El Engaño (Parte 1)
Tanto Pamela como Daniel se encontraban en aquel punto en que no puedes retroceder, en ese punto en que el deseo de continuar y aumentar la exitación es mayor a la conciencia.
Daniel rodea con sus dedos la vagina de Pamela, como si fueran unos niños jugando a la ronda. La dieferencia es que los niños se cansan, pero los dedos de Daniel no cedían. Las caricias aumentaban en intensidad hasta que el dedo índice insinuaba entrar. Pamela estira su cuello hacia atrás como desfigurando su cuello. Espera un hijo de quien fuera el amor de su vida y de quien nunca la había hecho sentir placer semejante. Ni siquiera fue necesaria una penetración de Daniel para darse por satisfecha.
Pamela comienza a mover sus caderas al ritmo del dedo juguetón de Daniel mientras casi con desesperación comienza a desabrochar su pantalón que ya comenzaba a estorbar. Ya sin pantalones, pero con unos boxer que moldeaban a la perfección la humanidad de Daniel, ella se levanta del sofá y ayuda a levantar a Daniel. Lo mira fijamente y la mirada denota deseo. Lo besa apasionadamente y deja que él la de la blusa y la falda mientras su yemas la recorren como queriendola esculpir. Ella nada mal lo hace. Estaba feliz recorriendo el tonificado cuerpo de su compañero de labores.
Delicadamente, Daniel la guía nuevamente hasta el sofá, de espaldas a él. Sus rodillas se apoyan en el suave asiento mientras sus manos se apoyan en el respaldo. El la abraza desde atrás haciendo recorrer sus manos por cuello, tetas, abdomen y espalda. El nivel de exitación sigue aumentando.
El nivel de calentura era tal, que olvidaron que en la oficina aún quedaba el personal de aseo. Tras el sofá había un ventanal que daba a los pasillos de acceso. Tras el ventanal, el joven aseador recien llegado y del cual ninguno sabía el nombre, miraba atónito la escena con una máquina enceradora en la mano. Parecía asustado y exitado. Era como estar viendo porno amateur en horario de trabajo, pero en esta oportunidad la pareja sólo estaba a un paso.
Daniel no notó su prescencia, pero cuando Pamela levanta su cabeza lo observa y le sonríe. Quizá le mueve alguna ceja. Nunca nadie, más que su pareja, la había visto tener sexo.
Mientras Daniel hace amagos de penetrarla desde atrás, el joven aseador comienza a notar que parte de su cuerpo cambia de forma y tamaño. Pamela también lo nota y lo estimula con señas. Daniel se decide a embestir esa espectacular anatomía y los senos de Pamela comienzan a saltar, primero lento, pero luego cada vez más rápido.
El aseador, con la venia de Pamela, se había despojado de su delantal y sacado su pene quizá virgen pero de gran tamaño. Pamela babeaba por tener ese pene en su boca mientras la penetraban. El joven ya comenzaba a agitar su pene con la torpeza de la juventud inexperimentada. No tarda mucho en cubrir su pene con aquel líquido característico. La exitación del muchacho era mayúscula y, con ambas manos sobre su pene, lo masturbaba a varios movimientos por minuto. No tardó mucho en acabar. Miró afligido a Pamela y ésta le sonrió.
Daniel seguía con sus movimientos. Debía ser un buen bailarín. Era momento de cambiar de posición, pero momentos antes Pamela logra hacer un ademán al aseador para que se acercara a la oficina. Daniel se sienta en el sofá y Pamela se sienta sobre él mirándolo a los ojos y besándole agradecida. En segundos llegó el chico del aseo quien miraba la escena sin creer lo que veía.
Pamela le indica que se acerque, que se arrodille en el suelo y el obedece. Su pene lucía flácido luego de su reciente eyaculación, pero las manos de Pamela eran hábiles y logró que rápidamente la sangre volviera a rellenar tan grande trozo de carne. Pamela cabalgaba sobre Daniel y tocaba al muchacho.
Cuando el placer llegaba al límite, se detiene un poco, le sonríe a Daniel con una mirada de traviesa. Sin soltar el pene del aseador lo acerca hacia su vagina, la misma que ya estaba ocupada por el pene de Daniel. Dos penes grandes, uno más que otro estarían dentro suyo.
