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Compendio I
He estado con más tiempo libre, afortunadamente y me han dado ganas de escribir lo que ha pasado en estos días.
No quiero seguir llamándolos “Seis por ocho”, porque esa parte de mi vida ya no se aplica: Me casé con Marisol, estoy viviendo en Adelaide, ahora mi turno es de siete por siete y soy padre de gemelas.
Tal vez, piensen que debería escribirlo por número (7X7), pero me gusta más así. Me hace sentir más cómodo.
Nuestras vidas con Marisol han cambiado bastante. De partida, las pequeñas son cansadoras…
No me malinterpreten. Son tiernas y se portan relativamente bien, pero demandan mucho tiempo y tanto yo como mi señora estamos cansados de tener que levantarnos por la noche cuando se largan a llorar.
Pero nunca consideré el “efecto secundario” generado gracias a ellas: ahora mi esposa, la mujer que fue mi novia por 2 años y que tenía una figura de jovencita plana como un tablón, se ha vuelto un bombón sensual con un trasero delicioso y un par de pechos que siguen creciendo…
Aun no alcanza el nivel de su mamá o de su hermana, pero ya compiten con los 98cm. de su prima…
Y bueno, las pequeñas han cambiado completamente nuestras vidas.
En el ámbito sexual, no tenemos muchos problemas, si descontamos mis días que estoy en faena: aun hacemos el amor por las noches; la vuelve loca que le haga la cola y por las mañanas, sigue “desayunando mi leche”, antes de llevarla a la universidad.
Incluso, nos hemos dado el gusto de hacerlo al aire libre, algo que ella extrañaba bastante (no lo habíamos practicado desde que nos comprometimos para casarnos) y que es lo que más disfruta… pero las pequeñas han secuestrado lo que más me gusta.
No sé cómo explicarlo. He visto (y probado) varios pares de pechos y pezones: más grandes, más pequeños, elásticos, esponjosos, sensibles, refaccionados, tiernos…
Pero los que más quiero probar y que siempre tuve más a mano, ahora no puedo.
Cuando éramos novios e iba a visitarla para preparar su prueba de ingreso a la universidad, mi suegra nunca andaba con sostén y sus pechos son voluminosos, blanditos y muy sensuales para una mujer de 42 años.
Mi cuñada, por otra parte, salía a trotar, a pesar que le dolía por el constante rebote de su virginal y blanquecino escote, característica que deprimía a mi esposa, puesto que su hermana le terminaba regalando los sostenes que le quedaban pequeños y ahí estaba yo, el chico otaku que baboseaba por las tetas, de novio con la chica más plana de las 3.
Pero ahora ella tiene su par, lo que la tiene súper contenta y también está con las ganas que se los devore como un animal salvaje, pero el problema son nuestras pequeñas.
No me puedo quejar, porque son hambrientas y francamente, ayudan a su madre en su desarrollo mamario. Pero no se pierden ninguna comida y pareciera que ordeñaran a mi esposa como una vaquita.
Marisol me cuenta que igual le excita un poco como le chupan, pero que no tienen la misma succión que tengo yo. Además, yo jugaba con sus pezones y aureolas y había aprendido a sacarle algunos orgasmos de esta manera…
Y a causa de este problema, por las noches nos hemos puesto muchísimo más fogosos. No importa cuántas veces me corra dentro de ella, ya sea en su cola o en su rajita. Siempre tengo las ganas de comer sus pechos, probar su leche y ella también está con las ganas de dármelas… pero las pequeñas son unas pequeñas dictadoras.
Me ha hecho paizuris, lo cual es un deseo que también compartíamos, pero yo sigo queriendo comerle los pechos: sus aureolas se han hinchado tanto, tomando forma de fresitas, que cuando nos desvestimos, me la pone dura.
Ella la chupa, tratando de desinflarla y se masturba. Me corro en su boca y ella se lo traga, pero aun no me baja.
Luego hacemos el amor. Da lo mismo si ella va arriba o abajo. Sus pechos se mueven como gelatina y aunque mis manos se van y los dos estamos más que calientes porque los toque, terminamos conteniéndonos por respeto a las pequeñas.
Por último, rematamos por la cola, dándole como tambor y trato de tomarle los pechos, que se menean como si ella fuera una vaquita, derramando a veces gotitas de leche y luego de corrernos un par de veces, nos acostamos, pero aun con ganas de palparlos y ella, con ganas que se los toque.
He leído bastante por la red y de hecho, no está mal que los chupe. Pero las veces que lo he hecho, las pequeñas se han comportado horrible: Se ponen a llorar, o se ponen muy inquietas, pero generalmente pasamos la noche en vela… y eso que ni siquiera les he quitado leche de su madre.
Y no nos ha afectado solamente a nosotros. Mis otras mujeres han sufrido las consecuencias también…
No soy un canalla. Por razones que aun sigo sin entender bien, a Marisol le gusta que tenga otras mujeres. Ella sabe que la amo y que soy más que feliz casado y con hijos, pero le gusta que tenga relaciones aparte.
