You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Seis por ocho (99): La hora de la verdad




Post anterior
Post siguiente
Compendio I


Confieso que es impresionante ver que ya van casi 100 entregas. En retrospectiva, creía que serían unas 30, pero han pasado tantas cosas…
Sin embargo, creo que sigo siendo el mismo tipo del comienzo: el chico enamorado de su novia otaku, cuyo amor le bastaba para ser feliz.
No me veo como un galán, un semental, ni mucho menos, un tipo perfecto. No me destaco por mi físico ni por mi personalidad.
Lo único que tengo es inteligencia. Nada más que me haga destacar…
Pero las oportunidades se dieron y ellas encontraron que lo que les daba era suficiente y lo que necesitaban. Yo estaba muy consciente que no lo merecía, que no lo buscaba y lo más importante, que no era el tipo adecuado para vivirlo, pero así se fueron dando las cosas.
Este era el rompimiento más difícil de todos. Todos eran complicados, pero este era lejos el que más deseábamos esquivar.
A las chicas les agradó ver que su madre se arreglaba para salir en una cita. Verónica me miraba, como si buscara mi aprobación, pero yo sólo le sonreía…
No era mi mujer y creer lo contrario, sería vivir en negación. Además, Ricardo se notaba como un buen tipo, alguien que apreciaría su cariño…
Pero notaba en sus ojos que ella no lo amaba. La ponía caliente, no había dudas, pero no era la mirada que me daba a mí…
A pesar de las promesas de Ricardo, acordé pagar un 40% de los gastos. Como les digo, podíamos pagar el precio completo, pero estaba consciente de que era un lugar lujoso y que cobraban una buena comisión. Además, había gastos por personal, tragos, electricidad y otras cosas, que igual pesarían en el bolsillo de un particular.
Pero lo hacía, más que nada, para calmar mi conciencia, para no pensar que Verónica lo estaba pagando con su cuerpo.
Visitar a Ricardo aceleró mucho las cosas. Si queríamos el local, debíamos pedirlo dentro de 3 semanas, ya que no había muchas reservas, por ser periodo de vacaciones. Por estas razones, Marisol y yo estábamos presionados…
Y nos estaba, inexorablemente, empujando a esto…
Ni mi ruiseñor ni yo queríamos hacerlo. Nos había costado llegar hasta este punto, para después tener que devolvernos…
Pero no podíamos dejar que esa mentira continuara. Yo suponía que debía tener sus sospechas… no había sabido de mi desde antes de año nuevo…
Cuando Pamela nos recibió, no necesitaron palabras. Ella también comprendía que la visita de su prima no era por capricho.
Simplemente, significaba que las cosas estaban saliendo de nuestro control…
“¡Finalmente apareciste, Marco!” dijo Lucia, al recibirme. “¡Pensamos que te había pasado algo!”
“¡No, señora!” respondí, mirando a Pamela. “Solo surgieron algunos imprevistos…”
“¿Y quién es esta jovencita tan hermosa? ¿Será tu amante?” preguntó, al ver a Marisol.
Fue una pregunta incomoda…
“¡No, tía! ¡Sólo soy yo!... he venido a visitarla, porque he extrañado mucho a mi prima…”Respondió mi ruiseñor.
“¡Y veo que has estado ocupada, niña!” exclamó Lucia, al notar su vientre. “¡Pamelita, podrías haberme dicho que tu prima estaba embarazada!”
Marisol me miró, consultándome si hacíamos lo correcto…
Suspiré. Simplemente, no podíamos dejarla atrapada en esa mentira…
“¡Mamá!” exclamó su hija, bien complicada. “Si Marisol no te lo dijo, debió ser por algo…”
Era difícil para nosotros. Pamela nos suplicaba con los ojos que siguiéramos con el juego y realmente, ambos queríamos complacerla, pero en el fondo, sabía que tarde o temprano llegaría la hora de la verdad… y dilatarlo sólo traería complicaciones.
Lucia nos hizo pasar a la casa, a sentarnos en el recibidor. Pidió a Celeste que nos trajera limonada fresca, cosa que hizo, pero se quedó en el marco de la habitación, esperando alguna otra orden de su señora. No dudaba de mirarme con discreción, pero no podía devolver sus atenciones.
