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Compendio I
La mañana de ese lunes, me sentí bastante triste. No era por el hecho de que Pamela estuviera acurrucada a mi lado o que tuviera mi erección matinal. Me sentía rechazado por Marisol, pero no sabía por qué.
Incluso, cuando se fue a la universidad, no abrió la puerta para despedirse. Pensé que en algún nivel, era difícil para ella verme con su prima.
Pamela, en cambio, era más cordial. Ya no era la infame diva que se había mudado en mi casa. Lejos de eso, era una chica normal, con sus propias frustraciones y carácter y aunque no era honesta consigo misma, era agradable que me reprochara, para dejarse llevar por sus propios deseos.
“¡Veo que extrañaste mis tetas, cochino!” dijo, al ver mi erección matutina.
“En realidad, extrañaba más tu culito. Me gusta verte enojada cuando te lo rompo.”
“¡A mí no me gusta! “Dijo, toda colorada “Y si lo hago, es para satisfacer tus deseos pervertidos…”
“Bien, me daré una ducha. ¿Quieres que te traiga el desayuno?”
“¿Qué? ¿Por qué te vas a levantar tan temprano?” me dijo, bien enojada.
“Si no te conociera, diría que no quieres que me levante…”
“¡Que no es eso!” dijo ella, roja como tomate. “Es que yo digo… que está helado, como para que te levantes tan temprano…”
“Entonces… ¿Quieres que me quede acostado, contigo… para que no me dé frío?” le pregunté, dudando.
“¡Que no! ¡Caramba!” me decía ella, extremadamente avergonzada. “¡Si quieres levantarte, levántate y deja de fastidiarme!”
Dijo, girando y dándome la espalda
“No es que quiera. En realidad, preferiría acurrucarme al lado tuyo un rato más, pero sabes que tengo que ir a trabajar.”
“¡Es verdad! ¡Tienes esa reunión, con la golfa esa!” me dijo, girando nuevamente y mirándome a la cara.
“¡Está bien!” me dijo ella, con su cara enojada. “¡Te dejaré que me rompas el culo, pero sólo para que no engañes a Marisol con la golfa esa!”
“No es necesario, yo…” alcancé a decir, pero ella ya había tomado mi miembro y lo encajaba en su culito.
“¡Se me olvida lo salvaje que eres!” me dijo, supongo que refiriéndose a lo grueso de mi aparato, mientras metía el glande en su agujero.
“¿Qué esperas? ¿Vas a bombear o voy a tener que enterrármelo yo sola, más encima?” dijo Pamela, como si me diera ordenes.
Y empecé a penetrar, a la muy enojada Pamela.
“Si Marisol… supiera… las cosas que tengo… que aguantar… por ella.” me reprochaba, mientras movía sus caderas.
“¡Lo sé! ¡Eres una buena prima!” le decía yo, encajándola en su apretado culito.
“Más encima… engañándola con esa golfa… con tetas pequeñas…” me tomó mis manos con violencia y las colocó en las suyas “¡Estas son tetas de verdad!”
Seguía bombeando, pellizcando ligeramente sus pezones. Realmente, Pamela quería destrozar su culo en mi verga.
“Pamela, ¿Estás jadeando?”
“¿Cómo me dices… eso? ¿Crees que disfruto… mientras me la clavas por el culo?” me decía ella, aun enojada.
“¡Por supuesto que no!...” le dije, bombeando bien duro “Es que oigo que te quejas… y pienso que puedes… estar jadeando…”
“¡Diablos!... ¡Me quejó… porque eres el cabrón… más inútil que he conocido!... ¡Odio que me… metas tu verga… con tanta violencia!...” protestaba ella.
Yo no sabía qué creer a esas alturas…
“Si quieres, lo haré más despacio” le dije yo, preocupado.
“¡No te atrevas!” me dijo, tomando unas de mis manos. “Lo odio… pero puedo aguantarlo… lo hago por Marisol… para que no la engañes… con esa golfa.”
“¡Gracias!...” le respondí, aunque me tenía entre las cuerdas “¡Eres tan buena!”
