Viernes 6 de Mayo. Me encontraba con Cristian, mi compañero de trabajo, en el aeropuerto, camino al norte del continente, más exactamente a Nueva York. La empresa nos había enviado para asistir a unas conferencias. El viaje fue algo cansador, ya que el resto del día habíamos estado en la empresa y ultimando detalles para el viaje. Ni hablar de lo que me costó conseguir un lugar donde dejar a Nala, mi perra, que, como estaba en celo, no podía dejarla en lo de mi hermano, ya que tiene uno (macho) y no quería que hubiese un entrecruzamiento entre ellos.
En fin, arribamos en Norteamérica, nos dirigimos al hotel donde sería la charla, nos registramos en el mismo y cada uno se fue a su habitación. Pasado un rato, Cristian me llamó por teléfono y me ofreció ir a tomar unos tragos y recorrer un poco, pero realmente estaba muy exhausta y sólo quería darme un baño y acostarme un rato. La conferencia era en 3 horas.
A la mañana siguiente, Cristian nuevamente al teléfono. Me iba a pasar a buscar para ir juntos a la reunión. Me alisté y salimos. Nos sentamos en la tercera fila de la sala, para tener mejor visión y audio, ya que después debíamos presentar un informe de todo al gerente.
La reunión duró 4 horas, con un entretiempo de una, para poder ir a almorzar. Fuimos con mi compañero al restaurant del hotel y comentamos un poco lo escuchado, adelantando el informe antes de la segunda parte. Terminado el almuerzo, y cercanos a la hora, regresamos al auditorio. No queríamos perder nuestros lugares. La charla continúa su rumbo.
El presentador le da la bienvenida a Valerie. Cristian me mira.
-¡Ah, bueno… valió la pena venir!
-¡Calláte, no seas baboso!
Cristian tenía razón al admirarse frente a semejante mujer. La típica norteamericana: rubia, ojos ultra claros, de mediana estatura, senos medianos y redondeados, los cuales noté por su no muy discreto escote y ese botón a punto de dejar ciego a alguien, cintura muy fina y curvada, caderas muy anchas. Vestía una camisa blanca, una falda negra de cintura alta y hasta las rodillas, y unos zapatos, también negros, de taco aguja y muy altos. Como mujer fanática de los zapatos que soy, morí con ellos. Ah, perdón, no me presenté. Soy Gimena, una mujer de 32 años, trabajo para una empresa multinacional, vivo sola, tengo un hermano varón, soy soltera… y no tengo sexo. Mi problema con eso radica en que estuve 7 años de novia y fue el único hombre que me tocó, que me vio desnuda, que me dio el mejor (y único) sexo de mi vida. ¿El problema? El problema es que me engañó con un gato barato de su trabajo. Pero no sólo eso. Era su jefa, y los encontré cogiendo en ¡NUESTRA CAMA! ¿El problema? Simple. No volví a confiar más en ningún hombre. Tampoco me esmero porque me pretenda alguno, por lo que soy muy básica para vestirme, y no salgo mucho.
En fin, volvamos al tema. Yo también había quedado anonadada con Valerie, sumado a que se veía una mujer sumamente inteligente y segura de sí misma. Me pasé las 4 horas restantes con la mirada puesta en ella. El resto del auditorio… no existía.
Cuando terminó la jornada, nos dieron la posibilidad a los presentes de hacer algunas preguntas, por lo que mi mano no descansó un momento. Finalizado, al fin, todo, salimos con Cristian del lugar.
-Dale, vamos a recorrer un poco… aprovechemos que tenemos todo pago.
-Bueno, dejame que pase por la habitación y me cambie un poco – le respondí.
-Sí, obvio, si yo también me iba a cambiar. No iba a salir así a la calle, que con traje voy a enamorar a todas las yankilotudas – dijo Cristian, entre risas.
-En 20 minutos estoy lista y vamos.
No pasaron ni 10 minutos, que apareció por mi cuarto, con una botella de champagne y dos copas. Yo aún con la bata puesta.
-¿Y el champagne por qué? – le pregunto.
-¡Para festejar esto, nena! Estamos en yankilandia, todo pago, los dos solitos… – y se acerca a mí – sin nadie que nos conozca y nadie que nos vea…
-¡Pará, estúpido! – le dije, alejándolo de mí – que sos casado y conozco a tu mujer. Además, sabes que no estoy interesada en ningún hombre.
