Vanessa caminó por su cuarto por enésima vez. Los nervios la estaban consumiendo lenta y dolorosamente. Veía como las agujas del reloj se movían con una velocidad que le causaba estragos dentro de su estómago, hasta que el timbre por fin sonó.
Se miró al espejo por última vez y estaba dudando de la elección de su ropa. Ya no le convencía el vestido corto negro de satén, con el único porta-liga que tenía en su casa, por suerte, de color negro y las clásicas medias de Can-can en color negro. Los zapatos, también en negro, eran incómodos, pero lograban hacerla sentirse sensual.
Observó su cara y la mirada felina color miel le hizo sacar una sonrisa. Esta noche iba por todo.
Mientras bajaba las escaleras, observaba minuciosamente para constatar que la casa estuviera limpia, o por lo menos presentable.
Llegó a la puerta y dio un último y profundo respiro antes de abrir. Llevó su mano al picaporte y tiró. Una vez abierta la puerta, la sonrisa se le escapó de los labios. Dos pares de ojos verdes la observaban, que la obligaban a levantar su mirada, ya que, por más que tuviera sus zapatos con los tacones del infierno, su altura seguía siendo insignificante al lado de esos hombres.
Vanessa se hizo a un lado de la puerta, dejando entrar a sus invitados, los cuales, se quedaron parados unos segundos en la puerta.
-¿Está algo mal?-preguntó suavemente Vanessa. Se sorprendió al saber que ellos la escucharon perfectamente. Negaron la cabeza mientras subían por las escaleras y se adentraban a su cuarto. Se empeñó a seguirlos, pero la mirada de uno de ellos la hizo quedarse clavada en el umbral.
-Sólo vas a poder subir si lo haces como la gatita que sos-la voz gruesa del otro hombre resonó en su departamento. Con la respiración acelerada, Vanessa se arrodilló y ubicó sus palmas en el suelo. Mientras caminaba hacia la escalera, se debatía en cómo debía subir, ya que no quería terminar haciendo el ridículo rodando por todos lados.
"Mano derecha, rodilla izquierda-Mano izquierda, rodilla izquierda" era lo único que pasaba por su mente, mientras veía cómo iba a posicionando.
-Queremos que nos mires a nosotros-la voz del otro hombre interrumpió el silencio. Levantó la mirada y se debatía en cómo mirar a los dos a la vez.
Llegó al último escalón y seguidamente gateó hasta su habitación. Sentados en su cama, uno al lado del otro, descansaban desnudos. El de la izquierda le hizo una seña con su dedo índice diciendo sin palabras "Veni". Gateando se acercó a sus rodillas, entre medio de los hombres.
Vanessa pudo deleitarse de sus miembros. Anchos y venosos, a pesar de la luz sea tan baja. Sus cabezas se destacaban, al igual que sus testículos.
-Gatita mimosa-dijo el hombre a su izquierda, mientras agarraba su cabeza clavaba su miembro hasta su garganta. A Vanessa la había agarrado de improvisto, por lo tanto lo primero que hizo fue ahogarse con semejante pedazo de carne en su boca. Se alejó unos segundos, los suficientes para tomar una profunda exhalación y adentrar esa verga en su boca. Mientras, sintió como su mano era conducida hacia el otro miembro. Sintió en sus dedos la suavidad de esa piel, a la vez que sentía la dureza.
Reemplazó a su boca con su mano, mientras que, como una adicta, se metía el pedazo del otro hombre. Cerró los ojos y empezó a simular que su boca era su vagina. La estimuló escuchar los gemidos de aquellos hombres, quería hacerles gritar y acabar. Era su máximo deseo: satisfacerlos.
Sintió como unas manos bajaban el cierre del vestido y lo arrancaba de cuerpo. Debajo de éste no tenía nada, sólo su porta-liga. Escuchó como a ambos tomaron aire para luego exhalarlo junto a un suave silbido.
Unas manos la cogió de los hombros y la separó de su ansiado miembro. Se quejó suavemente pero seguido, la ubicaron arriba del cuerpo de uno de sus amantes. Ocupaban el ancho de la cama mientras que el hombre se paró al lado de su cabeza. Mientras uno de los miembros abría paso en su almeja cerrada y estrecha, el otro, al mismo tiempo, entraba en su boca. Ambos profundo, hasta que sus testículos tocaban de alguna manera a Vanessa.
Se movieron a un ritmo lento y pausado, mientras que gemían en un tono grave, que retumbaba y cortaba con el silencio. Sentía que el mundo se paralizaba sólo por ellos.
