Hola amigos de Poringa, hace mucho tiempo que no escribo. El laburo y esas boludeces impidieron tomarme el tiempo suficiente como para volver a contactarme y contar nuevas anécdotas, reales 100%, de mi historia con mi colega, compañera de trabajo.
Para aquellos que nunca me leyeron, rápidamente hago un recuento de los personajes. Ambos somos profesionales, ocupamos cargos similares pero en distinto lugar. Yo en la capital de la provincia de Buenos Aires y ella en la zona norte de la misma provincia, nos separan unos 100Km de distancia. La vida, los planetas o lo que Uds. quieran, ha logrado que un hermano de ella viva en la Capital Federal, en la zona de Palermo a una cuadra de la avenida Santa Fé. O sea, que en bondi La Plata Buenos Aires, subte desde plaza de mayo hasta estación Palermo (línea D de subte) en 1:30Hs estoy en lo que bautizamos nuestro dpto., ir en el auto sería una locura. Algo de cierto hay en eso de nuestro dpto., pues en realidad es una propiedad heredada, con lo que M.A, es dueña de una parte de esa propiedad. Bueno dejemos las recopilaciones y vayamos al grano. Cómo desvirgue esa cola.
Una de las veces que habíamos arreglado para tener nuestros encuentros sexuales y clandestinos, por lo menos para ella pues es casada, iba decidido a cualiarmela ( culiarmela, para los que no son de Argentina, es en buen castellano, romperle el culo). El tema lo habíamos charlado en varios de nuestros encuentros pero siempre tenía su oposición. En sus 40 y tantos años jamás había entregado su cola a un tipo.
Previo a nuestro encuentro había empezado con mi acción psicológica. Aprovechaba cada charla que tenemos a diario por el Facebook para instalar el tema. Ella se calentaba y confesaba moverse en la silla frente a su computadora, como a mí que tenía erecciones que obvio necesitaban de una buena paja para bajarla. En esas charlas previas habíamos acordado que ella debía producirse, lo que significaba y aún significa que cada vez que debe abrirme la puerta del edificio baja sin ropa interior, sea que vista pollera y camisa, piloto o tapado según el clima. Ese día me recibe con un vestido floreado, ceñido a su cuerpo. Subiendo las escaleras que nos conducen al primer piso, yo detrás de ella, por debajo de su falda pongo mi mano en su entrepierna para comprobar que como lo habíamos quedado estaría sin ropa interior. No solo pude asegurarme que no llevaba sus tangas de hilo dental que suele usar en nuestros encuentros, sino que se podía comprobar la humedad de su vagina. Ya antes de introducir la llave para abrir la puerta que nos permita ingresar a nuestro dpto. la apoye contra la pared del pasillo, la luz se apaga y comienzo comiéndole la boca, mis manos recorren todo su cuerpo, por encima de la suave y liviana tela de su vestido. Empiezo a sentir su respiración más profunda y fuerte. Suspiros comenzaron a salir de su boca. Por encima de mi pantalón su mano se va deslizando por toda mi verga ya erecta, dura y caliente. Baja el cierre de mi pantalón, introduce su mano y busca liberar mi verga rígida del bóxer que llevaba. La libera, me pajea unos instantes y sola, como sabiendo lo que necesitaba, con alguna dificultad entre mi cuerpo y la pared va bajando. Siento el calor de sus labios besar la cabeza de mi verga, se la introduce y comienza un hermoso juego con su lengua. Mi calentura pasa del punto franela al estado acabo en cualquier momento (los hombres me entienden), la ayudo a incorporarse, o mejor dicho, la levanto porque estallaba de leche y comienzo a besarla, a jugar con su lengua dentro de mi boca. Mis dedos pasan por su vagina mojada, ya, y presiono su clítoris erecto de su calentura. Es mi turno de devolver su gentileza y como dice el tango, hincado a sus pies empiezo a pasar mi lengua de abajo hacia arriba y morder su rosado clítoris. A diferencia mía, ella no pudo aguantar su orgasmo y se vino en mi boca, con todos sus jugos, ricos con un sabor sin igual, cual néctar. Ingresamos al dpto. , y sin detenernos fuimos directo hasta la cama, ella tomada de mi verga, como guía de su andar. Llegamos y ambos nos dejamos caer lentamente. La desvisto y me desviste, su vagina aún dejaba chorrear las pruebas de su orgasmo. Era el momento ideal: relajada, caliente