Y llegó el sábado. Ya me había repuesto de la última gran garchada que me pegó el pintor, por lo que tenía que cumplir con lo que le había prometido, hacerlo con él y sus ayudantes, todos juntos y revueltos... ni más ni menos.
Salí de la Compañía a la una en punto, para ir directamente al departamento de al lado. No subí por el ascensor sino por la escalera, descalza, con los zapatos en la mano, para no hacer ruido, caminando sigilosamente por el pasillo como una espía a punto de descubrir a su enemigo. Ya antes le había mandado un mensajito para que me dejara la puerta entreabierta.
"Ya estoy llegando, prepárense" le puse a modo de posdata.
"Ya estamos preparados" me contestó.
Ese "estamos" hizo que le metiera más pata todavía.
Si de pronto aparecía mi marido pensaba decirle que me dolían los pies, que por eso me había sacado los zapatos. Pero no apareció, por suerte. El también sale a la una, y a veces nos encontramos por el camino, pero ya le había avisado que me iba a tomar algo con las chicas.
-María cumple años- le había dicho esa misma mañana -y nos invitó a un brindis después del trabajo-
Mentira total, María había cumplido ya el mes pasado y el brindis pensaba hacerlo, sí, pero con leche y en el departamento de al lado.
Entré como una exhalación y cerré la puerta suavemente, no con un golpe, para no llamar la atención. Ya adentro, en medio de la sala, estaban los tres pintores, dos de ellos fumando con evidente impaciencia. Aunque ni siquiera me habían visto todavía, a los tres se les notaba cierta "tensión" debajo de los pantalones. Supongo que el hecho de saber que estaban a punto de celebrar una orgía (conmigo) los motivaba de una manera especial.
Ni bien entre me miraron como lo haría una jauría de machos alzados a una perra en celo, a punto de saltarme encima y clavarme los colmillos de su lujuria. Sin embargo fue mi pintor quien se me acercó primero, me tomó entre sus brazos y me besó con pasión, como si de verdad sintiera por mí algo parecido al amor y no una simple calentura.
-Veni, te presento a mis ayudantes- me dice tomándome de la mano y acercándome hacia donde están los otros, comiéndome (o cogiéndome, mejor dicho) con los ojos.
-Muchachos, conozcan a la vecina de al lado- me sorprendió que no dijera: "la puta de al lado", tal como me reconocía el -Viene a hacerme la despedida, así que vamos a tratarla como una minita como ella se merece-
Saludé a ambos con un beso en la mejilla, aunque sabía que muy pronto estaría echada a sus pies chupándoles la pija. Quedo de frente a ellos, mientras el pintor se coloca tras de mí y comienza a sobarme el culo.
-Vengan, no sean tímidos, aprovechen que está de oferta- les dice invitándolos a que también me metan mano.
No se hacen de rogar, enseguida los dos me avanzan y empiezan a manosearme sin control ni reparos. Al igual que con el pintor, tampoco hay nombres, solo son "los ayudantes". El ayudante 1 es el más joven, un morocho de unos veinte años, tal vez menos, me imagino que debe ser el aprendiz, es el primero en meter la mano por debajo de la falda de mi uniforme y encontrar el camino hacia la felicidad. Me mete los dedos y me explora por dentro, hurgando con entusiasmo los rincones más accesibles y los menos accesibles también.
El ayudante 2 es el más viejo de los tres, de unos 50 quizás, canoso, sin afeitar, de físico desgarbado y rostro enjuto, parece un cartonero. Obviamente no me resulta en lo absoluto atractivo, no es la clase de hombre que buscaría para echarme un polvo, pero ya que estoy en el baile... recibo sus besos como si fuera ambrosía para mis labios. Será feo y desaliñado, pero besa muy bien, eso hay que reconocerlo, así que mientras los otros dos se reparten mi cuerpo, cierro los ojos y me chuponeo con él en una forma por demás ávida y enloquecida. No nos damos tregua, al igual que no me la dan las manos de sus compañeros. Nos mordemos los labios, nos chupamos las lenguas, saboreamos la saliva del otro, hasta llega a lamerme la cara de tan pasado de rosca que está.
Entonces, en una verdadera muestra de cooperativismo sexual, empiezan a desvestirme, uno me quita el saco, otro me desprende la camisa, (haciendo saltar los botones por los aires), y el tercero me arranca el corpiño, haciendo que mis pechos salten hinchados y palpitantes, recibiendo un amontonamiento de manos que tratan de abarcar todo ese rotundo despliegue mamario. Por suerte tengo tetas grandes, así que hay para todos, para que me las toquen, acaricien, aprieten, chupen, besen, muerdan, y hagan todo lo que se les antoje.
En un momento dado el pintor se aparta, dejando que los otros dos se ocupen de mí, dedicándose a contemplar desde otra perspectiva ese espectáculo que él mismo ha armado.
El más viejo (el viejo feo) me escupe una teta y esparce la saliva con la lengua alrededor de todo mi pecho. El otro me chupa el pezón de la otra teta, y lo retuerce entre sus dientes, arrancándome suaves quejidos de dolor y placer. Mientras me chupan y succionan, sus manos no se detienen, recorriendo todo mi cuerpo como si de una zona liberada se tratase. Con unos pocos movimientos me sacan el resto de la ropa, dejándome completamente desnuda entre medio de ambos. Se sitúa uno de cada lado, intimidantes, lascivos, perversos, no dicen nada pero ya sé lo que tengo que hacer: ponerme de rodillas.
Parado uno de cada lado, desabrochan sus respectivos pantalones, pelando al mismo tiempo unas sendas y vibrantes erecciones que me impactan no solo por su forma, tamaño y volumen, sino también por el olor que despiden, intenso, penetrante, afrodisiaco. El que más me sorprende es el viejo, el que parece linyera, ya que pese a su físico esmirriado, posee una verga que ni dormida pasa desapercibida. Desde ya es mucho más grande que la del ayudante 1, e incluso supera holgadamente a la del pintor, lo cual ya es mucho decir. Es la primera que me pongo a chupar, claro, prendiéndome de ella con las dos manos, como un náufrago lo haría de una tabla salvadora. Mis manos están una delante de la otra, y aun así sobra un buen pedazo, pedazo que saboreo con irrefrenable avidez, llenándome la boca con esa deliciosa carne en tubo que amenaza con sacarle ampollas a mis labios. El otro ayudante me reclama un poco de atención tocándome en el hombro, me giro, le doy una chupadita, y vuelvo con la del viejo, aunque manteniendo a la otra contenta con una buena pajeada. Desde un rincón cercano, mi pintor observa fascinado la escena, él también con los pantalones bajos, meneándose la pija con un ritmo lento aunque sostenido, se le nota en la cara que está disfrutando el espectáculo.
