continuacion de la precuela
Bajó sus manos y repitió la operación, no recuerdo cuantas veces, me estaba volviendo loco; una de tantas veces tocó mi pene con ambas manos, reaccioné inmediatamente tomando su cabeza y acercándola a mi entrepierna, no ofreció resistencia alguna. Sacó sus manos de entre mi short y lo desabotonó, bajándolo junto con mis boxers de un jalón hasta el suelo. Mi verga quedó ahí, a la altura de su rostro, rebotando como un resorte. En ese punto ella se quedó congelada, sabía lo que quería hacer pero no se aventuraba a hacerlo, levantó la mirada y asentí con la cabeza.
Gaby tímidamente tomó mi pene totalmente erecto entre sus manos, y muy despacio lo llevó a su boca, primero puso la punta en sus labios, los humedeció con su lengua y sentí su roce en el glande, abrió su boca y lo introdujo, como saboreando cada pliegue, sentía la humedad de su cavidad bucal, su lengua lo tocaba parcialmente mientras la iba penetrando.
Hubo un punto en el que no pudo más, hizo entonces el recorrido en dirección opuesta, su lengua revisaba una vez más cada resquicio y liberaba lentamente mi pene de su nueva casa. Por mi parte no podía más, creí estar experimentando las mismas sensaciones que Gaby la noche anterior, deseaba desesperadamente penetrarla de inmediato, hacerla mía, con lujo de violencia y pasión, pero ella aún no estaba lista, se quedó durante varios minutos haciendo el primer oral de toda su vida, me la chupaba con unas ansias como no había yo visto en ninguna otra mujer, descubriendo nuevos sabores y sensaciones, reconociendo un terreno nunca antes explorado, me la mamo casi por espacio de 10 minutos, me la mordía, la besaba, se la tallaba me la chaquetaba…(ahhhhhhh nomas de recordar esos momentos se me volvió a parar).
Me quité la playera quedando a su entera disposición, estaba a punto para penetrarla en cuanto ella me ofreciera su sexo abierto de par en par. Acariciaba su cabeza, y ayudaba en el viaje de entrada y salida de mi pene, como podía tocaba sus tetas, me quedaban muy lejos. Quería devolverle el favor, pero sabía que tenía que dejarla tomar la iniciativa.
Una mujer con iniciativa puede ser un regalo de dios; y Gaby se estaba educando en los placeres del sexo, Gaby terminó su tarea, estuve a punto de terminar en su boca un par de veces pero como pude me contuve, ella parecía saberlo, en ambas ocasiones notó como me retorcía de placer y ella aumentaba el ritmo, tenía que detenerla para evitar una catástrofe; ya llegaría el tiempo de terminar en su boca y experimentar toda clase de guarradas, pero aún no, su inocencia era un arma de dos filos y no podía equivocarme.
Se puso en pie y esta vez fue ella quien me guió a una mesa que tengo en una improvisada sala de juntas dentro de mi oficina. Al ir tras ella una vez más quedé maravillado con su portentoso físico, aún desnuda nada temblaba, todo estaba perfectamente en su lugar. Al llegar a la mesa se recostó de espaldas como pudo, el frío de la madera erectó sus pezones. Francamente no veía como poder poseerla en esa posición, la mesa podría ser muy incómoda, entonces la tomé de las piernas, las abrí y la jalé hacia mí quedando ella con la espalda recostada en la mesa, y yo de pie frente a ella con sus piernas abrazando mi cuerpo a la altura de las nalgas.
Quise bajar a besar su sexo, pero ella me contuvo, definitivamente tenía el control de la situación. Con sus piernas me atrajo a su entrada, obedecí como un esclavo, introduje de un jalón mi sexo en su coño, ella emitió un potente grito:
- Ahhhh, mmmmmgggggmm
Y comencé mi labor desesperadamente, entraba y salía de ella mientras sobaba sus tetas, pellizcaba sus pezones, jalaba su cuello hacia mí; ella se agarraba los cabellos, prácticamente los jalaba con todas sus fuerzas, me atraía más y más con sus piernas, llevábamos un ritmo increíble, definitivamente estábamos hechos para coger el uno con el otro, su cuerpo se amoldaba a mí como un guante a una mano; me doblé hacia el frente para besarla, supe entonces que era exactamente lo que estaba esperando porque me tomó de la nuca y nos sumergimos en un delicioso beso en el que labios, lenguas y encías se encontraban y se disfrutaban.
Mientras tanto seguía penetrándola, quería llegar lo más profundo posible, quería tocar su fondo y dejarle sentir que el único pene que podría concebir en ese lugar era el mío.
Estuvimos así algunos minutos, me detuve, y salí de ella, quiso retenerme con sus piernas pero se lo impedí. La ayudé a levantarse, la hice girar y recliné su cuerpo sobre la mesa. Esta vez sus pechos descansaron sobre la superficie y su culo se mostraba majestuoso ante mí. Acaricie sus nalgas, estaba extasiado, no era posible tanta belleza y sensualidad en una sola persona; me regodee mordisqueando ese enorme trasero, acariciando desde sus muslos, pasando por sus nalgas y llegando hasta su deliciosa cintura e incluso hasta su espalda. Gaby estaba recargada en la mesa, con sus brazos extendidos y lista para la nueva experiencia, me dijo:
- Métemelo ya Toño, no puedo más…
Asi como estaba me puse a comerle el coño desde atrás….mmmmque delicia…si alguna vez lo han hecho deben saber que empinaditas las mujeres se les puede comer a la vez vagina y culo….asi que me aplique dándole una mamada de culo y de coño a mi cuñada que prácticamente berreaba de placer…su pepita escurría néctar delicioso que yo gustoso saboreaba.
Introduje entonces mi verga totalmente erecta en su sexo, su vagina me recibió maravillosamente, y la penetración fue mucho más profunda que en las dos ocasiones anteriores, pude notar como su excitación crecía hasta niveles inimaginables, Gaby gritaba:
- Más, más, más, toño mas damelo todo papiiiii.
En cada embestida su cuerpo brincaba, sabía que le estaba encantando. Comenzó a moverse a mi ritmo, mientras mi verga salía de ella, ella movía su culo en dirección opuesta, y cuando la penetraba, ella lo acercaba y refregaba hacia mí sin piedad. Comencé a trazar semicírculos con mi verga dentro de ella, y entendió muy bien el mensaje porque hizo exactamente lo mismo, era delicioso entrar en ella, éramos una máquina de coger perfectamente ajustada, sus movimientos estaban en directa proporción a los míos y su goce estaba ligado absolutamente al mío.
En cierto momento me detuve, y ella lejos de quedarse contenta con mi decisión siguió moviéndose con la misma intensidad, mi verga se convirtió en una suerte de asidero de su coño, y ella misma hacía que entrara y saliera a gran velocidad con sus movimientos. Era una sensación indescriptible, tenía ese monumento moviéndose para mí, agitando su delicioso culo en todas direcciones sin perderse de mi pene; mi eyaculación era inminente, pero tenía que esperar a que ella terminara, no sabía si lo lograría. Siguió moviéndose como una licuadora, estaba como poseída, sus gritos retumbaban en las cuatro paredes de mi oficina:
- Más, más, quiero sentirte más adentro
Ante tan impactante espectáculo supe que no podría aguantar más, y empecé a contraer mis músculos para dejar ir toda mi energía en un flujo de semen en el interior de mi cuñada; para mi fortuna, Gaby comenzó a moverse con mayor intensidad, y dos o tres embestidas después comenzó a gritar sin tapujo alguno:
- Antonio, Antonio, que rico coges, que ricooooooooo….
Ese fue el acabose, dejé ir todo mi semen a su interior, ella dejó de moverse en el momento justo en que mi última gota me abandonaba y se integraba a sus flujos vaginales, fue apoteósico, era la segunda vez que hacíamos el amor y terminábamos simultáneamente. Se de cierto que la mayor parte de las parejas nunca logran esta hazaña en toda su vida en común, y Gaby y yo lo habíamos logrado sin siquiera proponérnoslo.
Caí rendido encima de ella y comencé a besar su cuello y orejas. Ella ronroneaba como una gata y me dijo con voz muy queda:
- Que rico, no quiero que esto termine nunca, quiero ser tu mujer, que me cojas papi, no se adonde vamos a llegar con esto pero si se que no quiero que termine nunca…me oyes nuncaaa!!!!
Sus palabras impactaron en mi mente y me de volvieron fugazmente a la realidad, Yo sabía que a partir de la noche anterior había ingresado en un intrincado laberinto que probablemente me llevaría a una tragedia; después de todo estaba tirándome a la hermana de mi esposa. El riesgo era inminente, si mi mujer se llegara a enterar no solo se sentiría traicionada por su esposo sino también por su hermana, y este sería un golpe brutal en su vida; tan solo de pensar en mis suegros, que desde que me conocieron me abrieron las puertas de su familia y me hicieron sentir como un hijo más o en mis padres que seguramente se sentirían decepcionados por mi conducta.
