Descubriendome-Episodio 1
En ese momento vi una silueta. No entendí inmediatamente de qué se trataba, pero para cuando mi cerebro pudo al fin interpretar aquello Macarena comenzó a girar lentamente para volver a ponerse de frente a nosotros. Yo la miraba sin entender demasiado. Era mucha información para mi cerebro que acababa de vivir su primer orgasmo luego de mantener relaciones con otra mujer. Miré aquella silueta y pude ver un pene flácido que yacía lampiño frente a la cara de Juan. Juan se quedó petrificado al igual que yo. "Se pudrió todo" pensé pero me sorprendí mucho más cuando ví a Juan besar el glande de Macarena y hacer girar en círculos su lengua a su alrededor antes de tragarlo una y otra vez. Poco a poco el miembro de Maca fue ganando tamaño y pese a que juan lo sostenía con una mano yo intuía que ya no era necesario. Miraba atónita a Juan y su habilidad para comerse una pija. Observando el rostro de Maca sé que lo estaba haciendo muy bien. Salí de mi estado de aturdimiento cuando comencé a sentir un par de manos que acariciaban mis pechos por encima del vestido. Mario se había sumado al festejo. Relajé mi cuerpo lo suficiente como para apoyarlo sobre el suyo y pude sentir la rigidez de su miembro sobre el pantalón de gabardina verde. Fui llevando rítmicamente mis caderas de un lado hacia el otro y podía sentir como aumentaba el nivel de presión de su pelvis sobre mi cola. En un momento cambié el movimiento hacia los lados por otro de atrás hacia adelante y viceversa. Cuando retrocedía con mi cadera montaba mi cola sobre ese pedazo duro que apuntaba hacia arriba gracias a que el pantalón lo mantenía retenido. Con este movimiento mi vestido comenzó a deslizarse hacia arriba y en la medida que iba subiendo y calzándose sobre mi cadera mi entrepierna y mi cola fueron quedando al descubierto. Mario ya se había percatado de esto y comenzó a apretar más enérgicamente mis pechos. Tomé una de sus manos y la bajé hasta mi pubis y sus gruesos dedos comenzaron a acariciar los labios de mi vagina. Con destreza empleó su dedo índice y el anular para abrir mis labios inferiores y permitirle jugar con el dedo mayor sobre mi clítoris. No pude evitar gemir de placer. Mis gemidos se mezclaron con los de Macarena.
Juan estaba haciendo un buen trabajo. Incluso me dio algo de celos ver la pericia que tenía para chupar esa verga. ¿Sería acaso la primera vez? Lo ví besar sutil y sensualmente la punta de aquel glande. Al abrir sus labios para un nuevo beso podía observar su lengua recorrer la abertura en forma descendente, llegar al frenillo y velozmente recorrer todo el glande en el sentido de las agujas del reloj. Cuando llegaba nuevamente al frenillo engullía toda la pija hasta su base. Por momentos realizaba movimientos frenéticos haciendo que Maca lo coja por la boca. Más de una vez pensé que Maca acabaría ahí mismo. Moría de ganas de ver a Juan con su rostro y su boca llenos de ese pálido líquido seminal. Mientras Juan se comía esa verga, con sus manos acariciaba el año de Macarena e introducía una o dos falanges rítmicamente. En unos instantes en lugar de un dedo fueron dos y en lugar de una o dos falanges fueron las tres falanges completas. Era increíble como esa cola devoraba sin pudor lo que fuera, se abría fácilmente y provocaba que Macarena gimiese incesantemente. Comenzó entonces a tomar a Juan nuevamente de su nuca, pero ahora con ambas manos e inició con ritmo una hermosa cogida al rostro de Juan. Él se limitaba ahora simplemente a mantener la boca abierta, ella estaba haciendo todo el trabajo. Su miembro entraba y salía con la misma facilidad con la que entraban y salían los dedos de Juan de su cola. Eran un sinfonía sincronizada brindándose placer mutuamente. Sin que Macarena emitiera sonido alguno pude ver, mientras entraba y salía su verga de las fauces de Juan, como esa boca se llenaba de leche. El rostro de Juan exaltaba lujuria. Ya con los últimos movimientos espasmódicos de Macarena Juan tenía la boca repleta de semen. Cuando ella sacó su verga Juan le mostró su premio y luego se lo tragó por completo. Jamás me imaginé a Juan teniendo sexo con una mujer como Macarena. Macarena se arrodillo frente a él y comenzaron a besarse.
Jamás lo imaginé comiéndose una pija, mucho menos con tanta devoción. Creo que él tampoco me imaginaba a mí manteniendo relaciones con otra mujer. Esa noche estaba resultando mucho mejor de lo que imaginé.
Para cuando ellos hubieron acabado yo me encontraba totalmente entregada a mi suerte de danza erótica con Mario. Amasaba ese falo que estaba a punto de estallar dentro de su pantalón. Él mantenía su mano en mi vagina y con vigor estimulaba mi botoncito de placer. Comencé a levantarme con mis manos el vestido hasta que al fin me lo pude sacar. En ese momento se sumaron Maca y Juan. Macarena comenzó a desvestir a Mario sin interrumpir nuestra danza mientras Juan comenzaba a besarme. Cuando Macarena le sacó la camisa obligó a Mario a quitar sus manos de mi cuerpo, fue entonces cuando Juan se arrodilló para comerme la concha. Yo estaba tan mojada que lo entusiasmó muchísimo y comenzó a hacerlo con tal fruición que creí que iba a terminar en un orgasmo en ese mismo instante. Fue entonces que pude sentir que unas manos suaves abrían lentamente mis glúteos para abrirle paso a una boca ávida de sexo. Comenzó a besar la parte interior de cada glúteo y con su lengua comenzó a recorrer el surco que llegaba a mi virgen orificio. Allí estaba yo, de pie, con Juan comiéndome delante de mí y Maca devorándome por detrás. Fue entonces cuando Mario acomodó una silla a mi lado y se paró en ella. Él ya estaba completamente desnudo y tenía una enorme verga apuntándome a la cara. Era enorme de verdad, no tan larga, pero exageradamente gruesa y con las venas muy marcadas. La tomé con mi mano (casi que no alcanzaba mi mano para cubrir su circunferencia), acaricié con mi pulgar la punta de su glande y me quedé admirando ese monumento a la pija. Abri la boca y apoyé mis labios alrededor de esa gran cabeza, tenía que abrir bien la boca. Estaba pensando en el tamaño de esa verga que tenía apenas en mis labios cuando escuché que Mario decía:
-¡Dale putita! Comela de una vez que te va a gustar.