Dejo un rato la del viejo y me pongo a chupar la del joven, que tampoco está nada mal, debo decir, lo que pasa es que en un imaginario podio de pijas, queda tercera y lejos. Aun así se la chupo como si fuera la más rica, la mejor, metiéndome todo su volumen casi hasta la tráquea. La de él si me la puedo comer toda, la otra me rompería la garganta. Aunque tienen sus diferencias no quiero desairar a ninguna, así que voy de una a otra con igual entusiasmo, se la chupo al viejo y vuelvo a la del joven, se la chupo al joven y vuelvo a la del viejo, así una y otra vez, mezclando en mi boca los dos sabores. Me gustaría chupársela también a mi pintor, pero se mantiene alejado, como si fuera el privilegiado espectador de una película porno que se está filmando solo para él.
Al rato los dos se ponen de acuerdo y tirando de mis brazos me levantan y me llevan hacia una de las habitaciones. Mientras atravesamos el pasillo no se privan de acariciarme el culo, ni yo de sobarles las pijas, caminando aferrada a ellas como si de sostenerlas dependiera mi equilibrio.
El pintor nos sigue por detrás, atendiéndose él solo, complacido con lo que ve desde la retaguardia. En la habitación en cuestión tienen preparada una especie de cama de cartón, sobre la cual el ayudante 1 se echa de espalda invitándome a seguir disfrutando de la textura y rigidez de su poronga. ¿Cómo negarme? Me pongo en cuatro, echada sobre sus piernas, y comienzo a lamerle el escroto, palpando con la lengua la turgencia de sus huevos hinchados y endurecidos. Por un momento me olvido de los otros dos y me concentro en saborear todo ese despliegue de testosterona que se extiende frente a mí. Bajo con la lengua hacia el ano y se lo punteo suavemente, apenas lo suficiente como para provocarle una sacudida. Vuelvo hacia arriba y le devoro los huevos, me los meto de lleno en la boca, masticando esa incitante ebullición que parece derretirse en mi paladar.
En ese momento siento que alguien me sujeta de la cadera, es el viejo, el que parece cartonero, que se sitúa tras de mí, por un momento pienso que ya está listo para cogerme, por lo que me preparo para recibir su verga, pero lo que siento es su lengua deslizándose a lo largo de toda mi raya. Con una habilidad inesperada me chupa culo y concha al unísono, me escupe varias veces y esparce la saliva para mezclarla con el abundante jugo que me sale de adentro. La barba de días que le cubre casi toda la cara me produce unas cosquillas deliciosas, por lo que me veo obligada a soltar los huevos del Ayudante 1 y reírme. Entonces se aleja, por un momento me quedo desconcertada ya que no se adonde se ha ido, así que vuelvo a la degustación testicular que había dejado interrumpida, hasta que me estremezco al sentir la cabeza de su verga apoyándose en las puertas de mi concha. Aunque tiene un preservativo puesto, la siento caliente y en ebullición. Dejo lo que estoy mascando y me concentro en las sensaciones que me transmite a través de esa plenipotenciaria tubería. Me la mete y no puedo reprimir un profundo y excitado jadeo al tenerla adentro. Vuelve a sostenerme de la cadera, con las dos manos, firmemente, y empieza a cogerme, retumbando con cada golpe hasta en los rincones más profundos de mi complacida conchita.
-¡Ahhhhh... ahhhhh... ahhhhh...!- mis gemidos acompañan cada mete y saca, delatando lo bien que me vienen esos bombeos.
Resulta toda una sorpresa el Ayudante 2, así tal cual es, desgarbado, enclenque, con más pinta de indigente que de ayudante de pintor, me coge divinamente, alternando los ritmos y hasta los ángulos por donde me la clava.
-¡Ohhhh... siiiiii... siiiiiiii... ahhhhhh... ahhhhhhhh...!- exclamo, sin poder evitar que todo mi cuerpo se estremezca y vibre en torno a esa trepanadora herramienta que me taladra hasta el infinito y más allá.
Me gustaría dedicarme solo a ese pintor, estar a solas con él y disfrutarlo con todos mis sentidos, pero la pija que se alza frente a mi requiere también algo de atención, así que vuelvo a chuparla con todas mis ganas, conteniendo ahora si una por delante y otra por detrás, las dos en el pináculo de su dureza y erección.
De a ratos tengo que soltar la que tengo en la boca para liberar un "Ohhhh..." o un "Ahhhh..." que me arranca la que tengo clavada en la concha, aunque enseguida me la vuelvo a comer con mayor énfasis todavía, golpeándome la garganta con la punta cada vez que el viejo me empuja con todas sus fuerzas desde atrás. Estamos un rato así, gimiendo, jadeando, disfrutando, hasta que el viejo sale de mi interior con un ruido como si se destapara una cañería, me levanta de un tirón y me vuelve a besar en la boca, con lengua y todo. La concha me chorrea, así que miro al Ayudante 1 que ya se está poniendo el correspondiente preservativo, y aun echado de espalda sobre los cartones, espera ansioso por mí. Me le siento encima, de espaldas a él, pero de frente al pintor, mi pintor, que sigue obstinadamente alejado, sin amagar siquiera a participar. Me clavo la pija de su aprendiz en la concha, y de cuclillas empiezo a moverme arriba y abajo, haciendo que las tetas se me sacudan al ritmo de la cabalgata, ahora son dos los que se mantienen a la expectativa mientras yo me deslizo a lo largo de ese tronco nervudo que me hace transpirar de puro placer. Miro la pija del ayudante más viejo, todavía con el forro puesto y la boca se me hace agua, con el índice de la mano derecha le digo que se me acerque, así lo hace, plantándose ante mí con su erección al límite del desgarro, le saco el forro y sin dejar de mecerme sobre la poronga de su compañero, se la chupeteo como si quisiera sacarle lustre.
-¡Mmmm... ahhhh... mmmm... ahhhh...!- por abajo y por arriba disfruto de dos suculentos portentos viriles que me colman de glorificantes sensaciones.
Pero aun quiero más, mucho más, la concha me palpita, me late de ganas, aunque tengo la del más joven bien clavada adentro, quiero la del viejo, la quiero en mí, así que me pongo en el culo la del aprendiz y recostándome sobre su pecho, me abro de piernas, dejando bien expuesta mi herida natural, mojada y enrojecida, con los labios hinchados y estirados como si fueran las orejas del Topo Gigio.
