Estaba caminando de regreso a casa luego de la facultad. Un día pesado, con montonales de tareas para hacer, con muchos pendientes además de aquellos en la cabeza. Cuando llegué a la parada del autobús, apenas toque el asiento con la parte anterior de las rodillas para sentarme me di cuenta... a cómo iba, nada me iba salir bien. Necesitaba relajarme, y justo antes de entrar en ese autobús nunca imaginaría que estaba ante la puerta que necesitaba precisamente. El conductor me saludó, me invitó a subir. Lo hice. Le pagué al conductor, que me miró fijamente y tiempo después arrancó. Estaba demasiado lleno. Apenas me hacía espacio para pasar entre las personas, mayoría de hombres en realidad, que parecían caballerosos pues eran puras mujeres las que ocupaban los asientos. Vaya suerte tuve yo, pues ya no había más asientos y me tocó un viaje entre una mayoría de machos que no resultaron tan caballeros como parecían.
Oh, oh. Fue un error subir. De inmediato sentí las miradas de mis vecinos pasajeros a mi escote, que aunque no era tan atrevido, parecía la carne en una sabana de leones. Solo era una blusa polo de tres botones. Fue un rato tenso pero que a poco me calentaba más y más. Lo más frenético eran las paradas, al bajar mis compañeros de viaje, pasaban lateralmente, y siempre dando el frente hacia mi, para que al pasar, lo que sobra dentro de sus pantalones, encajara perfectamente en el espacio donde falta en mis jeans.
Me empezó a gustar que me fueran rozando. Sobre todo por el tipo que estaba detrás mío, ya que aprovechaba cada ocasión para voltear la mano y tocarme un poco. Era bastante notorio, pero no dije nada, era bastante rico. No veía la hora de que se diera la vuelta y me envolviera.
De la nada llegamos a la parada más grande de todas, decenas de estudiantes sustituyeron a los que habían bajado previamente, el autobús si entonces estaba lleno, ahora no se podía describir. Pero fue una bendición en realidad, ya que el tipo de atrás encontró la excusa perfecta para pasarse a mi lado, y ante el nulo espacio en el pasillo del vehículo, nadie sospecharía de sus manos sobre mi cuerpo. En cuanto puso su mano sobre mi culo, no le mostré pena ni vergüenza, y yo posé mi mano sobre su trozo sin pensarlo. El se sorprendió, y como si no hubiese nadie alrededor, metió su mano en mis apretados jeans, y llegó hasta el fondo, donde sólo sentí que toqué el cielo del morbo. Noté como le creció el pene, y quizá fue en gran parte porque se dio cuenta que yo no uso ropa interior, con jeans tan suaves que tengo. Sin embargo estaban demasiado apretados para que pudiese mover sus dedos, así que me atreví a desabrochar un botón... bajar un poco el cierre... hacer un poco de espacio...
Sabía que estaba llegando muy lejos, pero era tanta la tentación...
Cuando paró de nuevo el autobús, bajó un gran cúmulo de personas de las que estaban sentadas, lo que causó mucho movimiento, y en cuanto acordé, mi vecino de manos traviesas había dejado el transporte. Me desilusioné un poco pero rápido me cubrí recordando que estaba con los jeans hacia bajo. Me senté al fin, mientras por fin había un poco de espacio, aunque el pasillo seguía congestionado, y el lugar que tomé daba hacia él.
Me quedé razonando por un momento lo que había hecho, estaba asombrada por mi nivel de inmadurez, pero de pronto me interrumpieron unas risas de los pasajeros que estaban parados al lado de mi asiento. Eran los estudiantes, que no había notado moverse allí junto a mí. Los ignoré unas decenas de segundos, cuando de pronto sentí un empujón de su parte, me había chocado con la cadera en el hombro, y parecían burlarse. Por un momento pensé que se aprovechaban, pero luego pasé a pensar que quizá me podrían haber visto con aquel hombre de manos activas... no sabía qué hacer, hasta que los chicos lo hicieron por segunda vez, y entonces me levanté. Me levanté rápido porque seguía desabrochada y sólo me cubría la blusa que por suerte era larga y apretada. Al pasar molesta aventándolos , me equivoqué, pues a partir de ese momento los chicos se volvieron más insoportables. Me coloqué del otro lado del bus en la parte trasera. Los chicos me siguieron. De ser un par, pasaron a ser cinco, o un número cercano. Uno se colocó a cada lado, otro par detrás y el resto los ayudaban a tapar la vista. Primero empezaron a poco, con pequeños empujones en los baches y paradas. Luego comenzaron a restregar sus piezas contra mi cuerpo. Estaba en shock, eran menores y la verdad es que no hacía nada... porque me gustaba.
