ESTE ES UN RELATO QUE ENCONTRE QUE ESTA MUY BUENO Y MUY RELACIONADO A MI MAYOR FETICHE. DISFRUTEN, ABRAZOS!
Hoy voy a contar la primera vez que sentí una gran excitación al oler una braga usada... Mi nuevo fetichismo. Mi mujer, como siempre, me mandó a hacer recado a la salida del trabajo.
- Antes de venir a casa, ¿por qué no te acercas a casa de mi amiga María para recoger unas cosas que me tiene que dar?
- ¿Por qué no vas tú? ¡Salgo del trabajo y quiero volver a casa!
- ¡Pero si es sólo un momento!
- ¡No! Tu amiga María luego se queda hablando y yo no tengo ganas de hablar.
- ¡Yo no puedo ir! ¡Para un favor que te pido y mira! ¡El trabajito que te cuesta ir dos segundos a casa de mi amiga a recoger una bolsa! (bla bla bla)
- Vale, voy.
Maldita mujer. Quién me mandó a casarme con ella. Siempre en las mismas. El caso es que salí del trabajo, y lo que yo quería era tumbarme en mi sofá y tomarme una cervecita viendo la televisión... Pero tenía que ir a casa de la maruja de su amiga. La pobre me resultaba tan estúpida...
- ¿Si?
- María, soy Juan. Vengo a recoger la bolsa de mi mujer.
-Sube, sube. Te dejo la puerta abierta que estoy en la ducha. Espérame y ya salgo.
Y encima tenía que esperar a que saliera de la ducha. Maldita sea.
Al entrar a casa de María, un olor a rosas impregnó mi nariz. Observé su casa y me senté en el sofá a esperarla, deseando que no tardase mucho. Me detuve mientras a observar su casa. Todo en orden, no como en mi casa, que mi mujer no hace nada. Había una cesta marrón de gran tamaño oscura al lado de la televisión. Creo que es lo más extraño que había dentro del orden de su casa, ¿qué hace una cesta marrón al lado de a televisión?, me pregunté. Intenté no abrirla, pero soy demasiado curioso, así que la abrí.
Al abrirla me excité. Estaba llena de braguitas, para todos los gustos: braguitas de culotte, brasileñas, braguitas grandes que tapan todo el culo, braguitas de todos los colores: rosas, rojas, azules, moradas, amarillas, de corazones, de mariposas.... Pero lo que más me llamó la atención fue el olor que entró en mi nariz nada más abrir la cesta. Adiós olor a rosas ¡Esas braguitas estaban usadas y sin lavar! Estaba completamente empalmado. La estúpida de la amiga de mi mujer era una cochina, una guarra ¿Para qué quería una cesta con tantas bragas usadas y sin limpiar? Me acerqué a la cesta para oler bien el olor. Bfff, qué cachondo me puse.
Me detuve para mirar si María no había salido del baño y me atreví a sacar algunas braguitas. Había algunas que olían más que otras. Me puse a mirarlas, a olerlas, a imaginarme a María con ellas puestas. Me las empecé a meter en la boca y empecé a lamer la parte en la que olía más. Algunas estaban manchadas; tenían flujo. Me excité todavía más. Chupé sin parar el flujo de esas braguitas. De repente, me dieron ganas de comerle el coñito a María. Tenían un olor bien rico esas braguitas; tan rico como debía estar su coñito. Empecé a pajearme y a pasarme las braguitas por mi polla. Cogía una, y otra, y otra, y me pajeaba con ellas, hasta que me corrí dentro de la cesta con sus braguitas.
- ¿Pero qué haces? ¡ Eres un cerdo! ¡Voy a contárselo a tu mujer!
- ¿Y qué dirá cuando le digas que tenías una cesta llena de bragas usadas, eh?
