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Seis por ocho (81): La dificultad de ir al baño




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Compendio I


Realmente, no estoy seguro si fueron uno o dos lunes después de la reunión sobre los nuevos “Lunes casuales”. He pasado algunos días, aprovechando mis momentos de soledad, tratando de reconstruir esos días con mayor exactitud, pero francamente, no he tenido mucho éxito.
Tal vez, les haya llamado la atención que haya mantenido una bitácora tan prolija, recordando casi con precisión de reloj cuando pasó esto o cuando pasó aquello, pero aunque no lo crean, por el hecho de que mi trabajo y mis estudios estaban tan conectados a mi vida sexual, siempre quedaba algún registro escrito asociado a mis experiencias y que ha sido la mayor herramienta para reconstruir parte de estas memorias.
“¡Vamos, amigo, no me engañes!” tienen todo el derecho de creerlo… “¡No me puedes decir que, durante todas esas semanas, tuviste una especie de “Save file” como en los juegos de video y que “milagrosamente”, guardaste toda tu partida sexual. ¡Eso es increíble!”
Y tendrían la razón: hubo tantas vivencias que habría sido imposible almacenarlas, de no haber sido por un elemento milagroso como ese, pero como les acabo de mencionar, el hecho que mi trabajo y mis estudios estuvieran tan conectados a mi vida sexual, realmente se creó una especie de “Pseudo- archivo”.
Aunque gran parte era digital (fecha de redacciones de informes de faena, correos, memos, etc.), también había documentos impresos (la fecha de los sellos y timbres que Sergio usó para venderme su casa, fechas de exámenes médicos y otros más) y probablemente, los más sorprendentes de todos, los mediáticos.
Como les mencioné, el arresto del profesor de educación física de Amelia causó un gran revuelo, conociéndose que el tipo vivía transfiriéndose de escuela en escuela, renunciando al semestre o al año, cuando sus víctimas empezaban a mostrar señales de abusos deshonestos y al momento de confirmarse su arresto, las “verdaderas víctimas” aparecieron y se hicieron escuchar.
Digo “verdaderas víctimas”, ya que no fue necesario que Amelia fuera a declarar, porque les había entregado la confesión en video y Amelia había corrido con suerte, al no haberse propasado con ella.
Incluso el mismo colegio no alcanzó a mancillar su reputación, puesto que lo habían contratado al comienzo del año, principalmente por simpatía a la “Época dorada” que les había brindado en el pasado y como Amelia fue la única “victima”, lograron zafarse del embrollo con facilidad, protegiendo la identidad de su alumna todo el tiempo.
El otro de estos registros es, de hecho, el fondo de pantalla del ordenador portátil del trabajo. Es una ampliación de un reportaje de 5 líneas de unos de los periódicos más influyentes de la capital.
Cuando me siento cansado, minimizo los programas, lo leo y me subo los ánimos. Habla del arresto de un influyente empresario español, con cargos de acoso sexual e intento de violación…
No es mucho lo que sale, puesto que los dueños del periódico están emparentados con el susodicho, pero al leerlo, me hace pensar que es idéntico al “Conde de Montecristo”, pero con Danglars encarcelado, en lugar de Dantés.
Porque claro, nuestra tan “vilipendiada burocracia” ha hecho que la cárcel donde cumple su condena se convierta en un actual “Castillo de If” y puesto que sería más perjudicial para sus “nobles parientes” rescatarlo, adoptaron por la romántica solución que “Diego se había enamorado y surcaba los océanos, en su lancha de lujo, con una misteriosa dama de identidad desconocida, por lo cual, no se sabía cuando regresaría al viejo continente”, según lo que encontré en algunos magazines.
Pero retomando la historia, para este caso en particular, me es difícil dar una descripción detallada sobre lo ocurrido en cada uno de esos días, por lo cual me saltaré a la única fecha con datos más concretos.
“Realmente, no notó nada fuera de lo normal.” decía el doctor, revisando mis exámenes. “Es decir, aparte del cansancio muscular y de la falta de sueño, en realidad todos tus registros están dentro del promedio.”
Él se percató que no era la respuesta que buscaba. La razón era que yo sabía el costo físico necesario para que esos resultados fueran normales…
“Sé que lo que te ocurrió el mes pasado te debe tener algo preocupado, Marco, pero ahora que tu vida está más calmada, no tienes que asustarte.” Me decía él, tratando de darme ánimos. “Tu colesterol, nivel de azúcar, sal en la sangre… todos los indicadores peligrosos están normales; tus defensas, fuertes como un roble e incluso, estás ligeramente bajo de peso, pero no por eso tienes que preocuparte que te pase lo de la otra vez.”
“¡Se equivoca, doctor!” le repliqué. “Si esos indicadores están normales, significa que mi condición es anormal.”
