Me despertaron los gemidos de Lara.
No era la primera vez que la escuchaba masturbarse. Cada vez que ocurría me levantaba y me acercaba a su puerta sigilosamente para hacer lo mismo.
Me ponía a mil ver a mi hermana acariciándose. Es preciosa y lo sabe.
Ahora somos amantes. Hace poco me la follé en los lavabos del salón donde celebrábamos su boda. Quise bailar con la novia y una cosa llevó a la otra.
Todo comenzó aquella misma noche. Decía que me despertaron sus gemidos, pero en realidad también se escuchaban los de un hombre. Me parecía increíble que se hubiera llevado a casa a uno de sus novios, así que me acerqué a curiosear. Me quedé de piedra, sobre todo de cintura para abajo.
Papá sujetaba a Lara por las caderas y la embestía con fuerza. Su melena rubia y sus pechos se estremecían con cada golpe de cadera. Mi hermana se mordía el labio inferior, saboreando la sensación de tener dentro la polla que le había dado la vida. Estaba muy claro quien había seducido a quien.
No tardaron en correrse. Lara lo hizo casi a gritos, pero Papá la amordazó presionando su cabeza sobre la almohada. Las contracciones del coño juvenil de Lara le hicieron perder el control y salió de ella rápidamente, intentando no gritar a su vez y eyaculando sobre su espalda y su nuca.
Papá cayó desfallecido sobre la espalda de Lara y no tardó en dormirse.
Ella se quedó adormilada y satisfecha.
Abrió los ojos como platos al verme en su puerta con la polla en la mano, pero no tardó en sonreírme con una expresión muy lasciva.
Debió de pensar que me acercaría a ella para que me hiciera una mamada, pero no fue lo que hice. Le indiqué con un gesto que guardara silencio, fui hasta el dormitorio de mis padres, bajé la persiana con cuidado y cerré la puerta.
Mamá tenía entonces treinta y ocho años y eclipsaba a Lara en todos los aspectos. Tenía el cabello castaño rizado y los ojos azules. Su cuerpo, que parecía dibujado por Satanás en un arrebato de inspiración, era delgado y exuberante, con los pechos grandes y firmes de una veinteañera.
Su cara era tan bonita que parecía una estrella de cine.
Todos mis amigos estaban locos por Lara hasta que conocían a Mamá.
Me metí en su cama y me acerqué para poder respirar su aliento. Hundí mi nariz en su cuello y le bajé los tirantes del camisón. Gimió dormida y comencé acariciar sus pechos, dándole besitos en la nariz y los labios.
La boca de Mamá se entreabrió y comenzó a besarme. Le quité el camisón y lo lancé lejos, mientras susurraba medio dormida el nombre de Papá.
Bajé hasta su coñito y se dejó hacer, acariciándome el pelo. Gemía como una gatita en celo mientras le devoraba la perla, pero antes de correrse bajó por mi vientre para devolverme el favor. Todavía rememoro aquella esa sensación cuando quiero darle a una chica la noche de su vida.
La tentación de correrme en la boca de Mamá era tremenda, pero yo también me reservé para el premio. La puse boca abajo para evitar que me reconociera si se despejaba. Me aferré a sus pechos y se la clavé con fuerza.
El gemido que soltó era una mezcla de placer y asombro. Apretó su culo contra mi vientre para retenerme y giró la cabeza buscando mi boca.
Mamá jodía mejor que ninguna de mis novias. Y besaba de una manera tan increíble que pensé que todas las madres deberían enseñar a sus hijos.
Se la clavaba con furia, como si quisiera regresar a su vientre a golpes de polla, y al menos esa parte de mí lo estaba consiguiendo. Cuando se corrió y sentí lo que poco antes había sentido mi padre con Lara no pude más.
Acerqué la polla a su carita y me corrí sobre ella. A mamá no solo no le importó, sino que abrió la boca para recibir mi leche como si se muriera de sed.
Era una diosa, bellísima y caliente como un volcán. Cuando volvió a dormirse, regrese a mi habitación y cogí mi móvil.
Hice una foto de la bella durmiente empapada en leche y otra de Lara con Papá dormido sobre sus pechos. Ella me sonrió con picardía.
Acabábamos de sellar nuestro pacto de silencio.
Si Papá notó el olor de mi leche en la cara de Mamá no le dijo nada, porque al día siguiente se les veía muy felices. Pero yo noté algunos cambios.
Al cruzarse por el pasillo, Papá acarició sutilmente el culo de Lara y esta se aguantó la risa. Y Mamá me dedicó una sonrisa extraña durante el desayuno.