“¿Y cuántos meses tienes, Marisol?” preguntó Lucia.
“¡Tengo un poco más de 3 meses!” respondía mi ruiseñor “¡Y estoy esperando gemelos!”.
“¡Gemelos! ¡Qué emoción!”Le dijo, abrazándola afectuosamente. “¿Y cómo se ha portado el padre?”
“¡Mamá!” exclamó Pamela, muy nerviosa.
“¿Qué pasa, Pamela?”
“¡Si no te dijo que estaba embarazada… probablemente, no sea tu asunto!…” Respondió Pamela, roja como un tomate.
“¡Lo siento, Marisol!... ¡Pamela tiene razón!...” Se disculpó Lucia.
“¡No se preocupe, tía!…” Respondió Marisol, mirándome a los ojos para hacerme desistir. “… El padre ha sido un tipo muy responsable…”
“¡Me alegro!” respondió Lucia. “Así que fuiste tú la que hizo el rol de casamentera…”
“¿Cómo dice?” preguntó Marisol, sin entender.
“¡Pues tú le presentaste Pamela a Marco! ¿No?” Aclaró Lucia.
El “elefante” se rehusaba a abandonar la habitación…
“¡Si, tía!… así fue…” respondió mi ruiseñor, sin poder mirarla a los ojos.
Las 2 me miraban complicadas. Sabían en el fondo que era idea mía, pero siempre he tratado de ser recto.
“Pues… ¡Te estoy muy agradecida!…” dijo Lucia, acariciando su cara con ternura. “Mi Pamelita ha cambiado tanto después de conocerlo, que cada día que paso, me sorprendo más y más…”
“¡Mamá!... no es para tanto…” decía Pamela, colorada y tratando de no mirarme.
“¡Pero es verdad!” dijo Lucia, enfadándose conmigo. “¡Y tú!... ¡Tan irresponsable para no llamar a tu novia por teléfono!”
“¡Lo siento, señora!” exclamé. “¡He estado… ocupado!”
“¡Vergüenza debería darte!” me reprendió, de manera afectuosa. “¡Mi pobre niña ha estado impaciente, esperando que vengas o la llames por teléfono!”
Esta era otra Lucia…la verdadera… una que avergonzaba bastante a Pamela.
“¡Mamá, no exageres!” le decía, cubriéndose la cara.
Y finalmente, se fijo en los dedos de mi ruiseñor…
“¡Que hermoso anillo! ¿Dónde lo conseguiste?” preguntó Lucia.
Marisol me miró. Asentí con la cabeza, mientras que Pamela nos suplicaba espantada con que no lo hiciéramos…
“Me lo dio mi novio…” respondió mi ruiseñor.
“¿El padre de tus bebes?” Preguntó imprudentemente Lucia.
“¡Mamá!” la reprendió nuevamente Pamela.
“¡Disculpa, Pamela!... pero uno nunca sabe…” exclamó con genuina candidez.
“¿Y crees que ella debe decírtelo?” Preguntó Pamela, con sentido común.
“Si, tía…” dijo Marisol, quitando la tensión al comentario. “Ha sido mi novio…”
“¡Es tan bonito!” Exclamó Lucia, examinando el delfín de lapislázuli. “¡No debió salir barato!”
“Bueno… mi novio es ingeniero…” explicó Marisol.
“¡Vaya, que sorpresa!” exclamó Lucia, mirándonos. “¡Un ingeniero, igual que…!”
¡Y entonces, le calzó todo!…
“Pamela, ¿Qué está pasando aquí?” preguntó, empezando a enojarse.
“¡Lo siento, mamá!” dijo Pamela, poniéndose a llorar.
“¡Si, tía, discúlpenos!” suplicó Marisol. “¡Fue culpa mía!”
Pero para Lucia, había sólo un culpable…
La cachetada fue violenta, seca e inesperada... pero me la merecía bastante bien.
“¡Yo confié en ti!” me dijo, poniéndose a llorar.
Incluso Celeste estaba sorprendida. Pamela y Marisol saltaron a defenderme.
“¡Mamá, no le pegues!”
“¡Si, tía!... ¡Todo es mi culpa!” exclamó Marisol.