“¡Vamos, hombre! ¡No seas tan trágico!” me respondió, tratando de darme ánimos. “¡Si con terminar con tus romances, se acabaron tus problemas!”
“¡Es que eso mismo es la situación!” le expliqué. “Yo no he terminado nada…”
El doctor fue la primera persona a quien le conté todo este embrollo. Como la vez anterior, había dado un veredicto con solo mirarme, pensé que era la persona más adecuada para contarle todo.
Al principio, no me creía, ya que mi apariencia no es gran cosa, pero cuando empecé a dar los detalles de Verónica, de Pamela, de Amelia y por último, de Sonia, su cara compasiva y paternal había cambiado a una preocupada y un tanto envidiosa.
“¿Y me dices que tu misma novia… te ha dado permiso?” Preguntó, como si realmente se lamentara por mí.
“¡Así es!” le respondí. “Y es por eso porque he venido a verlo.”
“¿A qué te refieres?” preguntó.
Entonces, tuve que resumirle lo que llevaba haciendo por más de una semana…
Recuerdo claramente la primera vez, la noche de ese lunes, tras la reunión. Por lo general, acostumbro a hacer mis necesidades por la noche, ya que vivo con tantas mujeres que no deseo molestarlas con mis olores.
Sin embargo, esa noche, Verónica me esperaba en su puerta, vistiendo su delicioso negligé negro. Me dijo que se sentía sola y deseaba que le hiciera compañía. No tuve problemas, ya que habíamos tenido una tarde bien relajada, Marisol no parecía tener planes raros y prácticamente, no había una “elegida” que atender, por lo que pensé que las cosas volvían a la normalidad.
Nos desnudamos e hicimos el amor, con ella montándome con sus pechos al aire. Era agradable apretar esas cálidas mamás y chupar esos pezones, con completa libertad, mientras que mi suegra me besaba deliciosamente.
Luego de correrme en su deliciosa rajita, me vestí y fui al baño, por unos 15 minutos. Al salir, sin embargo, la puerta de la antigua habitación de Marisol estaba abierta y Pamela me esperaba.
Quería aprovechar que Amelia dormía para hacer algo juntos. Era difícil decirle que no, si estaba vistiendo su camisón rosado y con un preservativo en mano, con una cara de deseo. Sé que lo he mencionado muchas veces, pero es la ropa de dormir más sensual que ella tiene.
Tratamos de hacerlo en silencio. Sus besos eran deliciosos, al igual que el calor de sus tiernos y firmes pechos y lo que hacía mejor todo era que se me susurraba al oído que me amaba y que le encantaba tenerme adentro de ella.
Estábamos sudando cuando me corrí, aunque ella lo había hecho varias veces más, pero aun me quería adentro. Me decía que “Su culito estaba listo para mi inyección” y como les digo, su físico es tan seductor, que al despegarme, simplemente tenía que volver a metérselo.
Sus gemidos eran suaves, pero profundos y sensuales. Me pedía que acariciara sus pechos, que tocara su clítoris y que metiera mis dedos donde yo deseara, porque era enteramente mía y podía hacer lo que deseara con ella, lo que me ponía más y más caliente.
Finalmente acabé en su interior y me decía que estaba muy feliz de sentirme tan calientito dentro de ella.
Sin embargo, al despegarme y despedirme, Amelia me dijo que eso no era justo y que ella también quería sentirse bien, por lo que pase de una cama a la del lado y empecé nuevamente, a besar sus labios con sabor a frutilla. Sus pechos eran deliciosos y Amelia me decía que le encantaba como yo los chupaba y amasaba. Quería que se la metiera y me tentaba con su peluda rajita.
Era una malvada, ya que me besaba mientras masajeaba sus hermosos pechos y me masturbaba constantemente, presentando mi glande a su rajita. Le pedía que no hiciera eso, que era demasiado tentador, pero en un momento en que me dejaba sin aliento y a punto de sucumbir, saca una de mis tiras de condones, la abre y me coloca uno, de la misma impresionante manera que la hace Pamela.
Me sorprende que las muy bandidas hayan sacado mis condones… pero igual era bueno saber que me tenían cubierto.
Empezamos a besarnos, mientras la penetraba lentamente y me pidió disculpas, pero se excusa diciéndome que le gusta verme así.
No nos preocupamos por contener nuestros gemidos, ya que su prima también se está masturbando mientras nos veía. Es hermosa, mi pequeña e inocente niña y me entierra en sus pechos, sin dejarme respirar, riéndose que es algo que siempre he soñado hacer. Me besa y me dice que la vuelvo loca de placer, que le encanta hacerme feliz y que “No hay cosa que pueda pedir, que muy contenta ella le encantaría hacer”.
