Entré a casa muy cansado después de un largo día de trabajo, cerca de las 10 de la noche y, para mi desagrado, me encontré con visitas. Sentado en el sillón doble del living, fumaba distraído nuestro antiguo vecino Román, que se había mudado al enviudar, hace tres años. Lo saludé y besé a mi nena, luego subí a mi habitación a cambiarme.
Cuando bajé, Ro había servido unos aperitivos y charlaba distraída sentada a la mesa, espléndida en un diminuto vestido color lila con pequeñas flores amarillas, las piernas cruzadas sensualmente, alegre. Román la miraba extasiado. Era un hombre de unos 55 años, bien plantado, educado. Charlaban distraídos.
Creo que nunca podré saber porqué, pero la situación me empezó a calentar.
Me sumé a la charla, y me enteré que nuestro ex vecino quería volver al barrio, y para ello quería comprarnos la casa. Le contestamos que lo charlaríamos y le contestaríamos en un par de días, aceptó la respuesta.
Mi belleza de esposa iba y venía preparando la cena, su vestido volaba sugerente, y noté cómo Román se tocaba discreta y nerviosamente. Cuando se paró para sentarse a la mesa, noté que portaba un exagerado bulto. Me puse echo una moto.
Comimos y hablamos animadamente.
En el postre, haciéndome el distraído, le pregunté al visitante si le gustaba mi amada Ro. Me contestó que sí, amable, pero esquivo. Me paré, fui hasta mi mujer, la besé en la boca a la vez que la levantaba, la puse de frente a la visita, le desabroché el vestido y lo dejé caer al piso. Quedó con una pequeña tanguita como toda vestimenta, los hermosos pechos desnudos tapados con sus manos juntas en un último gesto de timidez.
El pretendido comprador quedó inmóvil, azorado. Rocío se agachó delante de él y comenzó a acariciarle las piernas, el vientre y el pecho. Llevó sus manos a la bragueta, bajó el cierre muy despacio, soltó el cinturón y el botón final, tomó los pantalones con ambas manos y, de un solo movimiento, dejó al descubierto una verga muy gorda y negra, la cabeza cubierta por un rotundo tapón de piel, fláccida, pero de no menos de 15 centímetros.
Giró su cabeza hacia mí, me sonrió, volvió a contemplar el miembro que la esperaba, abrió sus labios lentamente, sacó su lengua, y comenzó a recorrerla sin tocarla con sus manos, que usaba para seguir acariciándolo suavemente. Yo me pajeaba al costado, mirando el bellísimo espectáculo.
La pija de Román comenzó a crecer, él se paró y Rocío quedó de rodillas, la tomó por la cabeza y se la hundió en la boca. Lo que pudo, porque a esa altura, no entraba toda. Mi amada la agarró con las dos manos firmemente, y le sobraba pija, le chupó los huevos, lo pajeaba y lo mamaba alternativamente con mucha lentitud.
El tipo se había ido sacando el resto de su ropa, y le tomaba la cabeza y la elogiaba y gemía.
Ro se irguió, giró para darle la espalda, se dobló en dos y le obsequió la entrada al paraíso de su vulva. El tipo le acarició las caderas, le besó el cuello y la nuca, sólo apoyándole la verga en la entrada. Yo podía ver la humedad de mi lady desde mi butaca preferencial. Hasta que se la puso un par de veces, extremadamente despacio y hasta la mitad. Rocío se agarró fuerte de la mesa y tuvo su primer orgasmo.
Román le abrió bien las piernas, tomó sus nalgas para abrirlas también y, abrazándola por la cintura, la embistió hasta el fondo. Suerte que la agarraba, porque se le doblaron las piernas en un éxtasis instantáneo.
La bombeó suavemente durante unos cinco minutos, hasta que le acabó en el culo, ella desparramó el semen con su mano y se lamió los dedos. Yo estaba maravillado.