Se calló. Volví a mirar la cesta con mi corrida y volví a excitarme. Entonces me acerqué a ella, mientras ella se alejaba. La agarré contra mí y metí mi mano en su coño. Estaba mojadito. La tiré al sofá y empecé a comérselo. Ella no hizo ningún sonido, no dijo nada. Se quedó quieta y muda. Cuando terminé, cogí la bolsa y me fui.
Llegué a casa y le entregué la bolsa a mi mujer. Rápidamente fui a la cocina, cogí un embalse de plástico que se cierra herméticamente y me metí en el bañó. No había sido tonto. Había cogido cuatro braguitas y me las había guardado en el bolsillo. Ahora quería cerrarlas para que el olor se quedara y así poder olerlas tranquilamente después. Y así hice. Cuando mi mujer se fue a dormir, yo abrí la bolsita y saqué una de ellas. Luego la cerré bien. Esta braguita era de color carne. Por su tamaño y el tamaño del culo de la amiga de mi mujer, pude apreciar que no le tapaba el culo entero, si no que era de aquellas que al no taparle todo el culo, al andar mucho se le acababan metiendo en la raja del culo. De hecho, esa era la razón de por qué olía tanto. La braguita había estado bien metida en la raja de su culo y muy posiblemente en la de su coño, por eso había tanto flujo también. Flujo que ya empezaba a tener un color amarillo al haber sido de hacía días.
Sentado en el sofá, puse porno en silencio en la televisión, para que mi mujer no pudiera oír nada, para mejorar y excitar la situación un poco más, porque ya estaba bastante excitado y mi imaginación era más que suficiente. Me puse entonces la braga en la cara, me metí la parte del flujo en mi boca y mientras chupaba y olía esas braguitas, me pajeé de lo lindo. Quería correrme enseguida, pero dejé que la cosa durara para sentir más placer. Al terminar, volví a meter las braguitas en la bolsa de plástico y me fui a dormir.
Al día siguiente era viernes, último día de trabajo. Metí la bolsa de braguitas en mi cartera y me fui con ellas al trabajo. En mi descanso, compré un sobre marrón y metí la braguita usada en el sobre. Luego pasé por casa de María y se lo tiré en el buzón. Llamé a su timbre: "¿Quién es?" dijo ella. "¡El cartero!" - dije cambiando mi tono de voz. Ella abrió y yo me fui al trabajo teniendo la seguridad de que bajaría para ver las cartas que le habían llegado y se encontraría con una grata sorpresa.
Ya al terminar el trabajo, esperé debajo del portal de María hasta que un vecino abrió y yo entré con él. Toqué la puerta de María y me escondí. Cuando abrió, aparecí. Ella trató de cerrar la puerta pero yo puse el brazo en medio para que no lo hiciera.
- ¿A qué juegas? - dijo ella-. ¿Te parece gracioso lo que has hecho de la carta? Pues a mí no. Me has robado una prenda íntima y estás siendo infiel a tu mujer, aparte me has registrado la casa.
- Tú también estás siendo infiel, y reconoce que mi juego te excita y te gusta.
- No te necesito. Con mi marido ya juego bastante bien. Es un buen amante de la ropa interior usada.
- Si, pero con él ya empezabas a aburrirte. Yo te he abierto una nueva ilusión. No vi que pusieras ninguna pega cuando te comí...
- ¡Para!
- Disfrutabas sin parar - le decía mientras me acercaba a ella y ella retrocedía-. Te encantó ver cómo chupaba por encima de tus braguitas tu coño; como olía el flujo que empezaba a caerte producto de la excitación - la agarré de la cintura cuando chocó contra la pared y acerqué mi cara a la suya-; y te gustó con qué intensidad te comía todo el coño. Y ahora, que llevas la ropa de deporte y estás sudada, veo que has hecho ejercicio, y que debajo tienes una prenda que desprende un olor que me está excitando. Me estoy poniendo cachondo imaginándote bajándote esos pantalones de deporte, dejándome que lama tu coño por encima de las bragas, así de pie como estás, disfrutando tu olor, para después proceder a bajarte las braguitas, ponerme de pie, y agacharte a ti para que me comas la polla mientras chupo, huelo y saboreo el dulce olor de un coñito que acaba de hacer deporte y sudar...
