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Compendio I
Después de las experiencias vividas en casa de mis suegros, trato de no dormirme tan profundo…
“¿Qué se te ofrece?” dije con la luz apagada.
La visitante se tropezó y cayó.
“¡Marco! ¿Estabas despierto?”
Encendí la luz del velador.
“¡Amelia! ¿Qué haces aquí?”
“¡No es mi culpa! ¡Te dije que no volvieras tan tarde!”
Vestía su pijama rosado, con el cuello alto. Le escondía sus pechos, pero remarcaba sus tiernas aureolas.
“¿Y qué quieres?”
“Pues… quería hablarte más de Toño.” Me dijo ella, un poco avergonzada.
“¿Y a estas horas?” le pregunté.
Eran cerca de la 1 de la mañana. En 5 horas, estaría levantándome para ir al yacimiento.
“¡Es que no podré verte!” me dijo ella, con cara de aflicción.
No podía resistirme. Es tan tierna…
“¡Está bien! ¡Pero sólo un rato, que tenemos que despertar temprano!”
“¡Gracias!”
La invité que se acostara en mi cama… “¡Genial! ¡Marco se la va a follar!” pueden estar pensando, pero no. No quería que se pasara de frio. Como les digo, aun me cuesta asumir que ya no es una niña.
Se acurrucó a mi lado y empezó a hablarme de Toño.
Es un chico de 19 años, que siempre le gustó a Amelia. Es alto, corre y es bien parecido. Nunca mostró interés por Amelia, pero tras lo ocurrido en la escuela, comenzó a hablarle.
“¡Cada vez que lo veo, siento que se me para el corazón!” decía ella, ruborizándose.
Yo la acariciaba en la cabeza. Era su primer amor…
Empezaron a correr juntos, por la senda que corre Amelia y se dieron su primer beso en el vergel, cuando se ponía el sol, lo que ella encontró muy romántico.
Por ahora, nadie sabe de su noviazgo. Por esa razón, quería hablar conmigo primero…
“¿Por qué?”
“Pues… tú y mi hermana, tienen un noviazgo de 3 años… y bueno… yo quería que me dieras algunos consejos… de las cosas que le gustan a los hombres.”
“¡Pero si es tu primer amor! ¡Son cosas que aprendes en el momento!”
“Sí, pero… Toño es mayor que yo… y bueno…él ya ha tenido novias antes… y yo… pues… no he tenido muchos… que digamos.”
En realidad, su contador de novios sigue pegado en 0. No la puedo juzgar. El mío se quedó pegado en 0 hasta los 28 años.
“¡Pero igual es rico enseñar a alguien lo que sabes!”
“Pues… sí, lo es… lo único malo… es que… bueno…tú sabes…como son los chicos… y pues… me ha pedido… la “Prueba de Amor”…”
“¿Qué?” exclamé con ojos como platos.
Toño comenzaba a caerme mal ¿Pedir la virginidad de una niña tan dulce como Amelia?
“Pues… sí… él me la pidió… y bueno… no sé si deba dársela… o tal vez, no…”
“¿Pero cómo fue eso? ¡Llevan una semana saliendo!”
“Pues…fue uno de los días… en que salimos a trotar…llegamos a mi lugar favorito… y pues me dijo… “¡Amelia, me gustaría tocar tus pechos!”… y bueno… yo recordé… lo que tú me dijiste… sobre mostrárselos a alguien… que considerara especial… y pues… como estaba con Toño… pues le dije que bueno…”
“¿Y te tocó los pechos?” le pregunté, bien enojado.
“Pues, sí… aunque no fue tan rico… como cuando lo hiciste tú… él fue… pues algo más violento… y no fue tan delicado… pero a mí me sigue gustando más… pues como lo haces tú…”
¡No podía creerlo! ¡El maldito Toño le había tocado los pechos!
Estaba demasiado impresionado…
“¿Y no… han hecho… nada más, cierto?” No quería imaginar los peores escenarios…
“Pues…no… pero como la “Prueba de Amor” es tan importante…pues pensé… que tal vez… debería chupar su zanahoria…” decía ella, con su inocencia de siempre. Me petrificó la idea…
“¿Cómo dices eso? ¿Estás loca?” le pregunté, tomándola con violencia de los brazos.
