Al final lo hice. Cumplí mi fantasía. Ver a mi novia con otro tipo. Ya no alcanzaba con, justamente, fantasear. Necesitaba dar otro paso más. Lo hablamos, y nos decidimos a hacerlo. Sería (fue, finalmente) un amigo suyo. Yo no lo debía conocer. Esa era la idea.
Ella se lo comentó, y él accedió. Lo invitamos a nuestra casa. Era Sábado por la noche. Nos sentamos a la mesa, y nos prestamos a escabiar un par de birras. Finalmente nos comenzamos a soltar, y hablábamos de lo que íbamos a hacer. Reíamos. Yo ya tenía la cabeza bastante a full. A ellos se los veía bien, sonrientes, cruzaban miradas. Yo disfrutaba del espectáculo. En cierto momento él se levantó, y se puso detrás de ella, que estaba aún sentada. Le masajeaba los hombros amistosamente. Era inminente. Pero aún no pasaba nada. Me levanté y fui al baño. Luego salí. Estaban en la misma posición pero ya transando. La cabeza me estalló.
Les pregunté si les gustaba. Ambos me respondieron que sí, con sus bocas húmedas. Luego le dije a él que se soltase, que la toque, yo sabía que lo quería. Le comenzó a manosear las tetas, sus hermosas y grandes tetas. Ya estaban muy calientes, gemían. Luego le pregunté a ella si no tenía ganas de saber como tenía la pija su amiguito. Se rió, y me dijo que sí. Bueno, le dije, fijate, sacate la duda. Se levantó lentamente, lo puso contra la pared, le comenzó a besar el cuello, y luego a manosear el bulto. Le pregunté cómo la tenía, y me dijo que parecía grande. Él estaba extasiado. Las delicadas manos de mi nena acariciando una poronga delante mío. Le pregunté qué le gustaba hacer con las pijas grandes. Mamarlas, me respondió. Bueno, sacate las ganas, le dije. Le comenzó a desabrochar el pantalón, y luego bajó lentamente. De espaldas a mi, me di cuenta que ya se la había metido en la boca por el gemido del flaco. Yo tenía la pija al palo, me bajé un poco el lompa y comencé a masturbarme. Ella mamaba. Tenía la boca llena y no hablaba. Sólo se podía escuchar un concierto de saliva. Le pregunté a mi chica si le gustaba. Me dijo que sí, mucho. Le pregunté que le parecía la japi. Gorda y rica, sabrosa, me dijo la muy puta. Les pregunté a ambos si me podía unir. Me respondieron que sí. Fui con mi pija hasta ellos, hasta su boca. Era un momento digno de fotografiar. Ella de rodillas, podía ver la planta de sus borcegos, sus medias de lycra, su vestidito subido, su escote y sus gomas que imploraban escapar y sentir ambas vergas, duras, lechosas, desesperadas. Mamaba y mamaba, alternaba ambas porongas en sus labios humectados, en su lengua infernal, de repente nos clavaba la mirada, una mirada sumisa, esclava, sometida.
Yo también miraba de reojo al chabón. Entiendo porque le gustaba a mi novia. Era realmente atractivo. Como le gustan a ella. Como le calientan a ella. Y tenía una verga realmente gorda, cabezona, los huevos grandes. Ella lamía esas pelotas. Descubrí que a ella ese tipo le gustaba, la calentaba. Que la elección no había sido azarosa. Lo deseaba.
Ya con las porongas enrojecidas y babeantes, le pregunté si quería que la coja yo, o que la cojamos ambos. Respondió que sólo yo. Se tumbó de espaldas en la cama y la comencé a montar, como si fuese una perra. La bombeaba aceleradamente y hasta el fondo, golpeaban mis bolas contra su enorme culo. Mientras, el flaco puso una silla al lado de la cama y comenzó a pajearse suavemente, luego de modo frenético. Ella lo miraba lascivamente, lo que me volvió loco. Le preguntó si quería que lo ayude. Él miró buscando mi aprobación, pero le dije que la jefa era ella, que yo era un simple partenaire. Acercó su chota gorda hasta la boca de mi chica, y comenzó a disfrutar de una terrible peteada.
Otra escena digna de retratar. Ella ahora estaba en cuatro, yo manoseaba su culo, veía su espalda, su cabeza girada hacia la pija de mi compañero de ocasión.
De repente me sacó de dentro suyo, y empujó a su amigo hacia el lugar que yo ya no ocupaba. Le pidió que se la entierre hasta el fondo, que quería sentir el grosor de esa verga en su interior.