María no dijo nada. No hizo nada. Entonces yo continué:
- Vamos, bájate los pantalones sensualmente. Ahora, venga. También quítate la camiseta, y el sujetador, y los calcetines, y déjate puestas las braguitas.
María se puso roja, pero empezó a obedecer. Se quitó lentamente y sensualmente la camiseta azul celeste y el sujetador de deporte. Luego se quitó los calcetines y por último los pantalones, dejando ver no unas braguitas, si no un tanga que reconozco que me excitó muchísimo puesto que, ya no era sólo que me esperaba ver unas braguitas, si no que además ese tanga era negro, lo cual sabía que el flujo y el olor iba a ser más penetrante y más visible.
Me agaché, abrí un poco las piernas para meter mi cabeza y empecé a lamer por encima del tanga su coño. El olor era muy fuerte, lo que me produjo una erección instantánea. Sentía mi polla bien dura y, cuando supe que ya no podía más, le bajé el tanga y la agaché para que me comiera la polla. Y mientras lo hacía, yo disfrutaba oliendo el olor tan fuerte de esas braguitas y disfrutando el flujo blanco que había en ellas. De pronto, me di cuenta de cómo quería correrme. Fui a por la cesta de braguitas, me tumbé en el suelo, me las eché todas encima, teniendo agarrada en una mano la que acababa de bajarle a María, y le hice una señal para que continuara comiéndome la polla, mientras yo disfrutaba entre toda la ropa interior, oliendo todos los olores, algunos que ya apenas se notaban, para terminar con la que acababa de coger metida en mi boca, hasta que finalmente ya no pude aguantar tanto placer y me corrí en la cara de María.
Fueron unos meses intensos con ella, pero pronto me aburrí y me fui en busca de sangre fresca. Aunque reconozco que ella fue la que abrió una nueva experiencia sexual que desconocía en mí.
Hoy voy a contar la primera vez que sentí una gran excitación al oler una braga usada... Mi nuevo fetichismo. Mi mujer, como siempre, me mandó a hacer recado a la salida del trabajo.
- Antes de venir a casa, ¿por qué no te acercas a casa de mi amiga María para recoger unas cosas que me tiene que dar?
- ¿Por qué no vas tú? ¡Salgo del trabajo y quiero volver a casa!
- ¡Pero si es sólo un momento!
- ¡No! Tu amiga María luego se queda hablando y yo no tengo ganas de hablar.
- ¡Yo no puedo ir! ¡Para un favor que te pido y mira! ¡El trabajito que te cuesta ir dos segundos a casa de mi amiga a recoger una bolsa! (bla bla bla)
- Vale, voy.
Maldita mujer. Quién me mandó a casarme con ella. Siempre en las mismas. El caso es que salí del trabajo, y lo que yo quería era tumbarme en mi sofá y tomarme una cervecita viendo la televisión... Pero tenía que ir a casa de la maruja de su amiga. La pobre me resultaba tan estúpida...
- ¿Si?
- María, soy Juan. Vengo a recoger la bolsa de mi mujer.
-Sube, sube. Te dejo la puerta abierta que estoy en la ducha. Espérame y ya salgo.
Y encima tenía que esperar a que saliera de la ducha. Maldita sea.
Al entrar a casa de María, un olor a rosas impregnó mi nariz. Observé su casa y me senté en el sofá a esperarla, deseando que no tardase mucho. Me detuve mientras a observar su casa. Todo en orden, no como en mi casa, que mi mujer no hace nada. Había una cesta marrón de gran tamaño oscura al lado de la televisión. Creo que es lo más extraño que había dentro del orden de su casa, ¿qué hace una cesta marrón al lado de a televisión?, me pregunté. Intenté no abrirla, pero soy demasiado curioso, así que la abrí.