Le da una sensación extraña saber que he tenido relaciones con otras mujeres, que al final regrese con ella y después, le haga lo mismo con que las hice gozar. Así pasó antes con su familia y pensé sinceramente que casado y en el extranjero no volvería a suceder, pero claramente me equivoqué.
De esta manera terminamos viviendo con Diana y Rachel, a quienes conocí en viajes de trabajo. Ahora trabajan como azafatas en el circuito que cubre Asia, Australia y en raras ocasiones, los Estados Unidos o la parte oriental de Europa.
Vivían originalmente en Sydney, pero gracias a mi esposa terminaron viviendo en nuestra casa.
Rachel es norteamericana, tiene 36 años y para mantenerse vigente, se ha hecho implantes en los pechos. Diana, por otra parte, tiene 20 años, pero es menudita, con un físico que la hace ver como una quinceañera, pero con una carita adorable y dado que trabajaban 3 semanas al mes, intentaban coincidir los días libres con las mías.
Mi esposa retomó los estudios en la universidad para facilitar esas y la relación con mi vecina, pero nuevamente, las pequeñas nos salieron al paso.
Rachel se quedó 2 veces tras el nacimiento de las pequeñas. En realidad, la complicaba ser la amante de una chica tan simpática e inocente como Marisol (que en el fondo, siempre supo de la relación) y que hiciéramos el amor mientras ella se encontraba en clases.
Confieso que tampoco teníamos respeto por las pequeñas, ya que teníamos relaciones en la misma habitación, en una cama que había quedado disponible.
Aunque ella lo niega, alcanzaba orgasmos más potentes mientras contenía sus gemidos y luego quedaba suave como la tela. Ahora arrienda un apartamento en el Downtown, pero igual llama ocasionalmente, para preguntar cómo estamos y si me encuentro en casa, para que le haga una visita.
Con Diana, la situación es diferente. Marisol y ella se han vuelto buenas amigas y generalmente, las semanas que se queda dormimos los 3 en la cama matrimonial.
Esos días confieso que son geniales: ninguna de las 2 usa ropa interior dentro de la casa y si están de ganas, pues se levantan la falda y tenemos relaciones. Me hace recordar esos documentales de áfrica, con los machos alfas y las hembras en celo…
Las 2 son buenísimas y hacen duplas excelentes, especialmente mamando, que terminan dejándome seco. Marisol la ve como su hermana menor y realmente, me hace pensar lo que me espera para final de año, cuando su familia venga de visita…
También está Hannah, la Jefa de Mantenimiento y Operaciones de la faena. En el trabajo, ha pasado a ser mi “esposa de reemplazo”, porque tiene ojos celestes que me recuerdan a los de mi Marisol, que son verdes y sus caracteres son similares, por ser un tanto inmaduras.
Cuando empezó nuestra relación con Hannah, sus hombres aprovechaban de manosear sus generosas nalgas y francamente, se propasaban con ella.
Pero ahora, las cosas son distintas: se muestra súper fiera y todos saben que es mi “novia” o la razón por la que no bajo con ellos al pueblo a buscar mujeres.
Día por medio, me invita a revisar un equipo en la mina. En el fondo, sé que puede hacerlo sola, pero ella lo hace para relajarse y aprovecharse de mí un rato. Es curioso que no le baste con dormir juntos…
Y bueno, no he considerado a mi vecina Fiona, porque ha cambiado bastante y nuestra relación se ha distanciado un poco.
Retomando el tema que les menciono (los pechos de mi esposa), han sido ellas las más beneficiadas con esta situación.
Rachel siempre me pregunta qué me ha pasado. Le sigo haciendo la cola, pero le he sacado orgasmos múltiples por chupar sus pechos.
Se los muerdo, los baboseo, lamo sus aureolas, las pellizco, entierro mi cara en ellos, mientras que la bombeo con violencia y le meto hasta 3 dedos por detrás.
Al final, arraso con ella y la dejo con una tremenda sonrisa, pero sus pezones son rosados y parecen aceitunas, así que pasan solo minutos cuando vuelvo a chupárselos y a hacerle el amor nuevamente, succionándolos con frustración.
Ella bromea conmigo, diciéndome que se los dejo mordidos y baboseados, pero que vale la pena…
Diana no se salva. Aunque es plana, le gusta sentir mi lengua en sus pechos delgados. Son sensibles y me recuerdan a los pechos de Marisol, cuando éramos novios, porque no está muy desarrollada.
Ella piensa que tiene una deuda conmigo y me ha dejado hacerle lo que quiera, pero es tan delgada y delicada, que no le he cobrado la palabra del todo.
Me ha dado la cola (Marisol la preparó para que la tomara), pero no lo hago a menudo, ya que todavía le duele, aunque también lo disfruta.
No obstante, dado que siempre duerme con nosotros cuando viene a visitarnos, descargo mis frustraciones en ella.
A Diana no le gusta mucho, porque los chupo con mucha violencia y como son más planos y sensibles, le duele un poco.
Marisol sabe que lo hago por las ganas que tengo de hacérselo a ella y mientras lo hago, mi esposa se masturba, sobando sus pechos y rajita.
