Pase por la universidad y en la facultad de filosofía vi a muchas mujeres hermosas. Ahora soy viejo y solo puedo hablar de recuerdos, pero era la época de los hippies, el Septiembre Rojo del Con Benditt y el amor libre y las movilizaciones de estudiantes eran la razón de ser nuestra por esos días.
Vi y salí con mujeres hermosas, feas, de todo tipo. Pero por lo general recordamos más a aquellas que no pudimos llegar a nada. De novio con un amigo de la infancia Artana, era una mujer no solo adorable sino intocable para nuestra libertad de esos días. Ella no se prestaba a nada. Épocas donde todo se arreglaba con poesía había escrito un soneto que ella pego delicadamente sobre el respaldar de su cama y me entere un día que por casualidad preparamos un trabajo practico en conjunto para una materia.
La vida como todo pasa, yo me fui a vivir a otro lugar del país y no la vi más.
Hace como cinco años atrás en con la aparición de las redes sociales encontré su nombre y trate de comunicarme.
Exacto, ella respondió al instante y no solo eso, sino el texto del soneto perdido lo recitaba y lo recordaba como si lo hubiera memorizado por la eternidad.
Luego me dio su mail y su teléfono y mail viene y mail va, si bien vivimos lejos quedamos en encontrarnos en un punto intermedio. Fue así que llegamos a La Plata como en las viejas épocas.
El recuentro fue cordial y divertido, lleno de anécdotas y lleno de detalles y confesiones de la época, la pasamos fenómeno. Ya de madrugada la deje cerca de su casa sabiendo que ambos estábamos divorciados.
Seguimos por mails y teléfono hasta que un día me invita a comer a un punto intermedio entre Buenos Aires y La Plata. Me prepare como un loco para ese día, pero sinceramente un pellizco de mi espalda me hacia la vida insoportable. Me inyecte un medicamente poderoso para eludir el dolor y como claudicaba mi espalda, subí al auto como pude y me dirigí a su encuentro.
La comida y la charla siguieron en el mismo tono de alegría y confesiones, donde el bienestar era mutuo, hasta que mi espalda empezó a sentir la insoportable posibilidad de estar sentado. Se lo dije y le sugerí ir a un hotel alojamiento y seguir charlando ya que eso me permitiría estar más cómodo.
-¿me queres coger? Me dijo
-Superamos ambos los sesenta, así que creí que al hacerte esta propuesta no involucraba el sexo, aunque no dejaría de hacerlo si pudiera.
Así emprendimos un viaje sin retorno a un hotel alojamiento. Tomamos una habitación yo me tire vestido en la cama y ella se empezó a desnudar. Realmente pasaba los sesenta, pero era una mujer delgada, cuidada y bellísima. Se arrodillo junto a mí y me empezó a acariciar por sobre los jeans la pija. Corrió el cierre relámpago cuando estuvo segura que estaba bien al palo y la expuso y clavo su boca directamente en mi glande largando un suspiro, de mi parte, que hacía gala a esa represión que había sentido de adolescente.
Me desvestí y se montó sobre mí y me cabalgo empalagándome la boca con sus besos y con mis manos apretadas como intentando demostrar que dominaba ella.
Furiosamente crujía la cama del hotel al moverse sobre mi pija acariciándola. Vi como tiraba su cabeza para atrás y largaba múltiples orgasmos. Cuando sentía su agitación y su palpitación al límite y yo estaba al borde de acabar dentro suyo, se levantó y nuevamente ensarto mi pija en su boca y así me llevo hasta que acabara profusamente en su boca. Con la leche en su boca me miro desafiante y se la trago para luego darme un largo beso de lengua donde mi sabor estaba presente por la cantidad de semen que me había sacado su actividad.
Este ambiente festivo y el hecho de haber tenido un sexo tan productivo indicaban que para dos personas libres podríamos aprovechar estos momentos de la tercera edad.
Fue así que salimos varias veces, pero era siempre su deseo de tragarse la leche lo que fue minando mis energías.
Un día, me pidió de encontrarnos en La Plata y la pase a buscar como otras veces por un camino cerca de su casa.
Me pidió que la llevara a un hotel alojamiento de La Plata, cosa que no conocía ninguno en su contexto urbano, si los que había en las cercanías. Recorrí las calles tratando de encontrar uno, hasta que di con uno que al ingresar realmente era desastroso tanto como para ella como para mí, no dijo nada, se desnudó y empezó su tarea como siempre hasta que pude acabar en su boca, que esta vez había sido con furia extrema. Quedamos abrazados hasta que el ámbito insoportable del hotel nos indicaba que era hora de irse de ahí, digamos de salir corriendo.
Como cosa extraña, me pidió que la dejara en la puerta de su casa. Entendía que el día había sido de búsqueda ansiosa y de resultados decepcionantes, así que no querría caminar.
Pero todo lo contrario, en la puerta me dio una larga exposición de porque no me quería ver más. Me mostro su casa y me pidió que no le escribiera más, ni la llamara.