Al abrirla me excité. Estaba llena de braguitas, para todos los gustos: braguitas de culotte, brasileñas, braguitas grandes que tapan todo el culo, braguitas de todos los colores: rosas, rojas, azules, moradas, amarillas, de corazones, de mariposas.... Pero lo que más me llamó la atención fue el olor que entró en mi nariz nada más abrir la cesta. Adiós olor a rosas ¡Esas braguitas estaban usadas y sin lavar! Estaba completamente empalmado. La estúpida de la amiga de mi mujer era una cochina, una guarra ¿Para qué quería una cesta con tantas bragas usadas y sin limpiar? Me acerqué a la cesta para oler bien el olor. Bfff, qué cachondo me puse.
Me detuve para mirar si María no había salido del baño y me atreví a sacar algunas braguitas. Había algunas que olían más que otras. Me puse a mirarlas, a olerlas, a imaginarme a María con ellas puestas. Me las empecé a meter en la boca y empecé a lamer la parte en la que olía más. Algunas estaban manchadas; tenían flujo. Me excité todavía más. Chupé sin parar el flujo de esas braguitas. De repente, me dieron ganas de comerle el coñito a María. Tenían un olor bien rico esas braguitas; tan rico como debía estar su coñito. Empecé a pajearme y a pasarme las braguitas por mi polla. Cogía una, y otra, y otra, y me pajeaba con ellas, hasta que me corrí dentro de la cesta con sus braguitas.
- ¿Pero qué haces? ¡ Eres un cerdo! ¡Voy a contárselo a tu mujer!
- ¿Y qué dirá cuando le digas que tenías una cesta llena de bragas usadas, eh?
Se calló. Volví a mirar la cesta con mi corrida y volví a excitarme. Entonces me acerqué a ella, mientras ella se alejaba. La agarré contra mí y metí mi mano en su coño. Estaba mojadito. La tiré al sofá y empecé a comérselo. Ella no hizo ningún sonido, no dijo nada. Se quedó quieta y muda. Cuando terminé, cogí la bolsa y me fui.
Llegué a casa y le entregué la bolsa a mi mujer. Rápidamente fui a la cocina, cogí un embalse de plástico que se cierra herméticamente y me metí en el bañó. No había sido tonto. Había cogido cuatro braguitas y me las había guardado en el bolsillo. Ahora quería cerrarlas para que el olor se quedara y así poder olerlas tranquilamente después. Y así hice. Cuando mi mujer se fue a dormir, yo abrí la bolsita y saqué una de ellas. Luego la cerré bien. Esta braguita era de color carne. Por su tamaño y el tamaño del culo de la amiga de mi mujer, pude apreciar que no le tapaba el culo entero, si no que era de aquellas que al no taparle todo el culo, al andar mucho se le acababan metiendo en la raja del culo. De hecho, esa era la razón de por qué olía tanto. La braguita había estado bien metida en la raja de su culo y muy posiblemente en la de su coño, por eso había tanto flujo también. Flujo que ya empezaba a tener un color amarillo al haber sido de hacía días.
Sentado en el sofá, puse porno en silencio en la televisión, para que mi mujer no pudiera oír nada, para mejorar y excitar la situación un poco más, porque ya estaba bastante excitado y mi imaginación era más que suficiente. Me puse entonces la braga en la cara, me metí la parte del flujo en mi boca y mientras chupaba y olía esas braguitas, me pajeé de lo lindo. Quería correrme enseguida, pero dejé que la cosa durara para sentir más placer. Al terminar, volví a meter las braguitas en la bolsa de plástico y me fui a dormir.