Fue entonces cuando sentí que empujaban mi cabeza contra esa enormidad. A pesar del tamaño el glande no fue el problema sino el tronco de esa pija. A la mitad se ensanchaba aún más que la cabeza y eso hacía que la comisura de mis labios llegara a su elongación máxima. A pesar de la sorpresa pude tragarme bien ese hermoso miembro, aunque casi no dejaba lugar en mi boca para que mi lengua jugara con él. Tenía un sabor exquisito, la textura suave del glande contrastaba con la superficie venosa del cuerpo de esa bestia. Me encantaba tenerlo en mi boca y ya me quemaba la cabeza de pensar en "eso" entrando por mi vagina. Comencé a sentir olas de intenso calor invadiendo mi cuerpo nuevamente. Vibraciones de placer me atropellaban por delante y por detrás mientras un cañón gigante me apuntaba directo a la garganta. ¡Qué ganas de que dispare! ¡Qué ganas de beberme todo ese elixir de placer! Me tuve que sacar la verga de la boca para poder liberar toda esa energía que se había acumulado en mí. Gemí, gemí y continué gimiendo por un buen rato. Nunca había acabado con tanta intensidad. Escuché a Juan decir que lo estaba ahogando con tanto fluido que salía de mi vagina. Sólo atiné a tomarlo del cabello y apretarlo contra mi sexo, no quería que se terminara ahí, quería más, quería acabar una y otra vez. Juan se puso de pie quedando frente a mí. No quería soltar lo que tenía entre manos, pero verlo a Juan con su rostro lleno de mis fluidos vaginales me volvió loca y le comí la boca. El me besaba con entusiasmo y nuestras bocas permanecieron unidas durante un par de minutos. Yo estaba tranquila porque mientras besaba a Juan masturbaba a Mario con mi mano derecha. Estaba segura que él no se me iba a escapar. Fue entonces cuando decidí hacer una travesura y acerqué esa verga a nuestro lado y fui llevando nuestras bocas muy cerca de ella para incitar a Juan a darle una buena mamada. Tuve éxito. Ni bien separé mis labios y con la complicidad de Mario, que ya había captado mi idea, arrimé ese misil a la boca de Juan y él ni lo dudó, se metió el pedazo de pija hasta la mitad y luego apartó su boca solamente para recorrer con su lengua todo ese cuerpo venoso que latía con intensidad. Luego de un instante Juan volvía a devorar ese trozo de carne con frenesí. Iba y venía, de la cabeza a los testículos. ¡Se la comía entera! Verlo me calentaba aún más. Mario, sin sacar la pija de la boca de Juan, se bajó de la silla y obligó a Juan a inclinarse. Cuando Juan intentó arrodillarse Yo se lo impedí, porque me puse bajo su vientre para chuparle la pija. La de Juan, si bien no era para nada pequeña, no podía competir en tamaño con la de Mario, pero la sabía usar muy bien. Empleé todas las técnicas que sé que a Juan le dan placer, pero descubrí que todavía habían cosas que jamás había probado y que pueden ser mucho más efectivas. Macarena se había arrodillado detrás de Juan y estaba ahora comiéndole la cola y los testículos. Esto parecía excitarlo sobremanera y comenzó a realizar movimientos espasmódicos. Instantes después comencé a sentir como una tibia sensación invadía mi boca y se colaba por mi garganta. Juan estaba acabando en mi boca a segundos de sentir la hábil lengua de Macarena en su ano. Al parecer ella sabía muy bien como estimularlo. Tragué sus jugos y continué con mi tarea. La verga de Juan comenzaba a relajarse y estaba dispuesta a impedirlo. Aparentemente Macarena se había propuesto ayudarme y continuaba con la estimulación anal. Ella extendió su brazo hasta alcanzar mi mano y me hizo flexionar todos los dedos menos el mayor, el que me obligó a introducirlo en la cola de Juan.
-¡Aaah! ¡Sí! ¡Sí! ¡Así! ¡Me encanta!
Escucharlo a Juan decir eso me entusiasmó aún más y comencé a aumentar el ritmo. Macarena se había ido a otra habitación, pero me había dejado la tarea de estimularlo doblemente a Juan. Es más, Juan recibía en realidad triple estimulación. No paraba de chupar la verga de Mario. Al pasar los segundos juan fue relajando cada vez más ese anillo anal y a mi dedo le fue cada vez más sencilla su tarea, tan sencilla que le sumé un dedo más. Ya llevaba dos dedos en la cola de Juan y él gemía de placer con cada chupada y cada penetración. Sospechaba que en cualquier momento volvería a acabar, pero antes de que eso sucediera volvió a escena Macarena. La vi llegar con una hermosa erección y con la pija enfundada en un forro. Sin siquiera avisar tomó mi mano de la muñeca y la apartó sin más. Un instante después su pija entraba por el acceso trasero de mi pareja. Me acomodó en el piso, boca arriba. Era una testigo de lujo de la cogida que estaba recibiendo Juan. Podía ver como los testículos de Macarena golpeaban contra la cola de Juan mientras la pija de él repetía vaivenes pendulares en el aire. Esa vista era hermosa y sumamente placentera. Me estaba masturbando como nunca con ese espectáculo.
-¡Mojala bien trolito! Dale, que ahora rompemos el segundo culito.
¿Se refería a mí? ¡¡Dios!! imaginé esa verga rompiéndome la concha, pero jamás se me cruzó la cabeza que me desvirgara el orto. No estaba dispuesta a permitirlo.
-¡Sí! Quiero verla mañana tratando de dar dos pasos sin temblar. ¡Rompela toda! -Exclamó Juan.
Mi propia pareja me estaba entregando y estaba poniendo a disposición un tesoro que muchas veces pidió y nunca entregué. ¿Sería por eso, por venganza? ¿Cómo era capaz de enrtegarme así? ¡Él no era mi dueño! Esto estaba superando los límites permitidos.
-¡Ustedes están en pedo! ¡Ni loca me metés eso en el culo! -Dije mientras me ponía de pie con visible mal humor.
Pensé que mi actitud iba a cortar el mambo y a arruinar la fiesta, pero no fue así. Ellos siguieron como si nada. Juan le chupaba la verga a Mario mientras él le acariciaba la cabeza. Macarena embestía como un toro ofuscado a Juan y los tres mantenían en sus rostros expresiones de placer. Volví a mirar la verga de Mario que era comida por Juan con fruición. Juan me miró, se sacó "eso" de la boca y me dijo:
-Te la estoy dejando bien lubricada. Quiero que vos también la disfrutes.
Mario me sonrió y volvió a meterle la pija en la boca.
-No te preocupes. Te acostumbrás. No te voy a mentir, al principio duele, pero el placer que da es... mmm. -aportó Macarena mordiéndose el labio inferior.
La sola idea de dejar de ser virgen analmente me ponía la piel de gallina, pero con "eso" me daba escalofríos. Sin darme cuenta comencé a sollozar. les debo haber dado pena, porque Macarena dejó de bombear el culo de Juan para acercarse a mí y consolarme con un abrazo. Juan se apartó de la pija de Mario y me abrazó junto con Macarena. Mario ya no podía sumarse al abrazo franco y conjunto, pero se acercó por detrás y abriendo sus brazos trató de abarcar a todos. Fue en ese momento que creo que casi me desmayo. Me apoyó, aunque muy sutilmente, la pija en el culo. ¡Sentí que me moría! No es que me hubiese querido penetrar, todo lo contrario, sentí afecto puro de los tres y Mario simplemente apoyó ese miembro entre mis glúteos, pero esa idea me daba vueltas en la cabeza y la cabeza me hervía. Yo estaba de pie, con mis brazos extendidos hacia abajo, la contención física expresando afecto de los tres me había inmovilizado literalmente. Lo único que tenía a mi alcance eran dos pijas a las que comencé a masturbar. Lo hice con tal delicadeza que creo que ninguno de los dos, ni Juan ni Macarena se dieron cuenta que también estaba masturbando a la otra persona. Creo que Mario era el único que podía darse cuenta, de hecho calculo que sí se dio cuenta porque de a poco y con mucha sutileza fue haciendo más presión sobre mi cola. La tenía erecta aún, pero lejos estaba de ser peligrosa, no estaba ni cerca de mi asterisco. Esa situación me calentó y mientras las últimas lágrimas se deslizaban por mis mejillas comencé a menear muy lentamente la cola. Estaba jugando con el diablo y en cualquier momento iba a despertarse. Estimo que Juan y Macarena al cabo de unos minutos se percataron de mis movimientos y comenzaron a acariciarme. Ahora tenía a tres personas dándome placer. ¡Qué hermosa sensación! Jugamos un rato así pero creo que todos comenzamos a sentir que la intensidad decaía, fue en ese momento que Maca me besó en los labios y para cuando quise reaccionar ella me había tomado de la mano y me conducía a otra habitación.