Aquella tarde le hice una visita a Lara, que no dejó de tocarse mientras le contaba lo sucedido. A su vez me explicó que llevaba meses fantaseando con Papá y que todo estaba bien mientras fuera de pleno acuerdo.
Estábamos tan conmocionados por lo sucedido, que ni siquiera intentamos echar un polvo. De hecho, Lara insistió en que yo debería de conseguir el consentimiento de Mamá. Así, añadió, era mucho más duce.
Me pareció una locura, pero según Lara, aunque Mamá no lo reconociera, una parte de ella sabía quién se la había follado realmente.
Aquella noche, con la excusa de ir al cine juntos, Lara convenció a Papá para que pasaran la noche en un hotel. Si yo jugaba bien mis cartas, me dijo, Mamá no tendría inconveniente en que no regresaran en toda la noche.
Por mi parte preparé una sesión de cena y peli para Mamá y para mí. Pedimos una pizza y cuando salió del baño se sentó a mi lado en el sillón.
Comíamos viendo la tele, ella en albornoz y yo con los vaqueros y una camiseta. Estaba algo más nerviosa de lo habitual y muy sonrojada.
Le pregunté si no tenía calor con el albornoz y me dijo que no. Yo le repliqué que sí tenía y me quité la camiseta. Se sonrojó aún más.
La película era Showgirls, y cada vez que había una escena subida de tono miraba hacia ella para ver su reacción. A veces me devolvía la mirada y sonreía bastante azorada, así que decidí pasar a mayores.
Cuando terminó la película hice zapping hasta dar con un canal porno. Estaban emitiendo una escena de sexo en grupo y escuché la respiración entrecortada de Mamá cuando subí el volumen y me desabroché el vaquero.
Me saqué la polla y comencé a acariciarme viendo la película.
Cada vez que la miraba, ella apartaba los ojos, pero no decía nada. Estaba demasiado asombrada y avergonzada. Y una parte de ella no quería perderse ni un segundo de aquel espectáculo. Los dos lo sabíamos.
Así que le pedí que se abriera el albornoz mientras me tocaba. Mamá se levantó de golpe y casi me gritó que Lara y Papá estarían a punto de llegar.
Le dije que no volverían. Ella se negó a creerlo y le contesté que estaban en un hotel y que pasarían toda la noche jodiendo. Que al día siguiente volverían con alguna excusa convincente que inventarían entre polvo y polvo.
Añadí que ya me la había follado antes, que solo quería su consentimiento para volver a hacerlo. La atraje hacia mí y la besé para que recordara mi sabor.
Gimió y me devolvió el beso. Estaba confusa y muy excitada.
Temblaba como una hoja, pero sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo mientras me besaba y me mordisqueaba, como si en vez de su hijo fuera alguien con quien fantaseara constantemente. Después me confesaría que soñaba conmigo a menudo y que en su fantasía favorita, mis amigos y yo la forzábamos durante toda la noche, pero siempre era yo quien remataba la faena.
Me arañó suavemente el pecho mientras me subía la camiseta y soltó un gemido ronco cuando notó mi erección al acariciar mi polla a través de los vaqueros.
Yo estaba tumbado en el sofá con ella encima y notaba el perfume del jabón en su piel mezclado con su olor a hembra. Era increíblemente dulce.
Se abrió el albornoz y me bajó los vaqueros. Después me besó el vientre mordisqueándolo y buscando mi polla con su boca. Yo hundí mis dedos en su pelo, aún húmedo, y admiré a plena luz aquel espectáculo tan asombroso.
Lara tenía razón. Aquello era lo más salvaje que nadie podía experimentar.
Se quitó el albornoz y se sentó sobre mi polla. Estaba empapada, así que casi me muero de gusto cuando se deslizó gimiendo y bajó despacio hasta que me tuvo completamente dentro. Me miró a los ojos y me besó con ansia, saboreándome.
Comenzó a mecerse despacio, susurrando y dándole un sentido completamente nuevo a las palabras de cariño que todas las madres dicen a sus hijos. Por mi parte, conseguí que las de un hijo hacia su madre sonaran increíblemente sucias. Jamás “Mami” o “Mi niño” han llevado tanta carga de lascivia.
Comenzó a galoparme con furia hasta que me no pude más y la embestí como si quisiera atravesarla, mordiéndola en el hombro. Eso la volvió loca. Gritamos a la vez y no de dolor, precisamente. Nos corrimos aferrándonos el uno al otro sin dejar de follar ni un instante. Seguíamos moviendo nuestras caderas, gimiendo y disfrutando del roce mucho rato después del orgasmo. Le pregunté si había llegado al clímax y me respondió entre jadeos que varias veces.