Sin embargo nada de eso importaba ya, me había subido a un veloz tren que no tenía destino fijo y que podía descarrilar en cualquier momento y estaba dispuesto a asumir las consecuencias cualesquiera que fueran, si en el proceso podía disfrutar del delicioso y virginal cuerpo de Gabriela.
Terminamos, con delicioso 69 en el sofá del hall de mi oficina, comi su sexo a placwer, le mordí los labios vaginales, su culo, lo chupe como si en ello me fuera la vida, ella hizo otro tanto con mi verga, me la dejo tan sensible e hinchada que casi pensé que no podría tener otra erección mas.
Nos fuimos a la casa, mi mujer se había marchado a la casa de mis suegros, para no estar solita y reponerse de la cruda, asi que la alcanzamos alla, al llegar a casa de mis suegros para comer, mi esposa plantó un efusivo beso en mis labios, y al saludar a mi cuñada, noté como su rostro de mostrar una enorme sonrisa revelaba una incipiente molestia:
- Qué raro Gaby, hueles a la loción que Toño acostumbra usar.
Había cometido mi primer y gravísimo error, por la mañana me había literalmente bañado en loción, y después de restregar mi cuerpo al de Gabriela durante un par de horas, con la transpiración a mil y los poros abiertos por la sesión maratónica de sexo que tuvimos, Gaby había absorbido mi aroma como si sus poros hubieran actuado como tubos capilares. Traté de mantener la calma en espera de la respuesta; mi cuñada, con una tranquilidad pasmosa y una desfachatez a toda prueba comentó:
- Ja, después de bañarme en la mañana, vi el frasco en tu cómoda y se me antojó, así es que me la puse en todo el cuerpo, me gustó mucho, está deliciosa.
¡Pero que descaro!, definitivamente Gabriela estaba mostrando una nueva faceta de su personalidad, acababa de inventar a bote pronto una mentira totalmente creíble para sacarnos del problema. Supe entonces que para seguir con nuestro erótico juego debería tener mucho más cuidado, lo que había ocurrido ese día podría despertar en mi mujer sospechas innecesarias que de repetirse constantemente acabarían por tirar el teatrito que había levantado en menos de 24 horas.
La comida transcurrió sin sobresaltos. Los padres de mis mujeres estaban sorprendidos con el cambio de apariencia de su hija mayor, su mamá comentó que asi le gustaba verla como toda una mujercita y no como marimacha con pantalones y vistiendo sacos formales de mujer.
Mi mujer sonrió satisfecha, todos parecían muy contentos con el reciente cambio de look de Gabriela.
En los días posteriores tuve que salir en viaje de trabajo fuera del país, por más que intenté cancelarlo no fue posible, no quería que las cosas con Gabriela se enfriaran y que a mi regreso nuestra situación hubiera cambiado.
Por la mañana, tarde y noche llamaba a mi esposa para ver como iba todo por la casa, pero durante todo el día enviaba mensajes llenos de lujuria a Gabriela.
Dicen que el teléfono celular es el principal implemento con el que una esposa puede descubrir una infidelidad, pero eso no me iba a pasar a mí. Antes de salir de viaje, en el aeropuerto, compré un teléfono de prepago, extraje el chip y lo guardé en un pequeñísimo compartimiento secreto de mi cartera. Cada que enviaba un mensaje a Gabriela, extraía el chip de mi número original, que afortunadamente salía con suma facilidad, ingresaba el chip de mi “hot line” y leía y enviaba mensajes, acto seguido reintegraba el chip original y guardaba el otro en mi cartera. Era un proceso largo y tedioso, pero era la única forma de no dejar rastros de mis conversaciones con Gabriela; decidí también no usar ese número para hacer o recibir llamadas, ya que mi mujer podría tenerlo a su alcance en cualquier momento e hilar con mucha facilidad los hechos. Si Gabriela me hablaba tendría que hacerlo a mi teléfono personal, y yo podría entonces contestar con toda confianza, y si yo llamaba a mi cuñada, podría hacerlo con toda inocencia. El único riesgo era que mi mujer descubriera el chip en mi cartera, cosa poco probable porque yo mismo tardé en descubrir ese espacio varios días después de comprarla.
En mi primer mensaje a Gabriela, escribí:
- Hola leoncita. Soy tu amante bandido. Para seguir esta comunicación debes prometerme: no utilizar mi nombre real, no llamarme a este número y borrar este mensaje de inmediato.
Unos segundos después ella respondió:
- Está bien León. ¿Cuándo voy a volver a verte? Estoy ansiosa por sentirte otra vez.
El teléfono celular se convirtió en un inmejorable aliado para mantener muy caliente mi relación con mi cuñada. Nuestras conversaciones por mensaje subieron de tono, al punto de que tuve que masturbarme hasta dos veces en un día pensando en ella. Pasaron los larguísimos días y pude regresar a casa, después de haber resuelto algunos conflictos con proveedores en el extranjero.
Mi esposa se ofreció a recogerme pero yo tenía otros planes, mi vuelo arribaría a las 3:00 PM, le dije que tenía que atender a un cliente a las 4:00 cerca del aeropuerto y llegaría por la noche a casa. Cuando colgué el teléfono, mandé un mensaje a Gaby con el siguiente texto:
- Hoy serás mi Escort, ve al Camino Real Aeropuerto, a las 3:30 de la tarde. Pide por la suite del Ing. Pedro Segura, y espérame unos minutos.
Ella respondió:
- De acuerdo Leoncito
Esperaba que esta nueva argucia funcionara como las anteriores, era común que para recibir clientes del interior de la república o del extranjero reserváramos en hoteles cercanos al aeropuerto, de esa forma, no perdían tiempo en traslados, los teníamos muy cómodos, y en ocasiones, cuando de negociaciones importante$$$ se trataba, contratábamos servicios de acompañantes para “entretener” a nuestros cansados hombres de negocios.
El Camino Real era nuestro consentido, ya que tiene un puente que te conduce directamente al aeropuerto, muy buenas instalaciones, y ciertos elementos del personal del hotel se habían convertido por así decirlo en nuestros amigos, además de tener una tarifa preferencial.
Todo lo anterior estaba perfectamente justificado y documentado en la contabilidad de la empresa, así es que además de todo, haría mi inusual aventura “deducible de impuestos”.
Llamé al hotel y pedí una reservación a nombre de la empresa para el Ingeniero Pedro Segura, pedí hablar con el responsable de turno y le dije que antes del Ingeniero llegaría una representante nuestra y que hiciera el favor de entregarle la llave, además, pedí el número de habitación que asignarían; escuché una risita cómplice al otro lado del teléfono y no pude más que sentirme satisfecho por disponer de los medios necesarios para llevar mi aventura de la forma más segura posible.
En el aeropuerto de Dallas estaba muy emocionado, decidí comprar un perfume para mi hermosa leoncita y que mejor que la parte femenina del Fahrenheit: Poison; entré a una tienda Duty Free y compré el perfume, pedí que lo envolvieran para regalo y al pagar noté una sonrisa coqueta en la vendedora que me preguntó:
- Is it a gift for your loving wife?
Y yo, en un tono totalmente natural respondí:
- No, it is for my beautiful and horny lover…
La muchacha sonrió nerviosa y no atinó a decir una sola palabra más. Salí de la tienda con una enorme sonrisa, en realidad Gabriela había implementado un cambio en mi personalidad, de ser un tipo más bien tímido, me había vuelto extrovertido e incluso sugestivo; la semana que estuve fuera del país, en más de una ocasión me encontré sonriendo o platicando con mujeres desconocidas, e incluso salí a cenar un par de veces con la directora de ventas de uno de nuestros proveedores, una gringuita de larga cabellera rubia y lindo cuerpo; estaba seguro de que pude haber acabado en la cama con ella, pero no podía quitarme a Gaby de la cabeza.
Nunca había sido infiel a mi mujer, de hecho me sentía muy afortunado de haber encontrado una mujer tan hermosa, y ahora que lo era, no podía ser infiel a mi amante: que paradoja.
Durante todo el trayecto sentía la opresión en el estómago del primer amor, en realidad tenía la certeza de no estar enamorado de Gabriela, lo que experimentaba era un deseo profundo de posesión. Deseaba poseer a Gabriela como el pobre desea poseer dinero, como el que cultiva tierra ajena desea poseer la propia, como el hambriento desea comida. En solo un par de días Gabriela se había convertido en el centro de mis pensamientos: una obsesión.
Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México fui el primero en salir del avión, prácticamente corrí al carrusel del equipaje, esperé con cierta desesperación a que mi maleta apareciera, y como siempre sucede, mientras más prisa tienes de salir del maldito aeropuerto, resulta que tu maleta es la última en aparecer, después de que el resto de los pasajeros del mismo vuelo salieron y te miraron con cara triunfal. Tomé mi maleta y salí corriendo a migración, pase los trámites de rigor, el semáforo en la aduana, y para mi mala suerte me tocó en rojo.
- Chingada madre…..por Dios…como odie a los pinches agentes aduanales.