Detrás de mí Mario y Juan nos secundaban. Cuando entramos en la habitación pude apreciar una sommier de gran tamaño, estimo que sería KingSize. Ella posó una rodilla sobre el colchón y me trajo de un tirón. me senté a su lado y comencé a besarla. Sus besos eran hermosos y su sabor indescriptible. No quería volver a separar mis labios de los suyos. De a poco me fue llevando para que me recostara sobre mi espalda mientras seguía besándome. A su vez Mario o Juan (la verdad es que no distinguí quien fue) separó mis piernas y se dedicó a comerme la conchita. Estaba yo tan caliente que no podía más. Quería ser penetrada, pero seguía negándome a la idea de que Mario me desvirgue el orto. De repente sentí como los labios y la boca de Maca empujaban mi boca rítmicamente. Pude adivinar que se la estaban cogiendo. La intensidad con la que me besaba iba en aumento síntoma de que la estaba pasando muy bien. Yo le correspondía de la misma manera, porque a mi me estaban prodigando un placer infinito. El ritmo de las embestidas que su cuerpo me transmitía me estaba calentando tanto como la forma en la que me comían la concha. Pero Macarena terminó por separar sus labios de los míos, ya no quería o no podía ahogar sus gemidos de placer. Fue entonces que pude ver a Juan cabalgando esa montura. Tomé la cabeza de Mario entre mis manos y la apreté fuerte contra mi sexo, estaba acabando nuevamente, pero esta vez con mayor intensidad. Mario al sentir mis fluidos inundar su boca se puso como loco y me acomodó en la cama de tal forma que quedé debajo de Macarena, con su pija apuntándome directo a la cara. Ni bien la vi me abalancé para comérmela. Macarena a su vez aprovechó la posición para devolverme el favor y comenzó a lamer de mi vagina lo que quedaba de mis flujos. Luego de jugar hábilmente con su lengua masajeando mi clítoris, utilizó sus manos para abrir mis labios, imaginé otra demostración de su hábil lengua, pero no fue así, estaba preparando mi concha para recibir "eso". Apenas se apoyó en la entrada sentí que el corazón se desbocaba, pude percibir la presión inicial y como mis labios y las paredes de mi vagina se adecuaban al tamaño de esa herramienta. Fue sutil al meter la cabeza, pero un instante después, ni bien mis labios se cerraron levemente atrapando su glande dentro mío sentí una única estocada que provocó que toda esa verga entrara en apenas un movimiento. Grité de dolor, pero sobre todo grité de placer. Los segundos posteriores fueron aprovechados por Macarena para estimularme el clítoris mientras ese miembro permanecía inmóvil dentro mío esperando que mi cuerpo se adecúe a su forma. Yo había quedado tiesa. Yo no le chupaba la pija a Macarena, simplemente me había quedado boquiabierta con ese pene en mi mano. Apenas si parecía que la masturbaba cuando por las embestidas de Juan el cuerpo de Macarena se balanceaba. Mi respiración comenzó a bajar su ritmo y ese fue el indicio que esperaba Mario supongo, porque en ese mismo instante comenzó a bombear lentamente pero sin tregua. Con cada penetración mi vagina se amoldaba y permitía que ese gran falo se deslizara con mayor facilidad. Yo estaba totalmente lubricada ya no sentía dolor alguno, era todo placer. Comencé a chupar la pija de Macarena nuevamente. Habíamos logrado tal coordinación entre los cuatro que cuando Mario me penetraba Juan hacía lo mismo con Maca, ese impulso me servía para devorar sin esfuerzo su verga. Mantuvimos la sincronía unos instantes, pero volvimos a perderla cuando Juan comenzó a bombear con mayor velocidad. Estaba a punto de acabar en el hermoso culo de Macarena y Yo quería que Maca también lo hiciera. Chupé y chupé con fruición, mientras con mi mano estiraba y retraía el tronco de su pija. Los gemidos de ambos eran estridentes. Sus cuerpos comenzaron a vibrar apensa con segundos de diferencia y comencé a sentir la tibieza del elixir de Macarena en mi boca. Ese semen era delicioso. Con movimientos espasmódicos Juan depositó hasta la última gota se leche dentro del culo. Cuando ya había exprimido hasta la última gota sacó la pija. Aún estaba bastante dura. Yo tragué la leche de Maca que aún tenía en mi boca para poder saborear los restos que quedaban en la pija de Juan. La tomé con una mano y me la llevé a la boca. ¡Sabrosa!
Estaba tan concentrada en esas pijas que me olvidé casi por completo de la verga que me estaba empalando. Mario todavía seguía realizando movimientos lentos. Cuando Maca y Juan se acomodaron a un costado en la cama y se quedaron abrazados mirándonos yo levanté mi cabeza, me acomodé una almohada debajo de esta y mirándolo a Mario le dije:
-¡Cogeme como si se acabara el mundo! -Fue un error.
Mario se detuvo en seco, me miró y sonrió. Le indicó a macarena y a Juan que extendieran mis brazos a los lados y apoyaran una de sus rodillas sobre mi mano abierta. Levantó mis piernas y se las dio a ellos para que me tomaran de los tobillos. Estaba totalmente entregada a Mario. Apoyó sus manos en mis nalgas y comenzó a bombear con ritmo. Un ritmo que fue ganando en intensidad. Sentir el impacto de sus testículos en mi ano me estaba volviendo loca, pero no tanto como lo que me provocaba engullirme esa enorme verga en mi vagina. Yo no paraba de gritar. El placer era indescriptible. Mario soltó uno de mis glúteos y con esa mano comenzó a apretarme con fuera una teta. ¡Qué dolor! Pero a pesar del dolor la situación me encantaba. Estaba a punto de acabar ya no podía aguantar más. Elevé mi cabeza y pude ver como se comenzaba a emanar líquido de mi concha. Estaba empapando toda la cama y eso parece que encegueció a Mario. Sería mi acabada o mi comentario anterior. Sacó ese misil de mi vagina y sin demorar ni un segundo comenzó a hacer presión sobre mi ano.
-¡No! ¡No! ¡Pará!
-¿Querías que te coja? ¡Bancátela!
-¡No, pará! ¡Me duele! -dije a los gritos.
-¡Callen a esta puta! -dijo Mario.
La situación me estaba asustando, pero me tranquilizaba saber que Juan estaba ahí para defenderme. Otro error. Juan, con un rápido movimiento de su cuerpo, se sentó sobre mi rostro sin soltarme el pie ni la mano que ahora tomaba cada uno con una mano. Mi nariz apenas tenía espacio para respirar. Mi boca había quedado absolutamente tapada por el culo de Juan. Escuché a Macarena decirle a Juan que sostuviera mi otro pie y la mano. Pensé que no tendría con qué, pero pasó cada uno de mis tobillos por debajo de cada una de sus axilas y con sus manos aferraba fuertemente mis muñecas. Escuché los pasos de Macarena alejándose.
La presión de esa pija sobre mi culo era enorme. Me dolía horrores. Ya no me daba placer en absoluto esa situación. Estaba llorando, aunque dudo mucho que se hubiesen dado cuenta.
-¡Qué cerradito tenés el culo mami!
Mario continuaba haciendo presión. Por momentos aflojaba pero sólo para volver a insistir con más fuerza. En un momento mi ano cedió un poco y sentí una dolorosa punzada. Quise gritar, pero el grito se ahogó en el culo de Juan. Supongo que la calidez de mi aliento al intentar mi voz escabullirse en un grito le hizo cosquillas o algo, porque se rio, simplemente se rio.
Macarena volvió, tomó una de mis muñecas y sentí que algo frío la abrazaba. Era rígido y algo incómodo. Cuando percibí la misma sensación en mi otra muñeca supe que eran esposas. Ya con ambas manos sin poder separarlas sentí un tirón que hizo que mis brazos se estiraran por encima de mi cabeza. Me estaba atando a la cabecera de la cama.
-¿Me dejás?