Me chupo los dedos y con ellos me acaricio el clítoris que ya está a punto de explotar, lo miro al viejo y le sonrío, ni tengo que decirle lo que estoy queriendo. Se pone otro forro y con una cara de pervertido total viene hacia mí, se escupe en la mano y se esparce la saliva por toda la verga, no creo que haga falta lubricación alguna, ya que estoy tan mojada que me entraría hasta la de un burro, aun así resulta de lo más excitante ese gesto.
La sensación de que te metan otra pija, teniendo ya una adentro es algo francamente indescriptible, no sé cómo transmitir eso que se siente cuando te cogen de a dos, algo no tan habitual en mí, ya que estaba disfrutando de apenas la segunda experiencia de este tipo. Antes con dos pendejos en la casa de la vecina de mi vieja en San Justo y ahora con estos ayudantes de pintor... y todavía había un tercero esperando en gateras... jaja.
Cuando el viejo me la mete y empieza a moverse, el aprendiz se mueve también. (Aprendiz en cuanto a pintura, eh, porque en lo referente al garche es todo un diplomado). Los dos me atraviesan culo y concha con una sincronía perfecta, los dos entran, los dos salen, y mis agujeros felices, disfrutando a mas no poder de aquel exceso de testosterona que me sumerge en un limbo extático del cual ya no quiero salir. Hasta me olvido del pintor en ese momento, solo existen para mi esos dos serruchadores que me llenan de carne en barra, que me cogen y culean al unísono, reventándome por detrás y por delante con una fuerza animal y primigenia. Estallo entre los dos, me deshago en un polvo pletórico de suspiros y exclamaciones, pero ellos siguen y siguen, me estremezco y hasta convulsiono entre sus cuerpos, pero así y todo no me dan tregua.
Manejándome como a un peso inerte, me dan la vuelta, o al menos eso es lo que imagino, ya que no tengo conciencia de haberme volteado por mí misma, cuando quise darme cuenta estaba montada sobre el aprendiz, recibiendo ahora al veterano por el culo, con todo lo que eso significa, dada cuenta del tamaño que se manda. El ojete se me abre como en un bostezo cada vez que me la manda hasta el fondo, si por la boca y la concha ya me parecía grande, por el culo me resulta gigantesca, pero me entra, y me entra toda, lo cual ya de por si resulta bastante meritorio de mi parte.
El aprendiz es el primero en acabar, rebalsando prácticamente el forro con una más que abundante descarga, en tanto el viejo sigue culeándome, ahora a su propio ritmo, martillándome el culo en una forma despiadada y enloquecida. La deserción de su compañero me ha dejado a su merced, lo que me estimula mucho más todavía... y por lo visto (y sentido) a él también.
Teniéndome todavía en cuatro me agarra de los brazos y me los tira hacia atrás, haciéndome arquear la espalda, de modo que su verga (¡vergazo!) parece encontrar una mayor profundidad para seguir recorriendo.
Arremete con todo, sacudiéndome hasta el huesito dulce, tanto que las lolas se me bambolean de un lado a otro, el pelo se me alborota, y los ojitos me saltan como bolitas... me tiene ensartada desde atrás y no pretende liberarme, yo tampoco quiero que me suelte debo decir, por eso empujo hacia atrás como buscando meterme sus bolas también. PLAP... PLAP... PLAP... el choque de los cuerpos resulta escandaloso y ensordecedor, no quiero ni imaginarme la cantidad de marcas y moretones que a esa altura ya debo tener en la piel.
-¡Ahhhhhh... así puta... ahhhhhhh... si... que culito más goloso tenés, me la vas a arrancar de raíz...!- me dice mientras me la entierra hasta el fondo y dejándola ahí guardadita, acaba en una cacofónica explosión de gemidos y jadeos.
Siento el torrente de leche impactando contra el látex, poniendo a prueba la capacidad de contención del preservativo.
"Espero que resista, pienso, porque si no este me hace trillizos".
Cuando me la saca y me deja ahí tirada, me siento más expuesta que nunca. Recontra cogida, recontra culeada, abusada en todos los sentidos, por primera vez en mucho tiempo siento vergüenza de mí misma, más aun cuando el pintor se acerca y entre groseras exclamaciones me acaba encima, provocando una carcajada general.
-¡Tomá puta, te lo ganaste...!- me dice soltando lechazo tras lechazo, y agarrándome bruscamente de la pera con una mano me obliga a abrir la boca para que me trague buena parte de su eyaculación.
Me toma por sorpresa, por lo que me ahogo y hasta me dan arcadas, lo que provoca más risas todavía. No soy de ser pudorosa en esos momentos, pero sus miradas, los comentarios despectivos que hacen entre ellos, las sonrisas burlonas, todo me sensibiliza de una manera especial. De repente tengo ganas de ir al baño, y es que tanta pija en el culo resulta imposible de soportar sin sus consecuencias posteriores. Tengo el agujero del culo tan abierto, tan dilatado, que lo que hago me sale como por un tubo.
Todavía adolorida y con las piernas flaqueándome, me levanto del inodoro, me lavo la cara, me enjuago la boca y vuelvo al cuarto en donde los tres siguen en bolas, con evidentes intenciones de seguir con la fiesta. El pintor y el aprendiz, aún están a medio recuperar, en cambio el veterano, el que me había sorprendido tan gratamente, ya está armado y dispuesto, meneándosela ostentosamente.
-¡Ni hace cinco minutos que acabaste!- le digo entre sorprendida y admirada.
-No creo que ni en mil años vuelva a estar con una mina como vos, así que quiero aprovechar cada momento- me confiesa.
Aquello me resulta un piropazo, así que me le acerco y poniéndome en puntas de pie para alcanzarlo, lo beso en forma jugosa y efusiva, a la vez que se la agarro con una mano y empiezo a pajearlo, conteniendo con todos mis dedos ese pedazo de concreto que late como si tuviera vida propia. Me desprendo de sus labios solo para bajar y ponerme de rodillas ante él, besándole todo el glande, hinchado, mojado, caliente, humedeciendo mis labios en el dulce néctar que fluye del agujero de la punta.
-¡Aaaaahhhhhhh...!- se estremece cuando presiono mis labios en torno a tan macizo volumen.
Se la chupo con ganas, con deleite, apretándole los huevos, sintiendo la balsámica ebullición crepitando en su interior.
-¡Mmmmm... mmmmm... mmmmm...!- se la chupo, se la beso, se la lamo, se la relamo, hasta se la muerdo, deslizándome varias veces a lo largo y ancho de aquel fruto celestial, saboreándolo en toda su extensión.
