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Seis por ocho (34): La fiesta




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Compendio I


A Sonia le costaba caminar, pero se sentía muy, pero muy bien. Le pregunté si quería darse una ducha, pero me dijo que no, que lo haría cuando volviera a la cabaña. Me dio un beso nuevamente y me dijo que nos veríamos al día siguiente.

Yo, en cambio, busqué un casillero para guardar mis compras y me duché. Después de todo, tenía que prepararme para la fiesta de Amelia. Al menos, ya le tenía su regalo comprado…

Llegué a casa unos 15 minutos antes de lo acostumbrado. Para mi sorpresa, Amelia y sus 5 amigas ya habían llegado a la fiesta.

Imagínense mi impresión al ver a 5 niñas vestidas con el mismo uniforme escolar de Amelia, un poco nerviosas de conocerme. 5 dulces niñitas, con edades entre los 14 y 16 años, de diferentes tamaños y medidas anatómicas…

Seis por ocho (34): La fiesta

Debía salir del living. Mis instintos podrían fácilmente mantenerme 15 años tras las rejas…

En la cocina, estaban Sergio leyendo el diario y Verónica, secando la loza.

“¡Marco, ya llegaste!... ¿Estás muy cansado? Si quieres, puedes dormir una siesta antes de ir a comprar.” me dijo Verónica.

“¿De qué compras hablas mujer?”

“Para la fiesta de Amelia” respondió, secando sus manos.

“¡Pero si yo ya las hice!” nos dijo Sergio.

Nosotros estábamos sorprendidos… aunque después, nos volveríamos a desilusionar.

Sergio había comprado un paquete de papitas fritas pequeño, otro de galletas y un par de confites y tenía una solitaria botella de bebida. No darían abasto, ni siquiera para una fiesta de una sola persona.

Mostré mi tarjeta de crédito, Sergio se iluminó y nos preparamos para ir al supermercado. Le fui a avisar a Amelia que saldríamos de compra, pero la nube de niñas había subido a su habitación, cerrando la puerta.

Golpeé y cuando Amelia me recibió, vi que todas ellas estaban pendientes del computador.

“¡Vaya! ¡Es Hisashi-sensei!” dije, al reconocer la imagen.

Las niñas se volvieron al instante…

“¿Usted conoce a Hisashi-sensei?” me preguntó una.

“Bueno… no sigo la serie en persona…” les respondí “Pero Amelia y yo conocemos a una adepta ferviente de sus enseñanzas.” Dije yo, pensando en mi “pequeña karateca”.

Sus ojos se iluminaron de asombro. Le dije a Amelia que saldríamos de compra y arranqué de la habitación, diciéndome que “En el fondo, no era una mala persona y que sería incapaz de abusar de esas ilusionadas ninfas…”

En el supermercado, Verónica y yo parecíamos un matrimonio. Pensábamos muy parecido de que era lo que necesitaba la fiesta: globos, pastel, sombreros, golosinas. Ella también lo notaba y a ratos, muy discretamente, me tomaba la mano.

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Era una lástima que Violeta (la hermana menor de Amelia y Marisol) estuviera visitando a sus abuelos paternos. Pensé que realmente lo habría disfrutado.

También aproveché de comprar algunas cosas que faltaba en la despensa, lo que hacía que la mirada de Verónica se pusiera más risueña…

Lo único malo era Sergio…

“¡Sergio, ellas son sólo niñas!” Le decía Verónica.

“¡Pamplinas! ¡Amelia ya es una mujer!”

Ron, whisky, aguardiente, pack de cervezas… realmente, a Sergio no le importaba que yo gastara en bebidas alcohólicas.

Suspiré y agregué también algunas botellas de bebida, sonriendo a Verónica con dulzura. Después de todo, Sergio se las merecía… me estaba tirando a todas las mujeres de su familia y el muy imbécil no tenía idea.

Regresamos a casa y Amelia y sus amigas estaban en el living. Si me quedaban dudas sobre si eran otakus o no, me las aclaró la máquina de karaoke conectada al televisor y cuyas letras sus destempladas voces intentaban imitar.

Mientras nosotros preparábamos los bocadillos, Sergio abrió la botella de ron y se sirvió un buen vaso.

Fue algo triste tener que cargarlo al comedor, ebrio y sin sentido, cuando íbamos a cantar el “Cumpleaños Feliz”. Como padre y esposo, Sergio dejaba mucho que desear…

Amelia y sus amigas estaban muy contentas. Me miraba constantemente agradecida por el gesto.
En medio de la celebración, sonó el timbre. Verónica se asomó por la ventana a ver y su cara me lo dijo todo. Aproveché que las niñas estaban entretenidas bromeando entre sí, para escabullirme sin problemas.

