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Compendio I
“¡Parte de un desayuno balanceado!” dijo Marisol, limpiando mi pene y tragándose los restos. “¡Extrañaba este desayuno!”
“¡Yo también extrañaba dártelo!” le dije, pero aun seguía preocupado por lo que habíamos conversado la noche anterior.
“¡Y lo mejor… es que todavía está dura!” dijo ella, chupándola intensamente. “¡Me gustaría sentirla por detrás!”
Se levantó el camisón y empezó a enterrársela por el ano.
“Marisol… ¿Estás segura?” le pregunté, mientras ella forzaba la entrada.
“Si.” Me respondió. “¡Es un poco doloroso, pero me he estado preparando!... ¡Me he metido varias cosas por detrás… pero nada tan rico como tú!”
“¡No me refiero a eso!” aunque no puedo negar que me excitó la curiosidad de qué se había metido. “¡Me refiero… a eso de compartirme… con todas ellas!”
¿Qué puedo decirles? Su culo es delicioso, es la mujer que más amo y si lo estaba haciendo, era simplemente para complacerme... aunque le empezaba a gustar
“¡Esto se siente tan bien!... ¡Si, Marco!... ¡Estoy muy segura!... ¡Quiero que lo hagas con ellas… y con mi tía también!...” decía ella, más excitada todavía.
¡Cielos! ¡La manera de sacudirse! ¡Nunca pensé que fuera tan buena así!
“¡Pero… son 5 mujeres… Marisol!” le decía, mientras sentía que su ano me chupaba la esencia.
“¡Por favor!… ¡Sé que puedes!... ¡Lo haces tan bien!...” me decía, mientras sentía su rajita fluyendo como un rio.
¡Ya no podía aguantar más!
“¡Esta bien… Marisol!... ¡Está bien!... ¡Lo haré… si eso te hace feliz!” le dije, corriéndome en su interior.
Ella me besaba, satisfecha.
“¡Gracias!... ¡Sé que no me entiendes!… ¡Pero te agradezco que lo hagas!...” decía ella, sobándose el estomago. Le gusta sentir mis jugos en sus intestinos.
Pero igual tenía mis dudas. Cuando fuimos a ducharnos, le pregunté por qué quería que conociera a su tía.
No pensaba en tirarme a su tía también (no la había conocido en persona…), pero al menos, debía conocerla para saber quién era.
“Pues, ni mamá ni Pamela se llevan bien con ella. Mi tía es… bien materialista… y bueno… Pamela no la quiere, porque nunca la apoyó con sus problemas.” me decía, mientras me limpiaba el cuerpo con el jabón.
“¿Y qué… quieres… que haga yo?” le dije, cuando empezó a sacar espuma en mi pene.
“¡No lo sé, amor!” dijo ella, bien excitada, meneándomela, mientras me besaba el pecho. “¡Supongo… que lo que tú haces… que las hace cambiar!”
Me sentí halagado… y muy, muy excitado, pero debía reconocer mis debilidades.
“¡Pero… Marisol… puede que no sea igual… como con ellas!” le decía, mientras me tenía agarrado de una manera tan suave y excitante.
“¡Vamos, Marco!... ¡Al menos, inténtalo!” decía ella, con unas ganas tremendas de chuparla de nuevo.
“¡Además, si crees que los pechos de Amelia son grandes, es porque no has visto a mi tía!” dijo ella, empezando a chuparla.
¡Cielos! ¡La imaginación es tan potente!... ¡Y su boca, era tan deliciosa! … pero igual mantenía el sentido común.
“Pero, Amor… ¿No crees que deba… ser ella quien me lo pida?” le dije, disfrutando cada centímetro de su boca. “Es su madre… después de todo.”
“¡Sí! … ¡Tienes razón!” dijo ella, dándome un respiro. “Además… ya te tengo ocupado con nosotras… y bueno… tenemos que organizarnos bien…”
“¡Si, pero Marisol!...” alcancé a decir, pero sus labios no me dejaron terminar.