Poco a poco, notaba como iba creciendo un calor en su vientre, mientras el ritmo aumentaba más y más. Creía que llegaba, pero al momento de acariciar esa sensación de abandono, el amante de abajo se retiró mientras que el que estaba ocupando su boca se había clavado profundamente en su garganta.
Una gran inhalación se escuchó en toda la habitación. Era ella, luego de que el miembro la haya dejado de penetrar tan profundamente en la boca, mientras que el otro amante, entre sus piernas, volvía a penetrarla furiosamente.
Vanessa bajó la mirada a su cuerpo y se impresionó de cómo sus senos se movían de un lado para otro. Al levantar la cabeza, se topó con la ardiente mirada de su amante, el cual bajó su boca y empezó a mamar sus pechos.
Trató de callarse, de morderse los labios, de rasguñar, pero no podía evitarlo.Los gemidos se les escapaban de la boca.
En un momento del clímax, su amante hizo un giro de 180º, ubicando a Vanessa en cuatro patas en la cama. Las penetraciones volvieron con más vigor, más salvajismo. Crecía el calor en el vientre, volvía la falta de la respiración. Pero se lo volvieron a negar. En su lugar, una lengua traviesa comenzó a invadir su esfínter mientras el miembro de su amante entraba y salía lentamente.
Sin querer, las uñas de Vanessa hicieron contacto en la espalda de su amante con la lengua traviesa. Éste dejó salir un suspiro, a la vez que su mano derecha entraba en contacto con su nalga izquierda. El grito de placer femenino resonó en el cuarto, mientras ambos amantes su levantaban de la cama.
La respiración volvió a la normalidad, aunque un poco más pausada de lo común. El cuerpo se encontraba en agarrotado, paralizado en medio de la cama. Lo único que sintió Vanessa en aquel estado fue a uno de sus amantes, cargándola en sus brazos, mientras éste se acostaba boca arriba y a ella la ubicó encima de él, también boca arriba.
La pequeña invasión de un dedo en su esfínter la puso en alerta; su amante de inmediato se dio cuenta y por eso, le hizo una seña al otro hombre, para que se acercara. La lengua traviesa volvió, pero no fue su objetivo su esfinter, sino su clítoris. Quiso cerrar las piernas, porque las pequeñas convulsiones la estaban devorando, pero su amante era más fuerte e hizo que las abriera en su totalidad de elasticidad. Lo único que sintió fue la explosión, a la par de que veía todo blanco y como el cuerpo se paralizó durante unos segundos.
Abrió lentamente los ojos y encontró a su amante sonriente, su cara tenía un brillo especial... Bajó un poco la cabeza, porque la avergonzaba saber que esos eran sus flujos.
Como si le leyera la mente, su amante se acercó y la besó apasionadamente. Pudo notar el sabor salado de sus flujos, y como una sensación de paz y de estar llena la tomó por sorpresa. Rompió el beso y bajó su mirada y notó que tenía a los dentro de ella.
Vanessa no salía de su estupefacción. Lo había conseguido, una doble penetración.
Sintió cómo el miembro de su ano se alejaba, mientras que el miembro de su conejito entraba profundamente en ella, a la par de los gemidos masculinos. Luego sintió el opuesto: el de la cavidad anal entraba profundamente en ella y el de su vagina se alejaba casi hasta sacar el miembro en su totalidad dentro de ella, pero rápidamente se adentraba y salía. El ritmo comenzó a tomar una velocidad de vértigo, mientras Vanessa se sentía volar.
Su amante-anal levantó la cadera, haciendo que ella quedara suspendida en el aire, solamente afianzada al agarre de sus hombres. Y las penetraciones comenzaron, si cabía, a ser todavía más profundas... De repente el estilo cambió: ambos entraban y ambos se retiraban.
Vanessa se avergonzó de pensar que no podía verlos, sus ojos eran blanco. El placer era inmenso y lo único en que podía pensar era que nuevamente el calor en su vientre crecía. Más y más hasta que...
Lo único que Vanessa recordó era despertar en su cama. El timbre le exigía levantarse. El maldito sonido agudo la estaba sacando de quicio. Se puso la bata verde, su preferida y bajó las escaleras. Al llegar, abrió la puerta y reconoció a su amiga. A Vanessa le fastidiaba el excesivo maquillaje y el corto vestido ¿Qué necesidad? pensó, parecía un cinturón.
-No me veas con esa cara-dijo Ángela al entrar-No es mi culpa que seas aburrida y, en cambio yo, sea toda una diva.
