La primera vez que intentamos vernos habíamos quedado en ir por algo al centro y después veríamos que hacer. Ese mismo día no pude asistir a nuestra reunión, por lo que decidí llamarle y decirle que sería mejor vernos otro día, ella no hizo preguntas más y a pesar de que en su tono de voz encontré molestia, no dijo nada más y acepto que nos viéramos al siguiente día.
Yo me moría de ganas por verla, yo deseaba mucho estar con ella. La verdad es que las mujeres casadas y con más de 30 años siempre me han parecido un manjar y claro no es algo que se dé así de fácil, sobre todo cuando a mis 22 años la mayoría me considera como su hijo, por supuesto es algo muy estúpido para mí pero no quiero entrar en detalles con eso.
Al día siguiente habíamos quedado de vernos en un restaurante donde todos van por las mañanas, almorzamos bien y después nos dirigimos por un helado. Mi lugar quedaba cerca de una nevería, así que la invite ahí mismo. Compramos nuestro helado y el siguiente paso era llegar a mi casa para poder terminarlo.
Ya adentro y después de diez minutos de platica sin sabor ni son, prácticamente haciendo tiempo para terminar las bebidas, llego un silencio como haciendo la pauta necesaria para hacer mi movimiento. Antes en la oficina habíamos intercambiado un par de besos, nada fuera de lo normal pero yo notaba que cada vez que ponía mis manos sobre su cintura y las deslizaba cuidadosamente hasta su cadera ella emitía unos pequeños suspiros y gemidos que me hacían empalmarme inmediato, de verdad que mi miembro quería explotar en mi pantalón.
Ella está muy bien conservada para su edad y ritmo de vida, era como diez centímetros más pequeña que yo, es de cabello ondulado color castaño, unos ojos grandes y redondos de color café, unos labios deliciosos, con un labio inferior que pide ser devorado; tiene un par de tetas de buen tamaño, discretas pero muy respingonas. Lo que más resalta de ella, y lo que me encanta, es su cola, tiene un trasero tan redondo y grande que siempre que va con tacones, no hay ni un solo cabrón que no la coma con la vista, de verdad es delicioso.
Como les iba diciendo, había llegado el momento de hacer mi movida. Me pare de la silla donde estaba sentado con el pretexto de tomar agua, cuando estaba enfrente del garrafón le ofrecí un vaso a ella y me dijo que si, por lo que le pedí que me alcanzará el vaso que estaba en la alacena arriba, cuando ella fue a la alacena para alcanzar el vaso, inmediatamente me acomode atrás de ella para tomarla por sorpresa, ella por un momento se quedó muy quieta pero yo comencé a acariciarle los hombros y recorrí toda su espalda, empecé a llegar a su cintura y entonces me termine de apoyar todo mi pecho contra su espalda quedando mi polla que estaba ya muy dura entre sus nalgas, en ese momento ella soltó un pequeño gemido y comencé a besarle una oreja de forma delicada.
Cuando termine con su oreja, la hice dar media vuelta y quedamos de frente, comenzamos a besarnos desesperadamente, a un ritmo que sentíamos nuestras lenguas muy calientes, al mismo tiempo yo recorría por encima de su blusa esas tetas que descubrían claramente unos pezones grandes y duros.
Ella comenzó a besarme el cuello y me daba pequeños mordiscos mientras yo bajaba mis manos hasta sus nalgas y las apretaba fuerte al mismo tiempo que yo con mi boca buscaba su caliente y húmeda lengua. Me acerque a su oído para decirle –Te voy hacer mía, esta tarde te convertirás en mi putita–. Ella no respondió muy bien a ésta última palabra, por lo que le volví a dar media vuelta para que quedará de nuevo a espaldas y así con mi polla bien hundida en sus nalgas, le comencé a tocar los pechos por encima de su blusa, abriéndome paso con los dedos hasta llegar a la hilera vertical de botones y rápidamente le desbroche la mitad, dejando ver solo su sostén, de inmediato soltó un delirante gemido de placer, se intentó voltear pero no la deje y se comenzó restregar contra mi cuerpo de una forma intensa e inquieta. Así como estaba, primero le saque una teta del sostén y jugaba con su pezón, mientras con mi lengua recorría por fuera su oreja y le decía –Te dije que hoy serás mi putita – en ese momento yo estaba bajando mi mano al botón de su pantalón, lo desabroché y me hice paso hasta tu entre pierna pero ya desde mucho antes podía sentir lo mojada y caliente que estaba, no hacía fala llegar hasta la entrada de su concha para sentir lo húmeda que estaba. Se logró zafar de mis brazos para quedar enfrente de mí y lo primero que hizo fue pegarme un beso tan caliente y desesperado que con sus manos recorría mis cabellos, mi cuello y recargo sus manos en mi pecho; se alejó un momento para decirme –Ve cómo me tienes –y volteo a verse a ella misma, sin darle tiempo de hacer nada, rápidamente me acerque para comenzar a buscar con mi lengua su pezón. Sus tetas se sentían mucho mejor en mi boca, se sentía tan duro su pezón en mis labios que no aguante mucho las ganas de comenzar a morderlo, primero con mordiscos suaves y cortos; ella no paraba de enredar sus manos en mi cabello al mismo tiempo que presionaba más fuerte mi cabeza a su pecho.