-¿Te hiciste lesbiana? Jajaja
-No, ¿qué decís? Tampoco tanto.
-Callate, bien que te vi mirando a la rubia. ¿Te mojaste en la charla? Jajaja
-¿¡No ves que sos un tarado!? Calmate, haceme el favor.
-Bueno, dale, cambiate así nos vamos.
Me dirigí al cambiador, analicé la ropa que llevaba y traté de seleccionar la más adecuada para la noche. Me maquillé un poco y salí al encuentro con el imbécil de mi compañero, que se había bebido casi toda la botella solo.
-Menos mal que era para compartir – le dije, mientras me servía una copa.
Terminamos el champagne y salimos a explorar la gran ciudad. Preguntamos en la recepción si podían recomendarnos algunos lugares para ver, y nos comentaron de un bar relativamente cerca que, por la hora, podía estar con bastante gente y se podía cenar o beber. Y optamos por empezar por ahí. Teníamos sólo tres días allá.
Llegamos al lugar, luz tenue, música fuerte, pero se podía escuchar perfectamente lo que otro te decía. Yo no tenía mucho inglés encima, de hecho era muy básico, por lo que me apoyaba en Cristian para el tema de las traducciones.
-¿Qué pedimos?
-No sé… una cerveza – respondí, junando el lugar.
La moza notó que Cristian era de otro lado, y comenzó a coquetear con él. Trajo las bebidas y siguieron conversando. Yo no existía. Minutos después, y con una seña y sonrisa atrevida de parte de la moza, ambos partieron Dios sabe hacia dónde, pero lo sospechaba perfectamente.
-¡Qué tipo pelotudo! ¿Cómo me va a dejar acá sola? – rezongaba.
Al final, también era invisible al resto del mundo. Definitivamente, ni cara de extranjera, ni ropa llamativa.
-Bueno, al fin y al cabo tampoco quiero que se me acerque cualquier infeliz a hablarme en chino básico y tratar de seducirme para, obviamente, tratar de llevarme a su cama. Y qué digo su cama… ¡a algún callejón de por ahí! – conversaba con mi interior, cual loca recién salida del manicomio.
-¡Señorita, señorita, señ…! ¿Es sorda la mina esta? ¡Hey! ¿Mmmmmiss?
-Yes, may i help you?
-I don´t speak english… – y la miro, como esperando que adivine lo que quería pedirle.
-Ammm… do you want this? – y señala mi botella de cerveza.
-Oh, yes, yes! ¡Cerveza!
-Jajaja bear… i’ll be right back
¿Por qué se ríe? Cuando volvió con la botella, le hice señas con mis manos indicándole que me traiga 4 más. Hasta que el otro vuelva, tenía para rato ahí.
Terminada la tercera cerveza, diviso a lo lejos a una mujer. Dudé que fuese Valerie, pero la duda no me duró mucho cuando la tuve a menos de cinco metros de distancia y pude identificarla perfectamente. Ella me miró… y me sonrió. Enseguida le corrí la vista… me inhibí. Volví a mirarla, esta vez con disimulo y continuaba mirándome y sonriéndome. Estaba de pie, apoyada con los codos en una silla, con su cuerpo de costado, charlando con dos hombres. Por momentos sentía que coqueteaba conmigo a la distancia. Yo no despegaba mi pico de la botella. La veo caminar hacia mi mesa. Los nervios me invadieron.
-Hi… i saw you at the conference
-Sorry, i don’t speak english… Valerie?
-No hay problema – sonríe – ya sabes que yo hablo español también. ¿De dónde eres?
-De Argentina…
-Te vi en la conferencia, muy atenta.
-Ja, sí… diste una gran charla
-¿Puedo invitarte a otro sector de aquí?
-No sé, estoy con un amigo y… no quisiera perderlo, no estamos con teléfonos o algo para comunicarnos.
-Easy, girl… será un momento nomás, ¡anda, ven! – y me tomó de la mano, llevándome sin más peros hacia algún lugar.
Atravesamos todo el bar, y llegamos a lo que, supuse, sería el sector V.I.P.. Las luces eran más tenues aún, y la música más fuerte. Acá sí que no se podía escuchar nada. Nos sentamos en una mesa redonda y pequeña, rodeada por un sillón, en un “cuarto” apartado de los demás “cuartos”. Para que se entienda, eran como sectores V.I.P. pequeños dentro de un mismo cuarto, más grande. Pidió otros tragos, no alcancé a escuchar qué eran, pero cuando los trajeron se veían ricos.