La comenzó a coger, y la cara de placer intenso de mi novia era evidente, estaba extasiada. Comenzó a gritar. Yo había tomado el asiento del tipo, y ahora era yo quién se pajeaba alocadamente. Luego de unos pocos minutos, pude apreciar como ella acababa una y otra vez, como esa pija se había adueñado de su concha. Mi cabeza ya se encontraba irreversiblemente estallada, era un ser salvaje sin parámetros en los cuáles ladearme. Podía suceder cualquier cosa, la cuál yo iba a aceptar y respaldar, disfrutar. El chabón me podía decir en ese momento que iba a llamar a 10 amigos más a cojerse a mi novia que yo no tenía drama.
Ya ambos varones queríamos acabar, y ella rogaba desde hace minutos por la leche. Le pregunté dónde la quería. Quería ambos disparos en la cara, quería que le plastifiquemos el rostro.
Él dejó de cogerla, y le ordenó intempestivamente que se arrodillara en el medio de la casa a mamar y recibir la guasca.
Dicho y hecho. Ya los tres nos encontrábamos totalmente desnudos en el medio del comedor, nosotros erguidos ante su ser arrodillado y vejado. Su cara desencajada por el placer, su maquillaje totalmente corrido. Comenzó a chupar, aunque directamente parecía que lo que quería hacer era tragarse ambos pedazos de carne.
Yo le comencé a pegar cachetadas, primero débiles, luego más fuertes. Le decía que era una flor de puta, reventada, divina, que merecía esos dos guascazos que le estábamos por brindar.
Ordené que primero acabe él. Me corrí de la escena y vi como la cerda de mi novia rogaba por la leche del flaco que la recontra calentaba y la muy trola me había mantenido en secreto. Mientras, me preguntaba a mi mismo cuántas veces se habría colado los dedos pensando en esa verga, en esa leche, en atragantarse con ese falo, en ese momento de entrega. Recibió la tremenda descarga de guasca con devoción, pasaba las manos por su cara, desparramaba la leche en sus labios, en sus tetas, un poco en su culo, en sus muslos. La leche no dejaba de brotar de esa poronga cabezona, no quedó parte de su hermoso cuerpo sin cubrir por esa miel espesa. El chabón acabó por tumbarse agotado y desagotado en el piso, y yo automáticamente me levanté a dar mi ración a esa tremenda puta en la que se había convertido mi chica. Le ordené que se la trague. Metí mi pija en su boca, manché mi miembro de leche ajena, y comencé a sacar mi lechita de a borbotones. Glup, glup, glup.
Ya recomponiéndonos de la faena, le pregunté si le gustaría repetir. Me dijo que sí, y que era más: con mi permiso, quería acordar de que ella podría a cogerse a su amiguito cuando quisiera. Ok, permiso, deseo concedido.
Mi novia estaba finalmente harto satisfecha.
Ella se lo comentó, y él accedió. Lo invitamos a nuestra casa. Era Sábado por la noche. Nos sentamos a la mesa, y nos prestamos a escabiar un par de birras. Finalmente nos comenzamos a soltar, y hablábamos de lo que íbamos a hacer. Reíamos. Yo ya tenía la cabeza bastante a full. A ellos se los veía bien, sonrientes, cruzaban miradas. Yo disfrutaba del espectáculo. En cierto momento él se levantó, y se puso detrás de ella, que estaba aún sentada. Le masajeaba los hombros amistosamente. Era inminente. Pero aún no pasaba nada. Me levanté y fui al baño. Luego salí. Estaban en la misma posición pero ya transando. La cabeza me estalló.
Les pregunté si les gustaba. Ambos me respondieron que sí, con sus bocas húmedas. Luego le dije a él que se soltase, que la toque, yo sabía que lo quería. Le comenzó a manosear las tetas, sus hermosas y grandes tetas. Ya estaban muy calientes, gemían. Luego le pregunté a ella si no tenía ganas de saber como tenía la pija su amiguito. Se rió, y me dijo que sí. Bueno, le dije, fijate, sacate la duda. Se levantó lentamente, lo puso contra la pared, le comenzó a besar el cuello, y luego a manosear el bulto. Le pregunté cómo la tenía, y me dijo que parecía grande. Él estaba extasiado. Las delicadas manos de mi nena acariciando una poronga delante mío. Le pregunté qué le gustaba hacer con las pijas grandes. Mamarlas, me respondió. Bueno, sacate las ganas, le dije. Le comenzó a desabrochar el pantalón, y luego bajó lentamente. De espaldas a mi, me di cuenta que ya se la había metido en la boca por el gemido del flaco. Yo tenía la pija al palo, me bajé un poco el lompa y comencé a masturbarme. Ella mamaba. Tenía la boca llena y no hablaba. Sólo se podía escuchar un concierto de saliva. Le pregunté a mi chica si le gustaba. Me dijo que sí, mucho. Le pregunté que le parecía la japi. Gorda y rica, sabrosa, me dijo la muy puta. Les pregunté a ambos si me podía unir. Me respondieron que sí. Fui con mi pija hasta ellos, hasta su boca. Era un momento digno de fotografiar. Ella de rodillas, podía ver la planta de sus borcegos, sus medias de lycra, su vestidito subido, su escote y sus gomas que imploraban escapar y sentir ambas vergas, duras, lechosas, desesperadas. Mamaba y mamaba, alternaba ambas porongas en sus labios humectados, en su lengua infernal, de repente nos clavaba la mirada, una mirada sumisa, esclava, sometida.