Hago buches con la salobre mezcla de su fluido preseminal y mi saliva, se la escupo encima y la esparzo por todo el lomo de su pija. Me la como y se la sigo chupando, mamándosela a full, atragantándome de carne, sin tomarme ni un respiro. Un rejunte de baba y leche me chorrea por la comisura de los labios y el mentón, pero le sigo dando, CHUP-CHUP-CHUP, la carne venosa y macerada me hincha las mejillas cada vez que me la mando hasta lo más profundo de la garganta. Me la saco entonces de la boca, toda babeada y entumecida, le doy una última lamida y hago que se acueste de espalda sobre los cartones que ellos mismos amontonaron en el suelo. La pija le hierve de calentura, yo misma le pongo el forro sintiendo como vibra y se estremece entre mis dedos. Le extiendo el látex a todo lo largo y me le subo encima, levanto primero una pierna, pasándola por encima de su cuerpo, y me acomodo la pija justo a la entrada de mi concha, entre mis labios hinchados, sentándome de a poco, disfrutando pedazo a pedazo esa porción de hombría que parece llenarme hasta el último rincón del cuerpo.
-¡Ahhhhhhhhh...!- gimo, me estremezco al tenerlo todo adentro, vivo, palpitante, cargado de testosterona.
Cierro los ojos, abro la boca y aguanto las embestidas que empieza a aplicarme desde abajo. Bien sujeto de mis nalgas, empuja con fiereza, metiéndomela hasta los pelos, sacudiéndome toda a puro garche. En eso siento que me meten un dedo en el culo, no es él porque sus manos están bien aferradas a mi traste, moviéndome en torno a su utilitaria herramienta. Es mi pintor, quien, en carrera nuevamente, decide sumarse a la acción. Me saca el dedo y me mete la pija, un grito furibundo de placer atrona mi garganta, tener esas dos pijas dentro es... TOO MUCH... Quiero gritar, aullar, expresar libremente lo que siento, pero... no puedo, una tercera pija, la del aprendiz, me llena la boca, quizás no la tenga tan grande como sus compañeros de orgía, pero si lo suficiente como para mantenerme callada mientras los otros dos me cogen y culean a mansalva. Estoy hasta el tope, colmada de vergas, con todos los agujeros rebosantes de carne. Aunque se unió recién al final, el aprendiz es el primero en acabar, llenándome la garganta con su esperma. Estoy tragándome todavía la acabada del aprendiz, cuando el pintor lo sigue entre excitados gruñidos, siento su leche derramándose por mi espalda y parte de mi cola, me quedo solo con el Ayudante 2, el viejo, el veterano, pero así y todo, el que mejor coge de los tres. Empapada de leche como estoy me muevo encima de él, oscilando mis caderas en torno a esa supremacía viril que repercute hasta en mis interiores más profundos.
-¡Ahhhh... si... si... ahhhhh...!- la Gloria hecha carne, eso es lo que siento dentro de mí, perforándome, taladrándome, llenándome de plácida satisfacción.
Acabamos juntos, deshaciéndonos al unísono en una catarata de gemidos y jadeos, siento la explosión, el impacto apenas contenido por el látex del preservativo y me desarmo entre sus brazos. Nos quedamos un rato así, recuperando de a poco el aliento, entonces nos miramos y nos reímos. Los otros dos también se ríen, no sé de qué, pero por un momento, después de los gemidos, jadeos y hasta gritos de placer, todo es risa en el departamento.
De nuevo voy al baño, me miro en el espejo y... estoy hecha un desastre, parece como si me hubiera pasado un camión por encima... bueno, no un camión, me digo a mi misma, sino ¡¡¡3 camiones!!!, con acoplado y todo. Me arreglo de la mejor manera posible, después de todo no puedo llegar a casa con esa facha. Voy a la sala, en donde mi ropa esta tirada por todos lados. La levanto y comienzo a vestirme, los pintores van apareciendo de a uno, todavía en bolas, acusando entre las piernas las secuelas de la batalla reciente.
-¿Ya te vas?- me pregunta el más viejo.
-¿Qué? ¿Te da todavía para más?- le replico sonriente.
-A ese culito, mami, le estaría dando hasta Navidad, pero del año que viene- me retruca.
Saco de mi bolso el celular y miro la hora.
-Es una oferta tentadora, pero... me tengo que ir, ya son casi las seis, en mi casa deben estar preocupados- le digo.
Termino de darme un último retoque y me despido de ellos dándole un pico a cada uno.
-Te vas bien cogidita, ¿no?- me dice el pintor.
-...y culeadita- le confirmo desde la puerta palmeándome yo misma la cola.
Salgo del departamento y desde el pasillo escucho sus risas y un: "Tremenda putaza resultó la vecina".
Tratando de aparentar la mayor naturalidad posible, entro a mi casa y saludo a mi marido y a mi suegra que están en la sala.
-¿Y? ¿Cómo estuvo el cumple?- me pregunta mi marido.
-Fue solo un brindis, pero... ya sabes, cuando las mujeres nos ponemos a hablar no hay quien nos pare- le digo.
-¿Estas bien? Se te nota un poquito decaída- interviene mi queridísima suegra.
-¿Le parece suegrita? Y... considerando que me acaban de coger entre tres, es un milagro que no esté en coma 4-
Por supuesto que no le digo eso, sino:
-Sí, la verdad que un poquito mal me siento, por eso me vine antes, debe ser que me estoy por engripar-
-Acostate bebe- me dice el dulce de mi marido besándome la frente -No te preocupes que yo me ocupo del Ro, vos descansa que más tarde te llevo un tecito-
-Sí, va a ser lo mejor- coincido -Gracias, sos un amor-
No me acuesto, sino que me derrumbo en mi cama, no solo estoy agotada, sino que hasta me duelen las articulaciones, por estar tanto tiempo de rodillas, en cuatro, o con las piernas abiertas, pero nada de eso se compara a como me arde el culo. Que te la meta uno, vaya y pase, pero que tres tipos te hagan el orto, obvio que quedan secuelas. Antes de dormirme me aplico una cremita, por lo menos para calmar momentáneamente esa molestia. Mañana ya será otro día.
Salí de la Compañía a la una en punto, para ir directamente al departamento de al lado. No subí por el ascensor sino por la escalera, descalza, con los zapatos en la mano, para no hacer ruido, caminando sigilosamente por el pasillo como una espía a punto de descubrir a su enemigo. Ya antes le había mandado un mensajito para que me dejara la puerta entreabierta.
"Ya estoy llegando, prepárense" le puse a modo de posdata.
"Ya estamos preparados" me contestó.