Charlamos un poco, bebimos demasiado. Ella se acercaba más y más a mí. En un instante, tenía su mano en mi rodilla. “Está bien, no es nada raro”, pensé. De repente, su mano me acariciaba cada vez más y más. Me estaba poniendo nerviosa. No sabía qué hacer. Traté de apartarla de mí, pero mi mano rozó la suya ahora. Una piel muy suave, muy delicada. Mi infantilidad se olvidó lo que había pasado hace un segundo y la toqué, ahora con voluntad.
-¡Es increíble lo suave que tenés la piel!
Ella miró mi mano y me volvió la vista a mi rostro. Sonrió.
-¿Te gusta?
Y rompe distancias entre los cuerpos. Comprendí lo que estaba haciendo y retiré mi mano de allí.
-Está bien, no te preocupes. Tus manos también son muy suaves, da gusto ser acariciada por ellas – y tomó mi mano y la llevó nuevamente hacia su piel… su adictiva piel.
Algo en mí se despertó. Algo en mí me habló, me incitó. Quería tocarla, deseaba hacerlo… y lo hice. Mi mano se escurrió por su rodilla, su muslo y permanecía por ahí, pero, en el fondo, quería avanzar. En el fondo, estaba caliente, y entre mis piernas… también. Bebí en un fondo blanco mi copa, agarré por el cuello a Valerie, y de un envión me colé en su boca. Sentía un hormigueo en todo el cuerpo, mis pezones se endurecían, por los nervios y la excitación. Cada vez uníamos más y más nuestros cuerpos. De repente, la solté y me separé.
-¿Qué pasa? – pregunta ella.
-No, no, esto está mal, y alguien puede vernos.
Al decir esto, me excité aún más. Podía sentir como la lubricación lograda iba escurriéndose de a poco por mi vulva, mojando mi ropa interior.
-No te preocupes, aquí no pasa nada. Aquí cada uno está en su mundo. Tranquila. Déjate llevar, ¿sí?
-¿Segura?
-Sí, vamos, confía en mí y relájate…
Me recliné en mi lugar y, casi por inercia, mis muslos se separaron. Valerie volvió a besarme lentamente, pasaba su húmeda lengua por el contorno de mis labios, besaba mis mejillas, descendía a mi cuello y lo lamía también. Su mano, por el contrario, ascendía más y se inmiscuía entre mis muslos, los arañaba despacio y un escalofrío me recorría el cuerpo, mientras el fuego se apoderaba de mis entrañas. Sus dedos acariciaban mi vulva por encima de la ropa, por los costados de la ingle y corrían suavemente la tela para encontrarse con más piel y mi humedad. De norte a sur, iban y venían por el exterior. Mi sexo suplicaba más y más, mi respiración se agitaba. Sacó su mano y se apartó de mí. La miré, pensando que no iba a seguir, que ahí se terminaba todo. No lo podía creer. Pero no, me tomó de los brazos, como invitándome a parar, y con algo de fuerza, a modo de indicación, me guió hasta el borde (arriba del respaldar) del sillón. Me senté allí.
Ella se arrodilló frente a mí, separó mis piernas y se ubicó entre ellas. Continuó besándome con más pasión, fue hasta mi oído y me susurró: “te confieso que desde la sala estaba fantaseando contigo”. Con su lengua lo lamió y comenzó a bajar, despacio, besando cada sector de piel que iba encontrando. Llegó a mis pechos y notó mis pezones endurecidos y parados, y los mordisqueaba despacio, por encima de la remera, apretando el resto de mis tetas con ambas palmas, para luego continuar con mi cintura y terminar, nuevamente, en mis piernas. Su rostro las acompañó, dejándolo enfrentado a mi cintura. Me miró.
-¿Me dejas probarte? ¡Muero por saber cómo sabes!
