Vanesa llegó temprano a su casa. Como el otro viernes, ordenó un poco su casa y se arregló para recibir a Juan.
Juan llegó, también como el otro viernes, con todo para preparar un risotto: arroz carnaroli, queso fresco, cebolla, morrón, espinaca, etc. Una costumbre que se repetería varias veces cambiando los ingredientes y los condimentos.
Vanesa le bajó a abrir, lo saludó con beso en la boca que a la vez le mordió un poco el labio. Juan se sorprendió. Vanesa estaba radiante de alegría, divertida. Ese exeso de energía sorprendió a Juan.
- ¿Qué trajiste? -preguntó ella espiando en la bolsa.
En el ascensor, Vanesa lo besó apretándolo contra un rincón. Lo invitó a espiar en su blusa, no tenía corpiño.
- Tenía muchas ganas de verte.
Entraron al departamento, Juan se sacó la campera, dejaron las cosas en la cocina. Vanesa lo empezó a besar y llevar hacia la pieza. Juan se debatió un momento en si debía dejar el queso en la heladera o no... se dejó llevar.
En la pieza había una luz tenue. Vanesa lo acostó, Juan se dejaba. Le sacó los zapatos, las medias, el pantalón. Ella no decía nada. Juan la ayudaba moviendose lo justo para que la ropa salga. Le sacó la remera, y el calzoncillo. Vanesa se puso encima, con una pierna a cada lado. Juan quiso sacarle la blusa, Vanesa no lo dejó. Tenía que dejarse hacer, ella haría todo. Lo besó en la boca. El desnudo, ella, vestida, arriba. Fue bajando, le acarició el pecho. Llegó a la pija, ya estaba al palo, le acarició los huevos. Se la apretó con firmeza y le chupó el glande.
Luego se hizo a un lado, y en un segundo se sacó la pollera y la bombacha. Volvió a ponerse encima. Bajó y le chupó la pija entera, procurando mojarla mucho. Subió otra vez, separando bien las piernas, con la mano derecha se metió la pija en la cola. Como se había preparado entró la mitad con facilidad.
Juan miraba y no podía creer. Quiso acariciarle las tetas pero ella no lo dejó. Se movió un poco hacia delante y atrás, y terminó metiendosela toda. Quedó sentada sobre Juan con toda la pija clavada en el culo. No podía entrar más, Juan sentía todo el peso de Vanesa en su pubis.
Juan miraba el techo y la lámpara como el primer día, pero hoy no se movían. Vanesa apenas. Comenzó un striptease muy lento. No tenía mucho para sacarse, sólo la blusa. Muy lentamente sacó botón por botón. Luego se abrió despacio la blusa dejandole ver las tetas. A Juan le explotaba la pija. Se sacó una manga, otra, y esto hacía que la pija de Juan se mueva levemente dentro de Vanesa. Juan se quiso mover, subir y bajar. Vanesa lo detuvo una vez más. Bajó hasta él y con un beso le pidió que tenga paciencia.
Ya completamente desnuda, comenzó a acariciarse las tetas y la concha. Comenzó a masturbarse. Las manos iban de las tetas, a la concha, a su propia boca. Todo, lo más erguida posible para que Juan no se pierda detalle. Cuando se acariciaba las tetas, frotaba la concha contra Juan. Cuando se tocaba adelante el clítoris y los labios, tenía que tirarse un poco hacia atrás. Así la pija de Juan comenzaba a entrar y salir un par de centímetros.
Una mano quedó en la concha y otra en las tetas. Se acariciaba el clítoris, se metía uno y dos dedos. Ya llegando al orgasmo no podía contener el movimiento de la cadera. Esto hacía que la pija entrara y saliera. Cada vez más rápido. Juan ayudó un poco, pero poco, no quiso que otra vez lo detuvieran. Vanesa ya estaba fuera de sí, se movía lo más rápido posible. Con la mano izquierda se había apoyado hacia delante, la derecha a toda velocidad aplastaba el clítoris, Juan ayudaba desde atrás. Su pija se puso cada vez más dura. Ninguno de los dos aguantó más. Acabaron juntos gritando agitados. Juan la tomó de la cadera para poder recorerla mejor en las últimas eyaculaciones.
Vanesa cayó sobre Juan. Se besaron, cambiaron alientos cansados. Quedaron así abrazados un rato. Vanesa tuvo frio, con un brazo dió vuelta el acolchado y los tapó a ambos. Dormitaron cinco o diez minutos, nunca se sabe con certeza.
