Ro había ido a Mar del Plata con su madre, nuestra amigo Karina y su hija, a descansar unos días antes de la llegada del verano y la temporada alta, donde la ciudad se llena de gente.
Habían ido a la playa y habían lucido sus buenos físicos y eso provocó que los hombres les dijeran cantidad de piropos y alabanzas. Mi Ro se puso cachonda.
Conducía de vuelta a casa por la autovía y pararon a tomar una cena y a comprar algunas cosas unos 100km antes de llegar, en un muy conocido parador.
Estaba mi esposa en la cola para pagar cuando un señorón muy bien plantado, unos 65 años, alto y delgado, pero fornido, se paró detrás de ella y le dijo que era muy hermosa. Ella giró su cabeza y le sonrió, cómplice. Un minuto después, haciéndose el distraído, el señor le tocó la cola. Ella, sintiendo la calentura que traía, lejos de correrse, dió un pequeño paso atrás, apoyando su posterioridad decididamente en la mano del señor. El tipo la dejó, y ella se movió para frotarse. Le metió la mano en la raya.
Ro miró a la mesa donde estaban sus acompañantes, y notó que estaban absolutamente distraídas con las noticias que disparaba el televisor. Miró al tipo a los ojos.
- Sígame, por favor.
Salieron por la puerta contraria a mi suegra y nuestra amiga, caminaron por la grama húmeda en la oscuridad hasta detrás del parador, hasta llegar a un lugar donde antiguamente estaban las garrafas de gas, y que ahora eran dos paredes paralelas perfectas para no ser descubiertos.
- ¿Cómo te llamás?. Soltó el señor.
- No hables. Lo empujó adentro, contra la pared trasera, se elevó la falda del vestido para no ensuciarse, se arrodilló delante y le bajó el cierre del pantalón. Metió su mano y se llevó una muy agradable sorpresa. Una hermosa y contundente verga, cabezona, renegrida, la esperaba semi rígida, exacto como a mi amada le gusta empezar a chuparlas.
Se la mandó a la boca y comenzó a trabajarla con su lengua, mientras lo pajeaba con su mano izquierda. La verga, para delirio de mi esposa, no paraba de crecer, hasta alcanzar los 25 cm. El tipo le tomó la cabeza con ambas manos, Ro se empezó a pajear con su mano libre.
Después de unos minutos, el tipo la sacó hacia atrás, la levantó, la giró de cara a la pared, le levantó el vestido, la inclinó levemente hacia adelante a la vez que le abría las piernas y, para sorprender gratamente a Ro, le arrancó la tanguita, tomó su esplendorosa pija y se la metió despacio pero firme. Mi baby tuvo el primer orgasmo a los dos minutos de bombeo, seguido por varios más. Mientras, el señor le ponía dos dedos en el ojete.
- Puta... Putita... le susurraba en el oído, y la calentaba más aún.
Sin mucho preámbulo, se la sacó, se inclinó para lamerme el orto unos instantes. Se irguió nuevamente, tomó su obelisco por la base y la guió con experiencia para primero puertearle el culo con la cabeza, y después meterla despacio.
Cuando le bombeó el culo, a Ro se le doblaron las piernas de tanto placer, el tipo la sostuvo con sus brazos.
Ro sentía cómo sus propios líquidos corrían en aluviones por sus piernas, había tenido cien orgasmos.
- ¿Dónde la querés, putita?.
- Dámela en la boca, genio.
El tipo la sacó despacio, mi amor se arrodilló nuevamente y él se la mandó a las fauces. Ella metió lo que le entraba, que era a gatas la mitad. Pasó apenas un minuto y un chorro generoso de leche caliente y algo amarga se derramó en la garganta de Ro, que tragó todo con verdadera devoción. Le limpió la pija con su lengua.
Se acomodaron la ropa en silencio.
Volvieron adentro, cada uno por un lado del parador.
-¿ Dónde te habías metido?. Preguntó mi suegra.
- Fui hasta el kiosco.
Yo dormía plácidamente. Me despertaron las manos de Ro masajeando mi pija. Apenas levanté la cabeza y ella acercó su boca a la mía. Sentí el fuerte aliento.
- ¡Qué aliento a verga, amorcito!.
- Y no sabés lo rica que estaba, amor. Soy muy putita, amor, un viejito pijudo me hizo el culito.
- Te amo, nena... me tenés que contar todo.
- Bueno, resulta que estaba en la cola de Atalaya...
Lo demás, ya lo conté.