“Al menos… deberías tratar… de hacerme sentir… mejor…” me colocó la mano sobre su mojadísima conchita.
Acaricié su clítoris, mientras metía unos dedos en su rajita.
“¿Se siente… mejor?”
“¡Claro… que no!... ¡Eres un inútil!... ¡No sé por qué… dejo que me toques!... ¡Eres un bruto!” me decía ella, aunque sus jugos me decían lo contrario.
Estaba tan húmedo y apretado. Ya no resistiría mucho
“¡Pamela… me quiero correr!... ¿Quieres que la saque?”
“¡Eres un maldito!... ¿No piensas… que hay que lavar… las sabanas…si te corres afuera…animal?”
“Entonces… ¿Quieres que me corra… en tu culo?” ya no aguantaba más.
“¡No quiero… pero eres un maldito…cabrón… hijo de puta!”
La llené de leche, mientras ella me llenaba de insultos.
“¡No sabes… cuánto te odio… por correrte en mi culo!...” me decía, mientras relajaba su intestino.
“Siento tus jugos… en mi estomago… ¡Cerdo asqueroso!...”
Pasamos un rato, antes de poder despegarnos. Al ver mi verga, aun parada, me dijo:
“Si quieres… la puedes meter… en mi conchita… pero no tan violento.”
“Me encantaría… pero tengo que ir… a trabajar” le dije, tomando mis ropas, para ir al baño.
“Al menos… no pensarás… en esa sucia… golfa.” Dijo ella, acomodándose nuevamente para dormir.
Me bañé, me vestí y me fui a la oficina…
No creo necesario contar lo que pasó por allá otra vez…
Regresé como a la 1, llamando a Marisol a gritos. ¡Todavía me sentía feliz por haber sacado del sombrero “la madre de todos los conejos”!
“¿Qué tanto gritaís? ¿No ves que Marisol no ha llegado?” me dijo Pamela.
La besé apasionadamente, acariciando sus caderas y parte de su trasero. De repente, me llegó un manotazo en la cara.
“¿Quién te dio permiso para que me besaraís de esa manera?” me dijo ella, toda colorada.
“¡Lo siento!” dije, sobándome la cara de dolor.
“¿Por qué… estás tan contento?” me dijo, algo arrepentida por el golpe.
“¡Porque estoy muy feliz!” le dije, sonriendo, aunque adolorido.
“Es por… la golfa esa… ¿Cierto?” me dijo, un poco triste.
“¡En parte, sí!... pero es porque descubrí algo muy importante y necesito celebrarlo…”
Su cara se alegró un poco, pero mantenía su postura de Amazona.
“¿Y piensas que mis labios son una fiesta, para que puedas celebrar?”
“No… pero creí… que te podría haber gustado.”
“¡Claro que no!... ¡Como todo lo que haces, eres un inútil!” me dijo, muy enojada.
“¡Discúlpame! ¡Estuve fuera de lugar!”
Ella sonrió levemente.
“Te estaba esperando para almorzar… pero ya que vienes tan “feliz”, te dejaré jugar un rato con mis tetas. Pero solamente un rato” dijo, tomándome de la mano y llevándome para el dormitorio.
“¿De veras?”
“Sí, pero solamente, te dejaré tomar mis tetas. Nada más…”
Pasaron 3 horas y aunque tenía solamente acceso a sus tetas, la follé, le rompí el culo y abusé de ella de todas las maneras posibles, bastante motivado al pensar en lo que le habían hecho a la tetona secretaria del abogado.
Estaba agotada y satisfecha, pero Pamela seguía molesta.
“¡Eres un cabrón!... ¡Ahora el almuerzo está frio!...” me reclamó.
“¡Discúlpame!” le dije.
Se acomodó a mi lado y me dijo.
“Lo único que espero es que esta noche, me dejes dormir y no me agarres las tetas de nuevo. ¡Bastardo!”
Hay veces que Pamela me da mucho de que pensar…
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1 comentarios - Seis por ocho (45): Cuando Pamela dice “No”…