Ese "estamos" hizo que le metiera más pata todavía.
Si de pronto aparecía mi marido pensaba decirle que me dolían los pies, que por eso me había sacado los zapatos. Pero no apareció, por suerte. El también sale a la una, y a veces nos encontramos por el camino, pero ya le había avisado que me iba a tomar algo con las chicas.
-María cumple años- le había dicho esa misma mañana -y nos invitó a un brindis después del trabajo-
Mentira total, María había cumplido ya el mes pasado y el brindis pensaba hacerlo, sí, pero con leche y en el departamento de al lado.
Entré como una exhalación y cerré la puerta suavemente, no con un golpe, para no llamar la atención. Ya adentro, en medio de la sala, estaban los tres pintores, dos de ellos fumando con evidente impaciencia. Aunque ni siquiera me habían visto todavía, a los tres se les notaba cierta "tensión" debajo de los pantalones. Supongo que el hecho de saber que estaban a punto de celebrar una orgía (conmigo) los motivaba de una manera especial.
Ni bien entre me miraron como lo haría una jauría de machos alzados a una perra en celo, a punto de saltarme encima y clavarme los colmillos de su lujuria. Sin embargo fue mi pintor quien se me acercó primero, me tomó entre sus brazos y me besó con pasión, como si de verdad sintiera por mí algo parecido al amor y no una simple calentura.
-Veni, te presento a mis ayudantes- me dice tomándome de la mano y acercándome hacia donde están los otros, comiéndome (o cogiéndome, mejor dicho) con los ojos.
-Muchachos, conozcan a la vecina de al lado- me sorprendió que no dijera: "la puta de al lado", tal como me reconocía el -Viene a hacerme la despedida, así que vamos a tratarla como una minita como ella se merece-
Saludé a ambos con un beso en la mejilla, aunque sabía que muy pronto estaría echada a sus pies chupándoles la pija. Quedo de frente a ellos, mientras el pintor se coloca tras de mí y comienza a sobarme el culo.
-Vengan, no sean tímidos, aprovechen que está de oferta- les dice invitándolos a que también me metan mano.
No se hacen de rogar, enseguida los dos me avanzan y empiezan a manosearme sin control ni reparos. Al igual que con el pintor, tampoco hay nombres, solo son "los ayudantes". El ayudante 1 es el más joven, un morocho de unos veinte años, tal vez menos, me imagino que debe ser el aprendiz, es el primero en meter la mano por debajo de la falda de mi uniforme y encontrar el camino hacia la felicidad. Me mete los dedos y me explora por dentro, hurgando con entusiasmo los rincones más accesibles y los menos accesibles también.
El ayudante 2 es el más viejo de los tres, de unos 50 quizás, canoso, sin afeitar, de físico desgarbado y rostro enjuto, parece un cartonero. Obviamente no me resulta en lo absoluto atractivo, no es la clase de hombre que buscaría para echarme un polvo, pero ya que estoy en el baile... recibo sus besos como si fuera ambrosía para mis labios. Será feo y desaliñado, pero besa muy bien, eso hay que reconocerlo, así que mientras los otros dos se reparten mi cuerpo, cierro los ojos y me chuponeo con él en una forma por demás ávida y enloquecida. No nos damos tregua, al igual que no me la dan las manos de sus compañeros. Nos mordemos los labios, nos chupamos las lenguas, saboreamos la saliva del otro, hasta llega a lamerme la cara de tan pasado de rosca que está.
Entonces, en una verdadera muestra de cooperativismo sexual, empiezan a desvestirme, uno me quita el saco, otro me desprende la camisa, (haciendo saltar los botones por los aires), y el tercero me arranca el corpiño, haciendo que mis pechos salten hinchados y palpitantes, recibiendo un amontonamiento de manos que tratan de abarcar todo ese rotundo despliegue mamario. Por suerte tengo tetas grandes, así que hay para todos, para que me las toquen, acaricien, aprieten, chupen, besen, muerdan, y hagan todo lo que se les antoje.
En un momento dado el pintor se aparta, dejando que los otros dos se ocupen de mí, dedicándose a contemplar desde otra perspectiva ese espectáculo que él mismo ha armado.
El más viejo (el viejo feo) me escupe una teta y esparce la saliva con la lengua alrededor de todo mi pecho. El otro me chupa el pezón de la otra teta, y lo retuerce entre sus dientes, arrancándome suaves quejidos de dolor y placer. Mientras me chupan y succionan, sus manos no se detienen, recorriendo todo mi cuerpo como si de una zona liberada se tratase. Con unos pocos movimientos me sacan el resto de la ropa, dejándome completamente desnuda entre medio de ambos. Se sitúa uno de cada lado, intimidantes, lascivos, perversos, no dicen nada pero ya sé lo que tengo que hacer: ponerme de rodillas.
Parado uno de cada lado, desabrochan sus respectivos pantalones, pelando al mismo tiempo unas sendas y vibrantes erecciones que me impactan no solo por su forma, tamaño y volumen, sino también por el olor que despiden, intenso, penetrante, afrodisiaco. El que más me sorprende es el viejo, el que parece linyera, ya que pese a su físico esmirriado, posee una verga que ni dormida pasa desapercibida. Desde ya es mucho más grande que la del ayudante 1, e incluso supera holgadamente a la del pintor, lo cual ya es mucho decir. Es la primera que me pongo a chupar, claro, prendiéndome de ella con las dos manos, como un náufrago lo haría de una tabla salvadora. Mis manos están una delante de la otra, y aun así sobra un buen pedazo, pedazo que saboreo con irrefrenable avidez, llenándome la boca con esa deliciosa carne en tubo que amenaza con sacarle ampollas a mis labios. El otro ayudante me reclama un poco de atención tocándome en el hombro, me giro, le doy una chupadita, y vuelvo con la del viejo, aunque manteniendo a la otra contenta con una buena pajeada. Desde un rincón cercano, mi pintor observa fascinado la escena, él también con los pantalones bajos, meneándose la pija con un ritmo lento aunque sostenido, se le nota en la cara que está disfrutando el espectáculo.
Dejo un rato la del viejo y me pongo a chupar la del joven, que tampoco está nada mal, debo decir, lo que pasa es que en un imaginario podio de pijas, queda tercera y lejos. Aun así se la chupo como si fuera la más rica, la mejor, metiéndome todo su volumen casi hasta la tráquea. La de él si me la puedo comer toda, la otra me rompería la garganta. Aunque tienen sus diferencias no quiero desairar a ninguna, así que voy de una a otra con igual entusiasmo, se la chupo al viejo y vuelvo a la del joven, se la chupo al joven y vuelvo a la del viejo, así una y otra vez, mezclando en mi boca los dos sabores. Me gustaría chupársela también a mi pintor, pero se mantiene alejado, como si fuera el privilegiado espectador de una película porno que se está filmando solo para él.