Así lo hice. Tal como apareció volvió a desaparecer de mi vida. A veces curioseo en las redes su actividad, pero en vano, ya que a mí mismo me digo: no vale la pena….
Vi y salí con mujeres hermosas, feas, de todo tipo. Pero por lo general recordamos más a aquellas que no pudimos llegar a nada. De novio con un amigo de la infancia Artana, era una mujer no solo adorable sino intocable para nuestra libertad de esos días. Ella no se prestaba a nada. Épocas donde todo se arreglaba con poesía había escrito un soneto que ella pego delicadamente sobre el respaldar de su cama y me entere un día que por casualidad preparamos un trabajo practico en conjunto para una materia.
La vida como todo pasa, yo me fui a vivir a otro lugar del país y no la vi más.
Hace como cinco años atrás en con la aparición de las redes sociales encontré su nombre y trate de comunicarme.
Exacto, ella respondió al instante y no solo eso, sino el texto del soneto perdido lo recitaba y lo recordaba como si lo hubiera memorizado por la eternidad.
Luego me dio su mail y su teléfono y mail viene y mail va, si bien vivimos lejos quedamos en encontrarnos en un punto intermedio. Fue así que llegamos a La Plata como en las viejas épocas.
El recuentro fue cordial y divertido, lleno de anécdotas y lleno de detalles y confesiones de la época, la pasamos fenómeno. Ya de madrugada la deje cerca de su casa sabiendo que ambos estábamos divorciados.
Seguimos por mails y teléfono hasta que un día me invita a comer a un punto intermedio entre Buenos Aires y La Plata. Me prepare como un loco para ese día, pero sinceramente un pellizco de mi espalda me hacia la vida insoportable. Me inyecte un medicamente poderoso para eludir el dolor y como claudicaba mi espalda, subí al auto como pude y me dirigí a su encuentro.
La comida y la charla siguieron en el mismo tono de alegría y confesiones, donde el bienestar era mutuo, hasta que mi espalda empezó a sentir la insoportable posibilidad de estar sentado. Se lo dije y le sugerí ir a un hotel alojamiento y seguir charlando ya que eso me permitiría estar más cómodo.
-¿me queres coger? Me dijo
-Superamos ambos los sesenta, así que creí que al hacerte esta propuesta no involucraba el sexo, aunque no dejaría de hacerlo si pudiera.
Así emprendimos un viaje sin retorno a un hotel alojamiento. Tomamos una habitación yo me tire vestido en la cama y ella se empezó a desnudar. Realmente pasaba los sesenta, pero era una mujer delgada, cuidada y bellísima. Se arrodillo junto a mí y me empezó a acariciar por sobre los jeans la pija. Corrió el cierre relámpago cuando estuvo segura que estaba bien al palo y la expuso y clavo su boca directamente en mi glande largando un suspiro, de mi parte, que hacía gala a esa represión que había sentido de adolescente.
Me desvestí y se montó sobre mí y me cabalgo empalagándome la boca con sus besos y con mis manos apretadas como intentando demostrar que dominaba ella.
Furiosamente crujía la cama del hotel al moverse sobre mi pija acariciándola. Vi como tiraba su cabeza para atrás y largaba múltiples orgasmos. Cuando sentía su agitación y su palpitación al límite y yo estaba al borde de acabar dentro suyo, se levantó y nuevamente ensarto mi pija en su boca y así me llevo hasta que acabara profusamente en su boca. Con la leche en su boca me miro desafiante y se la trago para luego darme un largo beso de lengua donde mi sabor estaba presente por la cantidad de semen que me había sacado su actividad.
Este ambiente festivo y el hecho de haber tenido un sexo tan productivo indicaban que para dos personas libres podríamos aprovechar estos momentos de la tercera edad.
Fue así que salimos varias veces, pero era siempre su deseo de tragarse la leche lo que fue minando mis energías.
Un día, me pidió de encontrarnos en La Plata y la pase a buscar como otras veces por un camino cerca de su casa.
Me pidió que la llevara a un hotel alojamiento de La Plata, cosa que no conocía ninguno en su contexto urbano, si los que había en las cercanías. Recorrí las calles tratando de encontrar uno, hasta que di con uno que al ingresar realmente era desastroso tanto como para ella como para mí, no dijo nada, se desnudó y empezó su tarea como siempre hasta que pude acabar en su boca, que esta vez había sido con furia extrema. Quedamos abrazados hasta que el ámbito insoportable del hotel nos indicaba que era hora de irse de ahí, digamos de salir corriendo.
Como cosa extraña, me pidió que la dejara en la puerta de su casa. Entendía que el día había sido de búsqueda ansiosa y de resultados decepcionantes, así que no querría caminar.
Pero todo lo contrario, en la puerta me dio una larga exposición de porque no me quería ver más. Me mostro su casa y me pidió que no le escribiera más, ni la llamara.
Así lo hice. Tal como apareció volvió a desaparecer de mi vida. A veces curioseo en las redes su actividad, pero en vano, ya que a mí mismo me digo: no vale la pena….
6 comentarios - No vale la pena
Alguien dijo: "la mejor venganza, es nó vengarte..". un abrazo.