Al día siguiente era viernes, último día de trabajo. Metí la bolsa de braguitas en mi cartera y me fui con ellas al trabajo. En mi descanso, compré un sobre marrón y metí la braguita usada en el sobre. Luego pasé por casa de María y se lo tiré en el buzón. Llamé a su timbre: "¿Quién es?" dijo ella. "¡El cartero!" - dije cambiando mi tono de voz. Ella abrió y yo me fui al trabajo teniendo la seguridad de que bajaría para ver las cartas que le habían llegado y se encontraría con una grata sorpresa.
Ya al terminar el trabajo, esperé debajo del portal de María hasta que un vecino abrió y yo entré con él. Toqué la puerta de María y me escondí. Cuando abrió, aparecí. Ella trató de cerrar la puerta pero yo puse el brazo en medio para que no lo hiciera.
- ¿A qué juegas? - dijo ella-. ¿Te parece gracioso lo que has hecho de la carta? Pues a mí no. Me has robado una prenda íntima y estás siendo infiel a tu mujer, aparte me has registrado la casa.
- Tú también estás siendo infiel, y reconoce que mi juego te excita y te gusta.
- No te necesito. Con mi marido ya juego bastante bien. Es un buen amante de la ropa interior usada.
- Si, pero con él ya empezabas a aburrirte. Yo te he abierto una nueva ilusión. No vi que pusieras ninguna pega cuando te comí...
- ¡Para!
- Disfrutabas sin parar - le decía mientras me acercaba a ella y ella retrocedía-. Te encantó ver cómo chupaba por encima de tus braguitas tu coño; como olía el flujo que empezaba a caerte producto de la excitación - la agarré de la cintura cuando chocó contra la pared y acerqué mi cara a la suya-; y te gustó con qué intensidad te comía todo el coño. Y ahora, que llevas la ropa de deporte y estás sudada, veo que has hecho ejercicio, y que debajo tienes una prenda que desprende un olor que me está excitando. Me estoy poniendo cachondo imaginándote bajándote esos pantalones de deporte, dejándome que lama tu coño por encima de las bragas, así de pie como estás, disfrutando tu olor, para después proceder a bajarte las braguitas, ponerme de pie, y agacharte a ti para que me comas la polla mientras chupo, huelo y saboreo el dulce olor de un coñito que acaba de hacer deporte y sudar...
María no dijo nada. No hizo nada. Entonces yo continué:
- Vamos, bájate los pantalones sensualmente. Ahora, venga. También quítate la camiseta, y el sujetador, y los calcetines, y déjate puestas las braguitas.
María se puso roja, pero empezó a obedecer. Se quitó lentamente y sensualmente la camiseta azul celeste y el sujetador de deporte. Luego se quitó los calcetines y por último los pantalones, dejando ver no unas braguitas, si no un tanga que reconozco que me excitó muchísimo puesto que, ya no era sólo que me esperaba ver unas braguitas, si no que además ese tanga era negro, lo cual sabía que el flujo y el olor iba a ser más penetrante y más visible.
Me agaché, abrí un poco las piernas para meter mi cabeza y empecé a lamer por encima del tanga su coño. El olor era muy fuerte, lo que me produjo una erección instantánea. Sentía mi polla bien dura y, cuando supe que ya no podía más, le bajé el tanga y la agaché para que me comiera la polla. Y mientras lo hacía, yo disfrutaba oliendo el olor tan fuerte de esas braguitas y disfrutando el flujo blanco que había en ellas. De pronto, me di cuenta de cómo quería correrme. Fui a por la cesta de braguitas, me tumbé en el suelo, me las eché todas encima, teniendo agarrada en una mano la que acababa de bajarle a María, y le hice una señal para que continuara comiéndome la polla, mientras yo disfrutaba entre toda la ropa interior, oliendo todos los olores, algunos que ya apenas se notaban, para terminar con la que acababa de coger metida en mi boca, hasta que finalmente ya no pude aguantar tanto placer y me corrí en la cara de María.
Fueron unos meses intensos con ella, pero pronto me aburrí y me fui en busca de sangre fresca. Aunque reconozco que ella fue la que abrió una nueva experiencia sexual que desconocía en mí.
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