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una nena en la costa 2

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Con lo sucedido mi cabeza estaba a mil revoluciones por minuto tratando de planificar el momento de poder estar a solas con Agustina y ciertamente nada se me ocurría. Es decir, todas las posibilidades eran de altas sospechas para cualquiera. Esa misma noche, volvimos a juntarnos todo el grupo, ya en la casa de los padres de Agustina. El clima siguió siendo el mismo: excelente onda, chistes, risas, música pero ahora se sumaba la adrenalina y la calentura que guardaba por dentro para poder estar con la nena. Para todo esto, Agus estaba particularmente incendiaria, no tanto por cómo estaba vestida sino por las conversaciones que se iban entablando. En un momento, su hermana menor, Mely, hizo referencia a que estaba en la organización de su viaje de egresados y que se iban a ir con la misma empresa con la que se había ido su hermana mayor. Allí comenzaron las anécdotas sobre los viajes de egresados de la secundaria, todas acorde a la realidad que a cada uno le había tocado. Cuando los relatos fueron subiendo de tono, Marito, el padre de las chicas, pidió un poco de decoro por la presencia de las mismas en la charla pero todos nos reímos haciéndole bromas respecto de los adolescentes y cómo viven el sexo hoy en día. Mario todavía trataba de alegar, como un rezo, respecto de la inocencia de algunas chicas (cálculo que pretendiendo evangelizar a sus hijas). Para todo esto Agustina, a cada relato, chiste o cuestión relacionada, buscaba mis ojos y se reía. Mientras tanto yo trataba de disimular mi erección (sabiendo ello estaba con unas bermudas de jean) y por otro lado, buscaba planificar el encuentro con Agustina. Sabía que podía esperar hasta el retorno a Buenos Aires, pero la calentura me ganaba a cada instante. La noche dio lugar a la madrugada y cuando empezamos a despedirnos, mi mujer deslizó el chiste “A ver si mañana salís a correr, después de todo lo que tomaste y acostándote a esta hora”. Riéndome le dije que todavía me daba para eso y mucho más y, por supuesto, fui blanco de muchas bromas al respecto. Incluso Mely se animó a hacer un chiste que nada tuvo de inocente. Pero en medio de todo, pasó como si nada. Nos despedimos y cada uno se fue para su lado. Al día siguiente, como de costumbre, me desperté muy temprano, desayune y salí, no con intenciones de correr pero sí de caminar un buen rato. Estábamos parando cerca del lugar donde estaban Agus y su familia y la tentación me llevó a pasar por la puerta. Nada. Todas las ventanas estaban cerradas por lo que seguí de largo hasta la playa. Era muy temprano y no había nada. De vuelta, volví a pasar y se notaba que había gente despierta, así que paré un segundo. Enseguida salió Laura y se quedó sorprendida de verme despierto. Reímos por las bromas de la noche anterior respecto de mi fanatismo por hacer deporte. Vale la pena hacer un alto en este punto. Laura a cada momento me parecía más y más bella. Su larga cabellera, recogida a esa hora de la mañana, un remerón que no podía ocultar el tamaño y perfección de sus pechos pero que también tapaba el short que apenas cubría sus largas y torneadas piernas. Entre bromas fuimos levantando la voz y también el tono de la charla. Mientras yo le decía que hacía deportes porque al ser grandote tenía que cuidarme, comenzó a hablar que yo era grandote pero para nada gordo, que estaba todo duro y esas cosas…todo mientras tocaba partes de mi cuerpo. Terminamos la charla y cuando había dado unos pasos, Laura me llama y me pidió que esperara. Atrás de ella salió Agustina, levantada tan fresca como la madre. Laura le pidió que comprara unas cosas para el desayuno en el minimercado y como me quedaba de paso, me dijo que fuéramos juntos. Yo me quedé medio helado pero Agus parecía saltar de alegría. Apenas a una cuadra de la casa, con todo desparpajo, se paró frente a mi y me dio un beso, frotando todo su cuerpo contra el mío. La paré un poco en seco – no daba para hacerlo