Un par de minutos con los ojos cerrados y apareció el detonante. Uno de los chicos me intentó bajar los jeans de un jalón, pero en cuanto sentí sus manos sobre mi cadera lo impedí, y forcejeamos un par de segundos hasta que me di la vuelta y le di una bofetada; en realidad solo me hacía la difícil. Sus amigos me apretaron en ese momento y cuando el chico atrevido metió sus manos en mis jeans y me empezó a masajear, la chica difícil se acabó. Atrapé su otra mano, la puse en mi culo. Atrapé dos manos más, de los chicos a mis lados, y las puse sobre mis tetas. Empecé a masajear las vergas de estos dos. El atrevido me dio media vuelta, y mi sorpresa fue que no eran ni cinco, ni seis, ni siete chicos los que tenía a mi alrededor. Hasta la mitad del bus eran puros estudiantes. Cuando los vi a todos ellos perdí la fuerza en mis piernas, me fui a caer al asiento de atrás, donde para mi suerte estaba sentado otro estudiante. Dos chicos me tomaron de las piernas, el atrevido me jaló los jeans y los puso en mis tobillos. Se escabulló de rodillas entre el triangulo que formaban mis piernas y mis jeans, y como una bestia se hundió en mi coño. Los estudiantes sentados a mis lados me levantaron la blusa (y escuché como se desgarró un poco la costura). Los que estaban tomando mis piernas se sacaron sus piezas sin una pizca de vergüenza y se abrieron paso sobre los que estaban sentados a mis lados, y me las pusieron en la cara... ahí salí del shock y se encendió la bestia dentro de mí.
Hundí más al chico que tenía en el coño. Tomé las dos vergas con las manos y comencé a ponerlas a punto. A una le pase un poquito la lengua para dejarlo con ganas de más, mientras que al otro le di una pasada desde la punta hasta los huevos. Me la empecé a comer brutalmente y eso provocó que el otro empezara la pelea por mi boca. Me jaló del cabello y me puso frente a su palo, a lo que respondí con fuerza y me quité al atrevido, solté el calzado empujando un pie con otro, me bajé los jeans totalmente y me puse en cuatro tomando por la cabeza al chico que me había jalado del pelo. Lo obligué a que me lamiera, pero no el coño, sino el culo. Le agarré el trozo al que se lo estaba mamando con anterioridad y me lo metí de nuevo a la boca, alternando eso con frotármelo sobre la cara. Fue una explosión. Se aproximaron casi cuatro chicos más y me pusieron de nuevo contra el asiento. Todos me metieron la mano al coño al mismo tiempo.
Fue tan frenético, me volvió loca. Entonces me levanté sobre el mismo asiento apoyándome de los tubos y me puse de espaldas y sacando el culo para que todos metieran lengua. Tenía cerca de 8 lenguas en todo mi culo y glúteos. Fue una de las sensaciones más ricas de toda mi vida, hasta ese momento.
Me baje del asiento de espaldas, y en cuanto baje, como pieza de ensamble, entraron en mi. Caí y me penetraron completamente ¿Quién fue? Sinceramente ya ni me importaba. Distinguía a los chicos por el grueso de sus vergas y no por sus caras o voces.
Pero el chico no me penetró el coño, sino el culo, tan dilatado que lo tenía por el nivel de excitación que evidentemente no era normal, que no sentí gran dificultad al ser clavada. Y al chico no le bastó, me tomó como con una llave de arte marcial sobre mis brazos y echando mi cadera hacia el frente, dos chicos volvieron a tomarme una pierna cada uno y un tercero con vía libre entró en mi coño. Nunca había tenido una penetración doble, y no sería la última. Sin embargo, ahí no acabó, no estaba ni tocando el suelo, no tenía control de nada.