Román se sentó en la silla, la verga doblada hacia abajo, pero victoriosa.
Ro me la chupó unos segundos agachada adelante mío y, para sorpresa de ambos, Román apareció parado a mi lado, meneándosela, retomando el vigor. Sin mediar palabra, me tomó la cabeza y me puso la poronga en la boca. A pesar de la sorpresa, pude notar su inimitable tamaño y su exquisito sabor a semen mezclado con el elixir de mi Ro.
Confieso que disfrutaba cada centímetro de ese obelisco gordo, venoso, le chupé la cabeza, le lamí el tronco y las bolas. Finalmente, le metí un dedo en el culo el tipo me agarró fuerte la cabeza y su verga se puso durísima, me empujaba con fuerza, yo no paraba de generar saliva.
Rocío se sentó en mi regazo y me besaba la mejilla mientras me cabalgaba. El me la sacó de la boca, se puso detrás de ella, la lubricó con saliva, le metió dos dedos. Casi me muero de placer cuando Ro susurró, muy suave en mis oídos:
- Si... me la va a meter en el culo... Te amo tanto...
Le puso la cabeza, mientras le besaba el cuello. Ella comenzó a tener varios orgasmos y él se la puso casi toda. Mi reina, que nunca grita, pegó un alarido de placer y sentí que se desmayaba en mis brazos. Yo le agarré la base de la poronga y seguía sus movimiento lentos.
Así estuvimos unos diez minutos, Rocío no paraba de tener orgasmos, o uno inmenso, no sé. Sentí que la sacaba. Giró a Roció para acostarla de panza arriba sobre mí. Nos acercó la pija amenazante y descomunal y nos acabó en las caras. Un instante después me la puso en la boca. Lo limpié con amor.
Se sentó nuevamente en su silla. Roció se acostó en el sillón, yo subí dos minutos.
Cuando bajé, Ro estaba chupándosela de vuelta, me miró feliz.
- Es la mejor pija que me comí, me dijo.
Lo mamó durante más de media hora, con placer infinito. Se tragó hasta la última gota.
Cuando lo despedimos en la puerta, nos pidió que analicemos su oferta,
Cuando bajé, Ro había servido unos aperitivos y charlaba distraída sentada a la mesa, espléndida en un diminuto vestido color lila con pequeñas flores amarillas, las piernas cruzadas sensualmente, alegre. Román la miraba extasiado. Era un hombre de unos 55 años, bien plantado, educado. Charlaban distraídos.
Creo que nunca podré saber porqué, pero la situación me empezó a calentar.
Me sumé a la charla, y me enteré que nuestro ex vecino quería volver al barrio, y para ello quería comprarnos la casa. Le contestamos que lo charlaríamos y le contestaríamos en un par de días, aceptó la respuesta.
Mi belleza de esposa iba y venía preparando la cena, su vestido volaba sugerente, y noté cómo Román se tocaba discreta y nerviosamente. Cuando se paró para sentarse a la mesa, noté que portaba un exagerado bulto. Me puse echo una moto.
Comimos y hablamos animadamente.
En el postre, haciéndome el distraído, le pregunté al visitante si le gustaba mi amada Ro. Me contestó que sí, amable, pero esquivo. Me paré, fui hasta mi mujer, la besé en la boca a la vez que la levantaba, la puse de frente a la visita, le desabroché el vestido y lo dejé caer al piso. Quedó con una pequeña tanguita como toda vestimenta, los hermosos pechos desnudos tapados con sus manos juntas en un último gesto de timidez.
El pretendido comprador quedó inmóvil, azorado. Rocío se agachó delante de él y comenzó a acariciarle las piernas, el vientre y el pecho. Llevó sus manos a la bragueta, bajó el cierre muy despacio, soltó el cinturón y el botón final, tomó los pantalones con ambas manos y, de un solo movimiento, dejó al descubierto una verga muy gorda y negra, la cabeza cubierta por un rotundo tapón de piel, fláccida, pero de no menos de 15 centímetros.
