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Compendio I
“Y bien, ¿Me dirás que hiciste con Amelia?” me preguntó Verónica, cubriéndose con la sabana.
“¿Qué hice yo con Amelia?” me puse nervioso.
“¡Vamos, Marco!... puede que no sea “ingeniera” o que no sepa sobre “ondas”, pero no soy tonta. Además, hemos hecho tríos y sé muy bien que Amelia te quiere más que un cuñado, así que no me vengas con cuentos cuando me dices que ella se tropezó.”
Habíamos hecho el amor un par de veces y le dio por conversar. Para mí, a pesar de haber abusado de todos los agujeros de mi suegra, igual era difícil confesarle lo que hacía con su hija.
“Lo hicimos… por detrás” le dije, algo avergonzado.
Ella se rió.
“¡Vaya, sí que eres un sinvergüenza! ¡Tomaste el trasero de Amelia! ¡No me lo esperaba de ti!” me decía ella, muy divertida.
“Lo siento… no quería que supieras, para no hacerte sentir mal” le respondí arrepentido.
“¿Y por qué debería sentirme mal? ¡Es natural, tú le gustas mucho y ella es bien guapa!” me decía ella, bien relajada.
“Pero tú… ¿No sientes celos?...”
“Claro que no. Es mi hija y se ha enamorado de un tipo especial.” Decía ella, acomodándose a mi lado.
“Pero lo nuestro…” no podía continuar con mi duda.
“¡Ah! Hablas de nuestra “relación”, ¿Cierto? Bueno, Marco, yo soy más madura que Amelia y Marisol y sé que en el fondo amas a Marisol.”
“¿Lo…sabes?” le dije, sorprendido.
“Por supuesto. Lo supe desde la primera vez que lo hicimos y realmente, espero que se casen y me hagan abuela.”
“Pero… ¿No te molesta?”
Me dio un beso.
“¡Eres muy tierno! Por supuesto que no me molesta. Marco, yo te amo y dejo que hagas lo que desees conmigo, pero lo hago porque me siento satisfecha con lo que me das. Eres atento, tratas de ayudarme y sé que me quieres, pero sé también que tu amor no es el mismo que tienes con Amelia o Marisol y no siento envidia, porque sé que tienes un lugar especial para mí.”
“¿Pero… es suficiente para ti?” le pregunté.
Me besó nuevamente, con un poco más de pasión.
“¡Te amo porque eres muy dulce! Mira, Marco, no todas las mujeres hacen el amor por estar enamoradas. También habemos que lo hacen por diversión. No te niego que me encanta cuando me haces el amor, pero cuando tienes más de 19 años casada con un tipo que te monta sin preocuparse por ti, que alcanza su orgasmo y luego se duerme, cuando conoce un tipo como tú… pues obviamente se envicia y trata de recuperar el tiempo perdido.”
“Entonces… ¿Sólo soy un buen polvo?”
“Por supuesto que no. Como te digo, sé que en realidad me amas, pero es sólo una parte de mí y no me refiero a mis pechos o mi físico en general, sino que hay un aspecto de mi personalidad que amas. A Amelia la amas, probablemente, porque la ves inocente e indefensa y deseas ampararla del sufrimiento, pero en realidad, la que más amas es a Marisol.”
Estaba sorprendido.
“Pero… ¿Cómo lo sabes?”
Verónica me dio una sonrisa maternal.
“Porque lo veo en tus ojos. Todos tus temores, angustias y sueños están basados en ella. Tú no vienes a trabajar para acostarte conmigo, con Amelia o probablemente, con tu amiga. Vienes aquí porque ya tienes un futuro imaginado con mi hija y estás luchando por él. Nosotras somos afortunadas, porque parte de tu amor nos alcanza y complementa, pero al menos yo no soy boba y sé que en algún momento, no podremos seguir haciendo esto.”
“¿También… lo sabes?”
Era una de mis grandes preocupaciones.
“¡Marco, es obvio! En algún momento, empezaran a formar una familia y por cómo eres, no creo que te lo tomes a la ligera. Serás un padre responsable.”
“¿Y qué pasará contigo?”
“Probablemente, me toque hacer el papel de abuela. Claro que de vez en cuando, me encantaría que me hicieras tu mujer, al menos por un rato.”
“¿Y con Amelia?” pregunté.
“¡Marco, no soy adivina!” se rió “Probablemente lo acepte y también te pida ocasionalmente que la hagas feliz, pero no puedo asegurártelo. Para ella, eres su primer gran amor y ese no se olvida. Piensa que a pesar de acostarte conmigo y con Amelia, aun sigues diciendo que Marisol es tu amor.”
“¿Y no crees que lo que hago está mal?”
Ella se rió.
“¡Ay, Marco! Probablemente, esté mal que lo hagas con la familia de tu novia, pero en realidad, no sé qué decirte. Antes le era infiel a Sergio, creyendo que si me cuidaba mi rajita, no lo engañaría. Pero después te conocí y me di cuenta que realmente, no importaba, porque Sergio nunca se ha preocupado de mí y no solamente en lo sexual, sino que en el aspecto familiar y emocional. En cambio tú, no tenías responsabilidades directas con nosotros y a pesar de todo, las tomaste, sin buscar reconocimiento. Por eso yo soy tuya, porque a pesar de no buscarme, me encontraste y me cuidaste.”
