" Confesiones de una Madre: Mi hijo se mete en mi cama"
Desde muy joven, aun siendo la mayor, mis hermanos menores, siempre abusaban de mí, nada sexual por si acaso, me refiero abusos entre juego etc. Saqué lamentablemente la personalidad de mi madre, al igual que yo, mujer muy callada, con marido dominante que la tenía siempre bajo su dominio.
La historia se repitió y al cumplir los 20 años, me case con un hombre que pienso fue el mayor error de mi vida. De carácter fuerte, muy agresivo, fui una esposa maltratada física y sicológicamente, violentada sexualmente muchas veces por el , mi matrimonio de 14 años, fue siempre un calvario, hasta que el un día desapareció y nunca mas volvió hasta el día de hoy.
Fruto de este matrimonio, nació Eduardo, mi único hijo, que con el ejemplo entregado por su padre y como si yo estuviese pagando un gran castigo divino, pasé a ser una empleada de el, asumiendo el rol de su padre.
Ya desde pequeño me trataba muy mal, y cuando quería poner un poco de disciplina, era desautorizada por mi marido. Con mayor razón mi hijo asumió que las mujeres estaban en la tierra para servir al hombre.
Cuando Eduardo cumplió los 18 años, era la viva imagen de su padre, incluso hasta físicamente. Su pelo negro, sus anchas espaldas, fornidos brazos y piernas, sus ojos verdes y lamentablemente, también su afición al alcohol.
A mis 39 años, aun conservaba mis atributos que hicieron que el padre de Eduardo se fijara en mí. Mi busto, herencia de todas las mujeres de mi familia, siempre fue la mayor fascinación para mi marido. Como el decía, mis tetas eran perfectas, grandes, duras, con grandes pezones, pero al ser un hombre tan machista, me quería solo para el, siempre me hacía vestir con ropa que disimulara estos atributos, para que ningún hombre se fijase en mi.
Un día, luego de una larga conversación con una vecina, me animo a rehacer mi vida. Ella me dijo que yo era una mujer atractiva, que mi marido, que sabíamos se había ido al extranjero y que no lo veía desde ya 5 años, ya nunca volvería y que después Eduardo en pocos años mas se iría de la casa , me quedaría sola y que no era justo para mí.
Incluso ella me animo y me acompañó a comprar otro tipo de ropa, fuimos a la peluquería etc.
Al principio no quise, pero al verme vestida con ese otro estilo de ropa, más juvenil, mas sexy y al salir de la peluquería, vi como la mirada de varios hombres, me hacían sentir una mujer bella y eso me gustó.
Cuando llegue a casa Eduardo que estaba echado en el sofá viendo televisión, quedó mudo y con unos tremendos ojos abiertos, viendo la nueva madre que entraba por la puerta. Lo saludé con un poco de vergüenza y pasé rápidamente a mi cuarto a cambiarme, para hacer algo de aseo, pero el me impidió el pasó colocando su pierna en la mesa de centro.
―Espera … donde vas tan apurada …. Déjame verte … ¿Qué te hiciste?
―Nada … bueno fui a la peluquería y me compre algunas cositas en una liquidación.
―A si … haber date vuelta
―Ya déjame pasar….
El levantó su pierna, y me dijo que me quedaba muy bien…. Que le gustaba el cambio.
Todo el mundo me felicitó por mi cambio, y la verdad a mi me encantó sentirme así, a si que me comencé a vestir un poco mas liberal, cambien mis faldas por vestidos mas cortos, de una pieza, mis pantalones por jeans etc.
Antes, era habitual que Eduardo cuando entraba a la cocina, por ejemplo y me veía lavando los platos, me pegara una nalgada o un pellizco en mi trasero, como saludo o simplemente por que sí, incluso algunas veces me tomaba de la cintura y me apoyaba contra el, dándome algún beso en el cuello, pero nunca lo sentí como algo sexual. Pero luego de este cambio en mi persona, esos toqueteos comenzaron hacer mas frecuentes, incluso apoyándose contra mí, me agarraba por detrás y con la mano completamente tocándome el culo, me decía lo buena que estaba.
Un fin de semana, cerca de las 3 de la mañana, siento que Eduardo llega a la casa. Yo ya dormía desde hace horas. Sabía muy bien que venía con unas copas de más, como siempre, pero esta noche fue diferente. Sentí cuando paso por fuera de mi cuarto, entrando al baño, para luego ir a su cuarto. Pero como a los 10 minutos, siento que alguien se esta metiendo a mi cama.