Logra introducir el pene del joven, quien no daba más de excitación. Probablemente era su primera vez. Ambos machos se mueven coordinadamente para complacer a la Pamela. Sus penes se tocaban dentro de ella y compartían fluídos. No sólo los labios vaginales hacían masajeaban los penes de los muchachos sino que también se estimulaban mutuamente dentro de ella. Exitación elevado a 3.
Ella sigue saltando sobre Daniel. El chico eyuacula nuevamente. Esta vez hay poco semen pues ya poco le quedaba. El sale y se endereza ofreciendo su pene a la boca de Pamela quien succiona todo resto de material. Mira a Daniel y le ofrece el pene del muchacho. Lo acepta y lo introduce íntegramente en su boca. Lo suelta. Ambos comparten el pene del chico y las dos lenguas lo recorren mientras se besan mutuamente. Ella sigue sobre Daniel y siente como unas gotas de semen del aseados caen sobre sus tetas. El chico había sacados algo que podríamos considerar la tercera eyaculación.
Pamela comienza a gritar y sus músculos se estremecen mientras la intensidad de los movimientos pélvicos de Daniel y los propios parecieran no ceder. Ella acaba y se tira en el sofá mientras que Daniel mete su pene en la boca de Pamela quien lo hace acabar con un exquisito placer.
Daniel cae al sofá. El aseador había desaparecido. Pamela lucía a su lado y lloraba.
Ambos desnudos y sudados se miraron. Pamela tenía una lágrima en el rostro. Daniel comprendió, la abrazó y se vistió.
Pamela había sido engañada por su novio y con rabia había encontrado la oportunidad de pagar con la misma manera a su casi esposo, al padre de su hijo. Daniel había engañado a sus sentimientos y principios. Pamela engañó a su novio, pero también se había engañado ella al no darse cuenta que estaba en una relación sin futuro. Pamela se engañó al no ver o no querer ver a Daniel. El engaño de Pamela fue pensar que el sexo con rabia iba a ayudar a sentirse mejor. Pamela lloraba desnuda en el sofá de su oficina.
Tanto Pamela como Daniel se encontraban en aquel punto en que no puedes retroceder, en ese punto en que el deseo de continuar y aumentar la exitación es mayor a la conciencia.
Daniel rodea con sus dedos la vagina de Pamela, como si fueran unos niños jugando a la ronda. La dieferencia es que los niños se cansan, pero los dedos de Daniel no cedían. Las caricias aumentaban en intensidad hasta que el dedo índice insinuaba entrar. Pamela estira su cuello hacia atrás como desfigurando su cuello. Espera un hijo de quien fuera el amor de su vida y de quien nunca la había hecho sentir placer semejante. Ni siquiera fue necesaria una penetración de Daniel para darse por satisfecha.
Pamela comienza a mover sus caderas al ritmo del dedo juguetón de Daniel mientras casi con desesperación comienza a desabrochar su pantalón que ya comenzaba a estorbar. Ya sin pantalones, pero con unos boxer que moldeaban a la perfección la humanidad de Daniel, ella se levanta del sofá y ayuda a levantar a Daniel. Lo mira fijamente y la mirada denota deseo. Lo besa apasionadamente y deja que él la de la blusa y la falda mientras su yemas la recorren como queriendola esculpir. Ella nada mal lo hace. Estaba feliz recorriendo el tonificado cuerpo de su compañero de labores.
Delicadamente, Daniel la guía nuevamente hasta el sofá, de espaldas a él. Sus rodillas se apoyan en el suave asiento mientras sus manos se apoyan en el respaldo. El la abraza desde atrás haciendo recorrer sus manos por cuello, tetas, abdomen y espalda. El nivel de exitación sigue aumentando.
El nivel de calentura era tal, que olvidaron que en la oficina aún quedaba el personal de aseo. Tras el sofá había un ventanal que daba a los pasillos de acceso. Tras el ventanal, el joven aseador recien llegado y del cual ninguno sabía el nombre, miraba atónito la escena con una máquina enceradora en la mano. Parecía asustado y exitado. Era como estar viendo porno amateur en horario de trabajo, pero en esta oportunidad la pareja sólo estaba a un paso.