No podría oponerme y haría lo que me pidiera por ella. Mi conciencia igual se sentía mal, pero si eso la hacía feliz… ¿Qué más podía hacer yo?
Además, las amaba a cada una de ellas… y no porque fueran tan bonitas… sino porque eran especiales, en diferente manera.
Exceptuando a Violeta, todas ellas sabían por que nos habíamos demorado en la ducha. Verónica nos miraba sonriendo; Pamela tenía una sonrisa, aunque sus ojos estaban tristes y Amelia no ocultaba sus emociones.
Nos sentamos a desayunar y Marisol quiso molestar un poco a su hermana.
“¡Mamá me contó que tenías un novio!” le dijo.
Amelia me miró, con ojos brillosos.
“¡Sí! ¡Parece que se llama Toño!” dijo Verónica.
“¿Y cómo es?” le preguntó su hermana.
“Pues… él es muy dulce… y siempre le preocupo…” Respondió Amelia, muy cabizbaja.
“¡Debiste sentirte muy triste de dejarlo en el norte!” le dijo Marisol, mientras untaba la mantequilla para el pan. “¡Pero si necesitas un pecho para llorar, puedes tomar el de mi amado Marco, para pasar tus penas!”
Amelia no aguantó más y se paró.
“¡Marisol!” le dije, mirándola a los ojos.
Ella también se arrepintió, pero para sorpresa de nosotros, Pamela la siguió para consolarla. Marisol me sonrío. Sabía que era obra mía.
Empecé a preocuparme por ese almuerzo. Le pidió a Sonia que trajera algunas botellas de alcohol, para que pasáramos un buen rato y yo ordené comida china.
No sabía exactamente qué quería hacer, pero lo haría. No era un tema sencillo de abordar, aunque era tan evidente en cada uno de nosotros (nuevamente, exceptuando a Violeta) como un “Elefante en la habitación”, tal como dicen los ingleses.
La comida parecía normal, salvo por el hecho que me senté al extremo opuesto de mi amada. Verónica y Amelia quedaron a mi izquierda y Sonia y Pamela a mi derecha.
“¡Marco, deberías sentarte con Marisol!” dijo Verónica, como si no me hubiera dado cuenta.
“¡Si, no se han visto en días!” me dijo Sonia.
Pero fue la organizadora de la fiesta la que dio la distribución de los asientos. Me miraban extrañadas, sabiendo que la que más amaba era Marisol, pero si no estaba a su lado, debía ser por una razón muy fuerte, que también yo deseaba conocer.
La comida fue relativamente normal. Conversamos de la mina y cómo descubrí a la onda “Amelia”. Supongo que fue nada más que intuición que la interferencia que se sentía en la radio se debía al funcionamiento constante de la maquina “Verónica”, por lo que al emplear los algoritmos para desconectarla de forma remota, acabarían con el ruido molesto.
Ellas me miraban asombradas (salvo Violeta, que estaba fascinada con los dientes de dragón) y pude ver que Sonia ponía la misma cara que cuando uso mis “Ojos de ingeniero”, como ella lo dice. Supongo que de verdad, debo cambiar mi mirada, porque ellas estaban cautivadas por mí.
Cuando Violeta se comió su plato, Marisol me dijo.
“Amor, ¿Puedes instalarle a Violeta uno de tus juegos? Tengo algo importante que conversar y no quiero que ella nos escuché.”
Entonces, supe que fuera lo que pasara, ocurriría entonces. Tomé a Violeta de la mano y le pregunté qué quería jugar.
“¡Quiero jugar el de los “monstritos”, que me diste la otra vez!” me dijo ella.
“¿El de los “monstritos”? ¡Bien, te pondré el de los “monstritos”!” le respondí, aliviado.