Me corro en ella y ella está muy complacida, de tenerme preso dentro de ella. Me dice que me ama y que le encanta que sea su novio, besándome mientras esperamos que me libere. Me pide que “No sea malo, que no es justo que Pamela solamente disfrute de mi por detrás” e incluso Pamela piensa lo mismo.
Me miran con deseo y es excitante ver como lo voy insertando en ese firme traserito, si la escultura de trasero de Pamela va recibiendo sus dedos, sin asco ni reparo. Ellas gimen, casi al mismo tiempo, como si trataran de mantener mi ritmo. Le encanta que tome sus pechos, me besa y me dice que son míos, cuando quiera y donde quiera.
Entre gemidos, la “amazona española” me dice que soy un pervertido, pero que también sus tetas son mías para lo que yo desee.
Se corren otro par de veces más y Pamela decide dormir esa noche con su prima, ya que ella huele a mí. Amelia besa mis manos, esperando que me encoja, mientras que su prima le pide que agarre sus tetas una vez más.
Con una fuerza sobrehumana, las dejó descansar y pienso volver a mi habitación. Sin embargo, salgo de la antigua habitación de Marisol y me encuentro con mi suegra y su negligé, nuevamente, sonriéndome y diciéndome que no es justo.
Me besa y me pide que le haga lo mismo que a ellas. No me puedo negar. Le hago el amor nuevamente, haciendo que le meta unos dedos en su trasero. Dice que mis manos son las mejores y me agradece que le lama la punta de los pezones, ya que le hace correrse un par de veces más.
Me corro en ella y para variar, me pide que se lo meta por detrás. Le digo que estoy agotado, que lo he hecho 6 veces ya y que necesito descansar. Pero ella usa su arma secreta: me dice “Sergio nunca me habría roto el trasero acá”.
Es increíble lo que puede hacer el rencor. Sus gemidos son sensuales y me reprende cuando le agarro sus rollitos. Le digo que son bellísimos y que conmigo, no tiene que preocuparse por ellos, porque me gustan tanto como toda ella.
Se empieza a enterrar de una manera sensual. Me dice que lo que siente por mí, nunca lo ha sentido por nadie más. Me confiesa que me desea todo el tiempo dentro de ella. Cree que es una viciosa, una pervertida, “Una mujer obsesionada con la verga de su yerno”.
Supongo que la idea del incesto la calienta, ya que siento como se humedece un par de veces más, mientras sobo su botón. Cuando me corro en su interior, me dice que soy siempre bienvenido, y que si lo deseo, podemos hacerlo de nuevo la próxima noche.
Le digo que no, que era una cosa de una sola noche… y cuando me despego, me dice que me ama y que cuando me sienta solo o con ganas de hacer algo, que la busque y ella me obedecerá.
Salgo de la cama con temor, pendiente que la puerta de enfrente no se abra otra vez. 4 horas han transcurrido desde que salí de mi habitación hacia el baño.
Me acuesto, silencioso, tratando de no despertar a Marisol. Sin embargo, no sé si despierta o me estuvo esperando todo el tiempo. Me mira con malicia. Me pierdo en sus ojos verdes y en su lunar.
No sé cómo, pero me dice que “¡Ahora le toca a ella!” y nuevamente, mi verga sale a luchar. Pero hacerlo con ella es distinto. La amo, muchísimo más que a las otras y estar dentro de ella, tan calientito y apretado.
Cuando me corro, ella llora de felicidad. Me dice que me ama y que sin mí, su vida sería más triste. Le digo que no tiene que llorar, que simplemente, no puedo dejar de amarla.
Me pide que la bese, de “la manera especial que hago yo”. Le preguntó, esperanzado, que si tiene dudas sobre todo esto. Ella me sonríe y me dice que no, que sabe bien que la amo y que siempre volveré a su lado, pero también sabe que las hago felices y que si ellas me aman, como ella me ama a mí, no puede ser tan egoísta...
Me pide que le haga el trasero, que “le resulta increíble lo adictivo que puede ser” y yo le preguntó por qué. Me dice que le encanta sentirme quemando su estomago. No sabe cómo explicarlo, pero la sensación es distinta, pero igualmente deliciosa, como cuando le hago el amor.
Por solo complacerla, la tomo una vez más. Me demoro mucho en correrme, ya que estoy en las últimas, pero su cara es tan refrescante cuando me corro en ella, que entiendo que todo sacrificio vale la pena.
El doctor está impresionado con mis ojos, diciéndome que a pesar de todo, aun la sigo amando tanto y le digo que sí, que por ella, soy capaz de olvidar a todas y noto que he sido algo grafico, porque tiene una erección discreta.