Le pedí a Celeste que le sirviera un vaso de limonada, para calmarla. Teníamos que contarle la verdad.
“¡Sabía que no podía ser cierto! ¡Lo sabía!” gritaba Lucia, a los 4 vientos, furibunda. “¡Me engañaste, Pamela!... ¡Me engañaste otra vez!... ¡Y me viste la cara de tonta!”
“¡Mamá, lo siento!” lloraba Pamela.
“¡No quiero verte ahora!... ¡Sal de mi vista!” ordenaba Lucia, sin poder mirarla a la cara.
La cara de Pamela estaba llena de reproche para mí. Se puso de pie, cubriéndose la boca y fue a llorar a su habitación.
“¡Señora Lucia!... ¡Ella no tuvo la culpa!” La defendí.
“¡Y tú, no me hables!...” me decía, mirándome a los ojos, repletos de lágrimas. “¡Lo supe apenas te vi!... ¡No podía ser cierto!... ¡Eres tan descarado como Diego!...”
Bajé la mirada. Ese comentario me lo merecía también...
“¡Se equivoca, tía!” dijo Marisol, con la cara mirando al suelo. “¡Marco nunca le mintió!”
“¿Cómo te atreves a decirme eso?” le gritó, muy enojada. “¡Vienes embarazada, a mi casa… para decirme que este imbécil es tu novio!...”
“¡Pero no es solamente mi novio!” exclamó Marisol, llorando, pero con una mirada bien sería. “¡También es el novio de Pamela!”
A Lucia le sorprendió la mirada decidida de mi ruiseñor…
“¿De qué mierdas me estás hablando?” exclamó.
Y empezó a contarle todo este embrollo…
“Marco y yo tenemos una relación de 2 años. Él era mi maestro para rendir la prueba de selección universitaria y me empecé a enamorar de él…”
“¿Tú te empezaste a enamorar de él? ¿Él no te sedujo?” preguntó Lucia, con incredulidad.
“No, tía… Marco era muy tímido y éramos buenos amigos. Fui yo incluso la que lo besó por primera vez y a partir de entonces, fui su novia y la única mujer de su vida…” explicó Marisol.
“¿Cómo me dices eso? ¡Acabas de decir que es novio de Pamela!” rezongó Lucia.
“Si… pero al principio no quería…” le respondió.
“Pamela tenía un carácter horrible cuando la conocí.” Dije yo. Lucía aun me miraba enfadada. “Era una chica que buscaba llamar la atención de cualquier manera, pero quería bastante a Marisol. Nunca había tenido un novio serio, por lo que desconfiaba de mí y quiso probarme…”
“¡Y tú fuiste tan gentil, que te ofreciste de voluntario!” me dijo con sarcasmo.
“¡Claro que no, tía!...” exclamó Marisol, avergonzada. “Se lo pedí yo misma…”
La cara de Lucia no podía con tanta incredulidad.
“¿Tú le pediste a Pamela que te engañara con tu novio?”
“¡No fue tan así!” se defendió Marisol. “Vera… Marco siempre ha estado conmigo, cuando lo he necesitado y sé que me ama con todo su corazón… pero usted sabe lo bonita que es Pamela. Yo veía que ningún hombre se le resistía, pero mi amado Marco era especial. Él nunca la miró con deseo…”
“¡Francamente, la odiaba! ¡Encontraba que le quitaba atención a Marisol!” interrumpí.
“¡Exacto!... Y Pamela creía que todos los hombres eran iguales… me entristecía mucho verla tan deprimida… por lo que le di permiso para que lo usara también…”
“¿“Lo usara”? ¿Lo ves como un par de zapatos?” Dijo Lucia, completamente desquiciada.
“¡Claro que no!” Respondió Marisol, llorando al ver que no le creía. “Marco… es especial… él no se fija en el físico… tiene un buen corazón y aunque le desagraden las personas, siempre ayuda… por eso, le pedí que cuidara a Pamela… ¡Tía, yo conozco a su hija y sé que hay muchas cosas buenas!... pero estaban ocultas… tras mascaras de soberbia e insensibilidad… pero sabía que Marco podía ayudarla… pensaba que si la hacía tan feliz… como me ha hecho a mí… podríamos cambiarla…”
Marisol era tan convincente, que podía ver el impacto de sus palabras en el rostro de Lucia. Sin embargo, el sentido común de Pamela era algo heredado de su madre.