―¡Que haces!
―Tengo frió … ¿me puedo acostar contigo?
―Estas pasado a alcohol, acuéstate en tu pieza será mejor
―Nos seas egoísta … tengo frió …. Si quieres me lavo los dientes y vuelvo
―No, Quédate en tu cuarto no mas
―Ya no seas a si .. mala madre con tu hijo que tiene frió , pobrecito
Se levanta, lo escucho lavarse los dientes y nuevamente se mete a mi cama, abrazándome por detrás.
Hacía como cuatro años que no se metía en mi cama y de verdad la noche estaba helada, así que no le di mayor importancia a sus manos heladas en mis piernas, ya que sabía muy bien que mi hijo era de temperatura elevada y al rato su temperatura subiría mas que la mía. El siempre dormía solo con ropa interior y en invierno a pesar del frió, igual solo se ponía una polera vieja para dormir.
Era extraño sentir la presencia de alguien en mi cama, abrazándome, y mas sentir que su mano me acariciaba la pierna por sobre mi pijama. De repente, en un movimiento, el me mete la mano por dentro de la tela y la deja en mis piernas.
―¡ Estas helado ¡
―A si se me calientan más rápido las manos
Sentía las caricias de mi hijo en mi pierna desnuda, todo su cuerpo apoyado contra mi espalda. Pero luego comencé a sentir algo más.
Sentí como su pene se estaba poniendo poco a poco mas duro, apoyado contra mis nalgas. La sensación me puso algo incomoda y me corrí un poco, pero el se corrió conmigo, apoyándolo mas fuerte aun. El respiraba pausadamente como tratando de conciliar el sueño, pero yo, con eso ahí, me sentía rara, incomoda, intranquila. No pensaba que mi hijo se estaba excitando conmigo, si no mas bien pensé que era producto del alcohol, de la acumulación de sangre en su pene al estar tan apoyado contra mi etc. pero ese bulto apoyado contra mi seguía poniéndose cada vez mas grande y mas duro, hasta sentirlo completamente.
Hacia muchos años que no sentía un pene y menos en esa condición apoyado contra mi cuerpo. No era que me estuviese excitando, pero si sentía una sensación rara que no me molestaba, además la temperatura de Eduardo ya había subido y estaba muy acogedora con su cuerpo apoyado detrás mió.
Luego su mano salio de mi pierna y se puso en mi vientre. Era rico sentir el calor de esa mano, que con suaves caricias me acariciaba el vientre. Pero esos movimientos poco a poco iban subiendo hasta que comenzaron a rozar el comienzo de mis pechos.
Muchas veces Eduardo, cuando me tomaba por detrás en la cocina, me los había apretado y manoseado, pero como juego, siempre brusco, incluso hasta hacérmelos doler, sin embargo esto era distinto, con mucha suavidad me acariciaba por debajo de ellos, subiendo lentamente hasta dejar mi pecho completamente en su mano.
Las caricias continuaron y mis pezones reaccionaron a tales caricias. Sus dedos comenzaron a acariciármelos suavemente haciendo que estos crecieran aun más. Quise detenerlo y le traté de sacar la mano, pero el la dejó ahí y con la fuerza que el tenía no logré moverla ni un centímetro.
Esas caricias continuaron, siempre suave, y aunque me tenían muy nerviosa, me gustaba sentir sus manos ahí y le dejé que continuara. Pero la presión de su mano, cada vez me las apretaba más fuerte y reconozco que ya comenzaba a excitarme. Pero era mi hijo, no podía pensar en el como hombre, aunque mi cuerpo hace años que pedía a gritos estar con alguien. Desde que su padre nos dejó nunca estuve con nadie mas, de hecho su padre fue el único hombre con el que yo había estado y eso ya hace 5 años.
Pero esto no podía ser, a si que haciendo un poco mas de fuerza, logre que su mano bajara nuevamente hasta mi vientre.
Sin embargo sus caricias, siempre suaves, no se detuvieron ahí y con movimientos circulares, acariciándome el vientre, poco a poco fueron bajando, hasta que en un movimiento de sus manos, estas llegaron a tocar el comienzo de mi pelo púvico.
Nuevamente mi mano se coloco sobre la de el, tratando de subirla, pero esta se mantuvo firme, jugando con sus dedos sobre mi vellosidad.
