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La vecina

Al rato escuchó el ascensor, las risas de Maia, la voz de un tipo y que abrían la puerta de al lado.
- Uh, claro, se acabó la paz. Me había olvidado de la vecina nueva...
Diez minutos pasaron nomás. Las dos habitaciones estaban separadas por una pared de edificio moderno. Diez minutos pasaron nomás, y ya los tenía cogiendo al otro lado de la cama. Se oía a Maia gimiendo. Juan dejó el libro. Se calentaba imaginando y se calentaba más porque era mucho lo que tenía que imaginar. ¿Quién era el tipo? ¿Cómo era la cama? ¿Ya habría desembalado todo? Entre gemidos, cada tanto se escuchaba alguna vos del tipo:
- ¿Así te gusta?
Frases cortadas de Maia: -...ela toda!!
La cabeza de Juan estaba en llamas. Maia, ahora gritaba como loca, estaría a punto de acabar. La imaginaba saltando sobre la poronga del tipo, como a la mañana la había visto saltando entre las cajas. Ella arriba. Saltaba y caía sobre la pija del tipo, que se le metía hasta el fondo. Esto la hacía gritar un: ¡Ah! Medio segundo después caían las dos tetotas y la cama rechinaba. Y volvía a saltar, y volvía a caer, y volvía a gritar.
En un grito que, sacado de contexto, hubiera dado para llamar a la policía, Maia acabó. Luego volvió la paz.
Juan, se levantó, se sirvió más vino y regresó a la lectura. Le costaba concentrarse. Había quedado bastante exitado. Su imaginación volvía todo el tiempo. Por un lado agradecía el espectáculo gratuito que le habían dado, pero por otro habían arruinado su plan.
...
Ahora podía volver a la novela. Lo otro había sido muy fuerte. Aguzaba el oido. La curiosidad era enorme. Con esfuerzo, lentamente fue entrando en la novela.
Pero un par de páginas después volvieron los gemidos... Trató de seguir leyendo, imposible. Dió un gran trago al vino y se agarró la pija por sobre el pantalón. No le quedó más remedio escuchar el espectáculo.

Fue más conversado que el anterior. Se escuchaban palabras sueltas tales como: dale, más, gusta, puta, toda, pija, etc. Juan trataba de completar las frases y le volaba la cabeza.
También fue más largo. Se escuchaba que Maia gemía y gemía aumentando la intensidad, y cuando parecía que estaba a punto de acabar se apagaba un poco para volver a encenderse al rato. Estuvieron así bastante. Juan se preguntaba cómo hacía el tipo para aguantar. Por fin llegaron tres gritos, como tres campanadas sólo que la última se prolongó unos segundos. Deben haber despertado a todo el edificio.
Juan se quedó escuchando un rato más. Le pareció oir el grito ahogado del tipo. Luego, nada. Estaba muy despierto para intentar dormir. La posibilidad de seguir leyendo la novela estaba más perdida todavía. Se levantó, encendió la computadora, estuvo un rato ahí. Cuando agarró algo de sueño, volvió a la cama.
...

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