Paré un momento para buscar su cara, a lo cual ella respondió con un beso y una sonrisa y me dijo –Así que quieres que sea tu putita? Y que tengo que hacer? Además de tenerme aquí parada media desnuda? –sin decirle ni una sola palabra, la tome por las nalgas y la monte sobre la barra del desayunador, para que tuviera la altura que deseaba. De un solo movimiento le retire el pantalón dejándola solo en su tanga y tacones, a lo cual ella se quedó boquiabierta pero a mí no me importo, yo estaba dispuesto a una sola cosa: hundir mi lengua en su entrepierna y hacerla gritar. Gemía de una forma tan rica, como si su placer fuera un dolor tan gustoso y culposo a la vez. Me acerque a ella y le dije –Mi putita no se debe quejar de nada – le arranque la tanga y ella soltó un ligero gritito en forma de reprendo, a lo cual le reitere –Te dije que no te ibas a quejar de nada –y mientras terminaba esa última frase mi mano derecha, se la ponía en la boca para cerrar sus labios y mi mano izquierda para entrar su conchita toda caliente y escurrida, mientras le iba introduciendo el primer dedo ella cerró los ojos y soltó un cortito gemido, al sentir que estaba todo mojado, no dude para nada para meter un segundo pero esta vez sin cuidado alguno, al momento de entrar ella solo arqueo la espalda, empecé con entre-saca que solo hacía que ella comenzará a gemir cada vez más largo y fuerte, para el cuarto movimiento ya le había quitado la mano de la boca y la pasaba sobre la teta que tenía al aire, de vez en cuando le daba un manotazo y ella gemía más; eso me ponía como loco por lo cual decidí que era tiempo de comérmela.
Saque mi mano izquierda de su concha y me la acerque a la boca para chuparme un dedo pero no dejo llegar, antes ella me intercepto con su boca para intentar besarme, metió su lengua rápidamente, mientas que con su mano acercaba mi otra mano a sus tetas, ella se sacó la otra teta para dejarlas al aire y me gemía con una voz entre ahogada y excitada –Cómeme –respondí a su petición y baje chupando sus tetas hasta su monte de venus y desde ahí comencé a probar todos sus fluidos calientes y exquisitos.
Le comí la concha por un rato, mientras al mismo tiempo mis manos jugaban con sus tetas, al final ese era el propósito de ponerla en la barra, justo cuando escuche que comenzaba a gritar y gemir más fuerte me puse erguido pero ella intentaba dejarme ahí con su mano en mi cabeza aferrada a su entrepierna, me termine de levantar pero esta vez con más fuerza, le tome con mi mano por la mandíbula y le dije con un voz suave pero fuerte –Esos no son los modales de una putita –de inmediato la tome por los cabellos y la hice parar, solo para hacerla hincarse enfrente de mí, con la otra mano, me quitaba el cinturón y desabrochaba el cinturón para sacarme mi erecto miembro y ponérselo de frente a su cara; yo estaba muy excitado por lo cual mi verga estaba muy dura, roja y mojada también.
Se lo acerque a la boca pero a penas lo estaba acercando cuando ella comenzó a chuparme la puntita y después con su lengua comenzó a recorrerme desde la punta hasta la base, con unas chupadas que dejaban ver su desesperación y excitación que sentía por estármela chupando, volteo a verme a la cara y me rezongó –Así si soy más putita para ti? –pero la verdad es que no, por eso no le respondí nada y con la mano que tenía su cabeza la acerqué más mi miembro, mientras con la otra lo dirigía a su boca y de un solo movimiento la hice que se lo tragara todo, para la segunda entrada yo no tuve que hacer nada, ella solita tenía ya sus manos bien puestas en la base y me estaba pegando tremenda mamada.
Lo hacía de una forma desesperada, como si me quisiera hacer terminar en cuanto antes y eso me ponía más caliente; ver a esta señora casada, a la mitad de mi living, hincada y chupándomela con tal maestría que si me descuidaba cosa de nada terminaría llenándole la boca de leche, me ponía como loco y ella lo sabía porque volteo a verme de nuevo a la cara –Quiero que me la metas, ya te quiero adentro –cuando termino de pedirme que me la cogiera, la hice parar y la encamine al cuarto, como ella iba por delante, tenía un panorama perfecto de todo lo que iba a comer, así que le di una fuerte nalgada y la lleve al cuarto.