Al rato los dos se ponen de acuerdo y tirando de mis brazos me levantan y me llevan hacia una de las habitaciones. Mientras atravesamos el pasillo no se privan de acariciarme el culo, ni yo de sobarles las pijas, caminando aferrada a ellas como si de sostenerlas dependiera mi equilibrio.
El pintor nos sigue por detrás, atendiéndose él solo, complacido con lo que ve desde la retaguardia. En la habitación en cuestión tienen preparada una especie de cama de cartón, sobre la cual el ayudante 1 se echa de espalda invitándome a seguir disfrutando de la textura y rigidez de su poronga. ¿Cómo negarme? Me pongo en cuatro, echada sobre sus piernas, y comienzo a lamerle el escroto, palpando con la lengua la turgencia de sus huevos hinchados y endurecidos. Por un momento me olvido de los otros dos y me concentro en saborear todo ese despliegue de testosterona que se extiende frente a mí. Bajo con la lengua hacia el ano y se lo punteo suavemente, apenas lo suficiente como para provocarle una sacudida. Vuelvo hacia arriba y le devoro los huevos, me los meto de lleno en la boca, masticando esa incitante ebullición que parece derretirse en mi paladar.
En ese momento siento que alguien me sujeta de la cadera, es el viejo, el que parece cartonero, que se sitúa tras de mí, por un momento pienso que ya está listo para cogerme, por lo que me preparo para recibir su verga, pero lo que siento es su lengua deslizándose a lo largo de toda mi raya. Con una habilidad inesperada me chupa culo y concha al unísono, me escupe varias veces y esparce la saliva para mezclarla con el abundante jugo que me sale de adentro. La barba de días que le cubre casi toda la cara me produce unas cosquillas deliciosas, por lo que me veo obligada a soltar los huevos del Ayudante 1 y reírme. Entonces se aleja, por un momento me quedo desconcertada ya que no se adonde se ha ido, así que vuelvo a la degustación testicular que había dejado interrumpida, hasta que me estremezco al sentir la cabeza de su verga apoyándose en las puertas de mi concha. Aunque tiene un preservativo puesto, la siento caliente y en ebullición. Dejo lo que estoy mascando y me concentro en las sensaciones que me transmite a través de esa plenipotenciaria tubería. Me la mete y no puedo reprimir un profundo y excitado jadeo al tenerla adentro. Vuelve a sostenerme de la cadera, con las dos manos, firmemente, y empieza a cogerme, retumbando con cada golpe hasta en los rincones más profundos de mi complacida conchita.
-¡Ahhhhh... ahhhhh... ahhhhh...!- mis gemidos acompañan cada mete y saca, delatando lo bien que me vienen esos bombeos.
Resulta toda una sorpresa el Ayudante 2, así tal cual es, desgarbado, enclenque, con más pinta de indigente que de ayudante de pintor, me coge divinamente, alternando los ritmos y hasta los ángulos por donde me la clava.
-¡Ohhhh... siiiiii... siiiiiiii... ahhhhhh... ahhhhhhhh...!- exclamo, sin poder evitar que todo mi cuerpo se estremezca y vibre en torno a esa trepanadora herramienta que me taladra hasta el infinito y más allá.
Me gustaría dedicarme solo a ese pintor, estar a solas con él y disfrutarlo con todos mis sentidos, pero la pija que se alza frente a mi requiere también algo de atención, así que vuelvo a chuparla con todas mis ganas, conteniendo ahora si una por delante y otra por detrás, las dos en el pináculo de su dureza y erección.
De a ratos tengo que soltar la que tengo en la boca para liberar un "Ohhhh..." o un "Ahhhh..." que me arranca la que tengo clavada en la concha, aunque enseguida me la vuelvo a comer con mayor énfasis todavía, golpeándome la garganta con la punta cada vez que el viejo me empuja con todas sus fuerzas desde atrás. Estamos un rato así, gimiendo, jadeando, disfrutando, hasta que el viejo sale de mi interior con un ruido como si se destapara una cañería, me levanta de un tirón y me vuelve a besar en la boca, con lengua y todo. La concha me chorrea, así que miro al Ayudante 1 que ya se está poniendo el correspondiente preservativo, y aun echado de espalda sobre los cartones, espera ansioso por mí. Me le siento encima, de espaldas a él, pero de frente al pintor, mi pintor, que sigue obstinadamente alejado, sin amagar siquiera a participar. Me clavo la pija de su aprendiz en la concha, y de cuclillas empiezo a moverme arriba y abajo, haciendo que las tetas se me sacudan al ritmo de la cabalgata, ahora son dos los que se mantienen a la expectativa mientras yo me deslizo a lo largo de ese tronco nervudo que me hace transpirar de puro placer. Miro la pija del ayudante más viejo, todavía con el forro puesto y la boca se me hace agua, con el índice de la mano derecha le digo que se me acerque, así lo hace, plantándose ante mí con su erección al límite del desgarro, le saco el forro y sin dejar de mecerme sobre la poronga de su compañero, se la chupeteo como si quisiera sacarle lustre.
-¡Mmmm... ahhhh... mmmm... ahhhh...!- por abajo y por arriba disfruto de dos suculentos portentos viriles que me colman de glorificantes sensaciones.
Pero aun quiero más, mucho más, la concha me palpita, me late de ganas, aunque tengo la del más joven bien clavada adentro, quiero la del viejo, la quiero en mí, así que me pongo en el culo la del aprendiz y recostándome sobre su pecho, me abro de piernas, dejando bien expuesta mi herida natural, mojada y enrojecida, con los labios hinchados y estirados como si fueran las orejas del Topo Gigio.
Me chupo los dedos y con ellos me acaricio el clítoris que ya está a punto de explotar, lo miro al viejo y le sonrío, ni tengo que decirle lo que estoy queriendo. Se pone otro forro y con una cara de pervertido total viene hacia mí, se escupe en la mano y se esparce la saliva por toda la verga, no creo que haga falta lubricación alguna, ya que estoy tan mojada que me entraría hasta la de un burro, aun así resulta de lo más excitante ese gesto.
La sensación de que te metan otra pija, teniendo ya una adentro es algo francamente indescriptible, no sé cómo transmitir eso que se siente cuando te cogen de a dos, algo no tan habitual en mí, ya que estaba disfrutando de apenas la segunda experiencia de este tipo. Antes con dos pendejos en la casa de la vecina de mi vieja en San Justo y ahora con estos ayudantes de pintor... y todavía había un tercero esperando en gateras... jaja.