“Pero… ¿Por qué así? ¿Por qué no lo hablaste con ella?”
Marisol sonrió…
“Pues… porque a mí me excitaba…” respondía feliz, recordando.
La cara de espanto de Lucía era increíble.
“¿Te excitaba la idea que te engañara tu novio?”
“¡No, tía!... me excitaba la idea que… aunque Pamela fuera tan bonita… Marco igual volviera a mí…”
Era algo que Lucia no podía creerlo. La entendía. Unos meses atrás, también estuve en sus zapatos…
“¿Cómo dices… eso?” Decía Lucia, horrorizada. “¿No sabes… el dolor… de sentirte engañada?”
“¡Es que eso hace a mi amado Marco especial!” le respondía Marisol, muy emocionada. “¡Él nunca quiso hacerlo!”
“¡Señora!” confesé con vergüenza. “Yo intenté resistirme… de verdad lo hice… pero Marisol me exigía pruebas más grandes… y acabé sucumbiendo a mis instintos…”
“¿Y esa es tu excusa?” Me reclamaba, mirándome con odio.
“¡No, porque yo siempre supe con quien estaría!”
“¿Qué?” exclamó nuevamente sorprendida Lucia.
“Le pedí a Pamela que lo sedujera… quería que viera que Marco era especial… cuando Marco me hace el amor, me siento la única mujer en su mundo… me siento segura… protegida… y quería que ella también lo sintiera…” le respondía.
Lucia me miraba de una manera extraña. Aun me repudiaba, pero las palabras de Marisol la hacían cuestionarse…
“Siempre tuvimos sexo seguro y me preocupe por ella, que se sintiera bien, que no se sintiera culpable…” le expliqué.
Quería replicarme, pero Marisol no le dio el tiempo…
“Y finalmente, fue Pamela la que me confesó su amor por mi novio…” dijo Marisol, con una sonrisa amistosa.
Sin embargo, la cara de Lucia no aceptaba nuestra lógica.
“¿Y debo suponer que con todo esto, está todo arreglado?”
“No, señora. Tiene todo el derecho del mundo para odiarme… pero no a su hija.” Le respondí. “Ella estaba sola y necesitaba que alguien la apoyara… desgraciadamente, nadie estaba ahí… y fui yo el que la ayudó. Ella es buena, empeñosa y lo que ha visto en estos días, ha sido porque nosotros la hemos ayudado…”
“¡Tía, yo la quiero como una hermana!” agregó Marisol.
“Y ahora… ella teme que usted no la quiera…” le dije yo, empezando a llorar. “Vinimos esta tarde… porque usted se merece saber la verdad… Marisol y yo nos vamos a casar… y en pocos meses, nos iremos al extranjero… si lo desea, no molestaremos más a Pamela, pero por favor, le pedimos que la apoye… ¡Es su hija y ha hecho todo lo posible para ganar su respeto!...”
Lucia guardó silencio por un rato.
“¡Váyanse!” Nos ordenó. “¡Váyanse y no vuelvan más!”
Nos miramos con Marisol y nos pusimos de pie, retirándonos en silencio.
Celeste nos abrió la puerta y pude ver que me miraba diferente. Ella si nos había creído…
En la calle, Marisol lloraba, apoyándose en mi pecho.
“Marco, ¿Hicimos lo correcto?” Me preguntó.
“¡No lo sé, corazón!” Le respondí, besando sus tiernos labios con sabor a limón. “Sólo puedo decirte que teníamos que hacerlo…”
Pero aunque esas horas parecían negras y desesperanzadas, en realidad, nuestra honestidad terminaría beneficiándonos al momento de la ceremonia…
El perdón de Lucia nos llegaría… y también tendría una última oportunidad para romper con Pamela, de una manera más romántica y significativa...
Después de todo, ella se fue a llorar a su habitación antes que le dijéramos el motivo de nuestra visita…


Post siguiente

1 comentarios - Seis por ocho (99): La hora de la verdad

porouse +1
Está bueno aunque algo larguito.
metalchono
si, pero estamos llegando al final casi... XD