Como saben, cuando uno le pone un juego a un niño pequeño, pasa poco rato enganchado. Sin embargo, como vi que tenía tan pocos juguetes, le decidí regalar una de mis consolas de juegos antiguas, con ese juego que ya tiene muchos años y que ya van más de 700 monstruos. Por supuesto, el más reconocido y favorito, el “Ratón eléctrico amarillo”…
Las ventajas de ser nerd y trabajar, es que puedes darte el lujo de comprarte todas las consolas retro. Así que monté una de mis favoritas, le puse los adaptadores y para sorpresa de ella, los “montritos” pixelados se podían ver en 3-D, y jugar mini-juegos.
Ella estaba contenta y sabía que no tendría que preocuparme por un buen rato.
Luego volví al comedor y ellas estaban tensas. Quisieron preguntarle a Marisol, pero ella no dijo palabra, hasta que estuviera de vuelta con ellas.
Cuando me senté y le dije con la mirada que no tenía que preocuparse, empezó el verdadero motivo de ese almuerzo…
“Bueno, quería darles las gracias a ustedes, porque me han ayudado a mí y a Marco en continuar nuestras vidas.” Dijo ella, con la diplomacia de un político “Como saben, ya estoy comprometida con él y vamos a ser papás, pero la razón por las que las he invitado a todas… es porque sé que les gusta Marco.”
Todas enrojecieron y trataron de esquivar la mirada.
“¡Vamos, Marisol! ¡No bromees!” trató de mentir Sonia. “¡Marco es un caballero… y sería incapaz de engañarte!”
“¡Si, hermana!” dijo Amelia. “¡Él te quiere mucho… y lo único que dice es que quiere casarse contigo!” añadió, con un tono de tristeza.
“¡Pues yo no te voy a mentir, Marisol!” dijo Verónica, con completa honestidad. “¡Yo amo a Marco y me encanta!... ¡Me habría gustado que Sergio hubiera sido tan buen padre como lo es él!, pero afortunadamente, lo conociste tú y francamente, ¡Me hace sentir como una joven otra vez!”
“¡Mamá!” la reprendió Amelia.
“¡Amelia, mírala!” respondió Verónica. “¡No está enojada y es obvio que sabe la verdad!”
“¡Marisol!… tampoco quiero mentirte…” dijo Pamela, tratando de no mirarla. “Pero es verdad… Marco me gusta tanto… mucho más que cualquier chico que haya conocido antes.”
“¡Gracias por ser tan honestas y sé que esto les asusta, pero no quiero reclamarles ni mucho menos!” dijo Marisol, con una serenidad y dulzura encantadora. “Pero quería pedirles… que siguieran siendo parte de nuestras vidas…”
Las otras estaban sorprendidas.
“¿Estás pidiendo…?” dijo Amelia.
“Si…” dijo Marisol, con un poco de timidez. “¡Quiero pedirles… que sigamos compartiendo a Marco… al menos, hasta que nos vayamos al extranjero!”
Estaban más contentas y sorprendidas, pero la más aterrizada de todas, Pamela, se cuestionaba lo mismo que yo.
“¿Por qué?” preguntó.
“¡Pamela, una vez te dije que el amor de Marco reparaba! Antes, no te importaba nada. Sé que me querías, pero no tenías sueños ni un futuro… ¡Ahora, mírate!... ¡Estás preparándote para entrar a la universidad, estás muchísimo más alegre y puedo ver que no eres la misma de antes!”
Pamela empezó a llorar.
“¡Mamá, antes te veía tan triste y pensando en complacer a papá, pero estuviste unas semanas con Marco y viste que la vida podía ser mejor!”
“¡Es verdad!” confesó Verónica, también conmovida y limpiando sus lagrimas.
“¡Hermana, cuando te fuiste, eras tan niñita, temerosa e inocente!… pero ahora veo tus ojos y veo que eres una mujer valiente y madura. ¡Sé que Marco sacó eso de ti y sé que es tu primer amor!”