Me relajé más hacia atrás, y con ambas manos sujeté su cabeza y la guié a mi sexo. Ella separó la tela que me cubría y con la punta de su lengua rozó mi clítoris. Gemí despacio. Poco a poco fue deslizándola hacia abajo, probando el néctar que fluía de mí. Sumó a su trabajo un dedo, para llevarlo hacia dentro y, curvado hacia arriba y con movimientos rítmicos, buscaban mi mayor éxtasis. Luego ese dedo se deslizó más abajo aún, y acariciaba suavemente, y sólo por encima, mi ano, humectándolo también. Podía sentirlo. Sabía que algo estaba por pasar. Otro dedo, ahora más grueso, volvió al interior de mi vulva, mientras otro, ayudado por la humectación reciente, se colaba por otro lado para, juntos, y con la lengua, llevarme a un orgasmo interminable. Mi cuerpo temblaba, mis caderas se movían hacia adelante y hacia atrás, mis manos apretaban la cabeza de Valerie aún más contra mí, un fuego me recorría completa y una corriente invadía mi sexo. No quería que pare, pero, cuando los temblores y movimientos cesaron, ella lo hizo también.
Permaneció apoyada sobre mis muslos, mirándome y sonriendo. Me baje para sentarme nuevamente en el sillón, al lado de ella. Volvió a besarme, ahora suavemente. Una corriente volvió a apoderarse de mi cuerpo. Mi vagina no terminaba de contraerse y relajarse. La continué besando, pero con mayor énfasis. Con mi mano agarré la suya y la llevé rápidamente a mi entrepierna, metiéndola por dentro de mi ropa interior. Ella comprendió al instante y supo qué hacer. Nuevamente un orgasmo, pero ahora con más furia. Todo mi cuerpo se acalambró y grité tan fuerte que mi garganta ardió por un segundo. Ella volvió a sonreír.
-¡Vaya que eres insaciable, argentina!
-No puedo creer todo esto. ¡Hacía tanto tiempo que no tenía un orgasmo! Jamás imaginé que el próximo sería así… mucho menos con una mujer.
-Me alegra lo que dices, y me alegra ser yo quien te lo haya dado. Ya te dije, fantaseé con esto durante toda la reunión… ¡me costó concentrarme! Jajaja.
-Sí… también me llamaste la atención cuando te vi, pero no pensé que pasaría esto. Admito que tengo un poco de vergüenza.
-No, no te apenes. Tomemos otros tragos para distendernos y conversar bien ahora, ¿te parece? – dice Valerie.
-Bueno, yo voy a pasar al baño y vuelvo.
Me retiro del lugar camino al baño y veo en el “cuarto” contiguo a Cristian, sentado en una de las mesas, con la moza reclinada sobre su miembro… mirando al “cuarto que estábamos nosotras. Sonríe… y me guiña un ojo.
En fin, arribamos en Norteamérica, nos dirigimos al hotel donde sería la charla, nos registramos en el mismo y cada uno se fue a su habitación. Pasado un rato, Cristian me llamó por teléfono y me ofreció ir a tomar unos tragos y recorrer un poco, pero realmente estaba muy exhausta y sólo quería darme un baño y acostarme un rato. La conferencia era en 3 horas.
A la mañana siguiente, Cristian nuevamente al teléfono. Me iba a pasar a buscar para ir juntos a la reunión. Me alisté y salimos. Nos sentamos en la tercera fila de la sala, para tener mejor visión y audio, ya que después debíamos presentar un informe de todo al gerente.
La reunión duró 4 horas, con un entretiempo de una, para poder ir a almorzar. Fuimos con mi compañero al restaurant del hotel y comentamos un poco lo escuchado, adelantando el informe antes de la segunda parte. Terminado el almuerzo, y cercanos a la hora, regresamos al auditorio. No queríamos perder nuestros lugares. La charla continúa su rumbo.
El presentador le da la bienvenida a Valerie. Cristian me mira.
-¡Ah, bueno… valió la pena venir!
-¡Calláte, no seas baboso!
Cristian tenía razón al admirarse frente a semejante mujer. La típica norteamericana: rubia, ojos ultra claros, de mediana estatura, senos medianos y redondeados, los cuales noté por su no muy discreto escote y ese botón a punto de dejar ciego a alguien, cintura muy fina y curvada, caderas muy anchas. Vestía una camisa blanca, una falda negra de cintura alta y hasta las rodillas, y unos zapatos, también negros, de taco aguja y muy altos. Como mujer fanática de los zapatos que soy, morí con ellos. Ah, perdón, no me presenté. Soy Gimena, una mujer de 32 años, trabajo para una empresa multinacional, vivo sola, tengo un hermano varón, soy soltera… y no tengo sexo. Mi problema con eso radica en que estuve 7 años de novia y fue el único hombre que me tocó, que me vio desnuda, que me dio el mejor (y único) sexo de mi vida. ¿El problema? El problema es que me engañó con un gato barato de su trabajo. Pero no sólo eso. Era su jefa, y los encontré cogiendo en ¡NUESTRA CAMA! ¿El problema? Simple. No volví a confiar más en ningún hombre. Tampoco me esmero porque me pretenda alguno, por lo que soy muy básica para vestirme, y no salgo mucho.