- ¡Qué cogida me pegaste! - dijo Juan cuándo la vió despertar.
continua
Juan llegó, también como el otro viernes, con todo para preparar un risotto: arroz carnaroli, queso fresco, cebolla, morrón, espinaca, etc. Una costumbre que se repetería varias veces cambiando los ingredientes y los condimentos.
Vanesa le bajó a abrir, lo saludó con beso en la boca que a la vez le mordió un poco el labio. Juan se sorprendió. Vanesa estaba radiante de alegría, divertida. Ese exeso de energía sorprendió a Juan.
- ¿Qué trajiste? -preguntó ella espiando en la bolsa.
En el ascensor, Vanesa lo besó apretándolo contra un rincón. Lo invitó a espiar en su blusa, no tenía corpiño.
- Tenía muchas ganas de verte.
Entraron al departamento, Juan se sacó la campera, dejaron las cosas en la cocina. Vanesa lo empezó a besar y llevar hacia la pieza. Juan se debatió un momento en si debía dejar el queso en la heladera o no... se dejó llevar.
En la pieza había una luz tenue. Vanesa lo acostó, Juan se dejaba. Le sacó los zapatos, las medias, el pantalón. Ella no decía nada. Juan la ayudaba moviendose lo justo para que la ropa salga. Le sacó la remera, y el calzoncillo. Vanesa se puso encima, con una pierna a cada lado. Juan quiso sacarle la blusa, Vanesa no lo dejó. Tenía que dejarse hacer, ella haría todo. Lo besó en la boca. El desnudo, ella, vestida, arriba. Fue bajando, le acarició el pecho. Llegó a la pija, ya estaba al palo, le acarició los huevos. Se la apretó con firmeza y le chupó el glande.
Luego se hizo a un lado, y en un segundo se sacó la pollera y la bombacha. Volvió a ponerse encima. Bajó y le chupó la pija entera, procurando mojarla mucho. Subió otra vez, separando bien las piernas, con la mano derecha se metió la pija en la cola. Como se había preparado entró la mitad con facilidad.
Juan miraba y no podía creer. Quiso acariciarle las tetas pero ella no lo dejó. Se movió un poco hacia delante y atrás, y terminó metiendosela toda. Quedó sentada sobre Juan con toda la pija clavada en el culo. No podía entrar más, Juan sentía todo el peso de Vanesa en su pubis.
Juan miraba el techo y la lámpara como el primer día, pero hoy no se movían. Vanesa apenas. Comenzó un striptease muy lento. No tenía mucho para sacarse, sólo la blusa. Muy lentamente sacó botón por botón. Luego se abrió despacio la blusa dejandole ver las tetas. A Juan le explotaba la pija. Se sacó una manga, otra, y esto hacía que la pija de Juan se mueva levemente dentro de Vanesa. Juan se quiso mover, subir y bajar. Vanesa lo detuvo una vez más. Bajó hasta él y con un beso le pidió que tenga paciencia.
Ya completamente desnuda, comenzó a acariciarse las tetas y la concha. Comenzó a masturbarse. Las manos iban de las tetas, a la concha, a su propia boca. Todo, lo más erguida posible para que Juan no se pierda detalle. Cuando se acariciaba las tetas, frotaba la concha contra Juan. Cuando se tocaba adelante el clítoris y los labios, tenía que tirarse un poco hacia atrás. Así la pija de Juan comenzaba a entrar y salir un par de centímetros.
Una mano quedó en la concha y otra en las tetas. Se acariciaba el clítoris, se metía uno y dos dedos. Ya llegando al orgasmo no podía contener el movimiento de la cadera. Esto hacía que la pija entrara y saliera. Cada vez más rápido. Juan ayudó un poco, pero poco, no quiso que otra vez lo detuvieran. Vanesa ya estaba fuera de sí, se movía lo más rápido posible. Con la mano izquierda se había apoyado hacia delante, la derecha a toda velocidad aplastaba el clítoris, Juan ayudaba desde atrás. Su pija se puso cada vez más dura. Ninguno de los dos aguantó más. Acabaron juntos gritando agitados. Juan la tomó de la cadera para poder recorerla mejor en las últimas eyaculaciones.
Vanesa cayó sobre Juan. Se besaron, cambiaron alientos cansados. Quedaron así abrazados un rato. Vanesa tuvo frio, con un brazo dió vuelta el acolchado y los tapó a ambos. Dormitaron cinco o diez minutos, nunca se sabe con certeza.
- ¡Qué cogida me pegaste! - dijo Juan cuándo la vió despertar.
continua
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