Giró su cabeza hacia mí, me sonrió, volvió a contemplar el miembro que la esperaba, abrió sus labios lentamente, sacó su lengua, y comenzó a recorrerla sin tocarla con sus manos, que usaba para seguir acariciándolo suavemente. Yo me pajeaba al costado, mirando el bellísimo espectáculo.
La pija de Román comenzó a crecer, él se paró y Rocío quedó de rodillas, la tomó por la cabeza y se la hundió en la boca. Lo que pudo, porque a esa altura, no entraba toda. Mi amada la agarró con las dos manos firmemente, y le sobraba pija, le chupó los huevos, lo pajeaba y lo mamaba alternativamente con mucha lentitud.
El tipo se había ido sacando el resto de su ropa, y le tomaba la cabeza y la elogiaba y gemía.
Ro se irguió, giró para darle la espalda, se dobló en dos y le obsequió la entrada al paraíso de su vulva. El tipo le acarició las caderas, le besó el cuello y la nuca, sólo apoyándole la verga en la entrada. Yo podía ver la humedad de mi lady desde mi butaca preferencial. Hasta que se la puso un par de veces, extremadamente despacio y hasta la mitad. Rocío se agarró fuerte de la mesa y tuvo su primer orgasmo.
Román le abrió bien las piernas, tomó sus nalgas para abrirlas también y, abrazándola por la cintura, la embistió hasta el fondo. Suerte que la agarraba, porque se le doblaron las piernas en un éxtasis instantáneo.
La bombeó suavemente durante unos cinco minutos, hasta que le acabó en el culo, ella desparramó el semen con su mano y se lamió los dedos. Yo estaba maravillado.
Román se sentó en la silla, la verga doblada hacia abajo, pero victoriosa.
Ro me la chupó unos segundos agachada adelante mío y, para sorpresa de ambos, Román apareció parado a mi lado, meneándosela, retomando el vigor. Sin mediar palabra, me tomó la cabeza y me puso la poronga en la boca. A pesar de la sorpresa, pude notar su inimitable tamaño y su exquisito sabor a semen mezclado con el elixir de mi Ro.
Confieso que disfrutaba cada centímetro de ese obelisco gordo, venoso, le chupé la cabeza, le lamí el tronco y las bolas. Finalmente, le metí un dedo en el culo el tipo me agarró fuerte la cabeza y su verga se puso durísima, me empujaba con fuerza, yo no paraba de generar saliva.
Rocío se sentó en mi regazo y me besaba la mejilla mientras me cabalgaba. El me la sacó de la boca, se puso detrás de ella, la lubricó con saliva, le metió dos dedos. Casi me muero de placer cuando Ro susurró, muy suave en mis oídos:
- Si... me la va a meter en el culo... Te amo tanto...
Le puso la cabeza, mientras le besaba el cuello. Ella comenzó a tener varios orgasmos y él se la puso casi toda. Mi reina, que nunca grita, pegó un alarido de placer y sentí que se desmayaba en mis brazos. Yo le agarré la base de la poronga y seguía sus movimiento lentos.
Así estuvimos unos diez minutos, Rocío no paraba de tener orgasmos, o uno inmenso, no sé. Sentí que la sacaba. Giró a Roció para acostarla de panza arriba sobre mí. Nos acercó la pija amenazante y descomunal y nos acabó en las caras. Un instante después me la puso en la boca. Lo limpié con amor.
Se sentó nuevamente en su silla. Roció se acostó en el sillón, yo subí dos minutos.
Cuando bajé, Ro estaba chupándosela de vuelta, me miró feliz.
- Es la mejor pija que me comí, me dijo.
Lo mamó durante más de media hora, con placer infinito. Se tragó hasta la última gota.
Cuando lo despedimos en la puerta, nos pidió que analicemos su oferta,
5 comentarios - El Comprador. Cornudo y mamador.