
-segundo piso señor, dijo el recepcionista entregándole la llave.
Subieron al ascensor, un instinto animal se sumó al viaje. Apenas se cerró la puerta él la arrinconó en el pequeño cubículo y se metió en su boca al tiempo que con ambas manos arremetió contra los pechos de su amada, los masajeo impúdicamente hasta sentir la dureza de los pezones queriendo atravesar la tela que los contenía. Era demasiado tentador, tironeo del escote dejándolos libres.
El ascensor se frenó, al abrirse la puerta la tomó de la cintura y caminó hacia atrás bajando primero para ver que no haya nadie en el pasillo, ella se dejaba conducir por el desenfreno de su hombre.
Ubicaron la habitación y se dirigieron sin soltarse, él prendido de sus senos, ella aferrada a sus hombros. Justo al lado de la puerta del cuarto la aprisionó contra la pared, desabrocho el ajustado pantalón y metió una de sus manos. La pequeña tanga ya había dejado traspasar algo de humedad, la acarició con la yema de los dedos mientras con la boca se daba el gusto de saborearle las tetas.
Ella cerró los ojos disfrutando ser acosada por los impulsos de este hombre, bajó una mano y acarició la erección que luchaba por salir del pantalón, lo tomó firme y decidida, una puerta se estaba abriendo cerca de ellos, se soltaron apenas unos segundos y entraron a la habitación.
Una vez encerrados, paradojicamente se sintieron mas libres que nunca, devorando la boca del otro se despojaron de la ropa. Ya sin ninguna barrera entre ellos, él se alejó unos pasos y la miró detenidamente, la admiro con lujuria, era suya, toda esa tarde iba a ser suya, su amante, su mujer, su amada, un manjar demasiado exquisito como para comerlo de un sólo bocado.
La tomó de la mano y la invitó a la cama, se recostó a su lado y comenzó a recorrela con los dedos, desde el cuello hacia los hombros, para llegar una vez más a sus hermosos pechos. Jugó con sus pezones, los rodeaba, los apretaba y los acariciaba.
Ella temblaba de placer, suspiraba ante cada estímulo, lo miraba deseosa, excitada, sentía como la mano bajaba hasta meterse entre sus piernas, se arqueaba levantando la pelvis, invitándolo a entrar en la humedad de sus pliegues. Cuando dos dedos se hundieron en su interior y otro más se encontró con el ya inflamado clítoris, un gemido intenso salio desde lo mas profundo de su garganta.
El volvió a tomar sus pechos de rehén con su boca, los lamió y succionó alternando suavidad y desenfreno.
Ella le acariciaba la nuca y lo empujaba más hacia sus pezones. Los dedos de él seguían buscando hacerla estallar de placer.
No tardó en encontrar su objetivo, los gritos y los movimientos convulsivos le confirmaban que un intenso orgasmo se había apoderado de ella.
El sacó los dedos empapados, se los llevó a la boca y los disfrutó gota a gota.
Se acomodó entre las relajadas piernas de ella y utilizando su durísima verga la acarició iniciando un juego enloquecedor, se moría por hundirse en su interior pero adoraba ver su rostro deseoso.
Ella sentía el roce del glande hinchado y palpitante, necesitaba tenerlo dentro suyo.
-quiero sentirte, quiero tenerte en mi! Un suspiro terminó la frase y fue suficiente para que él decidiera poseerla de una vez por todas.
Lentamente la penetró, centímetro a centímetro, gozando al máximo la lubricación que le había provocado.
Ella lo rodeó con las piernas como pidiéndole que no salga nunca, se movían acompasados mientras las manos y las bocas hacían el resto.
Ella tensó todo su cuerpo, apretó más aun las piernas en la cintura de su hombre, con los dedos se aferró a su espalda y volvió a regalarle un orgasmo bestial.
El intentó cambiarla de posición, pero ella lo sorprendió pidiéndole que se acueste.
Comenzó besándolo en la boca, siguió con el cuello, el pecho, el abdomen y por fin llegó hasta la pelvis. Lo lamió desde la base del pene hasta el glande, varias veces degustando en el su propio sabor, la enloquecía beber su placer en el miembro de su amante. De a poco lo fue metiendo en su boca y chupando con suavidad, de una forma muy sensual, él disfrutaba como nunca, pero no quería eyacular aún. La tomó de los hombros y la posicionó encima suyo.
Así fueron cambiando de forma de amarse, de cojerse, de comerse, ella entre incontables orgasmos, él gozando de verla y sentirla plena.
Estando muy dentro suyo descargó interminables chorros de semen que se escurrieron hasta sus piernas, se besaron coronando el momento soñado.
Así empezaba su añorada tarde de amantes...
12 comentarios - Disfrutando de estar a solas
Besos
PD: me encantan tus relatos!