Los tipos de la aduana revisaron meticulosamente mi maleta, llena de ropa sucia, insistían en encontrar algo, como si de un narcotraficante se tratara, o quizás de un contrabandista de joyas o de especies, que se yo. Me parece que vieron en mí la desesperación de salir cuanto antes, y eso me convirtió en blanco de la revisión.
En fin, los nervios me estaban traicionando y no podía permitir que Gabriela me viera así, necesitaba tranquilizarme, mi conducta tendría que ser plenamente controlada.
Salí del aeropuerto, atravesé el puente hacia el hotel, llegué al lobby, prácticamente iba corriendo. No quería que nadie me reconociera, si bien no era un lugar que frecuentara, ya he dicho que algunos empleados me conocían.
Fui directamente al elevador, piso 6 habitación 609.
- Carajo, que buena suerte, no podía haber sido un mejor número.
Llegué a la habitación un tanto agitado por la carrera, hice una pausa para recomponerme y toqué 3 veces: tac tac tac. Nadie respondía, eran pasadas las cuatro de la tarde; volví a tocar: tac tac tac. Esperé unos segundos, Acaso sería posible que Gabriela no hubiera asistido a nuestra cita, o peor aún que se hubiera cansado de esperar y se hubiera ido molesta por mi retraso.
Maldición, maldito aeropuerto, maldita migración, maldita aduana; el enojo subía a mi cabeza en un torrente de adrenalina y bilis combinado que sabía me haría estallar en cualquier momento. Insistí sin éxito, Gabriela no estaba detrás de la puerta, la aventura no continuaría el día de hoy.
Enfilé al elevador bufando de coraje y mentando madres en voz baja. Metros antes de llegar, escuché el timbrazo y vi salir una maravillosa imagen: Gabriela, lucía un vestido gris con rayas en colores obscuros de alguna tela que lucía muy elástica, la parte superior se ceñía perfectamente a su busto, sus pechos se levantaba majestuosos por debajo de la tela; la parte inferior le llegaba solo por debajo de sus nalgas, casi a medio muslo, dejando al descubierto sus portentosas piernas morenas, como la noche de nuestro primer encuentro, sin medias; y sus zapatos, sus zapatos la hacían lucir increíblemente sexy, se trataba de zapatillas de tacón alto, con tiras que se amarraban alrededor de sus piernas, justo por debajo de sus rodillas. Llevaba su cabello suelto y le llegaba por debajo de los hombros. De plano parecía una escort, pero de las que salen en las películas, que te imaginas que esas mujeres no son reales, que seguramente están en otro plano de la existencia.
Al mirarme, sonrió y caminó rápidamente a mi encuentro, al hacerlo, me dio un abrazo delicioso en el que sentí el contacto de sus senos con mi pecho, y nos besamos apasionadamente por un momento. Verdaderamente la había extrañado y al tenerla de nuevo junto a mí me sentía virtualmente feliz y tremendamente excitado. Ella me dijo:
- Te extrañé mucho Leoncito… pero como que tu escort, ¿así es como ves?, ¿como una prostituta?
Yo sabía la intención de sus palabras y respondí: - ¿Por qué viniste vestida así entonces?
Sonrió, y contraatacó:- Entonces debes pagarme, ¿Cuánto cuestan mis servicios?
Yo le dije: - Si no te gusta lo que haga tú pones el precio, de lo contrario, quedamos a mano ok?
Sonrió y me dijo: - Estoy segura entonces que te quedaré a deber…
La tomé de la cintura y caminé con ella a mi lado, me atreví a bajar mi mano para acariciar su delicioso culo y ella suspiró, fui más allá y arrastré mi mano más abajo, hasta sentir la piel de sus piernas desnudas, acaricié y subí de regreso hasta llegar hasta sus nalgas, sentí la tela de la tanga encajada en su raya divisoria.
Llegamos a la habitación, y mientras ella intentaba abrir la puerta acaricié descaradamente su culo, levanté su vestido hasta la cintura, me puse de rodillas y comencé a besarlas, recorriendo con mi lengua la profunda curva que forman. Entre la excitación y los nervios ella no atinaba a abrir la puerta, y aproveché para sacar su tanga de su lugar y hacerla a un lado, deslicé mi lengua desde el inicio de su espalda hasta el inicio de sus nalgas, y la moví lentamente por en medio hasta llegar a su ano, dio un brinquito y se restregó contra cara, acaricié en repetidas ocasiones el recién descubierto botón de placer con la punta de mi lengua, Gaby había cejado en su intento de abrir la puerta y estaba entregada al placer de mi lengua en su culo, se movía bruscamente buscando que me introdujera más en ella; mientras tanto mis manos subían y bajaban por sus piernas, el tacto de los cordones de sus zapatillas enredados en sus piernas era delicioso e increíblemente excitante, nunca había sido un tipo fetichista, pero con Gabriela estaba descubriendo algunas perversiones que no creí sufrir.
El exhibicionismo era una de esas perversiones, y estar fuera de la habitación con la mitad de su cuerpo desnudo me ponía a mil, el pensar que en cualquier momento alguna puerta se abriría y alguien nos vería me parecía excitante, el mejor afrodisíaco conocido hasta el momento.
Seguí en mi nuevo placer, metiendo y sacando mi lengua de su apretado culo, Gaby comenzó a gemir con fuerza, acariciaba mi cabeza e insistía en llevar mi lengua a nuevas profundidades.
Sonó el timbre del elevador lo que trajo de regreso a Gabriela. Se separó de mí rápidamente y trató de acomodar su desajustado vestido. Un empleado del hotel se acercó y preguntó si algo estaba mal, Gaby respondió que no podía abrir la puerta y el muchacho solicitó la tarjeta; yo mientras tanto acariciaba descaradamente el culo de mi cuñada por debajo del vestido e intentaba insertar uno de mis dedos en su ano.
El joven abrió la puerta y se retiró, entramos y al cerrar la puerta nos entregamos a una inigualable sesión de sexo. Gabriela se puso a gatas en la cama su mirada denotaba una lujuria exacerbada, dirigió a mí su espléndido culo y comenzó a moverse cadenciosamente, de un lado a otro, de arriba abajo; su vestido subía producto del movimiento y dejaba ver paulatinamente su preciosas nalgas y su sexo causante de mis locuras:
- ¿Qué esperas Antonio? Afuera parecías muy interesado y aquí estás demasiado tímido.
Estas palabras acabaron por descomponer cualquier rasgo de cordura en mi cabeza; me acerqué a ella y me puse en cuclillas, retomé me sesión de besos en sus nalgas, mientras bajaba lentamente la tanga negra lisa que vestía, la forma en que se incrustaba era deliciosa, y bajarla lentamente mientras movía su enorme en culo en círculos era un espectáculo digno de un rey.
Cuando volví a meter mi lengua en su ano se movió con más violencia, utilizaba mis manos para subir más y más su vestido que en este punto ya parecía una ombliguera, acariciaba su abdomen, su vello púbico y su portentoso sexo. Gaby se movía cada vez más rápido:
- Ahh, que ricoooo, papi esto no me lo habías hecho oooo, meteme otra vez tu dedo ahí…
No podía fallarle, remojé mi dedo en saliva y lo inserté en su apretado culo lentamente, comencé un mete saca despacio, para acostumbrar su nuevo espacio a mi dedo, a ella parecía encantarle, se movía y más y más rápido; mientras tanto mi boca se entretenía en recorrer sin descanso su culo excitado, me encantaba subir desde la parte trasera de sus rodillas lentamente por sus muslos, llegar a sus nalgas y hacer círculos de saliva en ellas.
Bajé el cierre de mi pantalón y saqué me erecto miembro de su prisión, de un tirón metí mi pene hasta el fondo en su vagina. Creo que no se lo esperaba porque de inicio detuvo sus ronroneos; metí y saqué mi pene unas 10 veces de su apretadísimo coño, mientras nalgueaba con fuerza su hermoso culo que para entonces había tomado una tonalidad rojiza. Gaby estaba sorprendida y tal vez un poco asustada, en nuestros encuentros previos me había comportado muy cariñoso y ahora el estilo era radicalmente diferente.