La situación ya estaba pasando de los límites permitidos, y comenzaba a sentir que su cuerpo, lentamente se movía detrás mió, frotándose contra mi cuerpo y aumentaba su respiración.
Sabía muy bien que mi hijo se estaba excitando con su madre y tenía que ponerle fin a todo esto, a si que usando todas mis fuerzas, logre que su mano volviera a mi vientre, pero solo por un minuto, ya que nuevamente la bajo, y esta vez mas abajo, rozándome mis genitales.
―¡Eduardo! … ¡No! ( Tratando de sacar su mano de ahí)
Pero la fuerza de el me sobrepasaba con creces y sus dedos comenzaban a explorar mi sexo. Por más que intentaba sacarla de ahí, el más me tocaba, hasta que uno de sus dedos, comenzó a penetrarme.
Estaba desesperada, era mi hijo el que estaba ahí detrás mió, con su mano completamente en mi sexo, con su enorme y dura verga apoyada contra mi cuerpo. Mis esfuerzos por zafarme eran inútiles, y el ya me tocaba descaradamente y me frotaba su verga fuertemente por el culo.
Sentía su grueso dedo, entrando y acariciándome, haciéndome sentir un éxtasis que hace mucho no sentía, haciéndome sentir mujer nuevamente, pero aun forcejeando para que me dejara.
En un rápido movimiento de el, su mano salió y libero su gruesa verga, para nuevamente colocarse dentro de mi.
Sentí miedo, sabía que si el me quería penetrar por la fuerza, ninguna súplica, ningún esfuerzo mió, podría evitárselo.
Mis suplicas de que se detuviera no eran escuchadas y masturbándome con su grueso dedo, y con su enorme verga entre mis piernas, entrando y saliendo de ellas, me tenía completamente mojada.
Por un momento me dieron ganas de entregarme completamente a mi hijo, sentir ese gran pedazo de carne que tenía entre mis piernas, dentro mió, muy dentro mío. Sentirme mujer, sentirme llena de verga, entregarme al placer que sabía muy bien que el podía entregarme, pero con todas mis fuerzas, físicas y mentales, trataba de que esto no pasara.
Continuará...
Desde muy joven, aun siendo la mayor, mis hermanos menores, siempre abusaban de mí, nada sexual por si acaso, me refiero abusos entre juego etc. Saqué lamentablemente la personalidad de mi madre, al igual que yo, mujer muy callada, con marido dominante que la tenía siempre bajo su dominio.
La historia se repitió y al cumplir los 20 años, me case con un hombre que pienso fue el mayor error de mi vida. De carácter fuerte, muy agresivo, fui una esposa maltratada física y sicológicamente, violentada sexualmente muchas veces por el , mi matrimonio de 14 años, fue siempre un calvario, hasta que el un día desapareció y nunca mas volvió hasta el día de hoy.
Fruto de este matrimonio, nació Eduardo, mi único hijo, que con el ejemplo entregado por su padre y como si yo estuviese pagando un gran castigo divino, pasé a ser una empleada de el, asumiendo el rol de su padre.
Ya desde pequeño me trataba muy mal, y cuando quería poner un poco de disciplina, era desautorizada por mi marido. Con mayor razón mi hijo asumió que las mujeres estaban en la tierra para servir al hombre.
Cuando Eduardo cumplió los 18 años, era la viva imagen de su padre, incluso hasta físicamente. Su pelo negro, sus anchas espaldas, fornidos brazos y piernas, sus ojos verdes y lamentablemente, también su afición al alcohol.
A mis 39 años, aun conservaba mis atributos que hicieron que el padre de Eduardo se fijara en mí. Mi busto, herencia de todas las mujeres de mi familia, siempre fue la mayor fascinación para mi marido. Como el decía, mis tetas eran perfectas, grandes, duras, con grandes pezones, pero al ser un hombre tan machista, me quería solo para el, siempre me hacía vestir con ropa que disimulara estos atributos, para que ningún hombre se fijase en mi.
Un día, luego de una larga conversación con una vecina, me animo a rehacer mi vida. Ella me dijo que yo era una mujer atractiva, que mi marido, que sabíamos se había ido al extranjero y que no lo veía desde ya 5 años, ya nunca volvería y que después Eduardo en pocos años mas se iría de la casa , me quedaría sola y que no era justo para mí.