Habían ido a la playa y habían lucido sus buenos físicos y eso provocó que los hombres les dijeran cantidad de piropos y alabanzas. Mi Ro se puso cachonda.
Conducía de vuelta a casa por la autovía y pararon a tomar una cena y a comprar algunas cosas unos 100km antes de llegar, en un muy conocido parador.
Estaba mi esposa en la cola para pagar cuando un señorón muy bien plantado, unos 65 años, alto y delgado, pero fornido, se paró detrás de ella y le dijo que era muy hermosa. Ella giró su cabeza y le sonrió, cómplice. Un minuto después, haciéndose el distraído, el señor le tocó la cola. Ella, sintiendo la calentura que traía, lejos de correrse, dió un pequeño paso atrás, apoyando su posterioridad decididamente en la mano del señor. El tipo la dejó, y ella se movió para frotarse. Le metió la mano en la raya.
Ro miró a la mesa donde estaban sus acompañantes, y notó que estaban absolutamente distraídas con las noticias que disparaba el televisor. Miró al tipo a los ojos.
- Sígame, por favor.
Salieron por la puerta contraria a mi suegra y nuestra amiga, caminaron por la grama húmeda en la oscuridad hasta detrás del parador, hasta llegar a un lugar donde antiguamente estaban las garrafas de gas, y que ahora eran dos paredes paralelas perfectas para no ser descubiertos.
- ¿Cómo te llamás?. Soltó el señor.
- No hables. Lo empujó adentro, contra la pared trasera, se elevó la falda del vestido para no ensuciarse, se arrodilló delante y le bajó el cierre del pantalón. Metió su mano y se llevó una muy agradable sorpresa. Una hermosa y contundente verga, cabezona, renegrida, la esperaba semi rígida, exacto como a mi amada le gusta empezar a chuparlas.
Se la mandó a la boca y comenzó a trabajarla con su lengua, mientras lo pajeaba con su mano izquierda. La verga, para delirio de mi esposa, no paraba de crecer, hasta alcanzar los 25 cm. El tipo le tomó la cabeza con ambas manos, Ro se empezó a pajear con su mano libre.
Después de unos minutos, el tipo la sacó hacia atrás, la levantó, la giró de cara a la pared, le levantó el vestido, la inclinó levemente hacia adelante a la vez que le abría las piernas y, para sorprender gratamente a Ro, le arrancó la tanguita, tomó su esplendorosa pija y se la metió despacio pero firme. Mi baby tuvo el primer orgasmo a los dos minutos de bombeo, seguido por varios más. Mientras, el señor le ponía dos dedos en el ojete.
- Puta... Putita... le susurraba en el oído, y la calentaba más aún.
Sin mucho preámbulo, se la sacó, se inclinó para lamerme el orto unos instantes. Se irguió nuevamente, tomó su obelisco por la base y la guió con experiencia para primero puertearle el culo con la cabeza, y después meterla despacio.
Cuando le bombeó el culo, a Ro se le doblaron las piernas de tanto placer, el tipo la sostuvo con sus brazos.
Ro sentía cómo sus propios líquidos corrían en aluviones por sus piernas, había tenido cien orgasmos.
- ¿Dónde la querés, putita?.
- Dámela en la boca, genio.
El tipo la sacó despacio, mi amor se arrodilló nuevamente y él se la mandó a las fauces. Ella metió lo que le entraba, que era a gatas la mitad. Pasó apenas un minuto y un chorro generoso de leche caliente y algo amarga se derramó en la garganta de Ro, que tragó todo con verdadera devoción. Le limpió la pija con su lengua.
Se acomodaron la ropa en silencio.
Volvieron adentro, cada uno por un lado del parador.
-¿ Dónde te habías metido?. Preguntó mi suegra.
- Fui hasta el kiosco.
Yo dormía plácidamente. Me despertaron las manos de Ro masajeando mi pija. Apenas levanté la cabeza y ella acercó su boca a la mía. Sentí el fuerte aliento.
- ¡Qué aliento a verga, amorcito!.
- Y no sabés lo rica que estaba, amor. Soy muy putita, amor, un viejito pijudo me hizo el culito.
- Te amo, nena... me tenés que contar todo.
- Bueno, resulta que estaba en la cola de Atalaya...
Lo demás, ya lo conté.
6 comentarios - Atalaya, mi esposa con aliento a Pija
Excelente !!! 👏 👏 👏
(Buen dato el del lugar donde poder coger en Atalaya 🙌 )
Gracias por compartir 👍
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