Como comentaba en mi cuento anterior, dormido al lado de mi abuela, sentí que alguien me chupaba la pija de una forma salvaje. Primero, pensé que era un sueño. Luego, al abrir mis ojos intentando ver en la oscuridad, comprobé que era una mujer quien se estaba encargando de ponerme a mil con sus chupadas. Fue cuando escuché que me dijo:
- Soy Martha, la vecina de tu abuela y disfrutá hijo de esto, no creas que esa vieja zorra es la única que sabe sacarte leche…- y siguió chupando como una profesional, inclusive, pasando su lengua por mis huevos en cada succión profunda.
Yo no lo podía creer y me dediqué a aprovechar la situación. Dejé que me chupase unos minutos más y luego la acomodé en cuatro arriba de la cama, al lado de mi abuela que dormía como si estuviese desmayada. Su vecina, tenía tetas más chicas que mi abuela, pero un culo bastante parecido, quizás algo más flácido. Le abrí las nalgas, tanteé en la oscuridad por donde andaba su ojete y me dediqué a lamérselo un buen rato, clavando mi lengua lo más profundo que tenía. Martha gemía lentamente mientras clavaba su cabeza en la almohada. Luego, lubricado su agujero, apoyé mi pija y la empujé hasta el fondo, entrando con una facilidad que me sorprendió, razón por la cual pensé que la amiga de mi abuela tenía kilómetros de verga comidos por ese agujero.
- Más adentro, hijo de puta, más adentro… -decía y me empujaba las nalgas hacia ella. Yo estaba que reventaba, a punto de terminarle en las tripas a la vieja. Aguanté todo lo que pude y antes de correrme, saqué la pija y se la clavé en la concha peluda, de un agujero a otro. En ese momento ella dejó de estar en cuatro, se acostó totalmente en la cama y acercándose a mi abuela le plantó un beso de lengua que la despertó asombrada.
- Qué puta que sos amiga, te lo estabas cojiendo a mi nieto y yo durmiendo –dijo riendo y devolviéndole el beso. Mientras tanto, yo nadaba en esa concha mojadísima pero caliente, meta bombearle sin parar.
Mientras se besaban y yo seguía empujando mi pija, le metí varios dedos en la concha a mi abuela, quien puso su mano sobre la mía y acompañaba el vaivén de mis dedos en su cueva también empapada de flujo pegajoso.
- Este pendejo sí que sabe coger –dijo mi abuela a su amiga- vamos a sacarle hasta la última gota…
Luego mi abuela encendió el velador de su mesa de luz y puede ver mejor cómo estas dos veteranas la estaban pasando de película gracias a mi juventud. Eran como dos niñas peleándose un chupetín, pero de carne. Mi abuela acomodó a su amiga boca arriba, luego se acomodó encima de ella haciendo un 69, durante un buen rato se chuparon las conchas y yo simplemente estaba de espectador. Luego, mi abuela pidió que me acerque y me acomodó la pija en la concha de Martha, a la cual comencé a bombear nuevamente. Mientras tanto mi abuela me chupaba los pezones y me daba unos besos de lengua impresionantes, pareciendo que seguía el mismo ritmo que su amiga mientras le chupaba la concha. Cuando no pude más, saqué la pija y mi abuela se la tragó hasta mis huevos, llenándole de leche la garganta, sin que se caiga una sola gota.
Y después, me regalaron el mejor espectáculo, nunca lo había visto. Mi abuela se reincorporó y le pasó mi leche en la boca a su amiga. Ambas veteranas ahora disfrutaban mi leche y se metían dedos en sus conchas desesperadamente, alcanzando a los pocos segundos un orgasmo simultáneo. Mientras tanto, sentado al borde de la cama, me preguntaba en qué y cómo acabaría esta faena sexual que me tenía asombrado y extasiado…
- Soy Martha, la vecina de tu abuela y disfrutá hijo de esto, no creas que esa vieja zorra es la única que sabe sacarte leche…- y siguió chupando como una profesional, inclusive, pasando su lengua por mis huevos en cada succión profunda.
Yo no lo podía creer y me dediqué a aprovechar la situación. Dejé que me chupase unos minutos más y luego la acomodé en cuatro arriba de la cama, al lado de mi abuela que dormía como si estuviese desmayada. Su vecina, tenía tetas más chicas que mi abuela, pero un culo bastante parecido, quizás algo más flácido. Le abrí las nalgas, tanteé en la oscuridad por donde andaba su ojete y me dediqué a lamérselo un buen rato, clavando mi lengua lo más profundo que tenía. Martha gemía lentamente mientras clavaba su cabeza en la almohada. Luego, lubricado su agujero, apoyé mi pija y la empujé hasta el fondo, entrando con una facilidad que me sorprendió, razón por la cual pensé que la amiga de mi abuela tenía kilómetros de verga comidos por ese agujero.
- Más adentro, hijo de puta, más adentro… -decía y me empujaba las nalgas hacia ella. Yo estaba que reventaba, a punto de terminarle en las tripas a la vieja. Aguanté todo lo que pude y antes de correrme, saqué la pija y se la clavé en la concha peluda, de un agujero a otro. En ese momento ella dejó de estar en cuatro, se acostó totalmente en la cama y acercándose a mi abuela le plantó un beso de lengua que la despertó asombrada.
- Qué puta que sos amiga, te lo estabas cojiendo a mi nieto y yo durmiendo –dijo riendo y devolviéndole el beso. Mientras tanto, yo nadaba en esa concha mojadísima pero caliente, meta bombearle sin parar.
Mientras se besaban y yo seguía empujando mi pija, le metí varios dedos en la concha a mi abuela, quien puso su mano sobre la mía y acompañaba el vaivén de mis dedos en su cueva también empapada de flujo pegajoso.
- Este pendejo sí que sabe coger –dijo mi abuela a su amiga- vamos a sacarle hasta la última gota…
Luego mi abuela encendió el velador de su mesa de luz y puede ver mejor cómo estas dos veteranas la estaban pasando de película gracias a mi juventud. Eran como dos niñas peleándose un chupetín, pero de carne. Mi abuela acomodó a su amiga boca arriba, luego se acomodó encima de ella haciendo un 69, durante un buen rato se chuparon las conchas y yo simplemente estaba de espectador. Luego, mi abuela pidió que me acerque y me acomodó la pija en la concha de Martha, a la cual comencé a bombear nuevamente. Mientras tanto mi abuela me chupaba los pezones y me daba unos besos de lengua impresionantes, pareciendo que seguía el mismo ritmo que su amiga mientras le chupaba la concha. Cuando no pude más, saqué la pija y mi abuela se la tragó hasta mis huevos, llenándole de leche la garganta, sin que se caiga una sola gota.
Y después, me regalaron el mejor espectáculo, nunca lo había visto. Mi abuela se reincorporó y le pasó mi leche en la boca a su amiga. Ambas veteranas ahora disfrutaban mi leche y se metían dedos en sus conchas desesperadamente, alcanzando a los pocos segundos un orgasmo simultáneo. Mientras tanto, sentado al borde de la cama, me preguntaba en qué y cómo acabaría esta faena sexual que me tenía asombrado y extasiado…
4 comentarios - El ojetazo de mi abuela (parte final)
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