Le dije al oído mientras la penetraba con fuerza hasta lo más profundo de su ser:
- Por que pones esa cara putita, se ve que te encanta que te lo meta…
- Si, si, mételo más, mételo más, me encanta tenerlo dentro…
Había entrado a mi juego y me encantó. Saqué mi verga de su vagina sin previo aviso, lucía brillante gracias a sus jugos vaginales, inmediatamente la acerqué a su boca; por un momento temí que se negara, pero la tomó con singular alegría y la metió hasta el fondo en una sola emisión, comenzó a chuparla sin siquiera sonrojarse, pude notar que le encantaba tenerla entre sus labios. Recorría una y otra vez con su lengua desde la punta hasta el tronco, le dije entonces:
- Besa mis huevos preciosa…
Asomó una sonrisa en su rostro, tal vez por el uso de semejante palabra, pero muy obediente comenzó a besarlos alternadamente, mientras que con la mano masturbaba mi pene de arriba abajo. Mientras tanto acariciaba sus tetas aún cubiertas por el ajustado vestido. Saqué mi pene de su boca, estaba perfectamente lubricado, la hice levantarse de la cama y me senté, le pedí que se pusiera de espaldas a mí y la hice sentarse en mis piernas, pero con mi enorme erección taladrando su vagina con fuerza. Creo que nunca había llegado tan profundo en ella, y estoy seguro de que le encantó. Comenzó a moverse con violencia, como si estuviera montando un potro corriendo a toda velocidad, mi verga entraba y salía de su delicioso coño con una rapidez escalofriante, ella se movía con tal destreza que por un momento pensé que sería una excelente puta, gritaba una y otra vez:
- Ahh. Ahhh, me encanta, me encanta
Mis manos estaban entretenidas en sobar sus pechos, había desabotonado el vestido en su parte superior y sus tetas habían brincado de su lugar ansiosas de mis caricias, pellizqué sus pezones, y al hacerlos ella subió sus manos para acompañar a las mías. Recorrí su cuello, sus pechos, su abdomen, siempre con sus manos sobre las mías, y al llegar a su sexo en franco movimiento y totalmente abierto, acaricié su clítoris con mi dedo medio, Gaby gritó:
- Si, si…
Puse su mano debajo de la mía y comencé a acariciar su sexo con su propia mano. Esto pareció encantarle, porque se movió si es posible aún más rápido, su mano restregaba su sexo con fuerza y en cada movimiento acaba acariciando mis testículos. Mientras dejaba a Gabriela entretenida en su propio cuerpo, terminé por desabrochar cada botón del vestido y quité su brassiere, apreté sus enormes pechos con fuerza, pellizqué sus pezones con la intención de arrancarlos; ella respiraba intensamente, gritaba palabras in entendibles y se movía cual una leona en celo siendo poseída por su macho. Levanté su rostro y la hice mirarse en el espejo frente a nosotros, fue demasiado para Gabriela, porque al hacerlo comenzó a tener un larguísimo orgasmo, primero se movió más rápido y de pronto se detuvo con mi verga tocando prácticamente sus rincones más secretos, en ese momento, su culo comenzó a temblar con fuerza y toda su piel se erizó, pellizcó mis piernas brutalmente y liberó un grito que seguramente se escuchó en todo el hotel:
- Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh que ricooooooooooooooooooooooooooooooo papitoooooooooo….
Se quedó inmóvil un momento, pero no le iba a dar tregua. Salí de ella, intentó detenerme pero no lo permití. La recosté boca arriba y abrí sus piernas, hundí entonces mi lengua en su húmedo sexo, sus jugos vaginales inundaron de inmediato mi boca, fue delicioso; moví mi lengua tocando específicamente su clítoris que minutos antes había masajeado con fiereza, Gabriela estaba como desmayada, su cuerpo reaccionaba a mis caricias pero su mente estaba en otro lugar. La volví a levantar, quité con fuerza el resto de su ropa, dejando únicamente sus zapatos, la hice poner sus rodillas sobre la cama y empujé su torso hacia la cama; su culo se veía más grande en esa posición, sus nalgas apuntaban al aire y su rostro estaba apoyado sobre la cama.
Mi lengua volvió a su delicioso ano y lo acaricié una y otra vez; Gabriela se movía lentamente, estaba disfrutando sobremanera mis bucales caricias. Me detuve, fui hacia mi maleta y saqué de la bolsa de enfrente un tubo con gel base agua, unté un poco en su abertura y un poco más en mi erección. Me miró con miedo, pero no le di tiempo a pronunciar palabra alguna, inserté mi dedo medio lentamente por su ano hasta que desapareció totalmente entre sus nalgas, Gaby ahogó un grito de placer, comenzó a moverse para disfrutar de su recién llegado invitado; metí y saqué mi dedo en repetidas ocasiones y de pronto lo saqué del todo, su culo pareció seguirlo, incluso lo levantó un poco como quien sigue una guía en el espacio; continue metiendo dos dedos y después tres, para acostumbrarla a lo que iba a venir a continuación.
Apoyé entonces mi poderosa erección en la entrada de su ano, y sin mediar palabra comencé a introducirme en su apretadísimo agujero. Fue una tarea difícil, Gabriela pasó del temor a los gritos de gusto, pues cuide mucho el detalle de no violentar su culo, solo coloque la cabeza de mi verga en su ano, logre romper la barrera de su esfínter y a partir de ahí entro todo como si fuera mantequilla…
La verdad que fue una sensación deliciosa, quien ha tenido la experiencia de cogerse por el culo a una hembra sabrá que es una sensación deliciosa por el morbo-tabu que a veces rodea al sexo anal. Al principio Gaby trataba de alejarse de mí, pero la tomé fuertemente de sus nalgas y no lo permití. La sensación alrededor de mi verga era deliciosa, su ano apretaba increíblemente y la visión de su maravilloso culo totalmente a mi disposición amenazaba con volverme loco.
Después del primer ingreso, me retiré muy lentamente, y antes de salir, ataqué una vez más y volví hasta el fondo, siempre muy despacio, mi intención era que Gaby se acostumbrara y fuera ella quien comenzara a moverse para mí. Pasaron diez largos minutos, pensé que había sido en vano, porque en cada embate gemia un poco quejandose, de pronto, como si se hubiese resignado a tener mi erecta verga en su ano, comenzó a moverse, con el ánimo puesto en disfrutarlo; esa era la señal que yo necesitaba, comencé a moverme a su ritmo y una vez más la excitación se apoderó de nosotros, nos movimos una y otra vez; poco a poco sus gritos fueron reflejando las sensaciones de un profundo placer hasta ese momento insospechado para mi cuñadita, mientras mi verga latía pulsante en el reducido espacio entre sus nalgas.
No se como hicimos pero logré recostarme en la cama mientras Gabriela quedó sobre mí, todo sin separarnos un momento, ella quedó prácticamente en cuclillas en la cama siguió moviendo su delicioso culo hacia arriba y hacia abajo. Yo estaba a su merced, no podía ni quería moverme, ella se encargaba de todo el trabajo, entraba y salía de su ano ya con mucha facilidad y Gabriela lo disfrutaba muchísimo. Deslicé mis manos por debajo de sus nalgas hasta alcanzar su sexo, que me esperaba ansioso y comencé a acariciarlo. Inserté uno, dos, tres dedos y ella perdió totalmente el control:
- Que rico coges toño, soy tuya, soy tu esclava mi amor…
Realmente no se que pasó por mi cabeza en ese instante, pero pronuncié una frase que bien podría haber roto con el embrujo sexual que estábamos viviendo, pero que sin embargo acabó por provocar el orgasmo más placentero que jamás haya sentido. Le susurré a Gaby:
- ¿Te gustaría que alguien chupara tu sexo en este momento?
- Mmm, que rico, si, quisiera una lengua tocando por todas partes…
Me arriesgué un poco más:
- ¿Te gustaría que fuera un hombre o una mujer quién lo hiciera?
Gaby se movió con más violencia, y fuera de sí respondió:
- Me da igual quien sea, lo que quiero es tener una lengua acariciando mi coñito mientras me coges por el culo…
- ¿Y te gustaría que fuera mi mujer quien lo hiciera?
Gaby se movió aún con más fuerza y me dijo:
- Si, si, ahh, ahh, quién tu quieras mi amor, ahh haré todo lo que tu quieras…soy tu esclava, tu putaaaaaaa, hazme lo que quieras….-alcanzó a gemir.
Sentí una oleada de semen recorriendo mi cuerpo, y comencé a venirme en el delicioso ano de mi cuñada. Creo que perdí el conocimiento durante algunos segundos, porque cuando volví en mí, Gabriela estaba recostada a mi lado y me besaba con gran pasión; correspondí a sus besos y nos quedamos en silencio unos minutos:
- ¿De verdad te gustaría hacerlo con mi hermana y conmigo?
Era una pregunta directa y merecía una respuesta directa:
- Si, sería una experiencia maravillosa.
Gabriela sonrió tímidamente y me dijo:
- Pero ¿Cómo haríamos para convencerla?
Me quedé pasmado… en realidad Gabriela, no tendría reparo, ni prejuicio alguno para compartirme con mi propia esposa, es decir…la mujer que creía lesbiana hace menos de dos semanas y que se había convertido en mi amante en un santiamén, estaba considerando la posibilidad de hacer un trío con su propia hermana y conmigo sin ningún remordimiento…. De verdad que era un tipo afortunado, ahora solo tenía que encontrar la manera de “colocar” a mi esposa en posición y disposición de tener una aventura con nosotros…esa tarde, la noche nos sorprendió en brazos uno del otro, ella montada en mi galopando como una amazona sobre mi, ya fuera dentro de su culo o su vagina…confieso que tuve que darme un baño de agua fría y pedir a la recepción un par de bebidas energéticas para reponerme…
Bajó sus manos y repitió la operación, no recuerdo cuantas veces, me estaba volviendo loco; una de tantas veces tocó mi pene con ambas manos, reaccioné inmediatamente tomando su cabeza y acercándola a mi entrepierna, no ofreció resistencia alguna. Sacó sus manos de entre mi short y lo desabotonó, bajándolo junto con mis boxers de un jalón hasta el suelo. Mi verga quedó ahí, a la altura de su rostro, rebotando como un resorte. En ese punto ella se quedó congelada, sabía lo que quería hacer pero no se aventuraba a hacerlo, levantó la mirada y asentí con la cabeza.
