Mis dedos, tu mano
Hacía mucho calor, un día de trabajo había terminado y me sentía incómoda y pegajosa, decidí darme un baño largo y completo, me duché prolongadamente y al salir de la ducha noté que debía recortarme el vello púbico ya que suele ser molesto si abunda demasiado, tomé un peine pequeño y una tijera pequeña para sacar lo mayor y una rasuradora para el resto; con cuidado me dediqué a sacarme todo, el peine me acariciaba delicadamente levantando el vello más largo y la tijera se paseaba por cada pliegue, luego la afeitadora completó el minucioso trabajo y al final me dispuse a aplicarme un poco de crema para suavizar la piel, me senté en el inodoro, unté mis dedos y comencé a aplicarme la crema, el tacto con mi mano se sentía en su totalidad, mis dedos se paseaban por toda mi vagina, entre mis labios y hasta el área del ano y volvía para seguir untando, eventualmente mis dedos rozaban mi clítoris y podía sentir un suave placer, luego continuaba por mis muslos, el delicado perfume de la crema era refrescante y continué pasandome la mano, íntimamente me dí cuenta de que ya no lo necesitaba pero me gustaba la sensación del roce en la tersa piel depilada de mi vagina que por mis caricias estaba tibia, no pude evitar pensar en vos, que podría ser tu mano la protagonista de tal placer.
Me dejé llevar por el confort y continué, me acomodé un poco, subí la pierna hasta apoyarme con el pie en el borde del bidette exponiendo mi sexo, mi mano no dejaba de deleitarse con el recorrido mientras te imaginaba conmigo y no pude evitar sentir excitación, mis dedos se impregnaron de la lujuriosa miel que comenzó a brotar de mi, mi cuerpo empezó a desear tu virilidad, yo no me opuse, no había nada que me impidiera gozar y me rendí a ello; cerré los ojos y con la mano sobrante me acariciaba los pechos erguidos que clamaban por tu boca. Mi vagina expuesta y entregada al sueño de tu sexo no dejaba de emanar la miel del placer que corría por mi muslo hasta gotear, pequeños movimientos circulares de mis dedos me llenaban de fantasías sobre las multiples posiciones en que desearía que me penetres, no le ponía filtro a mi candente imaginación, inserté uno de mis dedos, luego sumé otro y otro más, podía sentir el interior de mi vagina mojada, rugosa, inundada de gozo, mis dedos entraban y salían, acariciaban y volvían a entrar, mi mente volaba en fantasías sobre nosotros desatados en salvajismo instintivo. Mi cuerpo estalló de la excitación y mi sexo estalló en miel de imaginarte penetrándome y embistiéndome hasta saciarte dentro de mi llenandome hasta rebalsarme, solo deseaba tu pene latiendo en mi interior en un orgasmo mutuo.
Retiré mi mano y dejé que fluya mi miel que chorreaba por mi raja y caía mientras mi vagina latía de excitación, chupé mis dedos impregnados y me dí otra ducha rápida, mis piernas estaban debilitadas pero mi cuerpo aún se estremecía con los resagos del placer.
Hacía mucho calor, un día de trabajo había terminado y me sentía incómoda y pegajosa, decidí darme un baño largo y completo, me duché prolongadamente y al salir de la ducha noté que debía recortarme el vello púbico ya que suele ser molesto si abunda demasiado, tomé un peine pequeño y una tijera pequeña para sacar lo mayor y una rasuradora para el resto; con cuidado me dediqué a sacarme todo, el peine me acariciaba delicadamente levantando el vello más largo y la tijera se paseaba por cada pliegue, luego la afeitadora completó el minucioso trabajo y al final me dispuse a aplicarme un poco de crema para suavizar la piel, me senté en el inodoro, unté mis dedos y comencé a aplicarme la crema, el tacto con mi mano se sentía en su totalidad, mis dedos se paseaban por toda mi vagina, entre mis labios y hasta el área del ano y volvía para seguir untando, eventualmente mis dedos rozaban mi clítoris y podía sentir un suave placer, luego continuaba por mis muslos, el delicado perfume de la crema era refrescante y continué pasandome la mano, íntimamente me dí cuenta de que ya no lo necesitaba pero me gustaba la sensación del roce en la tersa piel depilada de mi vagina que por mis caricias estaba tibia, no pude evitar pensar en vos, que podría ser tu mano la protagonista de tal placer.
Me dejé llevar por el confort y continué, me acomodé un poco, subí la pierna hasta apoyarme con el pie en el borde del bidette exponiendo mi sexo, mi mano no dejaba de deleitarse con el recorrido mientras te imaginaba conmigo y no pude evitar sentir excitación, mis dedos se impregnaron de la lujuriosa miel que comenzó a brotar de mi, mi cuerpo empezó a desear tu virilidad, yo no me opuse, no había nada que me impidiera gozar y me rendí a ello; cerré los ojos y con la mano sobrante me acariciaba los pechos erguidos que clamaban por tu boca. Mi vagina expuesta y entregada al sueño de tu sexo no dejaba de emanar la miel del placer que corría por mi muslo hasta gotear, pequeños movimientos circulares de mis dedos me llenaban de fantasías sobre las multiples posiciones en que desearía que me penetres, no le ponía filtro a mi candente imaginación, inserté uno de mis dedos, luego sumé otro y otro más, podía sentir el interior de mi vagina mojada, rugosa, inundada de gozo, mis dedos entraban y salían, acariciaban y volvían a entrar, mi mente volaba en fantasías sobre nosotros desatados en salvajismo instintivo. Mi cuerpo estalló de la excitación y mi sexo estalló en miel de imaginarte penetrándome y embistiéndome hasta saciarte dentro de mi llenandome hasta rebalsarme, solo deseaba tu pene latiendo en mi interior en un orgasmo mutuo.
Retiré mi mano y dejé que fluya mi miel que chorreaba por mi raja y caía mientras mi vagina latía de excitación, chupé mis dedos impregnados y me dí otra ducha rápida, mis piernas estaban debilitadas pero mi cuerpo aún se estremecía con los resagos del placer.
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