El mejor cunnilingus
Me han hecho sexo oral en multitud de ocasiones a lo largo de mi vida pero si pienso en el rey del cunnilingus mi mente irremediablemente recurre a Gonzalo, un chico con el que compartí una intensa semana hace unos años y cuya poderosa lengua me hacía gritarle constantemente: “No pares, por Dios”.
Por circunstancias que no vienen al caso, Gonzalo necesitaba un alojamiento donde quedarse unos días porque había tenido problemas con el suyo. No éramos amigos desde hacía mucho pero por el momento en el que nos encontrábamos, no tenía a su disposición muchas más casas que la mía. Así que le puse un colchón en mi habitación y las noches iban transcurriendo con normalidad.
Tengo que decir que Gonzalo era un chico que desde el principio no me llamó mucho la atención, no era feo pero era bastante “del montón”. Tenía un cuerpo de gimnasio pero como tampoco era muy alto, no destacaba especialmente.
Una de esas noches nos quedamos hablando hasta tarde. Yo, desde mi cama; él, desde la suya. Me arrastré hasta el borde la mía para poder conversar mejor y, no sé cómo, el comenzó a hacerme caricias en el brazo mientras seguíamos charlando como si tal cosa. Tengo que reconocer que me pierden las cosquillas, vengan de quien vengan, y, por eso, cuando me insinuó que podría hacérmelas con más comodidad para ambos si subía a mi cama, me pareció bien.
Continuamos la charla, esta vez mucho más próximos, mientras él me acariciaba el brazo, los dedos de la mano y, posteriormente, avanzó hasta mi espalda, por debajo de mi pijama. Esto me puso un poco nerviosa pero me agradaba tanto que no dije nada. Y las caricias siguieron su curso y bordearon mis caderas hasta alcanzar mi vientre. Escasos centímetros separaban sus dedos de mis pezones, que yo ya sentía duros.
Permanecimos callados durante unos segundos y entonces él me pegó a su cuerpo y me dio un cálido beso. Noté su erección entre mis piernas y eso me puso muy caliente. Besaba exactamente como a mí me gustaba y, sobre todo, lo que me convenció ante mi dilema interior de seguir hasta el final fue su fogosidad.
Enseguida se puso sobre mí y empezó a besarme con mucha pasión y a morderme el cuello con violencia. Se encaramó a mis pechos y comenzó a manosearlos por encima de mi jersey, hasta que decidió desabrocharlo. Mis pezones se engancharon a sus dientes; los succionó y lamió con ansia haciendo que me humedeciera. Mucho. Se deleitó en ellos un buen rato mientras yo arañaba su espalda y rodeaba con mis piernas las suyas, sintiendo su pene sobre mí muy duro.
Entonces, descendió hasta que sus labios se situaron frente a mis partes íntimas. Me quitó el pantalón y comenzó a besarme el sexo por encima de las bragas. Esparció besos por mis ingles y por todos los alrededores, excitándome cada vez más. Las bajó con suavidad y deambuló con su lengua por mi interior. La movía con destreza y delicadamente por los labios de mi vagina y apenas rozando el clítoris hasta que consiguió ponerme a mil. Cuando él consideró que ya estaba lo suficientemente mojada me metió un dedo sin dejar de lamerme y siguió comiéndomelo con gran habilidad. Estaba a punto de correrme en su boca, extasiada y totalmente entregada a sus labios, le pedía que no parara. Sujeté su cabeza para aferrarla más a mi sexo y estallé de placer.
El escaló de nuevo hasta mí y me besó, mientras se deshacía de sus pantalones y me plantaba su pene justo ahí, justo en el lugar que aún continuaba palpitante. Se puso un preservativo y me la metió. Me susurró que le había puesto muy cachondo y que no tardaría mucho en terminar. Yo estaba complacida, pero aun así me apetecía sentir su polla dentro. Entró y salió varias veces, mientras sujetaba mis manos con las suyas y me mordía, apasionado, el cuello. Él también gritó cuando llegó al clímax, que no se hizo mucho de esperar.
Ese fue el primero de, al menos, una decena de cunnilingus que tuve la suerte de recibir de él. A día de hoy no he sido capaz de encontrar a alguien que lo supere.
Anónima
4 comentarios - Relato erótico: El mejor cunnilingus
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mas artesanos de la lengua como uno