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Compendio I
Si tuviera que admitir una relación por calentura, diría que la que tengo con Fiona cae en esa categoría.
Simplemente, ella es insaciable y pienso que si Kevin no se esfuerza, terminara siendo un tremendo cornudo.
Tiene 24 años, casi tan alta como Marisol, de cabello largo negro y liso, hasta la cintura (pero la muy canalla ha empezado a usar colas de caballo, simplemente para calentarme más de la cuenta), un par de ojitos negros y salvajes, que la hacen ver como una cazadora del amazonas, una nariz pequeña y unos labios delgaditos.
Pero lo que más me calienta es su cuerpo. Tiene unos pechos enormes, de unos 104 cm aproximadamente, una cintura de avispa y un trasero increíble.
Es como si viera a Pamela y a Amelia (la prima y la hermana de mi ruiseñor), fusionadas en un solo cuerpo.
Y su personalidad, simplemente encantadora.
Es de carácter tímido, inocente y sumiso, que recién empieza a darse cuenta del cuerpazo que tiene y el efecto que produce en los hombres.
Y en la cama, no pone objeción alguna, puedes experimentar lo que quieras, como quieras y las veces que quieras…
Fui su primer amante pero literalmente, “Por pecar de inocente”, se terminó involucrando con el párroco de su iglesia y sus 3 acólitos, aparte del jefe de su esposo.
A partir de entonces, nuestra relación se ha puesto más tensa. Si bien, al principio pensé que gracias a las ideas de mi ruiseñor terminaría acostándome con ella todos los días, al poco tiempo recapacité, porque la idea de Marisol es que Fiona pare de ser promiscua.
Fue difícil, porque sé lo viciosa e insaciable que es y ella se había acostumbrado a mis cariños y a tener relaciones, por lo que me incitaba constantemente.
Marisol no me ayudaba, porque se quedaba hasta tarde en la universidad, estudiando con Megan y Kevin está tan enfrascado en su proyecto, que no vuelve hasta la noche.
Creo que por eso la situación empeoró, definitivamente dejándome por las tardes para ir a ver a la momia y los otros y fue por eso que en la cena de despedida me decidí a actuar, aprovechando de descargar la tensión acumulada delante de su marido, para que entendiera por qué lo estábamos haciendo.
Ese lunes, cuando llegó por la mañana a ver a las pequeñas no noté nada extraño. Vestía una blusa con cuello blanco, de escote normal y unos jeans viejos.
Sin embargo, cuando dejé a Marisol en la universidad, me besó y me dio una sonrisa enigmática, probablemente sabiendo lo que me esperaba.
Supongo que en ese enigmático lenguaje de miradas que tienen las mujeres, debió enterarse de sus intenciones.
“Vengo a robarte a tu marido un poco y cogérmelo un ratito…”
Cuando volví, no estaba en la habitación donde colocamos a las pequeñas. El monitor para bebes estaba activado y faltaba el transmisor, por lo que pensé que estaba en el baño.
Pero me sorprendí al verla en mi dormitorio. Entré rápidamente, avergonzado, porque no habíamos ventilado esa habitación en 2 días y ni siquiera la habíamos limpiado bien, pero ella estaba muy intrigada por las prendas de vestir esparcidas en el piso.
Sonriendo al ver mi nerviosismo por arreglar la habitación, me preguntó qué tan buena era Marisol en la cama y le respondí que era genial, que cumplía todos mis deseos, me encantaba su cuerpo y sabía darle en el gusto.
Su sonrisa se puso más triste. Pregunté qué le pasaba. Me contó que aun estaba molesta porque Kevin había escogido a Rachel la otra vez y se sentía un poco ignorada.
Incluso la momia parecía más interesada en preguntar por Marisol, a pesar que intentaba cumplir sus deseos de la mejor forma posible.
Dijo que Marisol tuvo mucha suerte, por encontrar a alguien que la quisiera tanto.
Le expliqué que estaba equivocada. Kevin no lo demuestra, pero realmente se preocupa de ella. Por complacerla, había dejado de fumar y beber.
Muy enojada y casi llorando, resaltó que en la despedida para la conferencia, prácticamente la ignoró e hizo todo eso.