Gaby tímidamente tomó mi pene totalmente erecto entre sus manos, y muy despacio lo llevó a su boca, primero puso la punta en sus labios, los humedeció con su lengua y sentí su roce en el glande, abrió su boca y lo introdujo, como saboreando cada pliegue, sentía la humedad de su cavidad bucal, su lengua lo tocaba parcialmente mientras la iba penetrando.
Hubo un punto en el que no pudo más, hizo entonces el recorrido en dirección opuesta, su lengua revisaba una vez más cada resquicio y liberaba lentamente mi pene de su nueva casa. Por mi parte no podía más, creí estar experimentando las mismas sensaciones que Gaby la noche anterior, deseaba desesperadamente penetrarla de inmediato, hacerla mía, con lujo de violencia y pasión, pero ella aún no estaba lista, se quedó durante varios minutos haciendo el primer oral de toda su vida, me la chupaba con unas ansias como no había yo visto en ninguna otra mujer, descubriendo nuevos sabores y sensaciones, reconociendo un terreno nunca antes explorado, me la mamo casi por espacio de 10 minutos, me la mordía, la besaba, se la tallaba me la chaquetaba…(ahhhhhhh nomas de recordar esos momentos se me volvió a parar).
Me quité la playera quedando a su entera disposición, estaba a punto para penetrarla en cuanto ella me ofreciera su sexo abierto de par en par. Acariciaba su cabeza, y ayudaba en el viaje de entrada y salida de mi pene, como podía tocaba sus tetas, me quedaban muy lejos. Quería devolverle el favor, pero sabía que tenía que dejarla tomar la iniciativa.
Una mujer con iniciativa puede ser un regalo de dios; y Gaby se estaba educando en los placeres del sexo, Gaby terminó su tarea, estuve a punto de terminar en su boca un par de veces pero como pude me contuve, ella parecía saberlo, en ambas ocasiones notó como me retorcía de placer y ella aumentaba el ritmo, tenía que detenerla para evitar una catástrofe; ya llegaría el tiempo de terminar en su boca y experimentar toda clase de guarradas, pero aún no, su inocencia era un arma de dos filos y no podía equivocarme.
Se puso en pie y esta vez fue ella quien me guió a una mesa que tengo en una improvisada sala de juntas dentro de mi oficina. Al ir tras ella una vez más quedé maravillado con su portentoso físico, aún desnuda nada temblaba, todo estaba perfectamente en su lugar. Al llegar a la mesa se recostó de espaldas como pudo, el frío de la madera erectó sus pezones. Francamente no veía como poder poseerla en esa posición, la mesa podría ser muy incómoda, entonces la tomé de las piernas, las abrí y la jalé hacia mí quedando ella con la espalda recostada en la mesa, y yo de pie frente a ella con sus piernas abrazando mi cuerpo a la altura de las nalgas.
Quise bajar a besar su sexo, pero ella me contuvo, definitivamente tenía el control de la situación. Con sus piernas me atrajo a su entrada, obedecí como un esclavo, introduje de un jalón mi sexo en su coño, ella emitió un potente grito:
- Ahhhh, mmmmmgggggmm
Y comencé mi labor desesperadamente, entraba y salía de ella mientras sobaba sus tetas, pellizcaba sus pezones, jalaba su cuello hacia mí; ella se agarraba los cabellos, prácticamente los jalaba con todas sus fuerzas, me atraía más y más con sus piernas, llevábamos un ritmo increíble, definitivamente estábamos hechos para coger el uno con el otro, su cuerpo se amoldaba a mí como un guante a una mano; me doblé hacia el frente para besarla, supe entonces que era exactamente lo que estaba esperando porque me tomó de la nuca y nos sumergimos en un delicioso beso en el que labios, lenguas y encías se encontraban y se disfrutaban.
Mientras tanto seguía penetrándola, quería llegar lo más profundo posible, quería tocar su fondo y dejarle sentir que el único pene que podría concebir en ese lugar era el mío.
Estuvimos así algunos minutos, me detuve, y salí de ella, quiso retenerme con sus piernas pero se lo impedí. La ayudé a levantarse, la hice girar y recliné su cuerpo sobre la mesa. Esta vez sus pechos descansaron sobre la superficie y su culo se mostraba majestuoso ante mí. Acaricie sus nalgas, estaba extasiado, no era posible tanta belleza y sensualidad en una sola persona; me regodee mordisqueando ese enorme trasero, acariciando desde sus muslos, pasando por sus nalgas y llegando hasta su deliciosa cintura e incluso hasta su espalda. Gaby estaba recargada en la mesa, con sus brazos extendidos y lista para la nueva experiencia, me dijo:
- Métemelo ya Toño, no puedo más…
Asi como estaba me puse a comerle el coño desde atrás….mmmmque delicia…si alguna vez lo han hecho deben saber que empinaditas las mujeres se les puede comer a la vez vagina y culo….asi que me aplique dándole una mamada de culo y de coño a mi cuñada que prácticamente berreaba de placer…su pepita escurría néctar delicioso que yo gustoso saboreaba.
Introduje entonces mi verga totalmente erecta en su sexo, su vagina me recibió maravillosamente, y la penetración fue mucho más profunda que en las dos ocasiones anteriores, pude notar como su excitación crecía hasta niveles inimaginables, Gaby gritaba:
- Más, más, más, toño mas damelo todo papiiiii.
En cada embestida su cuerpo brincaba, sabía que le estaba encantando. Comenzó a moverse a mi ritmo, mientras mi verga salía de ella, ella movía su culo en dirección opuesta, y cuando la penetraba, ella lo acercaba y refregaba hacia mí sin piedad. Comencé a trazar semicírculos con mi verga dentro de ella, y entendió muy bien el mensaje porque hizo exactamente lo mismo, era delicioso entrar en ella, éramos una máquina de coger perfectamente ajustada, sus movimientos estaban en directa proporción a los míos y su goce estaba ligado absolutamente al mío.
En cierto momento me detuve, y ella lejos de quedarse contenta con mi decisión siguió moviéndose con la misma intensidad, mi verga se convirtió en una suerte de asidero de su coño, y ella misma hacía que entrara y saliera a gran velocidad con sus movimientos. Era una sensación indescriptible, tenía ese monumento moviéndose para mí, agitando su delicioso culo en todas direcciones sin perderse de mi pene; mi eyaculación era inminente, pero tenía que esperar a que ella terminara, no sabía si lo lograría. Siguió moviéndose como una licuadora, estaba como poseída, sus gritos retumbaban en las cuatro paredes de mi oficina:
- Más, más, quiero sentirte más adentro
Ante tan impactante espectáculo supe que no podría aguantar más, y empecé a contraer mis músculos para dejar ir toda mi energía en un flujo de semen en el interior de mi cuñada; para mi fortuna, Gaby comenzó a moverse con mayor intensidad, y dos o tres embestidas después comenzó a gritar sin tapujo alguno:
- Antonio, Antonio, que rico coges, que ricooooooooo….
Ese fue el acabose, dejé ir todo mi semen a su interior, ella dejó de moverse en el momento justo en que mi última gota me abandonaba y se integraba a sus flujos vaginales, fue apoteósico, era la segunda vez que hacíamos el amor y terminábamos simultáneamente. Se de cierto que la mayor parte de las parejas nunca logran esta hazaña en toda su vida en común, y Gaby y yo lo habíamos logrado sin siquiera proponérnoslo.
Caí rendido encima de ella y comencé a besar su cuello y orejas. Ella ronroneaba como una gata y me dijo con voz muy queda:
- Que rico, no quiero que esto termine nunca, quiero ser tu mujer, que me cojas papi, no se adonde vamos a llegar con esto pero si se que no quiero que termine nunca…me oyes nuncaaa!!!!
Sus palabras impactaron en mi mente y me de volvieron fugazmente a la realidad, Yo sabía que a partir de la noche anterior había ingresado en un intrincado laberinto que probablemente me llevaría a una tragedia; después de todo estaba tirándome a la hermana de mi esposa. El riesgo era inminente, si mi mujer se llegara a enterar no solo se sentiría traicionada por su esposo sino también por su hermana, y este sería un golpe brutal en su vida; tan solo de pensar en mis suegros, que desde que me conocieron me abrieron las puertas de su familia y me hicieron sentir como un hijo más o en mis padres que seguramente se sentirían decepcionados por mi conducta.