Primera Parte
Yo me moría de ganas por verla, yo deseaba mucho estar con ella. La verdad es que las mujeres casadas y con más de 30 años siempre me han parecido un manjar y claro no es algo que se dé así de fácil, sobre todo cuando a mis 22 años la mayoría me considera como su hijo, por supuesto es algo muy estúpido para mí pero no quiero entrar en detalles con eso.
Al día siguiente habíamos quedado de vernos en un restaurante donde todos van por las mañanas, almorzamos bien y después nos dirigimos por un helado. Mi lugar quedaba cerca de una nevería, así que la invite ahí mismo. Compramos nuestro helado y el siguiente paso era llegar a mi casa para poder terminarlo.
Ya adentro y después de diez minutos de platica sin sabor ni son, prácticamente haciendo tiempo para terminar las bebidas, llego un silencio como haciendo la pauta necesaria para hacer mi movimiento. Antes en la oficina habíamos intercambiado un par de besos, nada fuera de lo normal pero yo notaba que cada vez que ponía mis manos sobre su cintura y las deslizaba cuidadosamente hasta su cadera ella emitía unos pequeños suspiros y gemidos que me hacían empalmarme inmediato, de verdad que mi miembro quería explotar en mi pantalón.
Ella está muy bien conservada para su edad y ritmo de vida, era como diez centímetros más pequeña que yo, es de cabello ondulado color castaño, unos ojos grandes y redondos de color café, unos labios deliciosos, con un labio inferior que pide ser devorado; tiene un par de tetas de buen tamaño, discretas pero muy respingonas. Lo que más resalta de ella, y lo que me encanta, es su cola, tiene un trasero tan redondo y grande que siempre que va con tacones, no hay ni un solo cabrón que no la coma con la vista, de verdad es delicioso.
Como les iba diciendo, había llegado el momento de hacer mi movida. Me pare de la silla donde estaba sentado con el pretexto de tomar agua, cuando estaba enfrente del garrafón le ofrecí un vaso a ella y me dijo que si, por lo que le pedí que me alcanzará el vaso que estaba en la alacena arriba, cuando ella fue a la alacena para alcanzar el vaso, inmediatamente me acomode atrás de ella para tomarla por sorpresa, ella por un momento se quedó muy quieta pero yo comencé a acariciarle los hombros y recorrí toda su espalda, empecé a llegar a su cintura y entonces me termine de apoyar todo mi pecho contra su espalda quedando mi polla que estaba ya muy dura entre sus nalgas, en ese momento ella soltó un pequeño gemido y comencé a besarle una oreja de forma delicada.
Cuando termine con su oreja, la hice dar media vuelta y quedamos de frente, comenzamos a besarnos desesperadamente, a un ritmo que sentíamos nuestras lenguas muy calientes, al mismo tiempo yo recorría por encima de su blusa esas tetas que descubrían claramente unos pezones grandes y duros.
Ella comenzó a besarme el cuello y me daba pequeños mordiscos mientras yo bajaba mis manos hasta sus nalgas y las apretaba fuerte al mismo tiempo que yo con mi boca buscaba su caliente y húmeda lengua. Me acerque a su oído para decirle –Te voy hacer mía, esta tarde te convertirás en mi putita–. Ella no respondió muy bien a ésta última palabra, por lo que le volví a dar media vuelta para que quedará de nuevo a espaldas y así con mi polla bien hundida en sus nalgas, le comencé a tocar los pechos por encima de su blusa, abriéndome paso con los dedos hasta llegar a la hilera vertical de botones y rápidamente le desbroche la mitad, dejando ver solo su sostén, de inmediato soltó un delirante gemido de placer, se intentó voltear pero no la deje y se comenzó restregar contra mi cuerpo de una forma intensa e inquieta. Así como estaba, primero le saque una teta del sostén y jugaba con su pezón, mientras con mi lengua recorría por fuera su oreja y le decía –Te dije que hoy serás mi putita – en ese momento yo estaba bajando mi mano al botón de su pantalón, lo desabroché y me hice paso hasta tu entre pierna pero ya desde mucho antes podía sentir lo mojada y caliente que estaba, no hacía fala llegar hasta la entrada de su concha para sentir lo húmeda que estaba. Se logró zafar de mis brazos para quedar enfrente de mí y lo primero que hizo fue pegarme un beso tan caliente y desesperado que con sus manos recorría mis cabellos, mi cuello y recargo sus manos en mi pecho; se alejó un momento para decirme –Ve cómo me tienes –y volteo a verse a ella misma, sin darle tiempo de hacer nada, rápidamente me acerque para comenzar a buscar con mi lengua su pezón. Sus tetas se sentían mucho mejor en mi boca, se sentía tan duro su pezón en mis labios que no aguante mucho las ganas de comenzar a morderlo, primero con mordiscos suaves y cortos; ella no paraba de enredar sus manos en mi cabello al mismo tiempo que presionaba más fuerte mi cabeza a su pecho.
