Este año no hubo vacaciones largas como solemos tener pero disfrutamos de unos buenos fines de semana, que pudimos estirar en algunos casos. Y eso ocurrió el último fin de semana que pasamos en Pinamar. Nos alojamos en la casa de una familia amiga, matrimonio mayor, que estaban veraneando junto a la hija y su novio, ambos conocidos y amigos nuestros. Luego de un viaje agotador y una noche reparadora, por la mañana (en caso de vacaciones, lease 11 horas) fuimos todos juntos a una alejada zona de playa, sólo accesible con vehículos adecuados para la arena. Allí nos esperaban otros matrimonios y conocidos. Me llamó la atención uno en particular: pareja de unos cincuenta años, con dos hijas: una de 15 y su hermana, de 18 años y recién egresada del colegio. Las dos muy bonitas, al igual que su madre, una hembra muy bien parada, dotada de unas piernas y una cola naturales, acompañadas por la mano del hombre en los pechos que lucía. Las “nenas” no se quedaban atrás: ambas ya lucían sus imponentes piernas largas y torneadas, pero claro está, que Agustina, la mayor, ya tenía el cuerpo de mujer que su hermana pronto adquirirá. Desde que llegamos todo resultó más que ameno: mates, truco, mucho mar y charla. Y si, también meta ojo en la joven morocha y despilfarrando simpatía por todos lados. Un par de veces noté cómo me miraba la piba y los ratones comenzaron a darme vueltas. Tratando de convencerme de que todo era un rollo que yo armaba, fui al mar con otros del grupo. Cuando salimos, en la orilla estaba mi mujer, la madre de Agustina y ella. De golpe me sentí inhibido: al salir, el traje de baño (simplemente una bermuda, no uso ropa interior debajo) estaba por demás pegado al cuerpo y marcaba en demasía. Noté que Laura – la madre de las chicas – miró pero evitó quedarse clavada con los ojos, mientras que Agustina, quizás amparada por el anonimato que le daba estar detrás de la madre, dejó sus ojos un rato algo más prolongado sobre mí. También mi mujer se percató de lo que sucedía e hizo un comentario, al que luego sumó – en privado – ciertas objeciones por lo desubicado que era al salir así del mar !!!!!! En definitiva, si antes había algo de conexión, a partir de ese momento, en el cual la había agarrado mirándome, la situación fue in crescendo. Esa noche nos reunimos todos a comer un asado que hice de muy buen gusto y volvieron a darse situaciones; pero Agustina ya se notaba distinta. Sin salir de su rol de nena-mujer, se sentaba cerca, hablábamos de la facultad (soy profesor de grado y post grado) y de cosas relacionadas. Ella no dejaba pasar oportunidad para tocarme con las manos y hacer gestos, inocentes, pero ya se sentía el calor entre los dos. Pasó la noche y volvimos a vernos todos a la tarde siguiente. Ya Agustina no se cuidaba de realizar ciertos movimientos y no tenía pudor de pasarme la cola por la cara pudiendo pasar por otro lado. Me miraba y buscaba tema de conversación de cualquier manera. Yo ese día me había afeitado y hasta se animó a esbozar un comentario respecto de que igual se notaba que ya estaba viejito (aún no cumplo los 40!) como para torearme. En un momento y después de tanto mate pedí disculpas y tomé uno de los vehículos para ir al baño, o sea, internarme en el bosque. Ventajas que tiene el género. Le pregunté a mi mujer si necesitaba algo o si quería venir (solemos disfrutar de esos momentos con un rapidito mientras nos ocultamos entre los arboles) y frente a su negativa me disponía a partir, cuando Agustina me pregunta si no la alcanzaba hasta el bar para buscar más agua y también ir al baño. La miré a mi mujer y tiré una mirada alrededor para ver si había ojos examinadores esperando mi respuesta, y ante la indiferencia de los presentes, le dije que no había problemas. Nos pusimos los cascos y se sentó detrás de mí, tomándome por la cintura. Hasta ahí nada. El tema fue cuando comenzamos a rodar. La velocidad generaba saltos en el cuatriciclo y con cada salto nos frotábamos más. Yo ya estaba más que excitado al tener las manos de Agus cerca de mi miembro y los saltos no ayudaban a disimular la situación. Incluso en más de una ocasión, noté como bajaba sus manos y me rozaba. Estaba seguro que ya no era indiferente a mi calentura. Cuando llegamos, la dejé bajar. Ella bajo fresca. Se sacó el casco y quedó en bikini y el pareo que se había puesto para el recorrido. Le di el termo y le dije que la esperaba, que yo no iba a bajar. Obviamente, no podía. Se fue con una sonrisa. Volvió a los pocos minutos y después de sentarse detrás, me dijo “Yo sé porque no te podés bajar” y me agarró de lleno mi poronga. Le dije que se dejara de joder, que era para quilombo y me dijo ”Quilombo es si volves así! Y tenía razón. La miré, me dí vueltas y sin decirle nada encaré para atrás de los médanos, metiéndonos en el bosque. Cuando consideré que ya estábamos alejados, paré y le dije “vos cómo me podes ayudar?” Se sacó el caso, me dio un beso bien de hembra caliente y después simplemente me bajó la bermuda y comenzó a chuparla. Me llamó la atención lo bien que lo hacía. Por momentos trataba de mertersela toda en la boca, al punto que le daban arcadas y le escupía enormes cantidades de saliva. Le saque los pechos de la malla y pese a no ser de gran tamaño, sus pezones estaban duros y muy sensibles. Mientras seguía chupando, la acomodé para poder acariciarla en la entrepiernas. Apenas puse mi mano sobre la malla, noté que estaba empapada y goteaba la tela de lo excitada que estaba la nena. Corrí la malla y comencé a acaríciales el clítoris. Se estremeció en un segundo, dejó de chuparme y tomándome de la muñeca, introdujo uno de mis dejos dentro de su vagina. Tuvo un fuerte orgasmo en ese instante, mojándome toda la mano y cayendo todo su flujo por sus piernas. Cuando logró recuperarse, siguió con sus labores. Le encantaba chuparla de todas las formas. En un momento tuve que pararla porque quería seguir bajando con su lengua para darme – después supe – unos black kisses!!!! Cuando le dije que estaba por llegar, arremetió y frente a mi explosión, comenzó a tragar toda mi leche con muchas ganas. La tomó toda. Luego me dio un beso y me sonrió. Me dijo “Tenés la pija que pensaba. Ahora quiero que me cojas” La convencí de volver para no despertar sospechas y logré hacerlo con la promesa de que el fin de semana iba a cojerla bien. No como los pibes de su edad. Quería un hombre que la violara toda. Textuales palabras. Cuando llegamos fue como si nada. Seguimos con la rutina playera, pero Agustina me había hecho prometer algo e iba a venir por eso.
autor: por animal_nocturno
autor: por animal_nocturno
7 comentarios - una nena bien en la costa 1