Con dulzura, le acaricie la mejilla y le expliqué que Rachel era parrandera y su físico es llamativo, pero no tanto como el suyo.
Me da gusto que todavía le avergüencen los piropos, ruborizando sus mejillas.
Preguntó qué había pasado en nuestra habitación y le confesé que le había pedido a Marisol que usara sus antiguas ropas de la escuela, que ahora le quedaban más pequeñas y la hacían ver más sensual.
Ella se rió y me preguntó si había sido divertido. Le dije que sí, porque pude apreciar cuánto había cambiado su cuerpo.
Entonces, me preguntó si le podía mostrar lo que habíamos hecho…
Yo empezaba a sudar la gota gorda. Ya había hecho mi parte con Sonia y Elena, con Marisol y Diana y se bastante bien que Fiona no se conforma con una o 2 veces…
Tenía planeado ese día subir de nivel a mis personajes en línea, comer helado y dar a pajarote un respiro, pero como se estaban poniendo las cosas, trabajaría horas extras nuevamente.
Nervioso, le dije que debía hacerlo con su marido, que habiéndola conocido de tan joven, todavía debía fantasear con ella de esa manera. Tal vez más, considerando que fue en un tiempo una porrista…
Poniéndose más melosa, sentándose a mi lado y entrecruzando sus piernas, dijo que no tenía tanto aguante y que quería estar con alguien que la apreciara…
“Como lo haces tú…” dijo, aclarando la situación.
Me puse más nervioso, diciendo que no era bueno seguir. Ella ya estaba casada y tenía el tremendo problema con los de la iglesia, aparte del jefe de Kevin.
“Además, Kevin es un buen amigo… y no me gustaría seguir traicionándolo.”
Entonces, empezó a sollozar, que es la otra manera que una mujer me puede desarmar.
Me dijo que yo era el único que parecía entenderla y que la quería. Kevin nunca se lo decía y los de la iglesia abusaban de ella de una manera demasiado sádica, sin preocuparse que se sintiera bien.
Remató, confesando que lo único bueno de la cena de despedida fue que finalmente la volví a tomar en mis brazos y que le di a entender que la encontraba bonita y que la quería.
Y bueno, cuando lo dijo, ella estaba abalanzándose encima de mí, pudiendo sentir sus enormes pechos en mi estomago y yo arrancaba de sus suculentos labios, hasta que me acorraló en la cabecera de la cama.
No me iba a seguir resistiendo, si ya estaba frito…
Mientras nos besábamos, le agarre los pechos por encima de la blusa, dando un gemido de placer. Ella ya acariciaba mi entrepierna y estaba entusiasmada con desabrochar mi pantalón.
Cuando la tomó, se puso muy contenta, meneándomela con violencia y besándome súper rico.
Después le saqué la blusa y francamente, me quedé de piedra. Ella sonrió, preguntándome si las encontraba lindas.
Es bastante carne, calientitas y paraditas. Además, su sonrisa no podía ser más complaciente. El sostén me tenía fascinado y cuando se lo sacó, me dejó sin palabras.
Sonriente, empezó a chuparla ruidosamente. Es un estilo distinto al de Marisol, con más mano y lengua, mientras que mi ruiseñor es una aspiradora, pero no menos efectivo.
Cuando me consideró medianamente listo, se desabrochó el jeans y me dejó ver una tanga blanca diminuta, girando para ver su cola perfecta y yo babeaba.
Mientras se encajaba, le dije que lo haríamos solamente esa vez. Su rajita es parecida a un agujero negro: apretado y con una succión enorme, que absorbe hasta la luz, con la única diferencia que es muy acogedor.
Cuando empezaba a cabalgarme, le contaba las virtudes de su marido, para no sentirme tan culpable: es un tipo fuerte, alto, musculoso, de buen corazón y el malo era yo, por aprovecharme de su confianza.
Ella, en cambio, gemía diciendo las virtudes de Marisol: una chica estudiosa, una madre responsable y comprensiva. Pero la envidiaba, porque su marido le hacía gozar más rato.