En fin, volvamos al tema. Yo también había quedado anonadada con Valerie, sumado a que se veía una mujer sumamente inteligente y segura de sí misma. Me pasé las 4 horas restantes con la mirada puesta en ella. El resto del auditorio… no existía.
Cuando terminó la jornada, nos dieron la posibilidad a los presentes de hacer algunas preguntas, por lo que mi mano no descansó un momento. Finalizado, al fin, todo, salimos con Cristian del lugar.
-Dale, vamos a recorrer un poco… aprovechemos que tenemos todo pago.
-Bueno, dejame que pase por la habitación y me cambie un poco – le respondí.
-Sí, obvio, si yo también me iba a cambiar. No iba a salir así a la calle, que con traje voy a enamorar a todas las yankilotudas – dijo Cristian, entre risas.
-En 20 minutos estoy lista y vamos.
No pasaron ni 10 minutos, que apareció por mi cuarto, con una botella de champagne y dos copas. Yo aún con la bata puesta.
-¿Y el champagne por qué? – le pregunto.
-¡Para festejar esto, nena! Estamos en yankilandia, todo pago, los dos solitos… – y se acerca a mí – sin nadie que nos conozca y nadie que nos vea…
-¡Pará, estúpido! – le dije, alejándolo de mí – que sos casado y conozco a tu mujer. Además, sabes que no estoy interesada en ningún hombre.
-¿Te hiciste lesbiana? Jajaja
-No, ¿qué decís? Tampoco tanto.
-Callate, bien que te vi mirando a la rubia. ¿Te mojaste en la charla? Jajaja
-¿¡No ves que sos un tarado!? Calmate, haceme el favor.
-Bueno, dale, cambiate así nos vamos.
Me dirigí al cambiador, analicé la ropa que llevaba y traté de seleccionar la más adecuada para la noche. Me maquillé un poco y salí al encuentro con el imbécil de mi compañero, que se había bebido casi toda la botella solo.
-Menos mal que era para compartir – le dije, mientras me servía una copa.
Terminamos el champagne y salimos a explorar la gran ciudad. Preguntamos en la recepción si podían recomendarnos algunos lugares para ver, y nos comentaron de un bar relativamente cerca que, por la hora, podía estar con bastante gente y se podía cenar o beber. Y optamos por empezar por ahí. Teníamos sólo tres días allá.
Llegamos al lugar, luz tenue, música fuerte, pero se podía escuchar perfectamente lo que otro te decía. Yo no tenía mucho inglés encima, de hecho era muy básico, por lo que me apoyaba en Cristian para el tema de las traducciones.
-¿Qué pedimos?
-No sé… una cerveza – respondí, junando el lugar.
La moza notó que Cristian era de otro lado, y comenzó a coquetear con él. Trajo las bebidas y siguieron conversando. Yo no existía. Minutos después, y con una seña y sonrisa atrevida de parte de la moza, ambos partieron Dios sabe hacia dónde, pero lo sospechaba perfectamente.
-¡Qué tipo pelotudo! ¿Cómo me va a dejar acá sola? – rezongaba.
Al final, también era invisible al resto del mundo. Definitivamente, ni cara de extranjera, ni ropa llamativa.
-Bueno, al fin y al cabo tampoco quiero que se me acerque cualquier infeliz a hablarme en chino básico y tratar de seducirme para, obviamente, tratar de llevarme a su cama. Y qué digo su cama… ¡a algún callejón de por ahí! – conversaba con mi interior, cual loca recién salida del manicomio.
-¡Señorita, señorita, señ…! ¿Es sorda la mina esta? ¡Hey! ¿Mmmmmiss?
-Yes, may i help you?
-I don´t speak english… – y la miro, como esperando que adivine lo que quería pedirle.
-Ammm… do you want this? – y señala mi botella de cerveza.