Escuché una vos que con dulzura pedía permiso. Pero no me hablaba a mí. Macarena le pidió a Mario que alejara su verga de mi culo. Fue un alivio. Macarena estaba ahora dejando caer un líquido viscoso en mi anillo de cuero. Frotó con su mano la superficie e introdujo un dedo, o quizá fueron dos, ya no podía distinguir. Luego pasaron unos segundos sin sentir nada, creo que estaba lubricando ese perno gigante, porque instantes después lo volví a sentir presionando mi entrada trasera. La lubricación estaba haciendo efecto. Podía sentir, no sin dolor, como mi ano se dilataba con cada empuje de la verga de Mario. Sentí la presión una, dos, tres veces, pero la cuarta fue más prolongada. Con esa presión mi ano y Yo no tuvimos más alternativa que ceder. Me relajé un poco y conmigo lo hizo mi cola. Esa pija comenzó a abrirse paso lentamente. El dolor era intenso, pero ya no tenía alternativa. Cuando al fin cedió lo suficiente para que el glande entrara sentí un dolor agudo y estuve a punto de perder el conocimiento. Todo comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Ya no ofrecía resistencia alguna y Juan aflojó un poco la fuerza que hacía para contener mis piernas. Mario sacó la verga y volvió el dolor que apenas se había disipado. Un segundo después la volvió a meter. Esta vez entró sin esfuerzo. La sacó y la metió un par de veces más, sólo la cabeza, hasta que hubo dilatado lo suficiente mi ano para la segunda etapa. Faltaba todavía que mi culo de devorase el tronco de ese terrible falo. Luego de meter el glande Mario comenzó a hacer un poco más de fuerza para introducir la parte más gruesa de su verga. Esta vez no necesitó tanto trabajo. Yo seguía mareada. Si bien no dejaba de percatarme de lo que pasaba a mi alrededor podía sentirlo como en tercera persona. No era a mi a quien le estaban rompiendo el culo. Con un último esfuerzo Mario logró meter su pija hasta los huevos. Comenzó entonces una seguidilla de rítmicos movimientos. Juan terminó por soltar completamente mis piernas y se dedicó a besar y a lamer mis pechos. Macarena volvió a la escena y empezó a jugar con mi clítoris empleando su hábil lengua. ¡Tenía a tres personas dándome placer! En verdad eran dos las que me daban placer. Mario por su parte me estaba rompiendo literalmente el culo. Pero los dolores iniciales se fueron mezclando lentamente con sensaciones que nunca había experimentado. Me comenzaba a gustar el sexo anal. Mi alma comenzó a volver al cuerpo y de a poco se fue conectando. Eso me fue haciendo cada vez más consciente de lo que mis sentidos transmitían. Eran oleadas de placer que se mezclaban con un dolor intenso. No estaba bueno, aunque debo confesar que tampoco estaba del todo mal. Mario pasó una de mis piernas por delante de su cuerpo y me colocó de manera tal que quedara apoyada de costado en la cama. En ese movimiento no me la sacó nunca y siguió bombeando sin parar. El primero acomodó sus piernas y luego su cuerpo para quedar acostado detrás mío. Macarena entonces se puso frente a mí obligando a Juan a detener su accionar sobre mis tetas. Fue entonces cuando Macarena me besó. Fue un beso dulce, tierno; lo necesitaba. Mario tomó el muslo que había quedado arriba y lo levantó. Esto le dio espacio a Macarena para acomodar su pija frente a mi vagina. Primero jugo frotando su glande contra mis labios y el clítoris. Yo me estaba mojando nuevamente. Entre el dolor y el placer que provocaba cada embestida de Mario pude colar un pedido:
-¡Metémela! ¡Metémela Maca, por favor!
No lo dudó. Empujó su verga dentro mío y exhalé lo último que quedaba de aire en mis pulmones. Ya no tenía fuerzas para gemir siquiera. Juan miraba maravillado como le estaban haciendo una doble penetración a su mujer. Quise extender mis manos para tomar su pija pero estaba atada. Lo miré haciendo fuerza para que mis párpados se abrieran y así poder conectarme visualmente con Juan. Nuestras miradas se cruzaron.
-Cogeme por la boca. -le pedí. Apenas si un hilo de voz había salido de entre mis labios.
Él acercó su pija flácida y la metió en mi boca. Casi no podía chuparla. Los embates de esas dos vergas cogiéndome sin más por delante y por detrás me estaban dejando sin energías. Al parecer la tibieza de mi boca, mi saliva o bien la escena provocaron que esa verga comenzara a crecer y a ganar rigidez. Ya con la pija dura Juan comenzó un rítmico vaivén. Estaba en el limbo del sexo. unas horas atrás no podía siquiera imaginarme ni fantasear con una escena como esta. Yo estaba totalmente entregada. Iba a dejar que hicieran de mi lo que quisieran durante el tiempo que se les antojara. ¿Acaso tenía opción? Supongo que no. Evidentemente no. Pero si la tuviese los dejaría hacer.
Estaba perdida en esos pensamientos cuando sentí como Mario me acababa adentro. Esa tibieza escurridiza flotaba ahora por dentro mío. Mario se detuvo no sin antes empujar hasta que sus testículos quedaran aplastados en la entrada de mi cola. Dejó toda su enorme verga completamente dentro mío mientras descargaba. Macarena mientras tanto no paraba de bombear. Intuyo que la acabada de Mario la incentivó porque su ritmo fue in crescendo. Antes de que me diera cuenta ella también había acabado dentro mío. Ella, a diferencia de Mario, la sacó de inmediato, se arrodilló delante de mis pechos y se la ofreció a Mario quien la chupó con envidiable destreza. mientras lo hacía la fue sacando lentamente y cuando salió por completo solté un pequeño grito de alivio. Juan seguía cogiéndome por la boca. No, yo no la chupaba, sólo dejaba que él metiera y sacara su verga de entre mis labios. Lo había excitado y ahora no le estaba ofreciendo nada. Pero lejos de aceptarlo decidió reclamar lo que era suyo. Se bajó de la cama y caminó hasta los pies de la misma para volver a subirse a ella. Tomó mis piernas por los tobillos y con un solo movimiento me hizo poner boca abajo y abrirlas. Apuntó su pija a mi dilatado culo y lo embistió frenéticamente. Yo no tenía fuerzas ya para resistirme. No quería, pero no podía hacer nada. Me garchó hasta acabar, también adentro mío.
Por motivación propia o por la fuerza había tenido a mi merced tres pijas. Las disfruté, pero lamentablemente esta vez no pude acabar. Juan sacó la pija de mi interior y se fue con paso cansino al baño. Maca y Mario se besaban. Formaban un arco por sobre mi cuerpo, abrazándose y besándose en la boca. Yo yacía en la cama agotada y aún atada por las manos. Podía sentir como de mi cola fluía un líquido tibio que bajaba por mi vagina y se unía a otro fluido que también emanaba de ella. Sentía la humedad entre mis piernas; la humedad de mi sexo y también la que había quedado depositada en el colchón. Mi ano comenzaba a contraerse para tomar su forma habitual. ¿Lo lograría? Tenía la sensación de que quedaría toda abierta y que ya no podría caminar normalmente. Sentía como latían mi ano y mi vagina. De pronto alguien se acordó de mí. Era macarena que estaba alojando mis ataduras. Destrabó las esposas sin llave. Al parecer tenían un botoncito de emergencia. Eran de juguete. Me acarició y me besó en la mejilla. Estuvimos allí unos cuantos minutos. Luego me ayudó a ponerme de pie y me acompañó al baño.
Camino al baño pude verlos a Mario y a Juan conversando en el living como dos viejos amigos. Juan tenía un pedazo de pizza en la mano. Nunca me enteré en qué momento había llegado el delivery con las pizzas. Probablemente mientras estaba recostada y Maca me acariciaba y besaba. Creo que me dormí unos instantes. Ya en el baño Macarena llenó la bañera con agua tibia y me invitó a entrar en ella. Tomó una esponja, la sumergió en el agua y la pasó por mis hombros. Estiré mi cabeza hacia atrás y me besó la frente.
-Creo que este es el comienzo de una hermosa amistad. -dijo... y me conquistó.