Paré un momento para buscar su cara, a lo cual ella respondió con un beso y una sonrisa y me dijo –Así que quieres que sea tu putita? Y que tengo que hacer? Además de tenerme aquí parada media desnuda? –sin decirle ni una sola palabra, la tome por las nalgas y la monte sobre la barra del desayunador, para que tuviera la altura que deseaba. De un solo movimiento le retire el pantalón dejándola solo en su tanga y tacones, a lo cual ella se quedó boquiabierta pero a mí no me importo, yo estaba dispuesto a una sola cosa: hundir mi lengua en su entrepierna y hacerla gritar. Gemía de una forma tan rica, como si su placer fuera un dolor tan gustoso y culposo a la vez. Me acerque a ella y le dije –Mi putita no se debe quejar de nada – le arranque la tanga y ella soltó un ligero gritito en forma de reprendo, a lo cual le reitere –Te dije que no te ibas a quejar de nada –y mientras terminaba esa última frase mi mano derecha, se la ponía en la boca para cerrar sus labios y mi mano izquierda para entrar su conchita toda caliente y escurrida, mientras le iba introduciendo el primer dedo ella cerró los ojos y soltó un cortito gemido, al sentir que estaba todo mojado, no dude para nada para meter un segundo pero esta vez sin cuidado alguno, al momento de entrar ella solo arqueo la espalda, empecé con entre-saca que solo hacía que ella comenzará a gemir cada vez más largo y fuerte, para el cuarto movimiento ya le había quitado la mano de la boca y la pasaba sobre la teta que tenía al aire, de vez en cuando le daba un manotazo y ella gemía más; eso me ponía como loco por lo cual decidí que era tiempo de comérmela.
Saque mi mano izquierda de su concha y me la acerque a la boca para chuparme un dedo pero no dejo llegar, antes ella me intercepto con su boca para intentar besarme, metió su lengua rápidamente, mientas que con su mano acercaba mi otra mano a sus tetas, ella se sacó la otra teta para dejarlas al aire y me gemía con una voz entre ahogada y excitada –Cómeme –respondí a su petición y baje chupando sus tetas hasta su monte de venus y desde ahí comencé a probar todos sus fluidos calientes y exquisitos.
Le comí la concha por un rato, mientras al mismo tiempo mis manos jugaban con sus tetas, al final ese era el propósito de ponerla en la barra, justo cuando escuche que comenzaba a gritar y gemir más fuerte me puse erguido pero ella intentaba dejarme ahí con su mano en mi cabeza aferrada a su entrepierna, me termine de levantar pero esta vez con más fuerza, le tome con mi mano por la mandíbula y le dije con un voz suave pero fuerte –Esos no son los modales de una putita –de inmediato la tome por los cabellos y la hice parar, solo para hacerla hincarse enfrente de mí, con la otra mano, me quitaba el cinturón y desabrochaba el cinturón para sacarme mi erecto miembro y ponérselo de frente a su cara; yo estaba muy excitado por lo cual mi verga estaba muy dura, roja y mojada también.
Se lo acerque a la boca pero a penas lo estaba acercando cuando ella comenzó a chuparme la puntita y después con su lengua comenzó a recorrerme desde la punta hasta la base, con unas chupadas que dejaban ver su desesperación y excitación que sentía por estármela chupando, volteo a verme a la cara y me rezongó –Así si soy más putita para ti? –pero la verdad es que no, por eso no le respondí nada y con la mano que tenía su cabeza la acerqué más mi miembro, mientras con la otra lo dirigía a su boca y de un solo movimiento la hice que se lo tragara todo, para la segunda entrada yo no tuve que hacer nada, ella solita tenía ya sus manos bien puestas en la base y me estaba pegando tremenda mamada.
Lo hacía de una forma desesperada, como si me quisiera hacer terminar en cuanto antes y eso me ponía más caliente; ver a esta señora casada, a la mitad de mi living, hincada y chupándomela con tal maestría que si me descuidaba cosa de nada terminaría llenándole la boca de leche, me ponía como loco y ella lo sabía porque volteo a verme de nuevo a la cara –Quiero que me la metas, ya te quiero adentro –cuando termino de pedirme que me la cogiera, la hice parar y la encamine al cuarto, como ella iba por delante, tenía un panorama perfecto de todo lo que iba a comer, así que le di una fuerte nalgada y la lleve al cuarto.
Primera Parte
0 comentarios - La señora casada