Incluso ella me animo y me acompañó a comprar otro tipo de ropa, fuimos a la peluquería etc.
Al principio no quise, pero al verme vestida con ese otro estilo de ropa, más juvenil, mas sexy y al salir de la peluquería, vi como la mirada de varios hombres, me hacían sentir una mujer bella y eso me gustó.
Cuando llegue a casa Eduardo que estaba echado en el sofá viendo televisión, quedó mudo y con unos tremendos ojos abiertos, viendo la nueva madre que entraba por la puerta. Lo saludé con un poco de vergüenza y pasé rápidamente a mi cuarto a cambiarme, para hacer algo de aseo, pero el me impidió el pasó colocando su pierna en la mesa de centro.
―Espera … donde vas tan apurada …. Déjame verte … ¿Qué te hiciste?
―Nada … bueno fui a la peluquería y me compre algunas cositas en una liquidación.
―A si … haber date vuelta
―Ya déjame pasar….
El levantó su pierna, y me dijo que me quedaba muy bien…. Que le gustaba el cambio.
Todo el mundo me felicitó por mi cambio, y la verdad a mi me encantó sentirme así, a si que me comencé a vestir un poco mas liberal, cambien mis faldas por vestidos mas cortos, de una pieza, mis pantalones por jeans etc.
Antes, era habitual que Eduardo cuando entraba a la cocina, por ejemplo y me veía lavando los platos, me pegara una nalgada o un pellizco en mi trasero, como saludo o simplemente por que sí, incluso algunas veces me tomaba de la cintura y me apoyaba contra el, dándome algún beso en el cuello, pero nunca lo sentí como algo sexual. Pero luego de este cambio en mi persona, esos toqueteos comenzaron hacer mas frecuentes, incluso apoyándose contra mí, me agarraba por detrás y con la mano completamente tocándome el culo, me decía lo buena que estaba.
Un fin de semana, cerca de las 3 de la mañana, siento que Eduardo llega a la casa. Yo ya dormía desde hace horas. Sabía muy bien que venía con unas copas de más, como siempre, pero esta noche fue diferente. Sentí cuando paso por fuera de mi cuarto, entrando al baño, para luego ir a su cuarto. Pero como a los 10 minutos, siento que alguien se esta metiendo a mi cama.
―¡Que haces!
―Tengo frió … ¿me puedo acostar contigo?
―Estas pasado a alcohol, acuéstate en tu pieza será mejor
―Nos seas egoísta … tengo frió …. Si quieres me lavo los dientes y vuelvo
―No, Quédate en tu cuarto no mas
―Ya no seas a si .. mala madre con tu hijo que tiene frió , pobrecito
Se levanta, lo escucho lavarse los dientes y nuevamente se mete a mi cama, abrazándome por detrás.
Hacía como cuatro años que no se metía en mi cama y de verdad la noche estaba helada, así que no le di mayor importancia a sus manos heladas en mis piernas, ya que sabía muy bien que mi hijo era de temperatura elevada y al rato su temperatura subiría mas que la mía. El siempre dormía solo con ropa interior y en invierno a pesar del frió, igual solo se ponía una polera vieja para dormir.
Era extraño sentir la presencia de alguien en mi cama, abrazándome, y mas sentir que su mano me acariciaba la pierna por sobre mi pijama. De repente, en un movimiento, el me mete la mano por dentro de la tela y la deja en mis piernas.
―¡ Estas helado ¡
―A si se me calientan más rápido las manos
Sentía las caricias de mi hijo en mi pierna desnuda, todo su cuerpo apoyado contra mi espalda. Pero luego comencé a sentir algo más.
Sentí como su pene se estaba poniendo poco a poco mas duro, apoyado contra mis nalgas. La sensación me puso algo incomoda y me corrí un poco, pero el se corrió conmigo, apoyándolo mas fuerte aun. El respiraba pausadamente como tratando de conciliar el sueño, pero yo, con eso ahí, me sentía rara, incomoda, intranquila. No pensaba que mi hijo se estaba excitando conmigo, si no mas bien pensé que era producto del alcohol, de la acumulación de sangre en su pene al estar tan apoyado contra mi etc. pero ese bulto apoyado contra mi seguía poniéndose cada vez mas grande y mas duro, hasta sentirlo completamente.