Daniel no notó su prescencia, pero cuando Pamela levanta su cabeza lo observa y le sonríe. Quizá le mueve alguna ceja. Nunca nadie, más que su pareja, la había visto tener sexo.
Mientras Daniel hace amagos de penetrarla desde atrás, el joven aseador comienza a notar que parte de su cuerpo cambia de forma y tamaño. Pamela también lo nota y lo estimula con señas. Daniel se decide a embestir esa espectacular anatomía y los senos de Pamela comienzan a saltar, primero lento, pero luego cada vez más rápido.
El aseador, con la venia de Pamela, se había despojado de su delantal y sacado su pene quizá virgen pero de gran tamaño. Pamela babeaba por tener ese pene en su boca mientras la penetraban. El joven ya comenzaba a agitar su pene con la torpeza de la juventud inexperimentada. No tarda mucho en cubrir su pene con aquel líquido característico. La exitación del muchacho era mayúscula y, con ambas manos sobre su pene, lo masturbaba a varios movimientos por minuto. No tardó mucho en acabar. Miró afligido a Pamela y ésta le sonrió.
Daniel seguía con sus movimientos. Debía ser un buen bailarín. Era momento de cambiar de posición, pero momentos antes Pamela logra hacer un ademán al aseador para que se acercara a la oficina. Daniel se sienta en el sofá y Pamela se sienta sobre él mirándolo a los ojos y besándole agradecida. En segundos llegó el chico del aseo quien miraba la escena sin creer lo que veía.
Pamela le indica que se acerque, que se arrodille en el suelo y el obedece. Su pene lucía flácido luego de su reciente eyaculación, pero las manos de Pamela eran hábiles y logró que rápidamente la sangre volviera a rellenar tan grande trozo de carne. Pamela cabalgaba sobre Daniel y tocaba al muchacho.
Cuando el placer llegaba al límite, se detiene un poco, le sonríe a Daniel con una mirada de traviesa. Sin soltar el pene del aseador lo acerca hacia su vagina, la misma que ya estaba ocupada por el pene de Daniel. Dos penes grandes, uno más que otro estarían dentro suyo.
Logra introducir el pene del joven, quien no daba más de excitación. Probablemente era su primera vez. Ambos machos se mueven coordinadamente para complacer a la Pamela. Sus penes se tocaban dentro de ella y compartían fluídos. No sólo los labios vaginales hacían masajeaban los penes de los muchachos sino que también se estimulaban mutuamente dentro de ella. Exitación elevado a 3.
Ella sigue saltando sobre Daniel. El chico eyuacula nuevamente. Esta vez hay poco semen pues ya poco le quedaba. El sale y se endereza ofreciendo su pene a la boca de Pamela quien succiona todo resto de material. Mira a Daniel y le ofrece el pene del muchacho. Lo acepta y lo introduce íntegramente en su boca. Lo suelta. Ambos comparten el pene del chico y las dos lenguas lo recorren mientras se besan mutuamente. Ella sigue sobre Daniel y siente como unas gotas de semen del aseados caen sobre sus tetas. El chico había sacados algo que podríamos considerar la tercera eyaculación.
Pamela comienza a gritar y sus músculos se estremecen mientras la intensidad de los movimientos pélvicos de Daniel y los propios parecieran no ceder. Ella acaba y se tira en el sofá mientras que Daniel mete su pene en la boca de Pamela quien lo hace acabar con un exquisito placer.
Daniel cae al sofá. El aseador había desaparecido. Pamela lucía a su lado y lloraba.
Ambos desnudos y sudados se miraron. Pamela tenía una lágrima en el rostro. Daniel comprendió, la abrazó y se vistió.
Pamela había sido engañada por su novio y con rabia había encontrado la oportunidad de pagar con la misma manera a su casi esposo, al padre de su hijo. Daniel había engañado a sus sentimientos y principios. Pamela engañó a su novio, pero también se había engañado ella al no darse cuenta que estaba en una relación sin futuro. Pamela se engañó al no ver o no querer ver a Daniel. El engaño de Pamela fue pensar que el sexo con rabia iba a ayudar a sentirse mejor. Pamela lloraba desnuda en el sofá de su oficina.
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