Sin embargo nada de eso importaba ya, me había subido a un veloz tren que no tenía destino fijo y que podía descarrilar en cualquier momento y estaba dispuesto a asumir las consecuencias cualesquiera que fueran, si en el proceso podía disfrutar del delicioso y virginal cuerpo de Gabriela.
Terminamos, con delicioso 69 en el sofá del hall de mi oficina, comi su sexo a placwer, le mordí los labios vaginales, su culo, lo chupe como si en ello me fuera la vida, ella hizo otro tanto con mi verga, me la dejo tan sensible e hinchada que casi pensé que no podría tener otra erección mas.
Nos fuimos a la casa, mi mujer se había marchado a la casa de mis suegros, para no estar solita y reponerse de la cruda, asi que la alcanzamos alla, al llegar a casa de mis suegros para comer, mi esposa plantó un efusivo beso en mis labios, y al saludar a mi cuñada, noté como su rostro de mostrar una enorme sonrisa revelaba una incipiente molestia:
- Qué raro Gaby, hueles a la loción que Toño acostumbra usar.
Había cometido mi primer y gravísimo error, por la mañana me había literalmente bañado en loción, y después de restregar mi cuerpo al de Gabriela durante un par de horas, con la transpiración a mil y los poros abiertos por la sesión maratónica de sexo que tuvimos, Gaby había absorbido mi aroma como si sus poros hubieran actuado como tubos capilares. Traté de mantener la calma en espera de la respuesta; mi cuñada, con una tranquilidad pasmosa y una desfachatez a toda prueba comentó:
- Ja, después de bañarme en la mañana, vi el frasco en tu cómoda y se me antojó, así es que me la puse en todo el cuerpo, me gustó mucho, está deliciosa.
¡Pero que descaro!, definitivamente Gabriela estaba mostrando una nueva faceta de su personalidad, acababa de inventar a bote pronto una mentira totalmente creíble para sacarnos del problema. Supe entonces que para seguir con nuestro erótico juego debería tener mucho más cuidado, lo que había ocurrido ese día podría despertar en mi mujer sospechas innecesarias que de repetirse constantemente acabarían por tirar el teatrito que había levantado en menos de 24 horas.
La comida transcurrió sin sobresaltos. Los padres de mis mujeres estaban sorprendidos con el cambio de apariencia de su hija mayor, su mamá comentó que asi le gustaba verla como toda una mujercita y no como marimacha con pantalones y vistiendo sacos formales de mujer.
Mi mujer sonrió satisfecha, todos parecían muy contentos con el reciente cambio de look de Gabriela.
En los días posteriores tuve que salir en viaje de trabajo fuera del país, por más que intenté cancelarlo no fue posible, no quería que las cosas con Gabriela se enfriaran y que a mi regreso nuestra situación hubiera cambiado.
Por la mañana, tarde y noche llamaba a mi esposa para ver como iba todo por la casa, pero durante todo el día enviaba mensajes llenos de lujuria a Gabriela.
Dicen que el teléfono celular es el principal implemento con el que una esposa puede descubrir una infidelidad, pero eso no me iba a pasar a mí. Antes de salir de viaje, en el aeropuerto, compré un teléfono de prepago, extraje el chip y lo guardé en un pequeñísimo compartimiento secreto de mi cartera. Cada que enviaba un mensaje a Gabriela, extraía el chip de mi número original, que afortunadamente salía con suma facilidad, ingresaba el chip de mi “hot line” y leía y enviaba mensajes, acto seguido reintegraba el chip original y guardaba el otro en mi cartera. Era un proceso largo y tedioso, pero era la única forma de no dejar rastros de mis conversaciones con Gabriela; decidí también no usar ese número para hacer o recibir llamadas, ya que mi mujer podría tenerlo a su alcance en cualquier momento e hilar con mucha facilidad los hechos. Si Gabriela me hablaba tendría que hacerlo a mi teléfono personal, y yo podría entonces contestar con toda confianza, y si yo llamaba a mi cuñada, podría hacerlo con toda inocencia. El único riesgo era que mi mujer descubriera el chip en mi cartera, cosa poco probable porque yo mismo tardé en descubrir ese espacio varios días después de comprarla.
En mi primer mensaje a Gabriela, escribí:
- Hola leoncita. Soy tu amante bandido. Para seguir esta comunicación debes prometerme: no utilizar mi nombre real, no llamarme a este número y borrar este mensaje de inmediato.
Unos segundos después ella respondió:
- Está bien León. ¿Cuándo voy a volver a verte? Estoy ansiosa por sentirte otra vez.
El teléfono celular se convirtió en un inmejorable aliado para mantener muy caliente mi relación con mi cuñada. Nuestras conversaciones por mensaje subieron de tono, al punto de que tuve que masturbarme hasta dos veces en un día pensando en ella. Pasaron los larguísimos días y pude regresar a casa, después de haber resuelto algunos conflictos con proveedores en el extranjero.
Mi esposa se ofreció a recogerme pero yo tenía otros planes, mi vuelo arribaría a las 3:00 PM, le dije que tenía que atender a un cliente a las 4:00 cerca del aeropuerto y llegaría por la noche a casa. Cuando colgué el teléfono, mandé un mensaje a Gaby con el siguiente texto:
- Hoy serás mi Escort, ve al Camino Real Aeropuerto, a las 3:30 de la tarde. Pide por la suite del Ing. Pedro Segura, y espérame unos minutos.
Ella respondió:
- De acuerdo Leoncito
Esperaba que esta nueva argucia funcionara como las anteriores, era común que para recibir clientes del interior de la república o del extranjero reserváramos en hoteles cercanos al aeropuerto, de esa forma, no perdían tiempo en traslados, los teníamos muy cómodos, y en ocasiones, cuando de negociaciones importante$$$ se trataba, contratábamos servicios de acompañantes para “entretener” a nuestros cansados hombres de negocios.
El Camino Real era nuestro consentido, ya que tiene un puente que te conduce directamente al aeropuerto, muy buenas instalaciones, y ciertos elementos del personal del hotel se habían convertido por así decirlo en nuestros amigos, además de tener una tarifa preferencial.
Todo lo anterior estaba perfectamente justificado y documentado en la contabilidad de la empresa, así es que además de todo, haría mi inusual aventura “deducible de impuestos”.
Llamé al hotel y pedí una reservación a nombre de la empresa para el Ingeniero Pedro Segura, pedí hablar con el responsable de turno y le dije que antes del Ingeniero llegaría una representante nuestra y que hiciera el favor de entregarle la llave, además, pedí el número de habitación que asignarían; escuché una risita cómplice al otro lado del teléfono y no pude más que sentirme satisfecho por disponer de los medios necesarios para llevar mi aventura de la forma más segura posible.
En el aeropuerto de Dallas estaba muy emocionado, decidí comprar un perfume para mi hermosa leoncita y que mejor que la parte femenina del Fahrenheit: Poison; entré a una tienda Duty Free y compré el perfume, pedí que lo envolvieran para regalo y al pagar noté una sonrisa coqueta en la vendedora que me preguntó:
- Is it a gift for your loving wife?
Y yo, en un tono totalmente natural respondí:
- No, it is for my beautiful and horny lover…
La muchacha sonrió nerviosa y no atinó a decir una sola palabra más. Salí de la tienda con una enorme sonrisa, en realidad Gabriela había implementado un cambio en mi personalidad, de ser un tipo más bien tímido, me había vuelto extrovertido e incluso sugestivo; la semana que estuve fuera del país, en más de una ocasión me encontré sonriendo o platicando con mujeres desconocidas, e incluso salí a cenar un par de veces con la directora de ventas de uno de nuestros proveedores, una gringuita de larga cabellera rubia y lindo cuerpo; estaba seguro de que pude haber acabado en la cama con ella, pero no podía quitarme a Gaby de la cabeza.
Nunca había sido infiel a mi mujer, de hecho me sentía muy afortunado de haber encontrado una mujer tan hermosa, y ahora que lo era, no podía ser infiel a mi amante: que paradoja.
Durante todo el trayecto sentía la opresión en el estómago del primer amor, en realidad tenía la certeza de no estar enamorado de Gabriela, lo que experimentaba era un deseo profundo de posesión. Deseaba poseer a Gabriela como el pobre desea poseer dinero, como el que cultiva tierra ajena desea poseer la propia, como el hambriento desea comida. En solo un par de días Gabriela se había convertido en el centro de mis pensamientos: una obsesión.
Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México fui el primero en salir del avión, prácticamente corrí al carrusel del equipaje, esperé con cierta desesperación a que mi maleta apareciera, y como siempre sucede, mientras más prisa tienes de salir del maldito aeropuerto, resulta que tu maleta es la última en aparecer, después de que el resto de los pasajeros del mismo vuelo salieron y te miraron con cara triunfal. Tomé mi maleta y salí corriendo a migración, pase los trámites de rigor, el semáforo en la aduana, y para mi mala suerte me tocó en rojo.
- Chingada madre…..por Dios…como odie a los pinches agentes aduanales.