“Pero a mí me gustaría ser más para ti…” le dije, complicado emocionalmente.
“Sí, Marco, lo sé. Pero no puedes. Es por eso que no me molesta tu relación con Amelia o si tuvieras algo con tu compañera de trabajo. Solamente, estás tratando de hacer lo mejor que puedes y no porque tú lo desees necesariamente, sino porque otras dependen de ti. Hay otros que lo hacen por sentirse más machos o capaces, pero tú no eres de esos. Tú lo haces por intentar ayudar a sentirse mejor… y bueno… lo haces siendo asombroso en la cama, pero llegará el día en que te entregarás a mi hija completamente.”
“¿Sabes? Le dije algo muy parecido a Marisol cuando le entregué el anillo.” Le comenté, enternecido por sus palabras.
“¿Ya estás comprometido? ¡Canalla! ¡No me avisaste!” me decía ella, burlándose.
“Pues ese es el problema. Marisol también cree que mi amor lo puedo compartir y por eso, cuando se lo entregué, le dije que no podía usarlo, ya que no podía entregarme completamente a ella.”
Verónica me miró maliciosamente.
“Si Marisol te dijo eso… significa que debe haber otra chica que te puede gustar… si es así… ¿No me digas que también tienes algo con mi sobrina?” dedujo Verónica.
Yo enrojecí y bajé la cara…
“¡Vaya, Marco! ¡Me has decepcionado un poco! Pensé que con Marisol serías fiel, pero ¿Con la pobre “Morticia”?” Verónica me juzgaba.
“¡No, no es cómo crees!” le respondí.
Le conté lo ocurrido con “el mojón español” y del accidente de Pamela. Verónica se sorprendió.
“¡No creí que Diego fuera semejante monstruo!” decía impresionada “¡Su propia hija!”
“Por eso tenía que defenderla. ¡No podía dejar que se la llevara!” le dije yo, todavía enojado.
“¡Pobre “Morticia”! con razón siempre fue tan rebelde…” decía Verónica con tristeza.
“¡No le digas así!” le reprendí, sintiendo nostalgia. “Pamela trata de parecer ruda, pero no es más ruda que Marisol.”
Verónica me besó sorpresivamente.
“¡Eso es lo que te hace distinto, Marco! Tú no nos ves con tus ojos. Puedes ver más allá de nuestra apariencia. Esa mirada… tú no piensas en nuestros cuerpos, te preocupa lo que nosotros sentimos y es por eso que nos gustas. No sé cómo lo tomaran las demás, pero entiendo muy bien lo que quiere decir Marisol y por eso no me molesta que tantas mujeres te quieran. Es algo especial, Marco y déjame decirte que habiendo engañado tantas veces a Sergio, nunca había conocido a alguien como tú.”
Nos besamos y nos abrazamos, para darnos cariño.
“¡Marco, no tienes que preocuparte por nosotras!” me dijo, de repente.
“¿De qué hablas?”Pregunté confundido.
“Me refiero a lo que pasa con Amelia y conmigo. Ya hemos llegado a un compromiso.”
“¿Compromiso?”
“Si, tú lo escuchaste cuando Amelia te invitó a trotar. Lo habló conmigo, ¿Recuerdas?”
“Sí, pero ¿De qué compromiso hablas?”
“Pues… compartiremos nuestro tiempo contigo.” Dijo ella.
Tuve que parar de abrazarla y mirarla a la cara, sin entender.
“Creo que es algo muy parecido a lo que te pidió Marisol. Amelia y yo sabemos que te necesitamos en nuestras vidas y estamos dispuestas a compartir nuestros tiempos.”
“Pero eso… me hace sentir como si fuera un reloj…” le dije yo, un poco ofendido.
“¡No, Marco! Es cierto, el sexo contigo es maravilloso, pero queremos que nos des tu atención exclusiva, cuando estés con una de nosotras. Como lo hacías con Marisol, cuando ibas a hacerle clases.”
“Sigo sin entenderte…” le dije yo, rascándome la cabeza.
Verónica me miró con sus intensos ojos verdes.
“¡Marco, cuando estudiabas con Marisol, solamente ella existía para ti! ¡Eso es lo único que te pedimos y sabemos que no te será difícil darlo!”
¿Así que estaban dispuestas a compartirme?¿Lo que pensaba Marisol le hacía lógica?
“Bueno, pero tampoco es para que lo pienses ahora en la noche. Lo puedes hacer mañana en el trabajo. ¿Así que le “rompiste el culo” a Amelia? Deberíamos hacerlo también, para que no me sienta celosa…” me dijo ella, riéndose.
Yo sonreí. Tenía razón. No sacaba nada con preocuparme esa noche.
“Tú mismo lo dijiste, “Que no querías decírmelo, para que no me diera pena”. Pues, ¿Adivina qué?
¡Tengo pena, porque hace mucho tiempo que no me rompes el culo!”
“Imagínate lo triste que se pondría Sergio si te rompiera el culo…” le respondí bromeando.
Tuvimos el mismo resplandor en el ojo…
Esa noche, le rompí 3 veces el culo, pensando en el desgraciado de Sergio…
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2 comentarios - Seis por ocho (37): Todo queda en familia…