Mientras nos recuperábamos, recogió un poco de leche de su vulva y se la llevó a la boca. Se relamió y me preguntó si quería preñarla. Yo sabía que tenía hecha una ligadura de trompas, pero lo decía para calentarme y vaya si me gustó.
Añadió que cuando nuestra hija creciera lo suficiente podría follármelas a las tres. A ella, a mi nueva hermana y a Lara. Aquello me puso a mil.
Solo fue el primer polvo de la noche. Me la jodí bajo la ducha, me hizo una mamada en la terraza que acabó con su camisón de seda completamente inseminado y pasamos el resto de la velada follando en la cama.
Por la mañana Papá le contó a Mamá que una amiga de Lara la había llamado desde el hospital, porque a otra amiga de ambas la habían ingresado por un accidente. Estaban tan preocupados que olvidaron llamar.
Lara me contó que era verdad que habían pasado la noche con sus dos amigas, pero en el hotel. Así que aunque Papá jamás supo que Mamá y yo estábamos liados y siempre se sintió culpable por su relación incestuosa con Lara, no pude evitar envidiarle por aquella noche.
Y aún así estoy totalmente convencido de que salió perdiendo en el intercambio, porque la experiencia vale más que la juventud y es mucho más excitante. Que se lo digan a Lara y sus amigas…
Por cierto, al principio contaba que me la había follado en el día de su boda.
Imaginad con quien celebré mi despedida de soltero.
No era la primera vez que la escuchaba masturbarse. Cada vez que ocurría me levantaba y me acercaba a su puerta sigilosamente para hacer lo mismo.
Me ponía a mil ver a mi hermana acariciándose. Es preciosa y lo sabe.
Ahora somos amantes. Hace poco me la follé en los lavabos del salón donde celebrábamos su boda. Quise bailar con la novia y una cosa llevó a la otra.
Todo comenzó aquella misma noche. Decía que me despertaron sus gemidos, pero en realidad también se escuchaban los de un hombre. Me parecía increíble que se hubiera llevado a casa a uno de sus novios, así que me acerqué a curiosear. Me quedé de piedra, sobre todo de cintura para abajo.
Papá sujetaba a Lara por las caderas y la embestía con fuerza. Su melena rubia y sus pechos se estremecían con cada golpe de cadera. Mi hermana se mordía el labio inferior, saboreando la sensación de tener dentro la polla que le había dado la vida. Estaba muy claro quien había seducido a quien.
No tardaron en correrse. Lara lo hizo casi a gritos, pero Papá la amordazó presionando su cabeza sobre la almohada. Las contracciones del coño juvenil de Lara le hicieron perder el control y salió de ella rápidamente, intentando no gritar a su vez y eyaculando sobre su espalda y su nuca.
Papá cayó desfallecido sobre la espalda de Lara y no tardó en dormirse.
Ella se quedó adormilada y satisfecha.
Abrió los ojos como platos al verme en su puerta con la polla en la mano, pero no tardó en sonreírme con una expresión muy lasciva.
Debió de pensar que me acercaría a ella para que me hiciera una mamada, pero no fue lo que hice. Le indiqué con un gesto que guardara silencio, fui hasta el dormitorio de mis padres, bajé la persiana con cuidado y cerré la puerta.
Mamá tenía entonces treinta y ocho años y eclipsaba a Lara en todos los aspectos. Tenía el cabello castaño rizado y los ojos azules. Su cuerpo, que parecía dibujado por Satanás en un arrebato de inspiración, era delgado y exuberante, con los pechos grandes y firmes de una veinteañera.
Su cara era tan bonita que parecía una estrella de cine.
Todos mis amigos estaban locos por Lara hasta que conocían a Mamá.
Me metí en su cama y me acerqué para poder respirar su aliento. Hundí mi nariz en su cuello y le bajé los tirantes del camisón. Gimió dormida y comencé acariciar sus pechos, dándole besitos en la nariz y los labios.
La boca de Mamá se entreabrió y comenzó a besarme. Le quité el camisón y lo lancé lejos, mientras susurraba medio dormida el nombre de Papá.
Bajé hasta su coñito y se dejó hacer, acariciándome el pelo. Gemía como una gatita en celo mientras le devoraba la perla, pero antes de correrse bajó por mi vientre para devolverme el favor. Todavía rememoro aquella esa sensación cuando quiero darle a una chica la noche de su vida.
La tentación de correrme en la boca de Mamá era tremenda, pero yo también me reservé para el premio. La puse boca abajo para evitar que me reconociera si se despejaba. Me aferré a sus pechos y se la clavé con fuerza.
El gemido que soltó era una mezcla de placer y asombro. Apretó su culo contra mi vientre para retenerme y giró la cabeza buscando mi boca.