Para ese punto, tuve que empezar a cerrar los ojos. Fiona me insistía que los abriera, para que la viera. Le dije que si los abría, me correría luego viendo sus pechos saltar.
Me besó y me envolvió con ellos en la cara. Fue genial…
Me pedía que se los chupara, revelándome que su marido le gustaba más darle por la cola y que ella disfrutaba que le chuparan los pechos.
Yo le agarraba ese monumento de trasero, comprendiendo los gustos de su marido, pero los gemidos que sacaba al chupar sus pezones eran de lujo…
No pasó mucho rato para que nos corriéramos juntos…
Mientras esperábamos para despegarnos, ella se acostó y escuchaba mi corazón, abrazándome. Yo aprovechaba de acariciar su cabeza y juguetear con su colita de caballo.
Me preguntó si creía que sería una buena madre también, respondiéndole que sí, que por algo le dejábamos el cuidado de las pequeñas a ella.
Me dijo que esperaba que Kevin fuera un buen padre también, como yo, por lo que aproveche de preguntarle qué pasaría si el padre de su bebe fuese yo.
Ella me sonrió, diciéndome que no le preocupaba. Aunque esperaba que fuese de su marido, sabe que no soy un mal tipo y también me quiere mucho, ya que la cuido y le he enseñado muchas cosas.
Lo único que espera es que su bebe nazca sin problemas, para cuidarlo y quererlo, porque siempre ha soñado con ser mamá y tras cuidar a las pequeñas, sus anhelos han crecido también.
Le dije que por eso creía que sería una excelente mamá, lo que la hizo sonrojar.
Me preguntó si podíamos hacerlo otra vez, aprovechando que las pequeñas seguían durmiendo.
Respondí que me sentía cansado…
“Apuesto que te puedo convencer…” dijo ella, bajando a chuparla nuevamente.
¡Sus poderes de negociación son increíbles!
Le dije que tenía que ser la última vez. Éramos los 2 adultos, felizmente casados y nuestras parejas nos amaban muchísimo. Además, nos cumplían todos nuestros deseos en la cama…
“Bueno… no tanto…” agregó ella, mientras la penetraba.
Kevin se esfuerza en complacerla y no lo hace mal. Pero por las noches, Marisol y yo disfrutamos por mucho más rato…
“Y… quedo con ganas de más…” sentenció, mientras la empezaba a bombear con mayor intensidad.
No lo culpo. Con esos pechos tan grandes y esa rajita tan apretada y acogedora, tal vez también tendría problemas para no correrme…
Pero una de las ventajas que tiene Marisol es que da leche… y pensé que era la única…
Mientras chupaba el pezón, noté un sabor raro y rico. Ella gemía y no se daba cuenta, pero cuando me detuve, pude ver unas pequeñas gotitas de leche saliendo de sus pezones. ¡No lo podía creer!
Su pezón estaba dilatado y ella también estaba sorprendida. Entonces, ataque al otro y empecé a chupar un buen rato, haciendo que se corriera un par de veces más y también, el mismo resultado.
¡Es imposible! A Marisol se le hincharon los pechos, pero la leche empezó a salir al poco tiempo de nacida las pequeñas…
Y Fiona ni siquiera tiene 3 meses de embarazo y ya está lactando. ¿Cómo es posible?
Mientras seguía probando su rica leche y ella suplicaba que me detuviera, pensé que seguramente, sus pechos habían sido engañados por los chupones de los pendejos, la momia y el jefe de Kevin le han dado, para creer que su bebe había nacido y me empecé a excitar, pensando en cómo se pondría el segundo trimestre, deseando coger a cada rato, con esos pechos de vaquita lechera…
Me corrí por montones…
Paré de chuparla y era cerca del mediodía. Le dije a Fiona (que también tuvo un orgasmo intenso), luego de despegarnos otra vez, que me acompañara al baño, para poder lavar sus pechos.
Mientras llevábamos las botellas con la leche en biberón, la detuve y tomé a una de las pequeñas. Fiona me miró sorprendida y en efecto, mi pequeña reconoció el aroma del alimento y empezó a chuparlo, con completa naturalidad.