-Oh, yes, yes! ¡Cerveza!
-Jajaja bear… i’ll be right back
¿Por qué se ríe? Cuando volvió con la botella, le hice señas con mis manos indicándole que me traiga 4 más. Hasta que el otro vuelva, tenía para rato ahí.
Terminada la tercera cerveza, diviso a lo lejos a una mujer. Dudé que fuese Valerie, pero la duda no me duró mucho cuando la tuve a menos de cinco metros de distancia y pude identificarla perfectamente. Ella me miró… y me sonrió. Enseguida le corrí la vista… me inhibí. Volví a mirarla, esta vez con disimulo y continuaba mirándome y sonriéndome. Estaba de pie, apoyada con los codos en una silla, con su cuerpo de costado, charlando con dos hombres. Por momentos sentía que coqueteaba conmigo a la distancia. Yo no despegaba mi pico de la botella. La veo caminar hacia mi mesa. Los nervios me invadieron.
-Hi… i saw you at the conference
-Sorry, i don’t speak english… Valerie?
-No hay problema – sonríe – ya sabes que yo hablo español también. ¿De dónde eres?
-De Argentina…
-Te vi en la conferencia, muy atenta.
-Ja, sí… diste una gran charla
-¿Puedo invitarte a otro sector de aquí?
-No sé, estoy con un amigo y… no quisiera perderlo, no estamos con teléfonos o algo para comunicarnos.
-Easy, girl… será un momento nomás, ¡anda, ven! – y me tomó de la mano, llevándome sin más peros hacia algún lugar.
Atravesamos todo el bar, y llegamos a lo que, supuse, sería el sector V.I.P.. Las luces eran más tenues aún, y la música más fuerte. Acá sí que no se podía escuchar nada. Nos sentamos en una mesa redonda y pequeña, rodeada por un sillón, en un “cuarto” apartado de los demás “cuartos”. Para que se entienda, eran como sectores V.I.P. pequeños dentro de un mismo cuarto, más grande. Pidió otros tragos, no alcancé a escuchar qué eran, pero cuando los trajeron se veían ricos.
Charlamos un poco, bebimos demasiado. Ella se acercaba más y más a mí. En un instante, tenía su mano en mi rodilla. “Está bien, no es nada raro”, pensé. De repente, su mano me acariciaba cada vez más y más. Me estaba poniendo nerviosa. No sabía qué hacer. Traté de apartarla de mí, pero mi mano rozó la suya ahora. Una piel muy suave, muy delicada. Mi infantilidad se olvidó lo que había pasado hace un segundo y la toqué, ahora con voluntad.
-¡Es increíble lo suave que tenés la piel!
Ella miró mi mano y me volvió la vista a mi rostro. Sonrió.
-¿Te gusta?
Y rompe distancias entre los cuerpos. Comprendí lo que estaba haciendo y retiré mi mano de allí.
-Está bien, no te preocupes. Tus manos también son muy suaves, da gusto ser acariciada por ellas – y tomó mi mano y la llevó nuevamente hacia su piel… su adictiva piel.
Algo en mí se despertó. Algo en mí me habló, me incitó. Quería tocarla, deseaba hacerlo… y lo hice. Mi mano se escurrió por su rodilla, su muslo y permanecía por ahí, pero, en el fondo, quería avanzar. En el fondo, estaba caliente, y entre mis piernas… también. Bebí en un fondo blanco mi copa, agarré por el cuello a Valerie, y de un envión me colé en su boca. Sentía un hormigueo en todo el cuerpo, mis pezones se endurecían, por los nervios y la excitación. Cada vez uníamos más y más nuestros cuerpos. De repente, la solté y me separé.
-¿Qué pasa? – pregunta ella.
-No, no, esto está mal, y alguien puede vernos.
Al decir esto, me excité aún más. Podía sentir como la lubricación lograda iba escurriéndose de a poco por mi vulva, mojando mi ropa interior.
-No te preocupes, aquí no pasa nada. Aquí cada uno está en su mundo. Tranquila. Déjate llevar, ¿sí?
-¿Segura?