Sin embargo, como los pechos de Diana no son tan blandos ni voluminosos como los de mi esposa, los pezones son más pequeños, delgados y puntiagudos, al final termino frustrado y caliente, teniendo que hacerle el amor 2 veces a cada una para cansarme y quedar relativamente tranquilo.
Con Diana, me pongo muy intenso y se corre varias veces antes que acabe. Con mi esposa, le hago el trasero y termino haciéndole el amor.
Diana queda rendida y se duerme casi al instante, pero nosotros con Marisol quedamos con las ganas de jugar con sus pechos y ese silencio eterno...
Tal vez, la más beneficiada de todas es Hannah. Ella tiene la figura de mi Marisol original, aunque más bajita, ojos celestes y cabello rubio.
Estaba originalmente comprometida en matrimonio con un chico que estudia leyes. Sin embargo, como en faena nos hemos vuelto amantes, se ha excusado de ese compromiso diciendo la clásica historia (“Quiero enfocarme en mi trabajo”).
Pasa la semana que tenemos libre y por la noche de nuestro primer día de trabajo, me estruja a más no poder. Dice que le encanta como quedo atrapada dentro de ella, que le gusta que la bese y que adora cuando le digo que la amo (su novio rara vez se acuerda), aunque cree que lo digo porque me recuerda a Marisol.
Sobre sus pechos, le ha costado darse. Al parecer, tiene la misma frustración de Marisol (también sabe que me gustan más grandes), pero como todos le miran su sensual cola, ha ido aceptando.
Le he dicho que su figura me recuerda mucho a cómo era mi esposa cuando éramos novios, aunque su cola es la de una atleta y así me los ha ido entregando.
Al principio, le daba vergüenza, porque sus antiguos novios se concentraban en su cola y con suerte, agarrarle los pechos.
Pero finalmente, fue con ella con quien pude satisfacer mis deseos de intimidad. Para ella, fue mágico, ya que no creía que podía alcanzar un orgasmo de esa manera, pero durante esos minutos, pretendí que estaba con mi antigua Marisol y realmente, quedé en paz.
A Marisol le gustaría conocerla, porque por lo que le he contado de ella, tiene mucha curiosidad de conocer a su doble, al punto de tentarme con un trío: mi esposa de cabello castaño y ojos verdes y mi “esposa de faena”, rubia de ojos azules.
Pero yo le recuerdo a nuestras hijas y le saco a colación que más encima, me está tirando a Megan, la chica que la universidad designó como tutora.
Pensé que sería una chica destacada y empeñosa, pero francamente, mi pervertido ruiseñor sabe muchísimo más que ella.
Va en tercer año y no la veo concentrada en sus estudios. De hecho, notó algo de envidia por Marisol, ya que a pesar de estar casada, ser madre de gemelas y venir de un país diferente, aun está en el rol de honor de la universidad, cosa que ella nunca ha alcanzado.
Le ha preguntado cómo lo ha hecho, a lo que Marisol le responde que estudia constantemente y que yo le ayudo a repasar por las noches. Claro que Megan desconoce nuestra manera particular para repasar…
A partir de entonces, Megan me ha pedido que le ayude. Tiene un novio en la universidad y de hecho, estudian lo mismo, pero rara vez se juntan, a no ser que sea para ir a una fiesta.
Cuando le acompaña y estoy en mi semana libre, Marisol se excusa, diciendo sentirse muy cansada y se va a acostar.
A Megan no le molesta, porque a pesar de todo, termino aclarando sus dudas…
Sin embargo, notó esa mirada de traviesa en los ojos de mi mujer cuando va a acostarse y sé que es lo que en el fondo busca, pero sigo esperando que la historia no se repita…
Porque realmente vive del otro lado de la ciudad (su apartamento queda bastante cerca del Campus, en Dovers Garden, al sur poniente de la ciudad, mientras que nosotros vivimos al norponiente, cerca del club de yates), y cuando se queda con nosotros, es más cómodo que pase la noche con nosotros…
Y bueno, también puede ser que le guste ver películas de terror, en la noche, con todas las luces apagadas, con el surround activado, para dar esa sensación de estar en el cine, al igual que a mí…
Y debe ser natural que se aferre a mi brazo, buscando apoyo cuando sale el asesino con las cuchillas, ya que Marisol prefiere dormirse temprano y así, cuidar mejor a las pequeñas…
Y es entendible que nunca traiga pijama o ropa interior para mudarse, porque Marisol siempre la invita de improviso y nunca le presta algo para vestir…
Y quiero pretender que Megan duerme a puertas cerradas, mientras que Marisol las deja abiertas para escuchar si lloran las pequeñas (que todas las otras noches, duermen con nosotros), pero se despreocupa de contener sus gemidos y orgasmos, mientras hacemos el amor o le rompo el trasero…
Y que la mirada de nerviosismo que me da Megan a la mañana siguiente no se debe a que nos ha escuchado, ni que mucho menos se fija en mi entrepierna a propósito…
No. Dudo mucho que la historia se repita nuevamente...
Pero eso no me quita las ganas de comer los pechos de Marisol…
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