Descubriéndome (episodio 3)
En ese momento vi una silueta. No entendí inmediatamente de qué se trataba, pero para cuando mi cerebro pudo al fin interpretar aquello Macarena comenzó a girar lentamente para volver a ponerse de frente a nosotros. Yo la miraba sin entender demasiado. Era mucha información para mi cerebro que acababa de vivir su primer orgasmo luego de mantener relaciones con otra mujer. Miré aquella silueta y pude ver un pene flácido que yacía lampiño frente a la cara de Juan. Juan se quedó petrificado al igual que yo. "Se pudrió todo" pensé pero me sorprendí mucho más cuando ví a Juan besar el glande de Macarena y hacer girar en círculos su lengua a su alrededor antes de tragarlo una y otra vez. Poco a poco el miembro de Maca fue ganando tamaño y pese a que juan lo sostenía con una mano yo intuía que ya no era necesario. Miraba atónita a Juan y su habilidad para comerse una pija. Observando el rostro de Maca sé que lo estaba haciendo muy bien. Salí de mi estado de aturdimiento cuando comencé a sentir un par de manos que acariciaban mis pechos por encima del vestido. Mario se había sumado al festejo. Relajé mi cuerpo lo suficiente como para apoyarlo sobre el suyo y pude sentir la rigidez de su miembro sobre el pantalón de gabardina verde. Fui llevando rítmicamente mis caderas de un lado hacia el otro y podía sentir como aumentaba el nivel de presión de su pelvis sobre mi cola. En un momento cambié el movimiento hacia los lados por otro de atrás hacia adelante y viceversa. Cuando retrocedía con mi cadera montaba mi cola sobre ese pedazo duro que apuntaba hacia arriba gracias a que el pantalón lo mantenía retenido. Con este movimiento mi vestido comenzó a deslizarse hacia arriba y en la medida que iba subiendo y calzándose sobre mi cadera mi entrepierna y mi cola fueron quedando al descubierto. Mario ya se había percatado de esto y comenzó a apretar más enérgicamente mis pechos. Tomé una de sus manos y la bajé hasta mi pubis y sus gruesos dedos comenzaron a acariciar los labios de mi vagina. Con destreza empleó su dedo índice y el anular para abrir mis labios inferiores y permitirle jugar con el dedo mayor sobre mi clítoris. No pude evitar gemir de placer. Mis gemidos se mezclaron con los de Macarena.
Juan estaba haciendo un buen trabajo. Incluso me dio algo de celos ver la pericia que tenía para chupar esa verga. ¿Sería acaso la primera vez? Lo ví besar sutil y sensualmente la punta de aquel glande. Al abrir sus labios para un nuevo beso podía observar su lengua recorrer la abertura en forma descendente, llegar al frenillo y velozmente recorrer todo el glande en el sentido de las agujas del reloj. Cuando llegaba nuevamente al frenillo engullía toda la pija hasta su base. Por momentos realizaba movimientos frenéticos haciendo que Maca lo coja por la boca. Más de una vez pensé que Maca acabaría ahí mismo. Moría de ganas de ver a Juan con su rostro y su boca llenos de ese pálido líquido seminal. Mientras Juan se comía esa verga, con sus manos acariciaba el año de Macarena e introducía una o dos falanges rítmicamente. En unos instantes en lugar de un dedo fueron dos y en lugar de una o dos falanges fueron las tres falanges completas. Era increíble como esa cola devoraba sin pudor lo que fuera, se abría fácilmente y provocaba que Macarena gimiese incesantemente. Comenzó entonces a tomar a Juan nuevamente de su nuca, pero ahora con ambas manos e inició con ritmo una hermosa cogida al rostro de Juan. Él se limitaba ahora simplemente a mantener la boca abierta, ella estaba haciendo todo el trabajo. Su miembro entraba y salía con la misma facilidad con la que entraban y salían los dedos de Juan de su cola. Eran un sinfonía sincronizada brindándose placer mutuamente. Sin que Macarena emitiera sonido alguno pude ver, mientras entraba y salía su verga de las fauces de Juan, como esa boca se llenaba de leche. El rostro de Juan exaltaba lujuria. Ya con los últimos movimientos espasmódicos de Macarena Juan tenía la boca repleta de semen. Cuando ella sacó su verga Juan le mostró su premio y luego se lo tragó por completo. Jamás me imaginé a Juan teniendo sexo con una mujer como Macarena. Macarena se arrodillo frente a él y comenzaron a besarse.
Jamás lo imaginé comiéndose una pija, mucho menos con tanta devoción. Creo que él tampoco me imaginaba a mí manteniendo relaciones con otra mujer. Esa noche estaba resultando mucho mejor de lo que imaginé.
Para cuando ellos hubieron acabado yo me encontraba totalmente entregada a mi suerte de danza erótica con Mario. Amasaba ese falo que estaba a punto de estallar dentro de su pantalón. Él mantenía su mano en mi vagina y con vigor estimulaba mi botoncito de placer. Comencé a levantarme con mis manos el vestido hasta que al fin me lo pude sacar. En ese momento se sumaron Maca y Juan. Macarena comenzó a desvestir a Mario sin interrumpir nuestra danza mientras Juan comenzaba a besarme. Cuando Macarena le sacó la camisa obligó a Mario a quitar sus manos de mi cuerpo, fue entonces cuando Juan se arrodilló para comerme la concha. Yo estaba tan mojada que lo entusiasmó muchísimo y comenzó a hacerlo con tal fruición que creí que iba a terminar en un orgasmo en ese mismo instante. Fue entonces que pude sentir que unas manos suaves abrían lentamente mis glúteos para abrirle paso a una boca ávida de sexo. Comenzó a besar la parte interior de cada glúteo y con su lengua comenzó a recorrer el surco que llegaba a mi virgen orificio. Allí estaba yo, de pie, con Juan comiéndome delante de mí y Maca devorándome por detrás. Fue entonces cuando Mario acomodó una silla a mi lado y se paró en ella. Él ya estaba completamente desnudo y tenía una enorme verga apuntándome a la cara. Era enorme de verdad, no tan larga, pero exageradamente gruesa y con las venas muy marcadas. La tomé con mi mano (casi que no alcanzaba mi mano para cubrir su circunferencia), acaricié con mi pulgar la punta de su glande y me quedé admirando ese monumento a la pija. Abri la boca y apoyé mis labios alrededor de esa gran cabeza, tenía que abrir bien la boca. Estaba pensando en el tamaño de esa verga que tenía apenas en mis labios cuando escuché que Mario decía:
-¡Dale putita! Comela de una vez que te va a gustar.