Hacia muchos años que no sentía un pene y menos en esa condición apoyado contra mi cuerpo. No era que me estuviese excitando, pero si sentía una sensación rara que no me molestaba, además la temperatura de Eduardo ya había subido y estaba muy acogedora con su cuerpo apoyado detrás mió.
Luego su mano salio de mi pierna y se puso en mi vientre. Era rico sentir el calor de esa mano, que con suaves caricias me acariciaba el vientre. Pero esos movimientos poco a poco iban subiendo hasta que comenzaron a rozar el comienzo de mis pechos.
Muchas veces Eduardo, cuando me tomaba por detrás en la cocina, me los había apretado y manoseado, pero como juego, siempre brusco, incluso hasta hacérmelos doler, sin embargo esto era distinto, con mucha suavidad me acariciaba por debajo de ellos, subiendo lentamente hasta dejar mi pecho completamente en su mano.
Las caricias continuaron y mis pezones reaccionaron a tales caricias. Sus dedos comenzaron a acariciármelos suavemente haciendo que estos crecieran aun más. Quise detenerlo y le traté de sacar la mano, pero el la dejó ahí y con la fuerza que el tenía no logré moverla ni un centímetro.
Esas caricias continuaron, siempre suave, y aunque me tenían muy nerviosa, me gustaba sentir sus manos ahí y le dejé que continuara. Pero la presión de su mano, cada vez me las apretaba más fuerte y reconozco que ya comenzaba a excitarme. Pero era mi hijo, no podía pensar en el como hombre, aunque mi cuerpo hace años que pedía a gritos estar con alguien. Desde que su padre nos dejó nunca estuve con nadie mas, de hecho su padre fue el único hombre con el que yo había estado y eso ya hace 5 años.
Pero esto no podía ser, a si que haciendo un poco mas de fuerza, logre que su mano bajara nuevamente hasta mi vientre.
Sin embargo sus caricias, siempre suaves, no se detuvieron ahí y con movimientos circulares, acariciándome el vientre, poco a poco fueron bajando, hasta que en un movimiento de sus manos, estas llegaron a tocar el comienzo de mi pelo púvico.
Nuevamente mi mano se coloco sobre la de el, tratando de subirla, pero esta se mantuvo firme, jugando con sus dedos sobre mi vellosidad.
La situación ya estaba pasando de los límites permitidos, y comenzaba a sentir que su cuerpo, lentamente se movía detrás mió, frotándose contra mi cuerpo y aumentaba su respiración.
Sabía muy bien que mi hijo se estaba excitando con su madre y tenía que ponerle fin a todo esto, a si que usando todas mis fuerzas, logre que su mano volviera a mi vientre, pero solo por un minuto, ya que nuevamente la bajo, y esta vez mas abajo, rozándome mis genitales.
―¡Eduardo! … ¡No! ( Tratando de sacar su mano de ahí)
Pero la fuerza de el me sobrepasaba con creces y sus dedos comenzaban a explorar mi sexo. Por más que intentaba sacarla de ahí, el más me tocaba, hasta que uno de sus dedos, comenzó a penetrarme.
Estaba desesperada, era mi hijo el que estaba ahí detrás mió, con su mano completamente en mi sexo, con su enorme y dura verga apoyada contra mi cuerpo. Mis esfuerzos por zafarme eran inútiles, y el ya me tocaba descaradamente y me frotaba su verga fuertemente por el culo.
Sentía su grueso dedo, entrando y acariciándome, haciéndome sentir un éxtasis que hace mucho no sentía, haciéndome sentir mujer nuevamente, pero aun forcejeando para que me dejara.
En un rápido movimiento de el, su mano salió y libero su gruesa verga, para nuevamente colocarse dentro de mi.
Sentí miedo, sabía que si el me quería penetrar por la fuerza, ninguna súplica, ningún esfuerzo mió, podría evitárselo.
Mis suplicas de que se detuviera no eran escuchadas y masturbándome con su grueso dedo, y con su enorme verga entre mis piernas, entrando y saliendo de ellas, me tenía completamente mojada.
Por un momento me dieron ganas de entregarme completamente a mi hijo, sentir ese gran pedazo de carne que tenía entre mis piernas, dentro mió, muy dentro mío. Sentirme mujer, sentirme llena de verga, entregarme al placer que sabía muy bien que el podía entregarme, pero con todas mis fuerzas, físicas y mentales, trataba de que esto no pasara.
Continuará...
2 comentarios - Confesiones de una Madre (Parte 1)