Con los ojos cerrados, pensé estar soñando, jamás creí que al subir al autobús todo fuese tomar este camino, y es que tenía años sin tomar el bus. Me abrieron los ojos cuando en mi boca (que no podía cerrar por tremendos gemidos, gritos que escapaban) entró la tercer verga, y no una cualquiera, una de las más gruesas que he conocido en toda mi vida. Me llenó por completo la boca casi hasta tocar la campanilla, sentía el paladar apretado.
Y sin embargo, ni así podía parar de gemir.
El chico se había subido a un asiento como yo, y sosteniéndose de un tubo le alcanzó la verga para llegar hasta mi boca. Estaba siendo crucificada, crucificada con tres grandes clavos.
En ese momento ya me había corrido tres o cuatro veces, pero no podía parar, no quería parar. Entre movimientos de los chicos, mis contracciones de placer, los manoseos de los demás estudiantes, y baches y frenos del autobús, no podía sentir más placer en toda mi vida.
A pesar de que parezca transcurrir tan lento, todo esto ocurrió en un trayecto de una hora.
Acto siguiente, yo estaba ya recostada satisfecha de placer por montones sobre todos los machos que me habían taladrado. Inclusive uno aun no se salía de mí. Luego volteé hacia arriba y una verga enorme, que supongo fue la que tuve en mi boca, se estaba pajeando, y de pronto, una explosión de leche caliente cayendo sobre mi.
Y el no fue el unico, cerca de 7 chicos se acomodaron para hacerme escurrir leche.
Me levanté, y con decisión y de rodillas, les di una limpiada de verga como nunca.
Al acabar volví a echarme al suelo, y los chicos se marcharon a casa. Quedé tirada en el suelo como una puta violada, pero de violación no hubo nada, disfruté cada instante como si no hubiese tenido sexo en mi vida.
Me limpié, me volví a vestir, y me preparé para bajar, ante un autobús vacío.
Cuando llegué al inicio de las escaleras de salida, sentí una pequeña tensión en la cadera que tenía casi desarticulada. Era el conductor, que me regresó a donde él y me dijo en voz baja. -Tu, muchos amigos míos y yo, vamos a tener una gran reunión, no te lo querrás perder ¿o si?-.
-Lléveme, que esta zorra nunca tiene suficiente, chofér-.
Oh, oh. Fue un error subir. De inmediato sentí las miradas de mis vecinos pasajeros a mi escote, que aunque no era tan atrevido, parecía la carne en una sabana de leones. Solo era una blusa polo de tres botones. Fue un rato tenso pero que a poco me calentaba más y más. Lo más frenético eran las paradas, al bajar mis compañeros de viaje, pasaban lateralmente, y siempre dando el frente hacia mi, para que al pasar, lo que sobra dentro de sus pantalones, encajara perfectamente en el espacio donde falta en mis jeans.
Me empezó a gustar que me fueran rozando. Sobre todo por el tipo que estaba detrás mío, ya que aprovechaba cada ocasión para voltear la mano y tocarme un poco. Era bastante notorio, pero no dije nada, era bastante rico. No veía la hora de que se diera la vuelta y me envolviera.
De la nada llegamos a la parada más grande de todas, decenas de estudiantes sustituyeron a los que habían bajado previamente, el autobús si entonces estaba lleno, ahora no se podía describir. Pero fue una bendición en realidad, ya que el tipo de atrás encontró la excusa perfecta para pasarse a mi lado, y ante el nulo espacio en el pasillo del vehículo, nadie sospecharía de sus manos sobre mi cuerpo. En cuanto puso su mano sobre mi culo, no le mostré pena ni vergüenza, y yo posé mi mano sobre su trozo sin pensarlo. El se sorprendió, y como si no hubiese nadie alrededor, metió su mano en mis apretados jeans, y llegó hasta el fondo, donde sólo sentí que toqué el cielo del morbo. Noté como le creció el pene, y quizá fue en gran parte porque se dio cuenta que yo no uso ropa interior, con jeans tan suaves que tengo. Sin embargo estaban demasiado apretados para que pudiese mover sus dedos, así que me atreví a desabrochar un botón... bajar un poco el cierre... hacer un poco de espacio...