Fue entonces cuando sentí que empujaban mi cabeza contra esa enormidad. A pesar del tamaño el glande no fue el problema sino el tronco de esa pija. A la mitad se ensanchaba aún más que la cabeza y eso hacía que la comisura de mis labios llegara a su elongación máxima. A pesar de la sorpresa pude tragarme bien ese hermoso miembro, aunque casi no dejaba lugar en mi boca para que mi lengua jugara con él. Tenía un sabor exquisito, la textura suave del glande contrastaba con la superficie venosa del cuerpo de esa bestia. Me encantaba tenerlo en mi boca y ya me quemaba la cabeza de pensar en "eso" entrando por mi vagina. Comencé a sentir olas de intenso calor invadiendo mi cuerpo nuevamente. Vibraciones de placer me atropellaban por delante y por detrás mientras un cañón gigante me apuntaba directo a la garganta. ¡Qué ganas de que dispare! ¡Qué ganas de beberme todo ese elixir de placer! Me tuve que sacar la verga de la boca para poder liberar toda esa energía que se había acumulado en mí. Gemí, gemí y continué gimiendo por un buen rato. Nunca había acabado con tanta intensidad. Escuché a Juan decir que lo estaba ahogando con tanto fluido que salía de mi vagina. Sólo atiné a tomarlo del cabello y apretarlo contra mi sexo, no quería que se terminara ahí, quería más, quería acabar una y otra vez. Juan se puso de pie quedando frente a mí. No quería soltar lo que tenía entre manos, pero verlo a Juan con su rostro lleno de mis fluidos vaginales me volvió loca y le comí la boca. El me besaba con entusiasmo y nuestras bocas permanecieron unidas durante un par de minutos. Yo estaba tranquila porque mientras besaba a Juan masturbaba a Mario con mi mano derecha. Estaba segura que él no se me iba a escapar. Fue entonces cuando decidí hacer una travesura y acerqué esa verga a nuestro lado y fui llevando nuestras bocas muy cerca de ella para incitar a Juan a darle una buena mamada. Tuve éxito. Ni bien separé mis labios y con la complicidad de Mario, que ya había captado mi idea, arrimé ese misil a la boca de Juan y él ni lo dudó, se metió el pedazo de pija hasta la mitad y luego apartó su boca solamente para recorrer con su lengua todo ese cuerpo venoso que latía con intensidad. Luego de un instante Juan volvía a devorar ese trozo de carne con frenesí. Iba y venía, de la cabeza a los testículos. ¡Se la comía entera! Verlo me calentaba aún más. Mario, sin sacar la pija de la boca de Juan, se bajó de la silla y obligó a Juan a inclinarse. Cuando Juan intentó arrodillarse Yo se lo impedí, porque me puse bajo su vientre para chuparle la pija. La de Juan, si bien no era para nada pequeña, no podía competir en tamaño con la de Mario, pero la sabía usar muy bien. Empleé todas las técnicas que sé que a Juan le dan placer, pero descubrí que todavía habían cosas que jamás había probado y que pueden ser mucho más efectivas. Macarena se había arrodillado detrás de Juan y estaba ahora comiéndole la cola y los testículos. Esto parecía excitarlo sobremanera y comenzó a realizar movimientos espasmódicos. Instantes después comencé a sentir como una tibia sensación invadía mi boca y se colaba por mi garganta. Juan estaba acabando en mi boca a segundos de sentir la hábil lengua de Macarena en su ano. Al parecer ella sabía muy bien como estimularlo. Tragué sus jugos y continué con mi tarea. La verga de Juan comenzaba a relajarse y estaba dispuesta a impedirlo. Aparentemente Macarena se había propuesto ayudarme y continuaba con la estimulación anal. Ella extendió su brazo hasta alcanzar mi mano y me hizo flexionar todos los dedos menos el mayor, el que me obligó a introducirlo en la cola de Juan.
-¡Aaah! ¡Sí! ¡Sí! ¡Así! ¡Me encanta!
Escucharlo a Juan decir eso me entusiasmó aún más y comencé a aumentar el ritmo. Macarena se había ido a otra habitación, pero me había dejado la tarea de estimularlo doblemente a Juan. Es más, Juan recibía en realidad triple estimulación. No paraba de chupar la verga de Mario. Al pasar los segundos juan fue relajando cada vez más ese anillo anal y a mi dedo le fue cada vez más sencilla su tarea, tan sencilla que le sumé un dedo más. Ya llevaba dos dedos en la cola de Juan y él gemía de placer con cada chupada y cada penetración. Sospechaba que en cualquier momento volvería a acabar, pero antes de que eso sucediera volvió a escena Macarena. La vi llegar con una hermosa erección y con la pija enfundada en un forro. Sin siquiera avisar tomó mi mano de la muñeca y la apartó sin más. Un instante después su pija entraba por el acceso trasero de mi pareja. Me acomodó en el piso, boca arriba. Era una testigo de lujo de la cogida que estaba recibiendo Juan. Podía ver como los testículos de Macarena golpeaban contra la cola de Juan mientras la pija de él repetía vaivenes pendulares en el aire. Esa vista era hermosa y sumamente placentera. Me estaba masturbando como nunca con ese espectáculo.
-¡Mojala bien trolito! Dale, que ahora rompemos el segundo culito.
¿Se refería a mí? ¡¡Dios!! imaginé esa verga rompiéndome la concha, pero jamás se me cruzó la cabeza que me desvirgara el orto. No estaba dispuesta a permitirlo.
-¡Sí! Quiero verla mañana tratando de dar dos pasos sin temblar. ¡Rompela toda! -Exclamó Juan.
Mi propia pareja me estaba entregando y estaba poniendo a disposición un tesoro que muchas veces pidió y nunca entregué. ¿Sería por eso, por venganza? ¿Cómo era capaz de enrtegarme así? ¡Él no era mi dueño! Esto estaba superando los límites permitidos.
-¡Ustedes están en pedo! ¡Ni loca me metés eso en el culo! -Dije mientras me ponía de pie con visible mal humor.
Pensé que mi actitud iba a cortar el mambo y a arruinar la fiesta, pero no fue así. Ellos siguieron como si nada. Juan le chupaba la verga a Mario mientras él le acariciaba la cabeza. Macarena embestía como un toro ofuscado a Juan y los tres mantenían en sus rostros expresiones de placer. Volví a mirar la verga de Mario que era comida por Juan con fruición. Juan me miró, se sacó "eso" de la boca y me dijo:
-Te la estoy dejando bien lubricada. Quiero que vos también la disfrutes.
Mario me sonrió y volvió a meterle la pija en la boca.
-No te preocupes. Te acostumbrás. No te voy a mentir, al principio duele, pero el placer que da es... mmm. -aportó Macarena mordiéndose el labio inferior.
La sola idea de dejar de ser virgen analmente me ponía la piel de gallina, pero con "eso" me daba escalofríos. Sin darme cuenta comencé a sollozar. les debo haber dado pena, porque Macarena dejó de bombear el culo de Juan para acercarse a mí y consolarme con un abrazo. Juan se apartó de la pija de Mario y me abrazó junto con Macarena. Mario ya no podía sumarse al abrazo franco y conjunto, pero se acercó por detrás y abriendo sus brazos trató de abarcar a todos. Fue en ese momento que creo que casi me desmayo. Me apoyó, aunque muy sutilmente, la pija en el culo. ¡Sentí que me moría! No es que me hubiese querido penetrar, todo lo contrario, sentí afecto puro de los tres y Mario simplemente apoyó ese miembro entre mis glúteos, pero esa idea me daba vueltas en la cabeza y la cabeza me hervía. Yo estaba de pie, con mis brazos extendidos hacia abajo, la contención física expresando afecto de los tres me había inmovilizado literalmente. Lo único que tenía a mi alcance eran dos pijas a las que comencé a masturbar. Lo hice con tal delicadeza que creo que ninguno de los dos, ni Juan ni Macarena se dieron cuenta que también estaba masturbando a la otra persona. Creo que Mario era el único que podía darse cuenta, de hecho calculo que sí se dio cuenta porque de a poco y con mucha sutileza fue haciendo más presión sobre mi cola. La tenía erecta aún, pero lejos estaba de ser peligrosa, no estaba ni cerca de mi asterisco. Esa situación me calentó y mientras las últimas lágrimas se deslizaban por mis mejillas comencé a menear muy lentamente la cola. Estaba jugando con el diablo y en cualquier momento iba a despertarse. Estimo que Juan y Macarena al cabo de unos minutos se percataron de mis movimientos y comenzaron a acariciarme. Ahora tenía a tres personas dándome placer. ¡Qué hermosa sensación! Jugamos un rato así pero creo que todos comenzamos a sentir que la intensidad decaía, fue en ese momento que Maca me besó en los labios y para cuando quise reaccionar ella me había tomado de la mano y me conducía a otra habitación.