“¡Hermana, tienes toda la razón!” respondió Amelia, uniéndose a las otras en lágrimas.
“¡Y Sonia!... ¡Sé que eres su mejor amiga y lo cuidas, donde ninguna de nosotras puede verlo!... ¡Nunca me dijiste lo que pasó con tu novio, pero vi en tus ojos como también Marco cobraba valor en tu vida!”
“¡Si, es verdad!” dijo Sonia.
“¡A ustedes les ha hecho bien y eso me hace feliz!... por eso, no puedo quitárselos.” Dijo Marisol, también conmovida. “¡Es por eso que las llamé, para ver qué es lo que vamos a hacer!”
Si me preguntan cómo me sentía yo, era como si me hubiera caído un ladrillo en la cabeza: 5 mujeres, reconociendo abiertamente, con cada una de sus supuestas “rivales”, que me amaban y que les había hecho cambiar sus vidas… y lo que era peor, que querían organizarse para compartirme.
“¿Y qué sugieres, Marisol?” preguntó su madre.
“Pues… estaba pensando en turnarnos por días.” Le respondió.
“¡Espera un poco, Marisol!” dijo Pamela, muy perturbada. “¡Estamos hablando de Marco!... No me puedes decir que estás sinceramente pensando en turnarnos para acostarnos con él, ¿Cierto?”
“¡Pues… si! Eso estaba pensando.” Le respondió su prima.
“¿Te das cuenta de lo loco que se escucha?” le preguntó Pamela, expresando mis preocupaciones.
“Pamela, ¿Qué prefieres: estar triste y saber que perderás a Marco para siempre o prefieres compartirlo y saber que al menos, un rato, será solamente tuyo?” le respondió Marisol.
“Pues… prefiero lo segundo… pero… ¡No está bien!” dijo Pamela, bien confundida. “Lo que siento por Marco… es como si lo quisiera para mí y nadie más.”
“¡A mí me pasa igual, hermana!” dijo Amelia.
“¡A mí también!” confesó Sonia.
“¡A todas nos pasa!” dijo Verónica, añadiendo. “Y cuando me hace el amor… me siento la única mujer en el mundo!”
“¡Yo igual!” confesó Marisol.
“¡Yo también!” dijo Amelia.
“¡A mí, me hace ver estrellitas!” dijo Sonia.
“¡Es verdad!” dijo Amelia.
“¡A mí también!” dijo Sonia.
“¡Carajo!” confesó Pamela. “¡Él me la mete y no paro de correrme!”
Estaban todas contentas, pero Marisol llamó al orden.
“Pamela, ¿Realmente te gustaría renunciar a eso de golpe?”
“¡No!... supongo que no.” Dijo ella, aceptando no muy convencida.
“¡Entonces, debemos organizarnos!” dijo Marisol.
“¡Esperen un momento!” les dije. “¡Como yo soy el que las une en todo esto, tengo que hacer mis demandas también!”
“¡Esto suena interesante!” dijo Pamela.
“¡Tienes toda la razón, amor!” dijo Marisol.
Deben estar pensando “¡Genial, amigo!... ¡Orgia toda la semana!” Claro que no. Era muy claro que no tendría la familia que deseaba, pero tampoco podía dejar que mi vida se concentrara en el sexo. Eran insaciables y no quería vivir haciendo el amor hasta no poder más.
Tenía que tirar un “cable a tierra”, hacerlas aterrizar aunque fuera un poco. Por eso, mis demandas, lejos de satisfacer mis fantasías personales, iban más enfocadas al bien común.
“Primero y la más importante: Violeta no debe saber esto, por nada del mundo.” les dije, con una cara muy sería. “Por lo tanto, cuando estemos con ella, debemos comportarnos como si fuéramos una familia normal.”
“¡Me parece justo!” dijo Verónica, mientras que las otras concordaban con ella.