y mojada, comencé a recorrer su anillo anal con mis dedos humedecidos por sus propios jugos. Un poco de dedal y algo de presión hizo su trabajo y por primera vez, MA, mi amante, recibía un dedo en su orto. Un primer pequeño grito, profundo, desde sus entrañas, mezclado con suspiro y gemido, esos que las mujeres regalan cuando les das real placer, dieron cuenta que iba por buen camino. Mientras mordisqueaba sus pezones, durísimos, y ella suavemente me pajeaba, mi dedo ya había perdido inmovilidad y empezó a entrar y salir suavemente. Era instante de ingresar un segundo dedo en ese orto ya relajado y deseoso de recibir carne. Pasaron unos cuantos minutos hasta que la resistencia anal cedió y ya ambos dedos jugaban dentro, la oportunidad de desvirgar y romper ese hermoso orto que tanta veces había deseado, que tantas pajas dedique en mis momentos de abstinencia, se estaba concretando. Poco a poco fui acomodándola hasta que quedó a espaldas mías, retiré mis dedos y apoye la cabeza de mi verga en ese agujero, que aún pequeño ya sabía de ser abierto. Al sentir la cabeza de mi chota en su puerta, gira su cabeza y con cara de deseo, miedo, perversidad, con voz de muy puta como suele poner las mujeres cuando se siente satisfecha, me pide que sea cuidadoso, suave. Una primera presión hace que suelte un grito de dolor y retira su orto de mi verga. Yo tomándola de su cintura vuelvo a apoyarlo en mi verga y otra vez presiono con mi cabeza, con mi brazo derecho trayéndola hacia mí, impidiendo que se separe, presiono más fuerte. La cabeza entró. Un grito de dolor fue más que evidente de ese hecho, me detuve y aguarde que se acostumbre al diámetro de mi verga ( tampoco tanto¡¡¡ normal 4cm). Unos segundos pasaron cuando mi segunda estocada hace penetrar mi verga hasta la mitad. Su queja disminuyo y ella sola fue acomodando su orto para recibir toda mi verga en su interior. El tercer y último movimiento fue casi natural, entró por completo, ya su culo había aceptado a su nuevo visitante y lo gozaba. Mi verga en su máxima expresión entraba y salía como si toda la vida había entrado y salido de ese deseoso y maravillo orto. Estuvimos un buen rato, yo con mi verga dentro y los dedos de mi mano derecha, jugando en su clítoris. Su segundo orgasmo estalla. Cuando estaba estremeciéndose en un tercer orgasmo, vacío toda mi leche acumulada dentro de su cola, llenando sus intestinos de leche espesa y tibia. Tanto fue su placer que en una suerte de agradecimiento, limpio mi verga lechosa, con su lengua. Así es como por primera vez mi chica fue cogida por el orto.
PD: Luego de este encuentro, se ha vuelto en una adicta al sexo anal, de hecho en cada uno de nuestros encuentros me pide que me la coja por la cola, para luego de acabarle y limpiar mi verga quiere que le de pequeños mordiscos en su hermosa cola.
Espero que les guste, y será hasta el próximo relato, que espero el tiempo me permita hacerlo lo antes posible.
Para aquellos que nunca me leyeron, rápidamente hago un recuento de los personajes. Ambos somos profesionales, ocupamos cargos similares pero en distinto lugar. Yo en la capital de la provincia de Buenos Aires y ella en la zona norte de la misma provincia, nos separan unos 100Km de distancia. La vida, los planetas o lo que Uds. quieran, ha logrado que un hermano de ella viva en la Capital Federal, en la zona de Palermo a una cuadra de la avenida Santa Fé. O sea, que en bondi La Plata Buenos Aires, subte desde plaza de mayo hasta estación Palermo (línea D de subte) en 1:30Hs estoy en lo que bautizamos nuestro dpto., ir en el auto sería una locura. Algo de cierto hay en eso de nuestro dpto., pues en realidad es una propiedad heredada, con lo que M.A, es dueña de una parte de esa propiedad. Bueno dejemos las recopilaciones y vayamos al grano. Cómo desvirgue esa cola.
Una de las veces que habíamos arreglado para tener nuestros encuentros sexuales y clandestinos, por lo menos para ella pues es casada, iba decidido a cualiarmela ( culiarmela, para los que no son de Argentina, es en buen castellano, romperle el culo). El tema lo habíamos charlado en varios de nuestros encuentros pero siempre tenía su oposición. En sus 40 y tantos años jamás había entregado su cola a un tipo.
