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Tengo ganas de ver tu cara de fascinación

Este, a diferencia del otro (que tuvo unas pequeñas correcciones) es de absoluta autoría de la petisa, y es, como mas o menos puede inferirse, algo que me escribió pasadas unas semanas en las que por diferentes viajes, pasamos casi un mes sin vernos, ahora la situación es similar, y aunque seguimos cogiendo cada uno por nuestro lado, el nivel de sexo que tenemos entre nosotros no lo podemos conseguir afuera, la pendeja esta me vuela la cabeza, aclaro que no es del estilo del anterior, quizás les parezca mas aburrido, pero es un tributo a ella, que sé que no se anima, ¡Pero le encanta que la publique!

Tengo ganas de ver tu cara de fascinación, mirándome. Me es fácil recordarla, imaginarla, pero ver realmente genera otra sensación. Me siento poderosa, se abre ante mí un abanico de posibilidades ya aprobadas y deseosas de ser llevadas a la práctica.
Quisiera ver la cara que pusiste cuando entraste al cuarto donde estaba desnudándome con la chica que insistías que besara y tocara minutos antes. Yo estaba sobre ella, mostrándote la espalda descubierta, ya sin vestido, mi bombacha y las piernas de ella colgando del sillón, sus manos yendo y viniendo por mi espalda, algo desesperadas, algo ansiosas.
Me gustaría haber conocido tu cara ese mediodía en la playa cuando, también dándote la espalda, metías hermosamente tus dedos en mí, nos daba el sol, pero me subía más aún el calor, notabas la mirada de un espectador y con más ganas continuabas.
¿Y la que ponías la mañana del primero de enero en tu casa? Debía parecerse a las anteriores. Me empujabas contra el cuerpo del chico que pícaramente había invitado.
¿Habrá sido la misma que tuviste esa noche que le di luz verde a tus, hasta el momento, asquerosas ganas de escupirme y pegarme en la cama? ¿O la que tuviste cuando sonreía mostrando cuanto me gustaba?
Quiero que sigamos creando de esas caras, aunque en el momento no pueda verlas. Tenemos ganas, imaginación, fuerza y mucho por degustar, ¡ñami! Pensar en esa cara me hace sonreír sin disimulo, como cuando te veo venir de lejos, como cuando me tocas sorpresivamente, como cuando me hablás con furia de tanto cariño diciendo cosas que, por ternura o calentura, me hacen erizar la piel.

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