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Seis por ocho (43): Por la boca, muere el pez…




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Compendio I


Recuerdo que esa mañana fue muy graciosa…

“¡Verónica! ¿Has visto mis pantalones de vestir?” gritó Sergio, al desayuno.

Ella se atragantó y me miró asustada.

“¡No los he visto!” respondió.

“¡Maldición! ¡Te los pasé el miércoles, para que los lavaras!”

“¡Oh, suegro, disculpe!”Dije yo, pareciendo arrepentido “¡Los manché sin querer!”

Seis por ocho (43): Por la boca, muere el pez…

Verónica tomó un poco de té, para pasar el susto. Como les mencioné, mi suegro no se enojaba conmigo. Sin embargo, mi excusa no lo convenció.

“¿Cómo que lo manchaste?”

“Pues, sí. Lo manché con leche, anoche” le dije, con completa naturalidad.

Verónica se ahogó con el té…

“¿Leche? ¿Cómo pudiste mancharlo con leche?”

“Pues me dieron ganas de comer algo rico en la noche…” dije, mirando de reojo a Verónica “Y bueno, me preparé un plato bien contundente. Lo apoyé en la lavadora y sin querer, le salpicó un poco de leche.”

No mentía. Después de correrme 2 veces encima del pantalón de Sergio, le comí la conchita a Verónica sobre los mismos, para arruinarlos definitivamente con los chorreantes jugos de Verónica, mientras los apoyaba sobre la lavadora, en momentos que la penetraba por detrás.

“¿Dónde lo dejaste? Tal vez pueda limpiarlos…” dijo, algo resignado.

Verónica me miraba con unos ojos enormes… pero yo estaba tranquilo.

“¡Yo creo que mejor no! Quedaron con un olor extraño y parece que la leche los empeoró.”

Verónica estaba colorada como un tomate…

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“¡Rayos! ¡Los quería usar hoy!” dijo Sergio “¡Está bien, Marco! ¡No te preocupes! ¡Sé que fue sin intención!”

Verónica no podía creer que Sergio apoyaba su mano en mi hombro para que no me preocupara.

“Tenlos listos para la tarde, ¿Quieres?” dijo con un tono casi sereno.

Para mí, engañar a Sergio se había convertido en un pasatiempo muy divertido.

Al llegar al terminal de buses, todos los ojos estaban fijos en Sonia y no era para menos: vestía una minifalda verde claro, que casi dejaba ver su entrepierna; una camisa blanca, bien escotada, que destacaba sus pechos, transparentando discretamente su negro sostén de encaje, una chaqueta de mezclilla y unos lentes de sol, que la hacían ver más como una estrella de cine que una administrativa de una minera.

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Yo estaba impresionado…

“¡Hola!” me dijo, sonriendo al ver mi cara de bobo. “Supongo que trajiste lo que te pedí…”

Yo podía solamente asentir con la cabeza. Ella me dio una sonrisa sensual y me susurró al oído.

“¡Qué bueno, porque te tengo una sorpresa!”

Se sentó como de costumbre, en la fila de la ventana, pero antes, se sacó la chaqueta de mezclilla y la puso sobre sus faldas.

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Cuando el bus se puso en marcha, tomó mi mano y la metió debajo de la chaqueta.

“¡Este es tu regalo!... no tiene paquete, pero sé que te gustara…”

Me metió su mano debajo de su falda y ¡Para mi sorpresa, andaba sin ropa interior!

¡Podía sentir su desnuda y jugosa intimidad!

“¡Es un viaje largo! ¡Apuesto que te divertirá!”

No era para menos. Cuando llegamos al yacimiento, mi mano estaba húmeda con sus jugos y me dio una mirada de complicidad, para que guardara el secreto.

Llegamos a la oficina, casi corriendo. Cerré la puerta y se apoyó en mi escritorio, mirándome a los ojos.

“Y bien… ¿Trajiste mi encargo?” me dijo, colocándose sus lentes de descanso habituales.

Le mostré la tira de condones…

“¡Buen chico!” dijo, bajándome el pantalón y apoyándome contra la pared.

No podía entenderla. El día anterior, enojada porque creía que la veía como objeto sexual. Al día siguiente, chupándome la verga como una profesional.

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No tardé mucho en correrme, ante semejante garganta profunda. Se tragó todo…

“¡Dijiste que me harías el amor por 5 horas!” me dijo ella, sonriendo muy desafiante, mientras abría sus piernas.

“No me obligarás a hacerlo para mantener mi palabra, ¿Cierto?” le dije yo, un tanto arrepentido.
“¡Lo siento! ¡Por la boca muere el pez!” respondió, con una gran sonrisa.

Media hora después, mientras la apoyaba en el escritorio, la seguía bombeando con violencia, mientras ella se aferraba a mi cuerpo con sus piernas…

“¡Es tan grande!... ¡Es tan gruesa!..” gemía ella.

A la hora siguiente, probaba el estilo perrito, levantando su deliciosa falda para apreciar su delicioso trasero…

“¡No pares!... ¡No pares!...”

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Media hora después, su falda ya no estaba y su camisa estaba desabrochada, pudiendo ver su sostén negro, mientras me montaba como un caballo…

“¡Es tan rica!... ¡Me encanta!...”

Seis por ocho (43): Por la boca, muere el pez…

A la segunda hora, no tenía sostén ni lentes y estaba bien despeinada, mientras le rompía el culo…

“¡Rico!... ¡Rico!...”

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A la media hora, estaba rendida en agotamiento, acostada y aun respirando agitada.

“¡Eres… terrible…!” me decía ella, jadeando.

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“¿Te… rindes?... aun nos quedan… dos horas.” le dije yo, jadeando levemente. Estaba cansado, pero aun le tenía ganas…

“¡No!... ya no puedo… más…”

“¡Anda!... solo una vez más…” le decía yo, suplicando.

“¡Estás… mintiendo…!” me miraba con incredulidad.

Media hora después, comprendió que no mentía…


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1 comentarios - Seis por ocho (43): Por la boca, muere el pez…

DGE1976
No hay nada mejor q tener una putita en el trabajo para cojer...la mejor forma de laburar...saludos...