Previo a nuestro encuentro había empezado con mi acción psicológica. Aprovechaba cada charla que tenemos a diario por el Facebook para instalar el tema. Ella se calentaba y confesaba moverse en la silla frente a su computadora, como a mí que tenía erecciones que obvio necesitaban de una buena paja para bajarla. En esas charlas previas habíamos acordado que ella debía producirse, lo que significaba y aún significa que cada vez que debe abrirme la puerta del edificio baja sin ropa interior, sea que vista pollera y camisa, piloto o tapado según el clima. Ese día me recibe con un vestido floreado, ceñido a su cuerpo. Subiendo las escaleras que nos conducen al primer piso, yo detrás de ella, por debajo de su falda pongo mi mano en su entrepierna para comprobar que como lo habíamos quedado estaría sin ropa interior. No solo pude asegurarme que no llevaba sus tangas de hilo dental que suele usar en nuestros encuentros, sino que se podía comprobar la humedad de su vagina. Ya antes de introducir la llave para abrir la puerta que nos permita ingresar a nuestro dpto. la apoye contra la pared del pasillo, la luz se apaga y comienzo comiéndole la boca, mis manos recorren todo su cuerpo, por encima de la suave y liviana tela de su vestido. Empiezo a sentir su respiración más profunda y fuerte. Suspiros comenzaron a salir de su boca. Por encima de mi pantalón su mano se va deslizando por toda mi verga ya erecta, dura y caliente. Baja el cierre de mi pantalón, introduce su mano y busca liberar mi verga rígida del bóxer que llevaba. La libera, me pajea unos instantes y sola, como sabiendo lo que necesitaba, con alguna dificultad entre mi cuerpo y la pared va bajando. Siento el calor de sus labios besar la cabeza de mi verga, se la introduce y comienza un hermoso juego con su lengua. Mi calentura pasa del punto franela al estado acabo en cualquier momento (los hombres me entienden), la ayudo a incorporarse, o mejor dicho, la levanto porque estallaba de leche y comienzo a besarla, a jugar con su lengua dentro de mi boca. Mis dedos pasan por su vagina mojada, ya, y presiono su clítoris erecto de su calentura. Es mi turno de devolver su gentileza y como dice el tango, hincado a sus pies empiezo a pasar mi lengua de abajo hacia arriba y morder su rosado clítoris. A diferencia mía, ella no pudo aguantar su orgasmo y se vino en mi boca, con todos sus jugos, ricos con un sabor sin igual, cual néctar. Ingresamos al dpto. , y sin detenernos fuimos directo hasta la cama, ella tomada de mi verga, como guía de su andar. Llegamos y ambos nos dejamos caer lentamente. La desvisto y me desviste, su vagina aún dejaba chorrear las pruebas de su orgasmo. Era el momento ideal: relajada, caliente y mojada, comencé a recorrer su anillo anal con mis dedos humedecidos por sus propios jugos. Un poco de dedal y algo de presión hizo su trabajo y por primera vez, MA, mi amante, recibía un dedo en su orto. Un primer pequeño grito, profundo, desde sus entrañas, mezclado con suspiro y gemido, esos que las mujeres regalan cuando les das real placer, dieron cuenta que iba por buen camino. Mientras mordisqueaba sus pezones, durísimos, y ella suavemente me pajeaba, mi dedo ya había perdido inmovilidad y empezó a entrar y salir suavemente. Era instante de ingresar un segundo dedo en ese orto ya relajado y deseoso de recibir carne. Pasaron unos cuantos minutos hasta que la resistencia anal cedió y ya ambos dedos jugaban dentro, la oportunidad de desvirgar y romper ese hermoso orto que tanta veces había deseado, que tantas pajas dedique en mis momentos de abstinencia, se estaba concretando. Poco a poco fui acomodándola hasta que quedó a espaldas mías, retiré mis dedos y apoye la cabeza de mi verga en ese agujero, que aún pequeño ya sabía de ser abierto. Al sentir la cabeza de mi chota en su puerta, gira su cabeza y con cara de deseo, miedo, perversidad, con voz de muy puta como suele poner las mujeres cuando se siente satisfecha, me pide que sea cuidadoso, suave. Una primera presión hace que suelte un grito de dolor y retira su orto de mi verga. Yo tomándola de su cintura vuelvo a apoyarlo en mi verga y otra vez presiono con mi cabeza, con mi brazo derecho trayéndola hacia mí, impidiendo que se separe, presiono más fuerte. La cabeza entró. Un grito de dolor fue más que evidente de ese hecho, me detuve y aguarde que se acostumbre al diámetro de mi verga ( tampoco tanto¡¡¡ normal 4cm). Unos segundos pasaron cuando mi segunda estocada hace penetrar mi verga hasta la mitad. Su queja disminuyo y ella sola fue acomodando su orto para recibir toda mi verga en su interior. El tercer y último movimiento fue casi natural, entró por completo, ya su culo había aceptado a su nuevo visitante y lo gozaba. Mi verga en su máxima expresión entraba y salía como si toda la vida había entrado y salido de ese deseoso y maravillo orto. Estuvimos un buen rato, yo con mi verga dentro y los dedos de mi mano derecha, jugando en su clítoris. Su segundo orgasmo estalla. Cuando estaba estremeciéndose en un tercer orgasmo, vacío toda mi leche acumulada dentro de su cola, llenando sus intestinos de leche espesa y tibia. Tanto fue su placer que en una suerte de agradecimiento, limpio mi verga lechosa, con su lengua. Así es como por primera vez mi chica fue cogida por el orto.
PD: Luego de este encuentro, se ha vuelto en una adicta al sexo anal, de hecho en cada uno de nuestros encuentros me pide que me la coja por la cola, para luego de acabarle y limpiar mi verga quiere que le de pequeños mordiscos en su hermosa cola.
Espero que les guste, y será hasta el próximo relato, que espero el tiempo me permita hacerlo lo antes posible.
2 comentarios - Desvirgando el culo de mi amante