“¡Es el hombre de la luz!...” me dijo, todavía avergonzada. “¡No vayas!... ¡Puede que se vaya solo!”

La tomé de la mano y la aparté de la vista de las niñas. Le besé suavemente y le dije

“Si fuera él, yo esperaría hasta que la luna se volviera verde por volver a verte… ¡No te preocupes, yo me encargo!”

Salí afuera. Al hombre claramente le molestó ver que no era Verónica.

“¡Buenas tardes! ¡Vengo de la compañía de electricidad! ¿Ando buscando al dueño… o dueña… de este hogar?” dijo, tanteando la situación.

“¡Oh, sí!” le respondí yo “Mi suegro en estos momentos está durmiendo y mi suegra… está algo ocupada.”

Mi pausa se debió a la mirada del sujeto. Sus ojos se llenaban de lujuria.

“¡Ya veo, Ya veo!... ¿Cree usted… que pudiera hablar unos minutos con ella?... es algo importante… y me gustaría discutirlo con algún dueño de casa.”

“¡Por supuesto!” Le dije yo, haciendo que el tipo se llenara de victoria “Pero… ¿A qué se debe su visita?...”

“Pues… es sobre la luz… me han dicho que han tenido problemas con el consumo… y bueno… el automático se activa solo.” Dijo el individuo, improvisando una mentira.

“¡Eso sí es extraño! Esta tarde, le estaba instalando un enchufe trifásico, con alternador y todas esas cosas a mi suegra, porque le compré un microondas, con enchufe industrial… ¡Imagínese usted!... y lo probé para ver su funcionamiento y no tuve ningún problema con la luz. ¿Está seguro que tiene la casa correcta?... ¿Podría ver su plantilla de registro?... creo que tiene la dirección equivocada…”

La cara del tipo palideció. Yo no era su típico “Juanito Pérez” para meterme el dedo en la boca. Por supuesto, porque soy Ingeniero…

“¡No… no es necesario! ¡Creo que tiene razón!... al parecer, me he equivocado de dirección”

“Si lo desea, podemos contactar a la central… aunque me extraña que ustedes estén trabajando hasta tan tarde.” Dije, fingiendo ignorancia.

“¡No, no tiene que preocuparse!...probablemente, me he confundido. ¡Gracias por su tiempo y que pase buenas noches!” el tipo quería salir corriendo.

“¡Buenas noches!” me despedí, seguro que no lo volveríamos a ver más.

“¡Eres sorprendente! ¡No sabes cuánto te amo!” me dijo Verónica, besándome apasionadamente.
Yo me dejaba llevar, pero también sabía dónde estábamos.

“¡Será mejor que nos llevemos a Sergio! No dejemos que arruine la fiesta de Amelia…”

Lo subimos a cuestas por la escalera y lo acostamos en la cama. Verónica me dijo que dormiría hasta el día siguiente.

“¡Eso no suena nada mal!” le dije yo besándola y levantando la falda de su vestido, para acariciar su trasero.

“¡Oye…no hagas eso!” me dijo ella, con esa voz que al mismo tiempo me decía lo excitada que estaba “Las niñas pueden oírnos…”

“¡Ya veo! Pensé que te incomodaría más que Sergio me viera con las manos en tus pechos” le dije, acariciando sus sensibles pezones.

Ella se dejaba ir…

“¡No, si eso… me preocupa también!” decía ella, empezando a jadear.

“¿Qué crees que piense… si me ve con la mano en tu rajita?” le dije, rozando su húmeda conchita.

“¡No!... lo sé” su grito se confundía con su pensamiento. Estaba excitada…

“¿Te imaginas… si despierta y me viera, enterrándola en tu culito?”

Mis manos recorrían su cuerpo, mientras que ella se frotaba con el mío, buscando mi verga.

“¡No… me importa!... ¡Ah!...”

Me besó ardientemente, cuando metí mi cabeza por su trasero. Ella se acomodó en la cama, levantando su cola para penetrarla mejor, mientras se arremangaba el vestido para que no molestara.

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“¡Pobre…Sergio!...” le dije mientras la bombeaba “Su yerno… clavándole la verga… a su esposa… mientras duerme…”

“… ¡No!...” decía ella, enviciada “Él se lo merece… ¡Mira, Sergio!... ¡Mira lo que hace tu yerno… con mi delicioso culito!...”