Antes de cerrar la puerta, se quedó embelesada con el paisaje de la Luna, hecha un sandwich por las estrellas... Como a ella.
Vanessa esbozó una sonrisa.
Se miró al espejo por última vez y estaba dudando de la elección de su ropa. Ya no le convencía el vestido corto negro de satén, con el único porta-liga que tenía en su casa, por suerte, de color negro y las clásicas medias de Can-can en color negro. Los zapatos, también en negro, eran incómodos, pero lograban hacerla sentirse sensual.
Observó su cara y la mirada felina color miel le hizo sacar una sonrisa. Esta noche iba por todo.
Mientras bajaba las escaleras, observaba minuciosamente para constatar que la casa estuviera limpia, o por lo menos presentable.
Llegó a la puerta y dio un último y profundo respiro antes de abrir. Llevó su mano al picaporte y tiró. Una vez abierta la puerta, la sonrisa se le escapó de los labios. Dos pares de ojos verdes la observaban, que la obligaban a levantar su mirada, ya que, por más que tuviera sus zapatos con los tacones del infierno, su altura seguía siendo insignificante al lado de esos hombres.
Vanessa se hizo a un lado de la puerta, dejando entrar a sus invitados, los cuales, se quedaron parados unos segundos en la puerta.
-¿Está algo mal?-preguntó suavemente Vanessa. Se sorprendió al saber que ellos la escucharon perfectamente. Negaron la cabeza mientras subían por las escaleras y se adentraban a su cuarto. Se empeñó a seguirlos, pero la mirada de uno de ellos la hizo quedarse clavada en el umbral.
-Sólo vas a poder subir si lo haces como la gatita que sos-la voz gruesa del otro hombre resonó en su departamento. Con la respiración acelerada, Vanessa se arrodilló y ubicó sus palmas en el suelo. Mientras caminaba hacia la escalera, se debatía en cómo debía subir, ya que no quería terminar haciendo el ridículo rodando por todos lados.
"Mano derecha, rodilla izquierda-Mano izquierda, rodilla izquierda" era lo único que pasaba por su mente, mientras veía cómo iba a posicionando.
-Queremos que nos mires a nosotros-la voz del otro hombre interrumpió el silencio. Levantó la mirada y se debatía en cómo mirar a los dos a la vez.
Llegó al último escalón y seguidamente gateó hasta su habitación. Sentados en su cama, uno al lado del otro, descansaban desnudos. El de la izquierda le hizo una seña con su dedo índice diciendo sin palabras "Veni". Gateando se acercó a sus rodillas, entre medio de los hombres.
Vanessa pudo deleitarse de sus miembros. Anchos y venosos, a pesar de la luz sea tan baja. Sus cabezas se destacaban, al igual que sus testículos.
-Gatita mimosa-dijo el hombre a su izquierda, mientras agarraba su cabeza clavaba su miembro hasta su garganta. A Vanessa la había agarrado de improvisto, por lo tanto lo primero que hizo fue ahogarse con semejante pedazo de carne en su boca. Se alejó unos segundos, los suficientes para tomar una profunda exhalación y adentrar esa verga en su boca. Mientras, sintió como su mano era conducida hacia el otro miembro. Sintió en sus dedos la suavidad de esa piel, a la vez que sentía la dureza.
Reemplazó a su boca con su mano, mientras que, como una adicta, se metía el pedazo del otro hombre. Cerró los ojos y empezó a simular que su boca era su vagina. La estimuló escuchar los gemidos de aquellos hombres, quería hacerles gritar y acabar. Era su máximo deseo: satisfacerlos.
Sintió como unas manos bajaban el cierre del vestido y lo arrancaba de cuerpo. Debajo de éste no tenía nada, sólo su porta-liga. Escuchó como a ambos tomaron aire para luego exhalarlo junto a un suave silbido.
Unas manos la cogió de los hombros y la separó de su ansiado miembro. Se quejó suavemente pero seguido, la ubicaron arriba del cuerpo de uno de sus amantes. Ocupaban el ancho de la cama mientras que el hombre se paró al lado de su cabeza. Mientras uno de los miembros abría paso en su almeja cerrada y estrecha, el otro, al mismo tiempo, entraba en su boca. Ambos profundo, hasta que sus testículos tocaban de alguna manera a Vanessa.
Se movieron a un ritmo lento y pausado, mientras que gemían en un tono grave, que retumbaba y cortaba con el silencio. Sentía que el mundo se paralizaba sólo por ellos.