“Segundo: durante el día, debemos comportarnos con cierta normalidad. No podré tener la familia que deseo, pero al menos, traten de complacerme con la ilusión de ella.”
Pamela y Marisol sonrieron, mientras que las otras se notaban agradadas con mi idea.
“Tercero: si digo que no quiero hacer nada una noche, por favor, respeten mi decisión.”
Ellas aceptaron, pero esa regla la traicionaría la misma Marisol, en sólo un par de días…
“Cuarto y último: todo lo que haremos, será durante la noche. Pero al final, quiero dormir con Marisol.”
“¡Vaya, Marco! ¡Eres un tío complicado!” dijo Pamela, sonriéndome. “¡Pensé que pedirías una noche de orgias a la semana o algo así…!”
Curioso que lo dijera, porque cuando visitara su habitación, no tendría problemas en organizar una…
“¡Me parece bien, Marco!” dijo Marisol “¡Todos tus puntos son respetables!, pero aun queda saber qué harás con Sonia. Ella no vive con nosotros y francamente, no quiero que la olvides.”
“¡Gracias!” dijo ella, sorprendida por el abrazo afectivo de Marisol.
“¡Pues, no lo sé, amor! ¡Tal vez pueda venir a visitarnos, porque me tomaré mis vacaciones al final del mes!”
“¡Espera un minuto!” dijo Amelia, percatándose de todo. “Marco, ¿Le hiciste el amor mientras estaban trabajando?”
Nosotros miramos al suelo…
“¡Qué descarado!” dijo, golpeándome suavemente el codo, mientras que las otras se reían.
“¡Pues, si les gusta, puedes ir tú o Pamela una noche y aprovechar de entretenernos!” nos invitó Sonia.
“¡Sonia!” dijo Pamela, bien avergonzada, golpeándola en el hombro.
“Vamos, ¿Qué pasa?” le preguntó.
“¡Ya sabes!... ¡Eso fue una sola vez!” le dijo Pamela, tratando de hacerla callar.
Verónica, por su parte, tenía su propio cuento.
“¡Ya me imagino a que te refieres! ¡Marco nos mostró el regalo que le tenías para Marisol y Amelia y yo los disfrutamos bastante!” dijo Verónica, bastante divertida.
“¡Mamá… no digas eso!” dijo Amelia, bien avergonzada.
“Entonces… ¿Ustedes ya se han acostado juntas con Marco?” dijo Marisol, con cierta tristeza.
“Si.” Respondieron ellas, en coro y avergonzadas.
“¡Que envidia!... Marco, ¡Nosotros también tenemos que hacerlo, al menos una vez!” me dijo, mirándome muy sería con sus ojos verdes.
“¡Está bien, pero tienes que ponerte de acuerdo con ellas!” le dije.
Ellas estaban más que gustosas…
Las dejé solas, organizándose y fui a acompañar a Violeta. Al menos, ella era muchísimo más simple.
Me di cuenta que ya no importaban mis sueños. Amaba a Marisol y si ella quería compartirme, lo aceptaría. Siempre tendría el anhelo de llevar una vida normal, pero no importaba.
“¡Que mal, amigo! Entonces, ¿Tus aventuras están terminando?” pueden creer, pero hasta que no ponga “último” entre paréntesis, al título, mis aventuras continúan.
Porque para consuelo de ustedes, no viví el resto de estos meses follando como loco, al menos, no todos. De partida, todavía tengo que contar lo que pasó con “los nuevos lunes casuales”, tengo que contar sobre mi matrimonio y sus preparativos, lo que pasó con Pamela y su ingreso a la universidad, los resultados de mi Magister y quizás, lo más importante: alcanzar el presente.
Así que no les voy a mentir. Quedan pocas aventuras, pero aun hay cuento por contar, así que si les sigue interesando mi bitácora, no tengo objeción a que la lean.
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1 comentarios - Seis por ocho (69): El elefante en la habitación.