Yo también miraba de reojo al chabón. Entiendo porque le gustaba a mi novia. Era realmente atractivo. Como le gustan a ella. Como le calientan a ella. Y tenía una verga realmente gorda, cabezona, los huevos grandes. Ella lamía esas pelotas. Descubrí que a ella ese tipo le gustaba, la calentaba. Que la elección no había sido azarosa. Lo deseaba.
Ya con las porongas enrojecidas y babeantes, le pregunté si quería que la coja yo, o que la cojamos ambos. Respondió que sólo yo. Se tumbó de espaldas en la cama y la comencé a montar, como si fuese una perra. La bombeaba aceleradamente y hasta el fondo, golpeaban mis bolas contra su enorme culo. Mientras, el flaco puso una silla al lado de la cama y comenzó a pajearse suavemente, luego de modo frenético. Ella lo miraba lascivamente, lo que me volvió loco. Le preguntó si quería que lo ayude. Él miró buscando mi aprobación, pero le dije que la jefa era ella, que yo era un simple partenaire. Acercó su chota gorda hasta la boca de mi chica, y comenzó a disfrutar de una terrible peteada.
Otra escena digna de retratar. Ella ahora estaba en cuatro, yo manoseaba su culo, veía su espalda, su cabeza girada hacia la pija de mi compañero de ocasión.
De repente me sacó de dentro suyo, y empujó a su amigo hacia el lugar que yo ya no ocupaba. Le pidió que se la entierre hasta el fondo, que quería sentir el grosor de esa verga en su interior.
La comenzó a coger, y la cara de placer intenso de mi novia era evidente, estaba extasiada. Comenzó a gritar. Yo había tomado el asiento del tipo, y ahora era yo quién se pajeaba alocadamente. Luego de unos pocos minutos, pude apreciar como ella acababa una y otra vez, como esa pija se había adueñado de su concha. Mi cabeza ya se encontraba irreversiblemente estallada, era un ser salvaje sin parámetros en los cuáles ladearme. Podía suceder cualquier cosa, la cuál yo iba a aceptar y respaldar, disfrutar. El chabón me podía decir en ese momento que iba a llamar a 10 amigos más a cojerse a mi novia que yo no tenía drama.
Ya ambos varones queríamos acabar, y ella rogaba desde hace minutos por la leche. Le pregunté dónde la quería. Quería ambos disparos en la cara, quería que le plastifiquemos el rostro.
Él dejó de cogerla, y le ordenó intempestivamente que se arrodillara en el medio de la casa a mamar y recibir la guasca.
Dicho y hecho. Ya los tres nos encontrábamos totalmente desnudos en el medio del comedor, nosotros erguidos ante su ser arrodillado y vejado. Su cara desencajada por el placer, su maquillaje totalmente corrido. Comenzó a chupar, aunque directamente parecía que lo que quería hacer era tragarse ambos pedazos de carne.
Yo le comencé a pegar cachetadas, primero débiles, luego más fuertes. Le decía que era una flor de puta, reventada, divina, que merecía esos dos guascazos que le estábamos por brindar.
Ordené que primero acabe él. Me corrí de la escena y vi como la cerda de mi novia rogaba por la leche del flaco que la recontra calentaba y la muy trola me había mantenido en secreto. Mientras, me preguntaba a mi mismo cuántas veces se habría colado los dedos pensando en esa verga, en esa leche, en atragantarse con ese falo, en ese momento de entrega. Recibió la tremenda descarga de guasca con devoción, pasaba las manos por su cara, desparramaba la leche en sus labios, en sus tetas, un poco en su culo, en sus muslos. La leche no dejaba de brotar de esa poronga cabezona, no quedó parte de su hermoso cuerpo sin cubrir por esa miel espesa. El chabón acabó por tumbarse agotado y desagotado en el piso, y yo automáticamente me levanté a dar mi ración a esa tremenda puta en la que se había convertido mi chica. Le ordené que se la trague. Metí mi pija en su boca, manché mi miembro de leche ajena, y comencé a sacar mi lechita de a borbotones. Glup, glup, glup.
Ya recomponiéndonos de la faena, le pregunté si le gustaría repetir. Me dijo que sí, y que era más: con mi permiso, quería acordar de que ella podría a cogerse a su amiguito cuando quisiera. Ok, permiso, deseo concedido.
Mi novia estaba finalmente harto satisfecha.
10 comentarios - Trío HMH con mi novia (Real)
Ya fue todo un avance que nos hayamos animado a esto, ¡veremos luego lo de las fotos!
¡Besos!