tan público -. Notando que se me había ido la mano, la fui llevando a un costado de la calle y aprovechando que había árboles y algunas plantas grandes, le devolví un beso, al que acompañe con caricias varias. En ese momento me dijo de coger, ahí. Miré donde estábamos y no daba. Pero a dos casas había dos dúplex que parecían desocupados y con fondo. Allí nos metimos. Casi sin mirar si estábamos solos o no, la mocosa desenfundó mi miembro y retomó su mamada. Es increíble que recordándolo vuelva a excitarme de esta manera. No la dejé avanzar mucho más y la senté arriba de una mesa de material que había. Le abrí las piernas y comencé a lamerla por todos sus agujeros. Tenía el clítoris duro como una piedra y no paraba de emanar flujo. Alternaba con mi lengua con su cola y la escuchaba jadear cada vez más fuerte. Comencé a jugar con mis dedos. Primero en su concha y luego en su cola. Cada vez era más fatal su calentura hasta que explotó – literalmente – sobre mi cara, derramando gran cantidad de flujo que tomé con todo gusto. Tuvo unos espasmos y cuando se calmó un segundo, aproveche para penetrarla. Volvió a tener otro orgasmo, lo que me dio la pauta de que estaba en presencia de una mujer multiorgasmica y, seguramente, futura ninfómana. Después empecé a moverme y logramos entrar en ritmo acompasado. Ahí la nena se transformó en una puta en celo. Tenía que taparle la boca para acallar sus jadeos y las guarradas que decía: “Rompeme todo”, “Dame tu verga”, “Soy tu puta” y otras tantas que no recuerdo. La di vuelta y apoyando su vientre contra la mesada, le hice sacar la cola. Tantee como venía y por más que Agustinita me pedía que le rompiera la cola (virgen) me dí cuenta que era una labor que requería más tiempo y se merecía mayor disfrute. Así que seguí con mis labores dentro de su sexo. Sólo atiné a meter un dedo en su cola, magnifica en esa posición, y le encantó. Estaba desataba. Me pidió chirlos en la cola y que la tomara del pelo y la sujetara por el cuello. También apreté sus pechos contra mi espalda y dejaba una mano sobre su boca para evitar que se despertara el barrio. Fueron unos bombeos los que la llevaron a su tercer orgasmo y me puso a punto del mío. Salí de su interior y le ordené que se tomara toda la leche. Obedeció. Toda mi leche quedó en su boca pero antes de tragarla me la mostro como quien exhibe un trofeo antes de guardarlo. Unos minutos después nos habíamos recompuesto. Me saque la remera para higienizarnos un poco porque ninguno podía volver así a las respectivas casas. Finalmente, la acompañe hasta el mercado y de vuelta su casa. Verificando que mi mujer seguí durmiendo (todavía no eran las 10 !!!), tomé una remera limpia y seguimos viaje. En la puerta ya estaba Laura con Rodolfo (el labrador de la familia) esperando a Agustina. Cuando nos vio llegar puso cara de tranquilidad, hicimos unos comentarios de lo bueno que pintaba el día y nos despedimos hasta la tarde…. Pensando en que todo quedaría ahí, en la playa todo transcurrió con la normalidad habitual. Era realmente increíble la naturalidad con la que se movía Agustina después del sacudón de la mañana. Pero ocurrió que a la salida de mis habituales chapuzones, Laura estaba parada en la orilla, mirando. Me puse a su lado y ella seguía callada. Hice dos comentarios para descomprimir y sonrió. Sólo dio vuelta su cara y sin dejar de sonreír, me dijo “ Hoy Agus volvió, desayunó rápido y se metió otra vez en la cama. Se vé que no durmió bien o que la caminata la cansó”. Yo no dije nada. En verdad estaba mudo. Cambiando la mirada y relajando las facciones de su rostro “Todo bien, ya no es una nena y tiene a quien salir”. En ese momento mi miró fijo y sonrió de manera especial. Ahí quedó la charla con Laura y, por ahora, sólo fueron eso… charlas.

autor: por animal_nocturno

9 comentarios - una nena en la costa 2

xxxdios +1
🤤 🤤 🤤 🤤
vaan28 +1
Muuuyy buenooo. Esto se pone caliente y cooomooooo!!!!!!
exiliado39 +1
mas quiero masssssssssssssssssssssssss impresionante +1
Neotete +1
ufffff.... a por Laura!! jeje