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La gordita del hotel (segunda parte)

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La gordita del hotel (segunda parte)

Para poder tomar el transporte interno del hotel a nuestras habitaciones, teníamos que volver a pasar por la discoteca donde nos conocimos hace apenas unas horas.
Al pasar por los baños, ella me dice que quiere entrar.

- Ok, aquí te espero- Le respondí.
- No. Quiero que me acompañes
- Pero es el baño de mujeres... ¿y si hay alguien más dentro? Si alguien sale gritando de ahí, será tremendo bochorno.
- ¿Quién va a estar ahí? ¿No ves la hora que es?

Acto seguido, entramos.  Ella tenía razón, éramos los únicos ahí... Fuimos juntos a una de las cabinas, donde ella se sentó a hacer pis.
No era un lugar ni un momento excitante para nada, pero el morbo se apoderó de mi y el resultado fue otra erección.

- Mira quien volvió a despertar- Le dije mientras sacaba mi miembro, que quedó apuntando a su cara.
- Esta va a ser nueva para mi... no lo había hecho en un baño público.

De inmediato, se pegó a mi pene como si su vida dependiera de eso y empezó a chupar como para sacarme la mía por ahí. A ratos, se lo sacaba de la boca... solo para lamerme los testículos, de forma alternada, mientras seguía masturbándome.
Se veía que le gustaba más mi falo, porque no duraba mucho con él fuera de la boca, cuando volvía a saborearlo.

- Quiero tenerlo dentro otra vez. Dame lo mio, papi- Se puso de pie, dándome la espalda y apoyando la cabeza y los brazos sobre una de las divisiones del cubículo.

De inmediato, como buen obediente, la penetré completamente y en un solo movimiento. Ella no pudo ahogar el grito que retumbó en el solitario baño... suerte que estábamos solos.
El vaivén comenzó lento, ocasión que aproveché para meter las manos por debajo de su camiseta y, mientras seguía penetrandola, mis manos arroparon esos redondos pechos, pellizcando levemente los pezones que ya se encontraban tan erectos como mi virilidad.
Justo cuando el ritmo iba en aumento, escuchamos risas provenientes de la puerta de entrada.  De repente ya no estábamos solos y ahí nos quedamos: éramos dos estatuas conectadas por la cintura en ese momento.
La verdad no sé si no hicimos ruido mientras ellas estuvieron ahí o si notaron nuestra presencia y prefirieron hacerse las que no se enteraron, pero, francamente, no me importaba... cuando se marcharon, retomé el mete-saca desde el inicio, a velocidad lenta nuevamente.
Ella, evidentemente, no tenía los mismos planes que yo, porque tomó los mandos de la velocidad y frecuencia de la penetración, aumentándolas de una manera sorprendente.... al parecer el morbo de estar a punto de ser descubiertos, la calentó sobremanera (de hecho, lo notaba en la humedad que salía de su muy caliente vagina y llegaba hasta gotear por mis testículos.
Le solté una de las tetas para, con esa mano, masajearle el clítoris y terminar de sacarle ese orgasmo que notaba que tenía a flor de piel. No se hizo esperar y, con un fuerte grito y apretadas de las paredes vaginales llegó su mayor orgasmo de la noche.
Esos movimientos erráticos, producto de la sacudida de todo su cuerpo, hicieron que el mio se acercara peligrosamente mientras seguía penetrandola.  Ella se dio cuenta de lo que venía y, en un rápido movimiento, se volteó y se puso de rodillas para volver a chuparme la vida por el glande... vida que llegó en forma de una eyaculación tan fuerte, que vi en sus ojos que le llegó a lo más profundo de la garganta.
Eso no fue inconveniente para ella... la tragó toda y sin dudar, lamiéndose los labios al terminar y esbozando una sonrisa al mismo tiempo.

Ya sí que era hora de acabar la noche... ya no quedaba rastros del alcohol bendito que provocó todo esto.

Fin.

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