Cuando el viejo me la mete y empieza a moverse, el aprendiz se mueve también. (Aprendiz en cuanto a pintura, eh, porque en lo referente al garche es todo un diplomado). Los dos me atraviesan culo y concha con una sincronía perfecta, los dos entran, los dos salen, y mis agujeros felices, disfrutando a mas no poder de aquel exceso de testosterona que me sumerge en un limbo extático del cual ya no quiero salir. Hasta me olvido del pintor en ese momento, solo existen para mi esos dos serruchadores que me llenan de carne en barra, que me cogen y culean al unísono, reventándome por detrás y por delante con una fuerza animal y primigenia. Estallo entre los dos, me deshago en un polvo pletórico de suspiros y exclamaciones, pero ellos siguen y siguen, me estremezco y hasta convulsiono entre sus cuerpos, pero así y todo no me dan tregua.
Manejándome como a un peso inerte, me dan la vuelta, o al menos eso es lo que imagino, ya que no tengo conciencia de haberme volteado por mí misma, cuando quise darme cuenta estaba montada sobre el aprendiz, recibiendo ahora al veterano por el culo, con todo lo que eso significa, dada cuenta del tamaño que se manda. El ojete se me abre como en un bostezo cada vez que me la manda hasta el fondo, si por la boca y la concha ya me parecía grande, por el culo me resulta gigantesca, pero me entra, y me entra toda, lo cual ya de por si resulta bastante meritorio de mi parte.
El aprendiz es el primero en acabar, rebalsando prácticamente el forro con una más que abundante descarga, en tanto el viejo sigue culeándome, ahora a su propio ritmo, martillándome el culo en una forma despiadada y enloquecida. La deserción de su compañero me ha dejado a su merced, lo que me estimula mucho más todavía... y por lo visto (y sentido) a él también.
Teniéndome todavía en cuatro me agarra de los brazos y me los tira hacia atrás, haciéndome arquear la espalda, de modo que su verga (¡vergazo!) parece encontrar una mayor profundidad para seguir recorriendo.
Arremete con todo, sacudiéndome hasta el huesito dulce, tanto que las lolas se me bambolean de un lado a otro, el pelo se me alborota, y los ojitos me saltan como bolitas... me tiene ensartada desde atrás y no pretende liberarme, yo tampoco quiero que me suelte debo decir, por eso empujo hacia atrás como buscando meterme sus bolas también. PLAP... PLAP... PLAP... el choque de los cuerpos resulta escandaloso y ensordecedor, no quiero ni imaginarme la cantidad de marcas y moretones que a esa altura ya debo tener en la piel.
-¡Ahhhhhh... así puta... ahhhhhhh... si... que culito más goloso tenés, me la vas a arrancar de raíz...!- me dice mientras me la entierra hasta el fondo y dejándola ahí guardadita, acaba en una cacofónica explosión de gemidos y jadeos.
Siento el torrente de leche impactando contra el látex, poniendo a prueba la capacidad de contención del preservativo.
"Espero que resista, pienso, porque si no este me hace trillizos".
Cuando me la saca y me deja ahí tirada, me siento más expuesta que nunca. Recontra cogida, recontra culeada, abusada en todos los sentidos, por primera vez en mucho tiempo siento vergüenza de mí misma, más aun cuando el pintor se acerca y entre groseras exclamaciones me acaba encima, provocando una carcajada general.
-¡Tomá puta, te lo ganaste...!- me dice soltando lechazo tras lechazo, y agarrándome bruscamente de la pera con una mano me obliga a abrir la boca para que me trague buena parte de su eyaculación.
Me toma por sorpresa, por lo que me ahogo y hasta me dan arcadas, lo que provoca más risas todavía. No soy de ser pudorosa en esos momentos, pero sus miradas, los comentarios despectivos que hacen entre ellos, las sonrisas burlonas, todo me sensibiliza de una manera especial. De repente tengo ganas de ir al baño, y es que tanta pija en el culo resulta imposible de soportar sin sus consecuencias posteriores. Tengo el agujero del culo tan abierto, tan dilatado, que lo que hago me sale como por un tubo.
Todavía adolorida y con las piernas flaqueándome, me levanto del inodoro, me lavo la cara, me enjuago la boca y vuelvo al cuarto en donde los tres siguen en bolas, con evidentes intenciones de seguir con la fiesta. El pintor y el aprendiz, aún están a medio recuperar, en cambio el veterano, el que me había sorprendido tan gratamente, ya está armado y dispuesto, meneándosela ostentosamente.
-¡Ni hace cinco minutos que acabaste!- le digo entre sorprendida y admirada.
-No creo que ni en mil años vuelva a estar con una mina como vos, así que quiero aprovechar cada momento- me confiesa.
Aquello me resulta un piropazo, así que me le acerco y poniéndome en puntas de pie para alcanzarlo, lo beso en forma jugosa y efusiva, a la vez que se la agarro con una mano y empiezo a pajearlo, conteniendo con todos mis dedos ese pedazo de concreto que late como si tuviera vida propia. Me desprendo de sus labios solo para bajar y ponerme de rodillas ante él, besándole todo el glande, hinchado, mojado, caliente, humedeciendo mis labios en el dulce néctar que fluye del agujero de la punta.
-¡Aaaaahhhhhhh...!- se estremece cuando presiono mis labios en torno a tan macizo volumen.
Se la chupo con ganas, con deleite, apretándole los huevos, sintiendo la balsámica ebullición crepitando en su interior.
-¡Mmmmm... mmmmm... mmmmm...!- se la chupo, se la beso, se la lamo, se la relamo, hasta se la muerdo, deslizándome varias veces a lo largo y ancho de aquel fruto celestial, saboreándolo en toda su extensión.
Hago buches con la salobre mezcla de su fluido preseminal y mi saliva, se la escupo encima y la esparzo por todo el lomo de su pija. Me la como y se la sigo chupando, mamándosela a full, atragantándome de carne, sin tomarme ni un respiro. Un rejunte de baba y leche me chorrea por la comisura de los labios y el mentón, pero le sigo dando, CHUP-CHUP-CHUP, la carne venosa y macerada me hincha las mejillas cada vez que me la mando hasta lo más profundo de la garganta. Me la saco entonces de la boca, toda babeada y entumecida, le doy una última lamida y hago que se acueste de espalda sobre los cartones que ellos mismos amontonaron en el suelo. La pija le hierve de calentura, yo misma le pongo el forro sintiendo como vibra y se estremece entre mis dedos. Le extiendo el látex a todo lo largo y me le subo encima, levanto primero una pierna, pasándola por encima de su cuerpo, y me acomodo la pija justo a la entrada de mi concha, entre mis labios hinchados, sentándome de a poco, disfrutando pedazo a pedazo esa porción de hombría que parece llenarme hasta el último rincón del cuerpo.