Ella lloraba de alegría, porque uno de sus mayores sueños se estaba haciendo realidad. Pero no tenía leche suficiente en ese pecho, así que para disgusto de esa pequeña, tuve que pasarle el biberón.
Luego tome a mi otra hija y le puse al otro pecho. También le gustó la leche de la nodriza, pero también necesitó complementar su alimento con el biberón.
Le pasé una bata a Fiona y preparé nuestros almuerzos. Su carita lucía tan tierna, como si flotara en una nube.
Como mantengo la cabeza bien fría en estas situaciones, le sugerí que lo hablara con Marisol y que por el momento, no le informara a su esposo. Por ahora, recién está empezando a lactar y sería difícil explicarle a Kevin cómo nos habíamos dado cuenta.
Sé que a Marisol no le causara problemas, porque una de las cosas que le complica en sus estudios es que no puede darles pechos a las pequeñas a las horas que corresponde y también sé que las pequeñas no dejaran de probar la leche de su madre, porque son unas golosas incorregibles.
Por último, tuve que aclararle que a partir de ahora, ya no podía tener más hombres y que incluso yo dejaría de probar su leche, con tal de cuidar a las pequeñas.
No le importó. Ya aun estaba sorprendida por lo que acababa de hacer y se le notaba en la cara ese resplandor de mamá.
Mientras almorzábamos, preguntó a qué hora volvía Marisol. Sonrió cuando le dije que volvería a eso de las 6, porque tenía un control en la universidad.
Me dijo que Kevin volvería alrededor de las 8…
Me preguntó, bastante colorada, si estaba dispuesto otra vez. Se sentía tan contenta y quería compartir su felicidad con alguien más.
No fue necesario que me lo pidiera. Francamente, yo también estaba de ganas. Así que lavamos bien rápido la loza, revisamos a las pequeñas y volvimos al dormitorio.
Para agradecer sus cuidados, le comí su rajita. Poco me importó que no nos hubiéramos bañado y que aun tuviera un sabor a mis jugos, porque ella lo disfrutó bastante.
Sin embargo, ahí estaban esas majestuosas montañas, que de un momento para otro se habían vuelto intocables y que realmente me tentaban.
Ella, por su parte, quería probar algo más rudo, así que la apoyé en el escritorio y empecé a darle al estilo Elena.
Lo habíamos hecho de una manera parecida en la cocina, tiempo atrás, pero la diferencia era que ahora podía sentirse más expuesta y ver sus pechos bambolear, lo que la excitaba un poco más.
Cansado, le dije que ya no podía más y le recordé que eventualmente, tendríamos que parar de hacer eso.
Muy risueña, me besó y me dijo que aunque amaba a su marido, también me amaba a mí y puesto que podía ser el padre de su bebe…
“Es tu responsabilidad darle un hermanito…” sentenció, sonriendo con malicia, con lo que compró otra media hora más de afecto en la cama.
Nos bañamos, nos vestimos y me ayudó a cambiar las sabanas de la cama. Abrí las ventanas de la habitación, pero creía difícil que el aroma se disipara en menos de 2 horas, antes que llegara mi ruiseñor.
Bajamos al living, con el infaltable monitor, encendimos el televisor, pero nos quedamos besando, mientras le agarraba el contorno de sus pechos.
A eso de las 6, llegó mi ruiseñor junto con Megan y al notar el rubor de la vecina al despedirse, parecieron darse cuenta de lo que había pasado…
“Me cogí a tu marido y fue delicioso…”
Megan puso una cara de malas pulgas, pero los ojos de Marisol eran distintos: le había ido bien en el control y quería darme las gracias…
Cuando nos acostamos, me preguntó que tal fue la tarde con ella y le dije que fue especial, pero que no me pidiera repetirla.
Hizo un tremendo puchero, pero le expliqué que necesitaba recuperar mis fuerzas, porque la semana fue agitada.
Así que negociamos una “tregua”, siempre y cuando escribiera lo que había pasado, razón por la que he estado posteando tan seguido.
Y bueno… para el miércoles de esa semana, Marisol le estaba dando consejos a Fiona sobre como poder amamantar mejor a las pequeñas, pudiendo así zafarme un poco de su insaciable lujuria.
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