Poco a poco, notaba como iba creciendo un calor en su vientre, mientras el ritmo aumentaba más y más. Creía que llegaba, pero al momento de acariciar esa sensación de abandono, el amante de abajo se retiró mientras que el que estaba ocupando su boca se había clavado profundamente en su garganta.
Una gran inhalación se escuchó en toda la habitación. Era ella, luego de que el miembro la haya dejado de penetrar tan profundamente en la boca, mientras que el otro amante, entre sus piernas, volvía a penetrarla furiosamente.
Vanessa bajó la mirada a su cuerpo y se impresionó de cómo sus senos se movían de un lado para otro. Al levantar la cabeza, se topó con la ardiente mirada de su amante, el cual bajó su boca y empezó a mamar sus pechos.
Trató de callarse, de morderse los labios, de rasguñar, pero no podía evitarlo.Los gemidos se les escapaban de la boca.
En un momento del clímax, su amante hizo un giro de 180º, ubicando a Vanessa en cuatro patas en la cama. Las penetraciones volvieron con más vigor, más salvajismo. Crecía el calor en el vientre, volvía la falta de la respiración. Pero se lo volvieron a negar. En su lugar, una lengua traviesa comenzó a invadir su esfínter mientras el miembro de su amante entraba y salía lentamente.
Sin querer, las uñas de Vanessa hicieron contacto en la espalda de su amante con la lengua traviesa. Éste dejó salir un suspiro, a la vez que su mano derecha entraba en contacto con su nalga izquierda. El grito de placer femenino resonó en el cuarto, mientras ambos amantes su levantaban de la cama.
La respiración volvió a la normalidad, aunque un poco más pausada de lo común. El cuerpo se encontraba en agarrotado, paralizado en medio de la cama. Lo único que sintió Vanessa en aquel estado fue a uno de sus amantes, cargándola en sus brazos, mientras éste se acostaba boca arriba y a ella la ubicó encima de él, también boca arriba.
La pequeña invasión de un dedo en su esfínter la puso en alerta; su amante de inmediato se dio cuenta y por eso, le hizo una seña al otro hombre, para que se acercara. La lengua traviesa volvió, pero no fue su objetivo su esfinter, sino su clítoris. Quiso cerrar las piernas, porque las pequeñas convulsiones la estaban devorando, pero su amante era más fuerte e hizo que las abriera en su totalidad de elasticidad. Lo único que sintió fue la explosión, a la par de que veía todo blanco y como el cuerpo se paralizó durante unos segundos.
Abrió lentamente los ojos y encontró a su amante sonriente, su cara tenía un brillo especial... Bajó un poco la cabeza, porque la avergonzaba saber que esos eran sus flujos.
Como si le leyera la mente, su amante se acercó y la besó apasionadamente. Pudo notar el sabor salado de sus flujos, y como una sensación de paz y de estar llena la tomó por sorpresa. Rompió el beso y bajó su mirada y notó que tenía a los dentro de ella.
Vanessa no salía de su estupefacción. Lo había conseguido, una doble penetración.
Sintió cómo el miembro de su ano se alejaba, mientras que el miembro de su conejito entraba profundamente en ella, a la par de los gemidos masculinos. Luego sintió el opuesto: el de la cavidad anal entraba profundamente en ella y el de su vagina se alejaba casi hasta sacar el miembro en su totalidad dentro de ella, pero rápidamente se adentraba y salía. El ritmo comenzó a tomar una velocidad de vértigo, mientras Vanessa se sentía volar.
Su amante-anal levantó la cadera, haciendo que ella quedara suspendida en el aire, solamente afianzada al agarre de sus hombres. Y las penetraciones comenzaron, si cabía, a ser todavía más profundas... De repente el estilo cambió: ambos entraban y ambos se retiraban.
Vanessa se avergonzó de pensar que no podía verlos, sus ojos eran blanco. El placer era inmenso y lo único en que podía pensar era que nuevamente el calor en su vientre crecía. Más y más hasta que...
Lo único que Vanessa recordó era despertar en su cama. El timbre le exigía levantarse. El maldito sonido agudo la estaba sacando de quicio. Se puso la bata verde, su preferida y bajó las escaleras. Al llegar, abrió la puerta y reconoció a su amiga. A Vanessa le fastidiaba el excesivo maquillaje y el corto vestido ¿Qué necesidad? pensó, parecía un cinturón.
-No me veas con esa cara-dijo Ángela al entrar-No es mi culpa que seas aburrida y, en cambio yo, sea toda una diva.
Antes de cerrar la puerta, se quedó embelesada con el paisaje de la Luna, hecha un sandwich por las estrellas... Como a ella.
Vanessa esbozó una sonrisa.
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