-¡Ahhhhhhhhh...!- gimo, me estremezco al tenerlo todo adentro, vivo, palpitante, cargado de testosterona.
Cierro los ojos, abro la boca y aguanto las embestidas que empieza a aplicarme desde abajo. Bien sujeto de mis nalgas, empuja con fiereza, metiéndomela hasta los pelos, sacudiéndome toda a puro garche. En eso siento que me meten un dedo en el culo, no es él porque sus manos están bien aferradas a mi traste, moviéndome en torno a su utilitaria herramienta. Es mi pintor, quien, en carrera nuevamente, decide sumarse a la acción. Me saca el dedo y me mete la pija, un grito furibundo de placer atrona mi garganta, tener esas dos pijas dentro es... TOO MUCH... Quiero gritar, aullar, expresar libremente lo que siento, pero... no puedo, una tercera pija, la del aprendiz, me llena la boca, quizás no la tenga tan grande como sus compañeros de orgía, pero si lo suficiente como para mantenerme callada mientras los otros dos me cogen y culean a mansalva. Estoy hasta el tope, colmada de vergas, con todos los agujeros rebosantes de carne. Aunque se unió recién al final, el aprendiz es el primero en acabar, llenándome la garganta con su esperma. Estoy tragándome todavía la acabada del aprendiz, cuando el pintor lo sigue entre excitados gruñidos, siento su leche derramándose por mi espalda y parte de mi cola, me quedo solo con el Ayudante 2, el viejo, el veterano, pero así y todo, el que mejor coge de los tres. Empapada de leche como estoy me muevo encima de él, oscilando mis caderas en torno a esa supremacía viril que repercute hasta en mis interiores más profundos.
-¡Ahhhh... si... si... ahhhhh...!- la Gloria hecha carne, eso es lo que siento dentro de mí, perforándome, taladrándome, llenándome de plácida satisfacción.
Acabamos juntos, deshaciéndonos al unísono en una catarata de gemidos y jadeos, siento la explosión, el impacto apenas contenido por el látex del preservativo y me desarmo entre sus brazos. Nos quedamos un rato así, recuperando de a poco el aliento, entonces nos miramos y nos reímos. Los otros dos también se ríen, no sé de qué, pero por un momento, después de los gemidos, jadeos y hasta gritos de placer, todo es risa en el departamento.
De nuevo voy al baño, me miro en el espejo y... estoy hecha un desastre, parece como si me hubiera pasado un camión por encima... bueno, no un camión, me digo a mi misma, sino ¡¡¡3 camiones!!!, con acoplado y todo. Me arreglo de la mejor manera posible, después de todo no puedo llegar a casa con esa facha. Voy a la sala, en donde mi ropa esta tirada por todos lados. La levanto y comienzo a vestirme, los pintores van apareciendo de a uno, todavía en bolas, acusando entre las piernas las secuelas de la batalla reciente.
-¿Ya te vas?- me pregunta el más viejo.
-¿Qué? ¿Te da todavía para más?- le replico sonriente.
-A ese culito, mami, le estaría dando hasta Navidad, pero del año que viene- me retruca.
Saco de mi bolso el celular y miro la hora.
-Es una oferta tentadora, pero... me tengo que ir, ya son casi las seis, en mi casa deben estar preocupados- le digo.
Termino de darme un último retoque y me despido de ellos dándole un pico a cada uno.
-Te vas bien cogidita, ¿no?- me dice el pintor.
-...y culeadita- le confirmo desde la puerta palmeándome yo misma la cola.
Salgo del departamento y desde el pasillo escucho sus risas y un: "Tremenda putaza resultó la vecina".
Tratando de aparentar la mayor naturalidad posible, entro a mi casa y saludo a mi marido y a mi suegra que están en la sala.
-¿Y? ¿Cómo estuvo el cumple?- me pregunta mi marido.
-Fue solo un brindis, pero... ya sabes, cuando las mujeres nos ponemos a hablar no hay quien nos pare- le digo.
-¿Estas bien? Se te nota un poquito decaída- interviene mi queridísima suegra.
-¿Le parece suegrita? Y... considerando que me acaban de coger entre tres, es un milagro que no esté en coma 4-
Por supuesto que no le digo eso, sino:
-Sí, la verdad que un poquito mal me siento, por eso me vine antes, debe ser que me estoy por engripar-
-Acostate bebe- me dice el dulce de mi marido besándome la frente -No te preocupes que yo me ocupo del Ro, vos descansa que más tarde te llevo un tecito-
-Sí, va a ser lo mejor- coincido -Gracias, sos un amor-
No me acuesto, sino que me derrumbo en mi cama, no solo estoy agotada, sino que hasta me duelen las articulaciones, por estar tanto tiempo de rodillas, en cuatro, o con las piernas abiertas, pero nada de eso se compara a como me arde el culo. Que te la meta uno, vaya y pase, pero que tres tipos te hagan el orto, obvio que quedan secuelas. Antes de dormirme me aplico una cremita, por lo menos para calmar momentáneamente esa molestia. Mañana ya será otro día.
46 comentarios - El pintor y sus ayudantes...
muy bueno me hisiste terminar leyendo tu relato
Creo que desde que te seguimos, este debe ser el relato más esperado. Detallaste todo tan bien, como si uno lo estaría viendo como un espectador.
Que lindo regalo de cumpleaños me diste, no sabes como me la dejaste al leer! jaja
Muuuuy caliente!!
Gracias por compartir
Sos una genia, por un momento me imagine en esa habitación mirando como te ensartaban como brochet!
gracias.. puntos
dejo 10 puntos y sale reco
Y esas frases tuyas que me matan, y que me hacen ser más adicto aún a leerte linda:
"...vuelvo a la degustación testicular..."
"...me abro de piernas, dejando bien expuesta mi herida natural..."
"...aquel exceso de testosterona que me sumerge en un limbo extático..."
"El ojete se me abre como en un bostezo..."
"...y me taladra hasta el infinito y más allá" (Al más puro estilo de Buzz Lightyear...jajaja)[/i]
Que manera más cachonda y entretenida tienes de escribir querida, GENIAL...ME ENCANTA!!
Un postazo linda, mis más sinceras FELICITACIONES y unos muy merecidos puntines. +10
10+....