Sin embargo, le digo que eso no es todo. A partir de la mañana siguiente, me empezaron a mirar distinto. En especial, la mirada de Amelia había cambiado mucho. Era como si algo se apoderara de ella y de repente, sentí su mano en mi pene.
La miré y me pidió disculpas. No podía contenerse. Empiezo a respirar excitado, tratando que Violeta no me vea así, pero después es la mano de Marisol la que se une.
Luego Pamela bota una cuchara. Se agacha a recogerla, pero siento claramente sus labios. Mi cerebro, en solo un par de segundos, recuerda que uno de los programas de Violeta está al aire. Le recuerdo y ella va a verlo.
Justo a tiempo, porque su madre también botó un cuchillo…
Mi novia y mi cuñada, demasiado excitadas, toman mis manos y me hacen sobarlas, en sus cálidas cuevas. Me besan, sin preocuparse demasiado si su hermana menor regresa y aunque no puedo verlo, lo que siento debajo de la mesa me tiene a punto…
Gemimos despacio. Yo espero que milagrosamente se detengan, pero sé que no será así, hasta que me corra. Creo que lo hago en la boca de Verónica. Al sentirme que me descargo, mi novia y mi cuñada bajan y solamente puedo sentir lenguas.
Es horrible, porque pienso en el peligro de que Violeta nos hubiera descubierto, pero tras dejarme limpio y medianamente erecto nuevamente, Marisol sube y le pide a Pamela que se bañe conmigo.
Le digo que no, que estamos rompiendo las reglas, pero ella me dice que no me preocupe, que ellas cuidaran a Violeta. Le digo que no puedo, que ese no era nuestro acuerdo, pero Marisol me mira suplicante, que por alguna razón, eso la excita. Más encima, Pamela me ve muy emocionada.
Nos bañamos, me la chupa, le hago el amor y le rompo el culo. Apenas puedo moverme…
Salgo del baño y Marisol me besa. Me dice que soy maravilloso.
Almorzamos y luego, algo pasa. O es Marisol, pidiéndome que vayamos a estudiar a nuestra habitación; o es Amelia, pidiéndome que le instale el ordenador, para conversar con sus amigas; o es Pamela, pidiéndome que repasemos unos ensayos; o si no, es Verónica, pidiéndome que le ayude a lavar la ropa.
La cosa es que cada tarde, poseo a una a solas. Las noches me dan miedo, ya que cada vez, van demandando más y solamente los fines de semana me he podido reponer, ya que los paso con Sonia.
Y cada día, la rutina iba cambiando sutilmente, razón por la cual no he podido reconstruir esos días con claridad…
“Incluso ahora, ellas me han dejado venir al hospital, porque les dije que me dolía la cabeza y les preocupa que vuelva a colapsar, pero esto no es normal.” Le dije al doctor. “¡Estoy comiendo constantemente y tengo deseos de comer carne todo el tiempo, cosa que nunca me ha pasado antes, me siento cansado y duermo poco! ¡Por eso le digo, doctor, que si esos resultados están normales, significa que algo malo hay en mi!”
Él me vio preocupado. Paró de auscultarme y revisó nuevamente mi carta médica.
“¡Mira!” dijo él. “En realidad, puedes tener razón. Esta pérdida de peso puede deberse a que estás metabolizando lo que comes, para compensar el desgaste físico… pero es verdad. Si sigues así, llegará un punto donde colapsaras.”
Me miró a los ojos y me preguntó.
“¿Has llevado a Marisol al ginecólogo o al obstetra?”
“¡No!... pero ella no tiene problemas” le respondí.
“¡Te equivocas!” me aclaró. “Por lo que cuentas, creo que puede tener un desbalance hormonal, que este afectando a las demás.”
“¡No… lo creo!” le respondí bien confundido.
“Mira, Marco. Tú me simpatizas. No eres el típico hombre que viene aquí, por un problema que él mismo se busco. Me da la impresión que eres un chico inteligente y sano. Pero el hecho está en que dices que no eres tú el que tiene una libido alta. Yo creo que es hormonal, ya que las mujeres tienden a sincronizarse en el momento del embarazo, desarrollando cuadros de embarazo psicológico u otras anomalías. No es mi área de experticia,” dijo, tomando un papel. “Pero te derivaré con un amigo que si se maneja. Sé que me tienes confianza y supervisaré los cuidados de tu novia, pero mis sospechas van por algo hormonal. Por el momento, te propongo algo sencillo: mide el busto de tu novia. Por lo que dices, la debes conocer muy bien, pero si notas que ha crecido mucho, en poco tiempo, avísale al doctor. Cuando la evalué, me vienes a ver y les aclarare las dudas que tengan.”
¿Alguien se preguntó cómo supe las medidas de mis mujeres?...


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1 comentarios - Seis por ocho (81): La dificultad de ir al baño

santico2011
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