Los tipos de la aduana revisaron meticulosamente mi maleta, llena de ropa sucia, insistían en encontrar algo, como si de un narcotraficante se tratara, o quizás de un contrabandista de joyas o de especies, que se yo. Me parece que vieron en mí la desesperación de salir cuanto antes, y eso me convirtió en blanco de la revisión.
En fin, los nervios me estaban traicionando y no podía permitir que Gabriela me viera así, necesitaba tranquilizarme, mi conducta tendría que ser plenamente controlada.
Salí del aeropuerto, atravesé el puente hacia el hotel, llegué al lobby, prácticamente iba corriendo. No quería que nadie me reconociera, si bien no era un lugar que frecuentara, ya he dicho que algunos empleados me conocían.
Fui directamente al elevador, piso 6 habitación 609.
- Carajo, que buena suerte, no podía haber sido un mejor número.
Llegué a la habitación un tanto agitado por la carrera, hice una pausa para recomponerme y toqué 3 veces: tac tac tac. Nadie respondía, eran pasadas las cuatro de la tarde; volví a tocar: tac tac tac. Esperé unos segundos, Acaso sería posible que Gabriela no hubiera asistido a nuestra cita, o peor aún que se hubiera cansado de esperar y se hubiera ido molesta por mi retraso.
Maldición, maldito aeropuerto, maldita migración, maldita aduana; el enojo subía a mi cabeza en un torrente de adrenalina y bilis combinado que sabía me haría estallar en cualquier momento. Insistí sin éxito, Gabriela no estaba detrás de la puerta, la aventura no continuaría el día de hoy.
Enfilé al elevador bufando de coraje y mentando madres en voz baja. Metros antes de llegar, escuché el timbrazo y vi salir una maravillosa imagen: Gabriela, lucía un vestido gris con rayas en colores obscuros de alguna tela que lucía muy elástica, la parte superior se ceñía perfectamente a su busto, sus pechos se levantaba majestuosos por debajo de la tela; la parte inferior le llegaba solo por debajo de sus nalgas, casi a medio muslo, dejando al descubierto sus portentosas piernas morenas, como la noche de nuestro primer encuentro, sin medias; y sus zapatos, sus zapatos la hacían lucir increíblemente sexy, se trataba de zapatillas de tacón alto, con tiras que se amarraban alrededor de sus piernas, justo por debajo de sus rodillas. Llevaba su cabello suelto y le llegaba por debajo de los hombros. De plano parecía una escort, pero de las que salen en las películas, que te imaginas que esas mujeres no son reales, que seguramente están en otro plano de la existencia.
Al mirarme, sonrió y caminó rápidamente a mi encuentro, al hacerlo, me dio un abrazo delicioso en el que sentí el contacto de sus senos con mi pecho, y nos besamos apasionadamente por un momento. Verdaderamente la había extrañado y al tenerla de nuevo junto a mí me sentía virtualmente feliz y tremendamente excitado. Ella me dijo:
- Te extrañé mucho Leoncito… pero como que tu escort, ¿así es como ves?, ¿como una prostituta?
Yo sabía la intención de sus palabras y respondí: - ¿Por qué viniste vestida así entonces?
Sonrió, y contraatacó:- Entonces debes pagarme, ¿Cuánto cuestan mis servicios?
Yo le dije: - Si no te gusta lo que haga tú pones el precio, de lo contrario, quedamos a mano ok?
Sonrió y me dijo: - Estoy segura entonces que te quedaré a deber…
La tomé de la cintura y caminé con ella a mi lado, me atreví a bajar mi mano para acariciar su delicioso culo y ella suspiró, fui más allá y arrastré mi mano más abajo, hasta sentir la piel de sus piernas desnudas, acaricié y subí de regreso hasta llegar hasta sus nalgas, sentí la tela de la tanga encajada en su raya divisoria.
Llegamos a la habitación, y mientras ella intentaba abrir la puerta acaricié descaradamente su culo, levanté su vestido hasta la cintura, me puse de rodillas y comencé a besarlas, recorriendo con mi lengua la profunda curva que forman. Entre la excitación y los nervios ella no atinaba a abrir la puerta, y aproveché para sacar su tanga de su lugar y hacerla a un lado, deslicé mi lengua desde el inicio de su espalda hasta el inicio de sus nalgas, y la moví lentamente por en medio hasta llegar a su ano, dio un brinquito y se restregó contra cara, acaricié en repetidas ocasiones el recién descubierto botón de placer con la punta de mi lengua, Gaby había cejado en su intento de abrir la puerta y estaba entregada al placer de mi lengua en su culo, se movía bruscamente buscando que me introdujera más en ella; mientras tanto mis manos subían y bajaban por sus piernas, el tacto de los cordones de sus zapatillas enredados en sus piernas era delicioso e increíblemente excitante, nunca había sido un tipo fetichista, pero con Gabriela estaba descubriendo algunas perversiones que no creí sufrir.
El exhibicionismo era una de esas perversiones, y estar fuera de la habitación con la mitad de su cuerpo desnudo me ponía a mil, el pensar que en cualquier momento alguna puerta se abriría y alguien nos vería me parecía excitante, el mejor afrodisíaco conocido hasta el momento.
Seguí en mi nuevo placer, metiendo y sacando mi lengua de su apretado culo, Gaby comenzó a gemir con fuerza, acariciaba mi cabeza e insistía en llevar mi lengua a nuevas profundidades.
Sonó el timbre del elevador lo que trajo de regreso a Gabriela. Se separó de mí rápidamente y trató de acomodar su desajustado vestido. Un empleado del hotel se acercó y preguntó si algo estaba mal, Gaby respondió que no podía abrir la puerta y el muchacho solicitó la tarjeta; yo mientras tanto acariciaba descaradamente el culo de mi cuñada por debajo del vestido e intentaba insertar uno de mis dedos en su ano.
El joven abrió la puerta y se retiró, entramos y al cerrar la puerta nos entregamos a una inigualable sesión de sexo. Gabriela se puso a gatas en la cama su mirada denotaba una lujuria exacerbada, dirigió a mí su espléndido culo y comenzó a moverse cadenciosamente, de un lado a otro, de arriba abajo; su vestido subía producto del movimiento y dejaba ver paulatinamente su preciosas nalgas y su sexo causante de mis locuras:
- ¿Qué esperas Antonio? Afuera parecías muy interesado y aquí estás demasiado tímido.
Estas palabras acabaron por descomponer cualquier rasgo de cordura en mi cabeza; me acerqué a ella y me puse en cuclillas, retomé me sesión de besos en sus nalgas, mientras bajaba lentamente la tanga negra lisa que vestía, la forma en que se incrustaba era deliciosa, y bajarla lentamente mientras movía su enorme en culo en círculos era un espectáculo digno de un rey.
Cuando volví a meter mi lengua en su ano se movió con más violencia, utilizaba mis manos para subir más y más su vestido que en este punto ya parecía una ombliguera, acariciaba su abdomen, su vello púbico y su portentoso sexo. Gaby se movía cada vez más rápido:
- Ahh, que ricoooo, papi esto no me lo habías hecho oooo, meteme otra vez tu dedo ahí…
No podía fallarle, remojé mi dedo en saliva y lo inserté en su apretado culo lentamente, comencé un mete saca despacio, para acostumbrar su nuevo espacio a mi dedo, a ella parecía encantarle, se movía y más y más rápido; mientras tanto mi boca se entretenía en recorrer sin descanso su culo excitado, me encantaba subir desde la parte trasera de sus rodillas lentamente por sus muslos, llegar a sus nalgas y hacer círculos de saliva en ellas.
Bajé el cierre de mi pantalón y saqué me erecto miembro de su prisión, de un tirón metí mi pene hasta el fondo en su vagina. Creo que no se lo esperaba porque de inicio detuvo sus ronroneos; metí y saqué mi pene unas 10 veces de su apretadísimo coño, mientras nalgueaba con fuerza su hermoso culo que para entonces había tomado una tonalidad rojiza. Gaby estaba sorprendida y tal vez un poco asustada, en nuestros encuentros previos me había comportado muy cariñoso y ahora el estilo era radicalmente diferente.