Detrás de mí Mario y Juan nos secundaban. Cuando entramos en la habitación pude apreciar una sommier de gran tamaño, estimo que sería KingSize. Ella posó una rodilla sobre el colchón y me trajo de un tirón. me senté a su lado y comencé a besarla. Sus besos eran hermosos y su sabor indescriptible. No quería volver a separar mis labios de los suyos. De a poco me fue llevando para que me recostara sobre mi espalda mientras seguía besándome. A su vez Mario o Juan (la verdad es que no distinguí quien fue) separó mis piernas y se dedicó a comerme la conchita. Estaba yo tan caliente que no podía más. Quería ser penetrada, pero seguía negándome a la idea de que Mario me desvirgue el orto. De repente sentí como los labios y la boca de Maca empujaban mi boca rítmicamente. Pude adivinar que se la estaban cogiendo. La intensidad con la que me besaba iba en aumento síntoma de que la estaba pasando muy bien. Yo le correspondía de la misma manera, porque a mi me estaban prodigando un placer infinito. El ritmo de las embestidas que su cuerpo me transmitía me estaba calentando tanto como la forma en la que me comían la concha. Pero Macarena terminó por separar sus labios de los míos, ya no quería o no podía ahogar sus gemidos de placer. Fue entonces que pude ver a Juan cabalgando esa montura. Tomé la cabeza de Mario entre mis manos y la apreté fuerte contra mi sexo, estaba acabando nuevamente, pero esta vez con mayor intensidad. Mario al sentir mis fluidos inundar su boca se puso como loco y me acomodó en la cama de tal forma que quedé debajo de Macarena, con su pija apuntándome directo a la cara. Ni bien la vi me abalancé para comérmela. Macarena a su vez aprovechó la posición para devolverme el favor y comenzó a lamer de mi vagina lo que quedaba de mis flujos. Luego de jugar hábilmente con su lengua masajeando mi clítoris, utilizó sus manos para abrir mis labios, imaginé otra demostración de su hábil lengua, pero no fue así, estaba preparando mi concha para recibir "eso". Apenas se apoyó en la entrada sentí que el corazón se desbocaba, pude percibir la presión inicial y como mis labios y las paredes de mi vagina se adecuaban al tamaño de esa herramienta. Fue sutil al meter la cabeza, pero un instante después, ni bien mis labios se cerraron levemente atrapando su glande dentro mío sentí una única estocada que provocó que toda esa verga entrara en apenas un movimiento. Grité de dolor, pero sobre todo grité de placer. Los segundos posteriores fueron aprovechados por Macarena para estimularme el clítoris mientras ese miembro permanecía inmóvil dentro mío esperando que mi cuerpo se adecúe a su forma. Yo había quedado tiesa. Yo no le chupaba la pija a Macarena, simplemente me había quedado boquiabierta con ese pene en mi mano. Apenas si parecía que la masturbaba cuando por las embestidas de Juan el cuerpo de Macarena se balanceaba. Mi respiración comenzó a bajar su ritmo y ese fue el indicio que esperaba Mario supongo, porque en ese mismo instante comenzó a bombear lentamente pero sin tregua. Con cada penetración mi vagina se amoldaba y permitía que ese gran falo se deslizara con mayor facilidad. Yo estaba totalmente lubricada ya no sentía dolor alguno, era todo placer. Comencé a chupar la pija de Macarena nuevamente. Habíamos logrado tal coordinación entre los cuatro que cuando Mario me penetraba Juan hacía lo mismo con Maca, ese impulso me servía para devorar sin esfuerzo su verga. Mantuvimos la sincronía unos instantes, pero volvimos a perderla cuando Juan comenzó a bombear con mayor velocidad. Estaba a punto de acabar en el hermoso culo de Macarena y Yo quería que Maca también lo hiciera. Chupé y chupé con fruición, mientras con mi mano estiraba y retraía el tronco de su pija. Los gemidos de ambos eran estridentes. Sus cuerpos comenzaron a vibrar apensa con segundos de diferencia y comencé a sentir la tibieza del elixir de Macarena en mi boca. Ese semen era delicioso. Con movimientos espasmódicos Juan depositó hasta la última gota se leche dentro del culo. Cuando ya había exprimido hasta la última gota sacó la pija. Aún estaba bastante dura. Yo tragué la leche de Maca que aún tenía en mi boca para poder saborear los restos que quedaban en la pija de Juan. La tomé con una mano y me la llevé a la boca. ¡Sabrosa!
Estaba tan concentrada en esas pijas que me olvidé casi por completo de la verga que me estaba empalando. Mario todavía seguía realizando movimientos lentos. Cuando Maca y Juan se acomodaron a un costado en la cama y se quedaron abrazados mirándonos yo levanté mi cabeza, me acomodé una almohada debajo de esta y mirándolo a Mario le dije:
-¡Cogeme como si se acabara el mundo! -Fue un error.
Mario se detuvo en seco, me miró y sonrió. Le indicó a macarena y a Juan que extendieran mis brazos a los lados y apoyaran una de sus rodillas sobre mi mano abierta. Levantó mis piernas y se las dio a ellos para que me tomaran de los tobillos. Estaba totalmente entregada a Mario. Apoyó sus manos en mis nalgas y comenzó a bombear con ritmo. Un ritmo que fue ganando en intensidad. Sentir el impacto de sus testículos en mi ano me estaba volviendo loca, pero no tanto como lo que me provocaba engullirme esa enorme verga en mi vagina. Yo no paraba de gritar. El placer era indescriptible. Mario soltó uno de mis glúteos y con esa mano comenzó a apretarme con fuera una teta. ¡Qué dolor! Pero a pesar del dolor la situación me encantaba. Estaba a punto de acabar ya no podía aguantar más. Elevé mi cabeza y pude ver como se comenzaba a emanar líquido de mi concha. Estaba empapando toda la cama y eso parece que encegueció a Mario. Sería mi acabada o mi comentario anterior. Sacó ese misil de mi vagina y sin demorar ni un segundo comenzó a hacer presión sobre mi ano.
-¡No! ¡No! ¡Pará!
-¿Querías que te coja? ¡Bancátela!
-¡No, pará! ¡Me duele! -dije a los gritos.
-¡Callen a esta puta! -dijo Mario.
La situación me estaba asustando, pero me tranquilizaba saber que Juan estaba ahí para defenderme. Otro error. Juan, con un rápido movimiento de su cuerpo, se sentó sobre mi rostro sin soltarme el pie ni la mano que ahora tomaba cada uno con una mano. Mi nariz apenas tenía espacio para respirar. Mi boca había quedado absolutamente tapada por el culo de Juan. Escuché a Macarena decirle a Juan que sostuviera mi otro pie y la mano. Pensé que no tendría con qué, pero pasó cada uno de mis tobillos por debajo de cada una de sus axilas y con sus manos aferraba fuertemente mis muñecas. Escuché los pasos de Macarena alejándose.
La presión de esa pija sobre mi culo era enorme. Me dolía horrores. Ya no me daba placer en absoluto esa situación. Estaba llorando, aunque dudo mucho que se hubiesen dado cuenta.
-¡Qué cerradito tenés el culo mami!
Mario continuaba haciendo presión. Por momentos aflojaba pero sólo para volver a insistir con más fuerza. En un momento mi ano cedió un poco y sentí una dolorosa punzada. Quise gritar, pero el grito se ahogó en el culo de Juan. Supongo que la calidez de mi aliento al intentar mi voz escabullirse en un grito le hizo cosquillas o algo, porque se rio, simplemente se rio.
Macarena volvió, tomó una de mis muñecas y sentí que algo frío la abrazaba. Era rígido y algo incómodo. Cuando percibí la misma sensación en mi otra muñeca supe que eran esposas. Ya con ambas manos sin poder separarlas sentí un tirón que hizo que mis brazos se estiraran por encima de mi cabeza. Me estaba atando a la cabecera de la cama.
-¿Me dejás?