“Es que… cuando te la hice a ti… pues, te veías tan feliz… que pensé…”
Yo estaba con el corazón destrozado…
“¡Amelia, eso no es algo que debas hacer!...al menos, no con alguien que conoces por una semana”
“¿Por qué?... mi mamá… te lo hacía… pues todo el tiempo… y a ti te gustaba…”
“Sí…pero…”suspiré “¡Lo siento! ¡Tal vez fue mi culpa! ¡No debería haberte enseñado esas cosas!”
Amelia enrojeció.
“Pero… es que me hiciste sentir… pues… tan bien… no creí… que fuera algo…tan malo…”
Empezaba a llorar. La acaricié y la besé en las mejillas.
“¡Está bien!... es algo que tenías que aprender… aunque creo que ha sido demasiado rápido para ti… ¡No te preocupes!... ¡No estoy enojado!”
Ella seguía acurrucándose en mi pecho.
“¡Por eso… quería hablar contigo!” me lloraba “¡Mamá… se habría enojado!”
“¡Ya, ya!” le dije, tratando de serenarla “Por lo que cuentas, a mí tampoco me agrada. Pero si realmente lo quieres, te apoyaré”
“¡Es que… no sé… si él me quiere!”
Y lloró con más fuerza.
“¿Por qué?”
“Él siempre… me dice… que mis besos… no son tan buenos… como los de su antigua novia… y pues… la única razón… por la que anda conmigo… es por mis pechos.”
¡Qué canalla! ¡La pobre Amelia, enamorada de un tipo como ese!
“¡Yo pienso que besas muy bien!” le dije, tratando de consolarla.
“¡Pero es porque tú me quieres!” respondía, entre lagrimas.
Me sentía tan mal. Ni siquiera me di cuenta cuando empecé a besarla…
“¡A mí me gusta como besas!” me dijo ella “¿Por qué no puedo besar como lo haces tú?”
Y empezó a llorar nuevamente.
“¡Ya, ya! ¡Si quieres, practicaremos tus besos lo que queda de la noche!”
“¿De…verdad?” me dijo, con sus ojos tan ilusionados, parando de llorar.
La besé. En realidad, sus labios son bien dulces. Son tan inocentes…divinos.
Mis manos recorrían su cuerpo, tratando de darle consuelo.
“Gracias…por quererme…” me dijo ella, más apaciguada.
Me sentí tan bien…. ¡Es tan tierna!
“¿Podrías… tocar mis pechos? ¡Por favor!” decía ella, con un rubor en las mejillas.
Los acaricié con suavidad. Le saqué la polera del pijama… era toda una mujer.
“¡Tus manos…son tan tibias!”
Empezaba a gemir. Al parecer, sus pechos también son sensibles, como los de su madre.
“¿Qué…haces?... ¡Ah!”
Su clítoris ya estaba húmedo…
“¿Podrías…lamerme…como esa vez?”
No podía decirle que no. Estaba encantado por ella. Mi pobre niña… sufriendo por un amor malo. ¡Qué injusticia!
“¡Siento… que vuelo…tan alto!..¡Ah!... ¡Por favor!... ¡Sígueme enseñando!... ¡Esto se siente… ¡Ah!...tan bien!”
Era mi niña y también, ya no lo era. ¿Cómo podía dejar que una sabandija como Toño se aprovechara de ella? ¿Qué la hiciera sufrir así, dejándole un mal recuerdo?
Había tomado una decisión… sería su primer hombre.
“¡Amelia, prepárate!” le dije, tomando un preservativo y colocándolo en mi mástil. “¡Esto te puede doler un poco!”
Estaba tan húmeda. Intentaba penetrarla, pero mi cabeza no entraba. Le metí un par de dedos, mientras la besaba.
“¡No te preocupes! ¡Si te lastimó, avísame!”
“¡Estoy tranquila! ¡Yo confió en ti!” me miraba con esos intensos ojos verdes, llenos de confianza.
Ella es tan dulce… ¿Cómo no pudo encontrar a alguien mejor?
La abracé y la di vuelta.
“¡Lo mejor será que trates de encajarla tú misma!” le dije, montándola sobre mi polla.”Probablemente, te duela y sangraras un poco, pero después te empezaras a sentir mejor.”
Aunque quería irrumpir yo, era mejor de esta manera. Así, podría manejar mejor sus tiempos y si sentía dolor, pues ella lo iría administrando.