Sabía que estaba llegando muy lejos, pero era tanta la tentación...
Cuando paró de nuevo el autobús, bajó un gran cúmulo de personas de las que estaban sentadas, lo que causó mucho movimiento, y en cuanto acordé, mi vecino de manos traviesas había dejado el transporte. Me desilusioné un poco pero rápido me cubrí recordando que estaba con los jeans hacia bajo. Me senté al fin, mientras por fin había un poco de espacio, aunque el pasillo seguía congestionado, y el lugar que tomé daba hacia él.
Me quedé razonando por un momento lo que había hecho, estaba asombrada por mi nivel de inmadurez, pero de pronto me interrumpieron unas risas de los pasajeros que estaban parados al lado de mi asiento. Eran los estudiantes, que no había notado moverse allí junto a mí. Los ignoré unas decenas de segundos, cuando de pronto sentí un empujón de su parte, me había chocado con la cadera en el hombro, y parecían burlarse. Por un momento pensé que se aprovechaban, pero luego pasé a pensar que quizá me podrían haber visto con aquel hombre de manos activas... no sabía qué hacer, hasta que los chicos lo hicieron por segunda vez, y entonces me levanté. Me levanté rápido porque seguía desabrochada y sólo me cubría la blusa que por suerte era larga y apretada. Al pasar molesta aventándolos , me equivoqué, pues a partir de ese momento los chicos se volvieron más insoportables. Me coloqué del otro lado del bus en la parte trasera. Los chicos me siguieron. De ser un par, pasaron a ser cinco, o un número cercano. Uno se colocó a cada lado, otro par detrás y el resto los ayudaban a tapar la vista. Primero empezaron a poco, con pequeños empujones en los baches y paradas. Luego comenzaron a restregar sus piezas contra mi cuerpo. Estaba en shock, eran menores y la verdad es que no hacía nada... porque me gustaba.
Un par de minutos con los ojos cerrados y apareció el detonante. Uno de los chicos me intentó bajar los jeans de un jalón, pero en cuanto sentí sus manos sobre mi cadera lo impedí, y forcejeamos un par de segundos hasta que me di la vuelta y le di una bofetada; en realidad solo me hacía la difícil. Sus amigos me apretaron en ese momento y cuando el chico atrevido metió sus manos en mis jeans y me empezó a masajear, la chica difícil se acabó. Atrapé su otra mano, la puse en mi culo. Atrapé dos manos más, de los chicos a mis lados, y las puse sobre mis tetas. Empecé a masajear las vergas de estos dos. El atrevido me dio media vuelta, y mi sorpresa fue que no eran ni cinco, ni seis, ni siete chicos los que tenía a mi alrededor. Hasta la mitad del bus eran puros estudiantes. Cuando los vi a todos ellos perdí la fuerza en mis piernas, me fui a caer al asiento de atrás, donde para mi suerte estaba sentado otro estudiante. Dos chicos me tomaron de las piernas, el atrevido me jaló los jeans y los puso en mis tobillos. Se escabulló de rodillas entre el triangulo que formaban mis piernas y mis jeans, y como una bestia se hundió en mi coño. Los estudiantes sentados a mis lados me levantaron la blusa (y escuché como se desgarró un poco la costura). Los que estaban tomando mis piernas se sacaron sus piezas sin una pizca de vergüenza y se abrieron paso sobre los que estaban sentados a mis lados, y me las pusieron en la cara... ahí salí del shock y se encendió la bestia dentro de mí.