-Sí, vamos, confía en mí y relájate…
Me recliné en mi lugar y, casi por inercia, mis muslos se separaron. Valerie volvió a besarme lentamente, pasaba su húmeda lengua por el contorno de mis labios, besaba mis mejillas, descendía a mi cuello y lo lamía también. Su mano, por el contrario, ascendía más y se inmiscuía entre mis muslos, los arañaba despacio y un escalofrío me recorría el cuerpo, mientras el fuego se apoderaba de mis entrañas. Sus dedos acariciaban mi vulva por encima de la ropa, por los costados de la ingle y corrían suavemente la tela para encontrarse con más piel y mi humedad. De norte a sur, iban y venían por el exterior. Mi sexo suplicaba más y más, mi respiración se agitaba. Sacó su mano y se apartó de mí. La miré, pensando que no iba a seguir, que ahí se terminaba todo. No lo podía creer. Pero no, me tomó de los brazos, como invitándome a parar, y con algo de fuerza, a modo de indicación, me guió hasta el borde (arriba del respaldar) del sillón. Me senté allí.
Ella se arrodilló frente a mí, separó mis piernas y se ubicó entre ellas. Continuó besándome con más pasión, fue hasta mi oído y me susurró: “te confieso que desde la sala estaba fantaseando contigo”. Con su lengua lo lamió y comenzó a bajar, despacio, besando cada sector de piel que iba encontrando. Llegó a mis pechos y notó mis pezones endurecidos y parados, y los mordisqueaba despacio, por encima de la remera, apretando el resto de mis tetas con ambas palmas, para luego continuar con mi cintura y terminar, nuevamente, en mis piernas. Su rostro las acompañó, dejándolo enfrentado a mi cintura. Me miró.
-¿Me dejas probarte? ¡Muero por saber cómo sabes!
Me relajé más hacia atrás, y con ambas manos sujeté su cabeza y la guié a mi sexo. Ella separó la tela que me cubría y con la punta de su lengua rozó mi clítoris. Gemí despacio. Poco a poco fue deslizándola hacia abajo, probando el néctar que fluía de mí. Sumó a su trabajo un dedo, para llevarlo hacia dentro y, curvado hacia arriba y con movimientos rítmicos, buscaban mi mayor éxtasis. Luego ese dedo se deslizó más abajo aún, y acariciaba suavemente, y sólo por encima, mi ano, humectándolo también. Podía sentirlo. Sabía que algo estaba por pasar. Otro dedo, ahora más grueso, volvió al interior de mi vulva, mientras otro, ayudado por la humectación reciente, se colaba por otro lado para, juntos, y con la lengua, llevarme a un orgasmo interminable. Mi cuerpo temblaba, mis caderas se movían hacia adelante y hacia atrás, mis manos apretaban la cabeza de Valerie aún más contra mí, un fuego me recorría completa y una corriente invadía mi sexo. No quería que pare, pero, cuando los temblores y movimientos cesaron, ella lo hizo también.
Permaneció apoyada sobre mis muslos, mirándome y sonriendo. Me baje para sentarme nuevamente en el sillón, al lado de ella. Volvió a besarme, ahora suavemente. Una corriente volvió a apoderarse de mi cuerpo. Mi vagina no terminaba de contraerse y relajarse. La continué besando, pero con mayor énfasis. Con mi mano agarré la suya y la llevé rápidamente a mi entrepierna, metiéndola por dentro de mi ropa interior. Ella comprendió al instante y supo qué hacer. Nuevamente un orgasmo, pero ahora con más furia. Todo mi cuerpo se acalambró y grité tan fuerte que mi garganta ardió por un segundo. Ella volvió a sonreír.
-¡Vaya que eres insaciable, argentina!
-No puedo creer todo esto. ¡Hacía tanto tiempo que no tenía un orgasmo! Jamás imaginé que el próximo sería así… mucho menos con una mujer.
-Me alegra lo que dices, y me alegra ser yo quien te lo haya dado. Ya te dije, fantaseé con esto durante toda la reunión… ¡me costó concentrarme! Jajaja.
-Sí… también me llamaste la atención cuando te vi, pero no pensé que pasaría esto. Admito que tengo un poco de vergüenza.
-No, no te apenes. Tomemos otros tragos para distendernos y conversar bien ahora, ¿te parece? – dice Valerie.
-Bueno, yo voy a pasar al baño y vuelvo.
Me retiro del lugar camino al baño y veo en el “cuarto” contiguo a Cristian, sentado en una de las mesas, con la moza reclinada sobre su miembro… mirando al “cuarto que estábamos nosotras. Sonríe… y me guiña un ojo.
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