Estoy desnuda; me siento cohibida pero estoy muy expuesta. las cuerdas que me mantienen quieta, a tu servicio, no permiten a mi sangre merodear por las venas.
Mis brazos y piernas están dormidas y mi cabeza está en blanco, la cual siempre se llena de colores al recibir cada palmeada, latigazo y bastonazo al cuerpo.
Es mi castigo.He desobedecido a mi amo y, por ende, debo pagar.
Mis lágrimas caen por mis mejillas, salpicando mi cuello, mi abdomen y bajando hasta el suelo.
No lloro por el dolor físico o el dolor de tener mi autoestima tan hecha pedazos; lloro por el placer que, luego de mi castigo, me poseerá: llevándome a un lugar en mi mente en el que sólo voy cuando mi Amo lo dispone y quiere.
Siento el trasero hirviendo; los treinta latigazo que mi Amo me ha dado, quedaron marcados en mi piel.
Los pechos y abdomen igual. Treinta palmetazos en cada uno de ellos, me han abierto los poros, dejando que la sangre fluya al borde de la piel, sensibilizado cada una de esas zonas.
Mis mulos están marcados por los bastones: vertical y horizontalmente. Fueron los más dolorosos en el castigo, pero por suerte, la mordaza permitió que mis gritos de súplicas y de furia se quedaran en mi garganta y salgan por mis lágrimas y temblores.
Al finalizar el castigo, mi Amo me mima con una gran sonrisa. Está satisfecho y me pone muy feliz saber que soy yo la que lo ha logrado.
Es el turno del placer. Estoy temblando de la emoción.
Mi Amo ha empezado por besarme, como un gesto cariñoso. Sus manos acarician mis mejillas, terminando de sacar la mordaza. Ahora puede investigar mejor con su lengua.
Sus manos viajan por mi cuerpo, bajaron desde mis mejillas a mi cuello. Bajan ahora a mis hombres y me da masajes, a la vez que empieza a desatarme cada uno de los nudos.
Me pide que me quede quieta, porque sino, tendrá que castigarme. Yo cumplo, porque ahora quiero el placer.
Su boca empieza a descender hacia mi cuello, besando y mordisqueando el camino que antes trazó con sus manos.
Empieza a pasarme las uñas, suavemente, en mi pecho colorado. Me esta volviendo loca, necesito liberarme, pero no puedo. Si el Amo no quiere que llegue al orgasmo, no llegaré.
Su boca ahora juega con mis pezones hinchados y turgentes por sus mimos., mientras sus manos bajan hacia mi ombligo penetrándolo.
Me hace cosquillas, pero no me puedo reír. Me está matando que muerda de esa manera mis pezones. Lo hace de una manera tierna, pero luego, da un mordisco atroz, haciéndome gritar. Con el pezón entre sus dientes, pasa suavemente la lengua, haciéndome temblar.
Sus manos ahora están en mis muslos y nalgas. Me está apretando esas zonas, enviando zumbidos y vibraciones a todo mi cuerpo.
Su boca descendió ahora hasta mi ombligo y mis caderas. Abre mis piernas con sus manos y empieza a jugar con mi entrepierna.
Me excita demasiado verlo allí, disfrutando de mi sabor.
Agarra mi clítoris con sus dientes y muy fuerte, haciendo que mis gemidos suaves, que trato en vano de contener, se hagan gritos.
Me mira a los ojos y me dice que ya puedo correrme. Dejo mi mente al vacío y empieza a torturar mi clítoris pegándome con las manos abiertas una y otra vez sin piedad. Luego lo muerte, mientras que con sus dedos índice y pulgar, aprieta fuerte mis pezones.
No lo aguanto más, y me choco con las luces por mi cabeza y un grito alrededor de la habitación.
Encuentro mi liberación junto a mi Amo.
Mis brazos y piernas están dormidas y mi cabeza está en blanco, la cual siempre se llena de colores al recibir cada palmeada, latigazo y bastonazo al cuerpo.
Es mi castigo.He desobedecido a mi amo y, por ende, debo pagar.
Mis lágrimas caen por mis mejillas, salpicando mi cuello, mi abdomen y bajando hasta el suelo.
No lloro por el dolor físico o el dolor de tener mi autoestima tan hecha pedazos; lloro por el placer que, luego de mi castigo, me poseerá: llevándome a un lugar en mi mente en el que sólo voy cuando mi Amo lo dispone y quiere.
Siento el trasero hirviendo; los treinta latigazo que mi Amo me ha dado, quedaron marcados en mi piel.
Los pechos y abdomen igual. Treinta palmetazos en cada uno de ellos, me han abierto los poros, dejando que la sangre fluya al borde de la piel, sensibilizado cada una de esas zonas.
Mis mulos están marcados por los bastones: vertical y horizontalmente. Fueron los más dolorosos en el castigo, pero por suerte, la mordaza permitió que mis gritos de súplicas y de furia se quedaran en mi garganta y salgan por mis lágrimas y temblores.
Al finalizar el castigo, mi Amo me mima con una gran sonrisa. Está satisfecho y me pone muy feliz saber que soy yo la que lo ha logrado.
Es el turno del placer. Estoy temblando de la emoción.
Mi Amo ha empezado por besarme, como un gesto cariñoso. Sus manos acarician mis mejillas, terminando de sacar la mordaza. Ahora puede investigar mejor con su lengua.
Sus manos viajan por mi cuerpo, bajaron desde mis mejillas a mi cuello. Bajan ahora a mis hombres y me da masajes, a la vez que empieza a desatarme cada uno de los nudos.
Me pide que me quede quieta, porque sino, tendrá que castigarme. Yo cumplo, porque ahora quiero el placer.
Su boca empieza a descender hacia mi cuello, besando y mordisqueando el camino que antes trazó con sus manos.
Empieza a pasarme las uñas, suavemente, en mi pecho colorado. Me esta volviendo loca, necesito liberarme, pero no puedo. Si el Amo no quiere que llegue al orgasmo, no llegaré.
Su boca ahora juega con mis pezones hinchados y turgentes por sus mimos., mientras sus manos bajan hacia mi ombligo penetrándolo.
Me hace cosquillas, pero no me puedo reír. Me está matando que muerda de esa manera mis pezones. Lo hace de una manera tierna, pero luego, da un mordisco atroz, haciéndome gritar. Con el pezón entre sus dientes, pasa suavemente la lengua, haciéndome temblar.
Sus manos ahora están en mis muslos y nalgas. Me está apretando esas zonas, enviando zumbidos y vibraciones a todo mi cuerpo.
Su boca descendió ahora hasta mi ombligo y mis caderas. Abre mis piernas con sus manos y empieza a jugar con mi entrepierna.
Me excita demasiado verlo allí, disfrutando de mi sabor.
Agarra mi clítoris con sus dientes y muy fuerte, haciendo que mis gemidos suaves, que trato en vano de contener, se hagan gritos.
Me mira a los ojos y me dice que ya puedo correrme. Dejo mi mente al vacío y empieza a torturar mi clítoris pegándome con las manos abiertas una y otra vez sin piedad. Luego lo muerte, mientras que con sus dedos índice y pulgar, aprieta fuerte mis pezones.
No lo aguanto más, y me choco con las luces por mi cabeza y un grito alrededor de la habitación.
Encuentro mi liberación junto a mi Amo.
1 comentarios - La Luna sigue a la Tierra.