Escuché una vos que con dulzura pedía permiso. Pero no me hablaba a mí. Macarena le pidió a Mario que alejara su verga de mi culo. Fue un alivio. Macarena estaba ahora dejando caer un líquido viscoso en mi anillo de cuero. Frotó con su mano la superficie e introdujo un dedo, o quizá fueron dos, ya no podía distinguir. Luego pasaron unos segundos sin sentir nada, creo que estaba lubricando ese perno gigante, porque instantes después lo volví a sentir presionando mi entrada trasera. La lubricación estaba haciendo efecto. Podía sentir, no sin dolor, como mi ano se dilataba con cada empuje de la verga de Mario. Sentí la presión una, dos, tres veces, pero la cuarta fue más prolongada. Con esa presión mi ano y Yo no tuvimos más alternativa que ceder. Me relajé un poco y conmigo lo hizo mi cola. Esa pija comenzó a abrirse paso lentamente. El dolor era intenso, pero ya no tenía alternativa. Cuando al fin cedió lo suficiente para que el glande entrara sentí un dolor agudo y estuve a punto de perder el conocimiento. Todo comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Ya no ofrecía resistencia alguna y Juan aflojó un poco la fuerza que hacía para contener mis piernas. Mario sacó la verga y volvió el dolor que apenas se había disipado. Un segundo después la volvió a meter. Esta vez entró sin esfuerzo. La sacó y la metió un par de veces más, sólo la cabeza, hasta que hubo dilatado lo suficiente mi ano para la segunda etapa. Faltaba todavía que mi culo de devorase el tronco de ese terrible falo. Luego de meter el glande Mario comenzó a hacer un poco más de fuerza para introducir la parte más gruesa de su verga. Esta vez no necesitó tanto trabajo. Yo seguía mareada. Si bien no dejaba de percatarme de lo que pasaba a mi alrededor podía sentirlo como en tercera persona. No era a mi a quien le estaban rompiendo el culo. Con un último esfuerzo Mario logró meter su pija hasta los huevos. Comenzó entonces una seguidilla de rítmicos movimientos. Juan terminó por soltar completamente mis piernas y se dedicó a besar y a lamer mis pechos. Macarena volvió a la escena y empezó a jugar con mi clítoris empleando su hábil lengua. ¡Tenía a tres personas dándome placer! En verdad eran dos las que me daban placer. Mario por su parte me estaba rompiendo literalmente el culo. Pero los dolores iniciales se fueron mezclando lentamente con sensaciones que nunca había experimentado. Me comenzaba a gustar el sexo anal. Mi alma comenzó a volver al cuerpo y de a poco se fue conectando. Eso me fue haciendo cada vez más consciente de lo que mis sentidos transmitían. Eran oleadas de placer que se mezclaban con un dolor intenso. No estaba bueno, aunque debo confesar que tampoco estaba del todo mal. Mario pasó una de mis piernas por delante de su cuerpo y me colocó de manera tal que quedara apoyada de costado en la cama. En ese movimiento no me la sacó nunca y siguió bombeando sin parar. El primero acomodó sus piernas y luego su cuerpo para quedar acostado detrás mío. Macarena entonces se puso frente a mí obligando a Juan a detener su accionar sobre mis tetas. Fue entonces cuando Macarena me besó. Fue un beso dulce, tierno; lo necesitaba. Mario tomó el muslo que había quedado arriba y lo levantó. Esto le dio espacio a Macarena para acomodar su pija frente a mi vagina. Primero jugo frotando su glande contra mis labios y el clítoris. Yo me estaba mojando nuevamente. Entre el dolor y el placer que provocaba cada embestida de Mario pude colar un pedido:
-¡Metémela! ¡Metémela Maca, por favor!
No lo dudó. Empujó su verga dentro mío y exhalé lo último que quedaba de aire en mis pulmones. Ya no tenía fuerzas para gemir siquiera. Juan miraba maravillado como le estaban haciendo una doble penetración a su mujer. Quise extender mis manos para tomar su pija pero estaba atada. Lo miré haciendo fuerza para que mis párpados se abrieran y así poder conectarme visualmente con Juan. Nuestras miradas se cruzaron.
-Cogeme por la boca. -le pedí. Apenas si un hilo de voz había salido de entre mis labios.
Él acercó su pija flácida y la metió en mi boca. Casi no podía chuparla. Los embates de esas dos vergas cogiéndome sin más por delante y por detrás me estaban dejando sin energías. Al parecer la tibieza de mi boca, mi saliva o bien la escena provocaron que esa verga comenzara a crecer y a ganar rigidez. Ya con la pija dura Juan comenzó un rítmico vaivén. Estaba en el limbo del sexo. unas horas atrás no podía siquiera imaginarme ni fantasear con una escena como esta. Yo estaba totalmente entregada. Iba a dejar que hicieran de mi lo que quisieran durante el tiempo que se les antojara. ¿Acaso tenía opción? Supongo que no. Evidentemente no. Pero si la tuviese los dejaría hacer.
Estaba perdida en esos pensamientos cuando sentí como Mario me acababa adentro. Esa tibieza escurridiza flotaba ahora por dentro mío. Mario se detuvo no sin antes empujar hasta que sus testículos quedaran aplastados en la entrada de mi cola. Dejó toda su enorme verga completamente dentro mío mientras descargaba. Macarena mientras tanto no paraba de bombear. Intuyo que la acabada de Mario la incentivó porque su ritmo fue in crescendo. Antes de que me diera cuenta ella también había acabado dentro mío. Ella, a diferencia de Mario, la sacó de inmediato, se arrodilló delante de mis pechos y se la ofreció a Mario quien la chupó con envidiable destreza. mientras lo hacía la fue sacando lentamente y cuando salió por completo solté un pequeño grito de alivio. Juan seguía cogiéndome por la boca. No, yo no la chupaba, sólo dejaba que él metiera y sacara su verga de entre mis labios. Lo había excitado y ahora no le estaba ofreciendo nada. Pero lejos de aceptarlo decidió reclamar lo que era suyo. Se bajó de la cama y caminó hasta los pies de la misma para volver a subirse a ella. Tomó mis piernas por los tobillos y con un solo movimiento me hizo poner boca abajo y abrirlas. Apuntó su pija a mi dilatado culo y lo embistió frenéticamente. Yo no tenía fuerzas ya para resistirme. No quería, pero no podía hacer nada. Me garchó hasta acabar, también adentro mío.
Por motivación propia o por la fuerza había tenido a mi merced tres pijas. Las disfruté, pero lamentablemente esta vez no pude acabar. Juan sacó la pija de mi interior y se fue con paso cansino al baño. Maca y Mario se besaban. Formaban un arco por sobre mi cuerpo, abrazándose y besándose en la boca. Yo yacía en la cama agotada y aún atada por las manos. Podía sentir como de mi cola fluía un líquido tibio que bajaba por mi vagina y se unía a otro fluido que también emanaba de ella. Sentía la humedad entre mis piernas; la humedad de mi sexo y también la que había quedado depositada en el colchón. Mi ano comenzaba a contraerse para tomar su forma habitual. ¿Lo lograría? Tenía la sensación de que quedaría toda abierta y que ya no podría caminar normalmente. Sentía como latían mi ano y mi vagina. De pronto alguien se acordó de mí. Era macarena que estaba alojando mis ataduras. Destrabó las esposas sin llave. Al parecer tenían un botoncito de emergencia. Eran de juguete. Me acarició y me besó en la mejilla. Estuvimos allí unos cuantos minutos. Luego me ayudó a ponerme de pie y me acompañó al baño.
Camino al baño pude verlos a Mario y a Juan conversando en el living como dos viejos amigos. Juan tenía un pedazo de pizza en la mano. Nunca me enteré en qué momento había llegado el delivery con las pizzas. Probablemente mientras estaba recostada y Maca me acariciaba y besaba. Creo que me dormí unos instantes. Ya en el baño Macarena llenó la bañera con agua tibia y me invitó a entrar en ella. Tomó una esponja, la sumergió en el agua y la pasó por mis hombros. Estiré mi cabeza hacia atrás y me besó la frente.
-Creo que este es el comienzo de una hermosa amistad. -dijo... y me conquistó.
Descubriéndome (episodio 3)
3 comentarios - Descubriéndome (Episodio 2)
van merecidísimos puntines