De a poco, iba insertando mi cabeza en su ser. Era valiente. Trataba de morder sus labios para no gritar. Yo le tomaba sus blancos y níveos pechos, tratando de que se acomodara lo mejor posible.
“¡Ah!... ¡Es tan grande!...” dijo ella, metiendo la punta de mi cabeza. Por lo que sentía en mi vientre, se había corrido.
La tomé en mis brazos y le di un beso. ¡Toño era un idiota! ¡Sus tiernos e inexpertos besos eran los mejores!
Mientras se acomodaba mi verga en su interior, tomé su fino y delicado trasero, tratando de ayudarle. Su rostro era deliciosamente refrescante.
Fue extrañó sentir cómo le rompía el himen. ¡Mi pobre e ilusionada niña! ¡Ahora era una mujer!
“…siento… un hormigueo… en mi cuerpo…”
La forzaba a aceptar mi pedazo de carne, pero ella estaba tan apretada. Sus músculos, tan tensos, me daban hermosas sensaciones.
“¡Estás…tan adentro de mí!... ¡Quiero llorar!” me decía, como si fuera a hacer un puchero
La besé nuevamente.
“¡No tienes que llorar!... ¡Yo te cuidaré!”
Finalmente, terminó mi avance. La di vuelta y la apoyé en la cama.
“¡Bien, Amelia! ¡Empezaré a bombearte despacio! ¡Avísame si sientes dolor!”
Era tan valiente... Se aguantaba el dolor, pero me pedía que no me detuviera, que por mí, sería capaz de aguantarlo.
¡Me rompía el corazón verla así! ¿Dónde estaba la pequeña hermana de Marisol? ¡Ya no era la misma! ¡La había hecho una mujer!
Podía notar cómo el dolor cesaba y empezaba a llenarla el placer.
“Me…siento…ligera…”
La besé. No podía dejarla sola. Tomé sus hermosos pechos y los acaricié suavemente.
“¡Ah!”
¡Tan inocente!… Ella me necesitaba para que la protegiera.
“¡Tus manos… me gustan mucho tus manos!”
Empezaba a subir el ritmo…
“¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!...”
Sus quejidos ya no eran tanto de dolor, sino de una mezcla entre placer y sorpresa. Hasta en eso era tan tierna.
“¡Esto… es… muy…rico!…mejor…que…tocarme… ¡Ay!...”
Tenía que chupar esos enormes pechos. No podía dejar que el abusador de Toño los masticara sin piedad.
“¡No…hagas…eso!... me siento… tan rara…”
Era como un hada del bosque: tan pura, tan niña e inocente, pero con el cuerpo de una mujer. ¡Me encantaba!
Podía sentir el desfile sin fin de orgasmos que recibían mis empujes.
Besaba su cuello, mientras masajeaba sus pechos y sus muslos bien formados. ¿Cómo podía Toño abusar de un cuerpo tan bonito? ¿Un cuerpo que tanto sacrificio le había costado formar?
Incluso, ya habiéndola penetrado un buen rato, sentía que me seguía apretando con fuerza. Y lo que más me gustaba: ella me abrazaba, para que entrara más adentro.
“¡No…me…dejes!...” me decía, apegándose a mi pecho.
“¡Yo, nunca, corazón!”
Mis labios hacían promesas, sin saber si sería capaz de cumplir…
No era que quisiera. Tenía que acabar. La pobre no me lo decía, pero igual le era doloroso tenerme en su interior. La amé con ternura.
“¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!”
Y nos corrimos juntos. La pobre estaba agotada. Su primera vez… con un tipo que hasta hace poco no sabía del sexo.
Cayó rendida. La tomé en brazo y la llevé a su habitación. Fue una impresión fuerte: era como si el tiempo se hubiera detenido…
Sus muñecas, sus carteles, sus tareas de Historia…
Hasta esa noche, ella había sido la niña que siempre protegí y ahora la devolvía, como la mujer que siempre amé.
Mientras ella sonreía conforme en su sueño, yo cerraba la puerta de su habitación, sintiéndome satisfecho. Al menos, el tonto de Toño no la haría sufrir tanto…
Miré el reloj. Quedaban sólo dos horas para volver a levantarme. Me tiré en la cama y me dormí al instante.
¿Quién iba a pensar que había sido engañado…por una de las actuaciones más convincentes que he visto?
Supongo que como todo lo anterior, es la historia de mi vida…
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