Le dije al oído mientras la penetraba con fuerza hasta lo más profundo de su ser:
- Por que pones esa cara putita, se ve que te encanta que te lo meta…
- Si, si, mételo más, mételo más, me encanta tenerlo dentro…
Había entrado a mi juego y me encantó. Saqué mi verga de su vagina sin previo aviso, lucía brillante gracias a sus jugos vaginales, inmediatamente la acerqué a su boca; por un momento temí que se negara, pero la tomó con singular alegría y la metió hasta el fondo en una sola emisión, comenzó a chuparla sin siquiera sonrojarse, pude notar que le encantaba tenerla entre sus labios. Recorría una y otra vez con su lengua desde la punta hasta el tronco, le dije entonces:
- Besa mis huevos preciosa…
Asomó una sonrisa en su rostro, tal vez por el uso de semejante palabra, pero muy obediente comenzó a besarlos alternadamente, mientras que con la mano masturbaba mi pene de arriba abajo. Mientras tanto acariciaba sus tetas aún cubiertas por el ajustado vestido. Saqué mi pene de su boca, estaba perfectamente lubricado, la hice levantarse de la cama y me senté, le pedí que se pusiera de espaldas a mí y la hice sentarse en mis piernas, pero con mi enorme erección taladrando su vagina con fuerza. Creo que nunca había llegado tan profundo en ella, y estoy seguro de que le encantó. Comenzó a moverse con violencia, como si estuviera montando un potro corriendo a toda velocidad, mi verga entraba y salía de su delicioso coño con una rapidez escalofriante, ella se movía con tal destreza que por un momento pensé que sería una excelente puta, gritaba una y otra vez:
- Ahh. Ahhh, me encanta, me encanta
Mis manos estaban entretenidas en sobar sus pechos, había desabotonado el vestido en su parte superior y sus tetas habían brincado de su lugar ansiosas de mis caricias, pellizqué sus pezones, y al hacerlos ella subió sus manos para acompañar a las mías. Recorrí su cuello, sus pechos, su abdomen, siempre con sus manos sobre las mías, y al llegar a su sexo en franco movimiento y totalmente abierto, acaricié su clítoris con mi dedo medio, Gaby gritó:
- Si, si…
Puse su mano debajo de la mía y comencé a acariciar su sexo con su propia mano. Esto pareció encantarle, porque se movió si es posible aún más rápido, su mano restregaba su sexo con fuerza y en cada movimiento acaba acariciando mis testículos. Mientras dejaba a Gabriela entretenida en su propio cuerpo, terminé por desabrochar cada botón del vestido y quité su brassiere, apreté sus enormes pechos con fuerza, pellizqué sus pezones con la intención de arrancarlos; ella respiraba intensamente, gritaba palabras in entendibles y se movía cual una leona en celo siendo poseída por su macho. Levanté su rostro y la hice mirarse en el espejo frente a nosotros, fue demasiado para Gabriela, porque al hacerlo comenzó a tener un larguísimo orgasmo, primero se movió más rápido y de pronto se detuvo con mi verga tocando prácticamente sus rincones más secretos, en ese momento, su culo comenzó a temblar con fuerza y toda su piel se erizó, pellizcó mis piernas brutalmente y liberó un grito que seguramente se escuchó en todo el hotel:
- Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh que ricooooooooooooooooooooooooooooooo papitoooooooooo….
Se quedó inmóvil un momento, pero no le iba a dar tregua. Salí de ella, intentó detenerme pero no lo permití. La recosté boca arriba y abrí sus piernas, hundí entonces mi lengua en su húmedo sexo, sus jugos vaginales inundaron de inmediato mi boca, fue delicioso; moví mi lengua tocando específicamente su clítoris que minutos antes había masajeado con fiereza, Gabriela estaba como desmayada, su cuerpo reaccionaba a mis caricias pero su mente estaba en otro lugar. La volví a levantar, quité con fuerza el resto de su ropa, dejando únicamente sus zapatos, la hice poner sus rodillas sobre la cama y empujé su torso hacia la cama; su culo se veía más grande en esa posición, sus nalgas apuntaban al aire y su rostro estaba apoyado sobre la cama.
Mi lengua volvió a su delicioso ano y lo acaricié una y otra vez; Gabriela se movía lentamente, estaba disfrutando sobremanera mis bucales caricias. Me detuve, fui hacia mi maleta y saqué de la bolsa de enfrente un tubo con gel base agua, unté un poco en su abertura y un poco más en mi erección. Me miró con miedo, pero no le di tiempo a pronunciar palabra alguna, inserté mi dedo medio lentamente por su ano hasta que desapareció totalmente entre sus nalgas, Gaby ahogó un grito de placer, comenzó a moverse para disfrutar de su recién llegado invitado; metí y saqué mi dedo en repetidas ocasiones y de pronto lo saqué del todo, su culo pareció seguirlo, incluso lo levantó un poco como quien sigue una guía en el espacio; continue metiendo dos dedos y después tres, para acostumbrarla a lo que iba a venir a continuación.
Apoyé entonces mi poderosa erección en la entrada de su ano, y sin mediar palabra comencé a introducirme en su apretadísimo agujero. Fue una tarea difícil, Gabriela pasó del temor a los gritos de gusto, pues cuide mucho el detalle de no violentar su culo, solo coloque la cabeza de mi verga en su ano, logre romper la barrera de su esfínter y a partir de ahí entro todo como si fuera mantequilla…
La verdad que fue una sensación deliciosa, quien ha tenido la experiencia de cogerse por el culo a una hembra sabrá que es una sensación deliciosa por el morbo-tabu que a veces rodea al sexo anal. Al principio Gaby trataba de alejarse de mí, pero la tomé fuertemente de sus nalgas y no lo permití. La sensación alrededor de mi verga era deliciosa, su ano apretaba increíblemente y la visión de su maravilloso culo totalmente a mi disposición amenazaba con volverme loco.
Después del primer ingreso, me retiré muy lentamente, y antes de salir, ataqué una vez más y volví hasta el fondo, siempre muy despacio, mi intención era que Gaby se acostumbrara y fuera ella quien comenzara a moverse para mí. Pasaron diez largos minutos, pensé que había sido en vano, porque en cada embate gemia un poco quejandose, de pronto, como si se hubiese resignado a tener mi erecta verga en su ano, comenzó a moverse, con el ánimo puesto en disfrutarlo; esa era la señal que yo necesitaba, comencé a moverme a su ritmo y una vez más la excitación se apoderó de nosotros, nos movimos una y otra vez; poco a poco sus gritos fueron reflejando las sensaciones de un profundo placer hasta ese momento insospechado para mi cuñadita, mientras mi verga latía pulsante en el reducido espacio entre sus nalgas.
No se como hicimos pero logré recostarme en la cama mientras Gabriela quedó sobre mí, todo sin separarnos un momento, ella quedó prácticamente en cuclillas en la cama siguió moviendo su delicioso culo hacia arriba y hacia abajo. Yo estaba a su merced, no podía ni quería moverme, ella se encargaba de todo el trabajo, entraba y salía de su ano ya con mucha facilidad y Gabriela lo disfrutaba muchísimo. Deslicé mis manos por debajo de sus nalgas hasta alcanzar su sexo, que me esperaba ansioso y comencé a acariciarlo. Inserté uno, dos, tres dedos y ella perdió totalmente el control:
- Que rico coges toño, soy tuya, soy tu esclava mi amor…
Realmente no se que pasó por mi cabeza en ese instante, pero pronuncié una frase que bien podría haber roto con el embrujo sexual que estábamos viviendo, pero que sin embargo acabó por provocar el orgasmo más placentero que jamás haya sentido. Le susurré a Gaby:
- ¿Te gustaría que alguien chupara tu sexo en este momento?
- Mmm, que rico, si, quisiera una lengua tocando por todas partes…
Me arriesgué un poco más:
- ¿Te gustaría que fuera un hombre o una mujer quién lo hiciera?
Gaby se movió con más violencia, y fuera de sí respondió:
- Me da igual quien sea, lo que quiero es tener una lengua acariciando mi coñito mientras me coges por el culo…
- ¿Y te gustaría que fuera mi mujer quien lo hiciera?
Gaby se movió aún con más fuerza y me dijo:
- Si, si, ahh, ahh, quién tu quieras mi amor, ahh haré todo lo que tu quieras…soy tu esclava, tu putaaaaaaa, hazme lo que quieras….-alcanzó a gemir.
Sentí una oleada de semen recorriendo mi cuerpo, y comencé a venirme en el delicioso ano de mi cuñada. Creo que perdí el conocimiento durante algunos segundos, porque cuando volví en mí, Gabriela estaba recostada a mi lado y me besaba con gran pasión; correspondí a sus besos y nos quedamos en silencio unos minutos:
- ¿De verdad te gustaría hacerlo con mi hermana y conmigo?
Era una pregunta directa y merecía una respuesta directa:
- Si, sería una experiencia maravillosa.
Gabriela sonrió tímidamente y me dijo:
- Pero ¿Cómo haríamos para convencerla?
Me quedé pasmado… en realidad Gabriela, no tendría reparo, ni prejuicio alguno para compartirme con mi propia esposa, es decir…la mujer que creía lesbiana hace menos de dos semanas y que se había convertido en mi amante en un santiamén, estaba considerando la posibilidad de hacer un trío con su propia hermana y conmigo sin ningún remordimiento…. De verdad que era un tipo afortunado, ahora solo tenía que encontrar la manera de “colocar” a mi esposa en posición y disposición de tener una aventura con nosotros…esa tarde, la noche nos sorprendió en brazos uno del otro, ella montada en mi galopando como una amazona sobre mi, ya fuera dentro de su culo o su vagina…confieso que tuve que darme un baño de agua fría y pedir a la recepción un par de bebidas energéticas para reponerme…
0 comentarios - una cuñada de amante segunda parte.