Sus caderas se movían con violencia. Realmente, estaba disfrutando de desquitarse con su insensible esposo.

“¡Mira… Sergio!...¡Mira… cómo me la entierra!… Marco es un hombre… uno de verdad…”

Me tomaba las manos y me hacía que acariciara sus pechos.

“…Debes creer… que soy puta… ¿Quieres ver… que tan puta soy?...”

Le desabrochó el pantalón y sacó su pequeña, gordita verga. Se la metió en la boca y empezó a chupársela, sin perder el ritmo con sus caderas.

No pasó ni un minuto cuando mi suegro se corrió en su boca. Se tragó sus jugos, pero no con mucho agrado.

“…Ni tu leche es tan rica… como la de Marco… él es un hombre de verdad… él me hace el amor… no como tú… que me empujas tres veces… y te vas… ¡Eres un estúpido!”

Estaba bien enojada con Sergio. Lo notaba, por la tensión de su ano. Era excitante para ambos… yo también quería desquitarme de ese gordo tacaño.

“…A Marco no le importa… que esté gordita… o que mi comida sea amarga… o que yo me sienta fea…
Marco me ama… por quién yo soy…”

Su vagina fluía profusamente. Yo besaba su espalda, mientras acariciaba sus pechos.

“…Debes pensar… que nunca te di… mi culo… pues Marco me ha enseñado… muchas más cosas… que tú has hecho… mientras hemos estado…casados…Con Marco… he aprendido mucho… más del sexo… y de hacer bien el amor…”

No podía aguantar más. Tenía que correrme. La abracé y lo hicimos juntos. Al poco rato, ella se rió.
“¡Marco me llenó… el culo con su ardiente leche!... y todavía sigue duro… ¿Quieres ver… cómo hace el amor… un hombre de verdad?”

Mi suegro aun seguía con su estúpida expresión en la cara tras su orgasmo, todavía borracho.
Verónica me besó y me acostó al lado de su esposo.

“A Marco… le gustan… mis pechos.” decía ella, mientras se ensartaba sobre mi mástil “Con él descubrí… que podía tener… orgasmos con ellos…”

Se rió.

“…Con Marco descubrí… que era un orgasmo… ¡Ah!... antes te engañaba… con todos los que conocías… aunque siempre cuidé…¡Ah!... mi rajita para ti… pero después vino Marco… ¡Ah!... y me la enterró tan adentro… ¡Ah!... dejé de ser tu mujer… por volverme su amante… ¡Ah!”

Se corría en mí, mientras le hablaba. Empezó a llorar y yo tomaba sus bamboleantes pechos.

“Él siempre me cuidó… me hizo sentir bien… y lo amo tanto… por eso ya no puedo… ¡Ah!... seguir siendo… tu mujer… de Marco es mi cuerpo… él puede hacer lo que quiera… porque yo lo amo… y no a ti.”

Yo besaba sus labios, para calmarla, acariciando sus pechos, mientras que ella vibraba, para que me enterrara más en su ser.

“Él me defendió… y me amó… sin pedirme sexo… ¡Ah!... en él confiaba… cuando más lo necesitaba… ¡Ah!”

La bombeaba con más fuerza. Nos besábamos apasionadamente, ya que estábamos pronto a acabar.

“¡Nunca has visto… ¡Ah!... esta cara… ¡Ah!... esta es mi cara… ¡Ah!... cuando estoy con Marco… ¡Ah!... él me llena con su leche… ¡Ah!... su leche tan caliente… ¡Ah!... por favor, córrete… ¡Ah!... ¡Córrete en mí!...¡Ah!..”

Y nos corrimos. Fue demasiado intenso. Ella cayó rendida a mi lado.

“¡Marco… yo te amo!... ¡Quiero sentirte siempre!” Dijo ella, acariciando mi cara.

Entonces, se abrió la puerta y la luz del pasillo entró, proyectando una sombra.

“¡No es justo!” dijo Amelia, un tanto intoxicada “¡Es mi cumpleaños!”

La noche era joven y el cumpleaños era largo. Aun quedaban varias horas, para ese día lleno de pasión…


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3 comentarios - Seis por ocho (34): La fiesta

Ace_young8 +1
Sigo sin entender comi terminé de leer todos los capítulos, está interesante jajaja
metalchono
gracias. Seguire posteando XD
SactuarySx +1
Cada vez mas gente sin incorpora a tu fiesta
metalchono +1
Sip... y despues, tengo que añadir más instrumentos...