Hundí más al chico que tenía en el coño. Tomé las dos vergas con las manos y comencé a ponerlas a punto. A una le pase un poquito la lengua para dejarlo con ganas de más, mientras que al otro le di una pasada desde la punta hasta los huevos. Me la empecé a comer brutalmente y eso provocó que el otro empezara la pelea por mi boca. Me jaló del cabello y me puso frente a su palo, a lo que respondí con fuerza y me quité al atrevido, solté el calzado empujando un pie con otro, me bajé los jeans totalmente y me puse en cuatro tomando por la cabeza al chico que me había jalado del pelo. Lo obligué a que me lamiera, pero no el coño, sino el culo. Le agarré el trozo al que se lo estaba mamando con anterioridad y me lo metí de nuevo a la boca, alternando eso con frotármelo sobre la cara. Fue una explosión. Se aproximaron casi cuatro chicos más y me pusieron de nuevo contra el asiento. Todos me metieron la mano al coño al mismo tiempo.
Fue tan frenético, me volvió loca. Entonces me levanté sobre el mismo asiento apoyándome de los tubos y me puse de espaldas y sacando el culo para que todos metieran lengua. Tenía cerca de 8 lenguas en todo mi culo y glúteos. Fue una de las sensaciones más ricas de toda mi vida, hasta ese momento.
Me baje del asiento de espaldas, y en cuanto baje, como pieza de ensamble, entraron en mi. Caí y me penetraron completamente ¿Quién fue? Sinceramente ya ni me importaba. Distinguía a los chicos por el grueso de sus vergas y no por sus caras o voces.
Pero el chico no me penetró el coño, sino el culo, tan dilatado que lo tenía por el nivel de excitación que evidentemente no era normal, que no sentí gran dificultad al ser clavada. Y al chico no le bastó, me tomó como con una llave de arte marcial sobre mis brazos y echando mi cadera hacia el frente, dos chicos volvieron a tomarme una pierna cada uno y un tercero con vía libre entró en mi coño. Nunca había tenido una penetración doble, y no sería la última. Sin embargo, ahí no acabó, no estaba ni tocando el suelo, no tenía control de nada.
Con los ojos cerrados, pensé estar soñando, jamás creí que al subir al autobús todo fuese tomar este camino, y es que tenía años sin tomar el bus. Me abrieron los ojos cuando en mi boca (que no podía cerrar por tremendos gemidos, gritos que escapaban) entró la tercer verga, y no una cualquiera, una de las más gruesas que he conocido en toda mi vida. Me llenó por completo la boca casi hasta tocar la campanilla, sentía el paladar apretado.
Y sin embargo, ni así podía parar de gemir.
El chico se había subido a un asiento como yo, y sosteniéndose de un tubo le alcanzó la verga para llegar hasta mi boca. Estaba siendo crucificada, crucificada con tres grandes clavos.
En ese momento ya me había corrido tres o cuatro veces, pero no podía parar, no quería parar. Entre movimientos de los chicos, mis contracciones de placer, los manoseos de los demás estudiantes, y baches y frenos del autobús, no podía sentir más placer en toda mi vida.
A pesar de que parezca transcurrir tan lento, todo esto ocurrió en un trayecto de una hora.
Acto siguiente, yo estaba ya recostada satisfecha de placer por montones sobre todos los machos que me habían taladrado. Inclusive uno aun no se salía de mí. Luego volteé hacia arriba y una verga enorme, que supongo fue la que tuve en mi boca, se estaba pajeando, y de pronto, una explosión de leche caliente cayendo sobre mi.
Y el no fue el unico, cerca de 7 chicos se acomodaron para hacerme escurrir leche.
Me levanté, y con decisión y de rodillas, les di una limpiada de verga como nunca.
Al acabar volví a echarme al suelo, y los chicos se marcharon a casa. Quedé tirada en el suelo como una puta violada, pero de violación no hubo nada, disfruté cada instante como si no hubiese tenido sexo en mi vida.
Me limpié, me volví a vestir, y me preparé para bajar, ante un autobús vacío.
Cuando llegué al inicio de las escaleras de salida, sentí una pequeña tensión en la cadera que tenía casi desarticulada. Era el conductor, que me regresó a donde él y me dijo en voz baja. -Tu, muchos amigos míos y yo, vamos a tener una gran reunión, no te lo querrás perder ¿o si?-.
-Lléveme, que esta zorra nunca tiene suficiente, chofér-.
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