Mamá jodía mejor que ninguna de mis novias. Y besaba de una manera tan increíble que pensé que todas las madres deberían enseñar a sus hijos.
Se la clavaba con furia, como si quisiera regresar a su vientre a golpes de polla, y al menos esa parte de mí lo estaba consiguiendo. Cuando se corrió y sentí lo que poco antes había sentido mi padre con Lara no pude más.
Acerqué la polla a su carita y me corrí sobre ella. A mamá no solo no le importó, sino que abrió la boca para recibir mi leche como si se muriera de sed.
Era una diosa, bellísima y caliente como un volcán. Cuando volvió a dormirse, regrese a mi habitación y cogí mi móvil.
Hice una foto de la bella durmiente empapada en leche y otra de Lara con Papá dormido sobre sus pechos. Ella me sonrió con picardía.
Acabábamos de sellar nuestro pacto de silencio.
Si Papá notó el olor de mi leche en la cara de Mamá no le dijo nada, porque al día siguiente se les veía muy felices. Pero yo noté algunos cambios.
Al cruzarse por el pasillo, Papá acarició sutilmente el culo de Lara y esta se aguantó la risa. Y Mamá me dedicó una sonrisa extraña durante el desayuno.
Aquella tarde le hice una visita a Lara, que no dejó de tocarse mientras le contaba lo sucedido. A su vez me explicó que llevaba meses fantaseando con Papá y que todo estaba bien mientras fuera de pleno acuerdo.
Estábamos tan conmocionados por lo sucedido, que ni siquiera intentamos echar un polvo. De hecho, Lara insistió en que yo debería de conseguir el consentimiento de Mamá. Así, añadió, era mucho más duce.
Me pareció una locura, pero según Lara, aunque Mamá no lo reconociera, una parte de ella sabía quién se la había follado realmente.
Aquella noche, con la excusa de ir al cine juntos, Lara convenció a Papá para que pasaran la noche en un hotel. Si yo jugaba bien mis cartas, me dijo, Mamá no tendría inconveniente en que no regresaran en toda la noche.
Por mi parte preparé una sesión de cena y peli para Mamá y para mí. Pedimos una pizza y cuando salió del baño se sentó a mi lado en el sillón.
Comíamos viendo la tele, ella en albornoz y yo con los vaqueros y una camiseta. Estaba algo más nerviosa de lo habitual y muy sonrojada.
Le pregunté si no tenía calor con el albornoz y me dijo que no. Yo le repliqué que sí tenía y me quité la camiseta. Se sonrojó aún más.
La película era Showgirls, y cada vez que había una escena subida de tono miraba hacia ella para ver su reacción. A veces me devolvía la mirada y sonreía bastante azorada, así que decidí pasar a mayores.
Cuando terminó la película hice zapping hasta dar con un canal porno. Estaban emitiendo una escena de sexo en grupo y escuché la respiración entrecortada de Mamá cuando subí el volumen y me desabroché el vaquero.
Me saqué la polla y comencé a acariciarme viendo la película.
Cada vez que la miraba, ella apartaba los ojos, pero no decía nada. Estaba demasiado asombrada y avergonzada. Y una parte de ella no quería perderse ni un segundo de aquel espectáculo. Los dos lo sabíamos.
Así que le pedí que se abriera el albornoz mientras me tocaba. Mamá se levantó de golpe y casi me gritó que Lara y Papá estarían a punto de llegar.
Le dije que no volverían. Ella se negó a creerlo y le contesté que estaban en un hotel y que pasarían toda la noche jodiendo. Que al día siguiente volverían con alguna excusa convincente que inventarían entre polvo y polvo.
Añadí que ya me la había follado antes, que solo quería su consentimiento para volver a hacerlo. La atraje hacia mí y la besé para que recordara mi sabor.
Gimió y me devolvió el beso. Estaba confusa y muy excitada.
Temblaba como una hoja, pero sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo mientras me besaba y me mordisqueaba, como si en vez de su hijo fuera alguien con quien fantaseara constantemente. Después me confesaría que soñaba conmigo a menudo y que en su fantasía favorita, mis amigos y yo la forzábamos durante toda la noche, pero siempre era yo quien remataba la faena.
Me arañó suavemente el pecho mientras me subía la camiseta y soltó un gemido ronco cuando notó mi erección al acariciar mi polla a través de los vaqueros.
Yo estaba tumbado en el sofá con ella encima y notaba el perfume del jabón en su piel mezclado con su olor a hembra. Era increíblemente dulce.
Se abrió el albornoz y me bajó los vaqueros. Después me besó el vientre mordisqueándolo y buscando mi polla con su boca. Yo hundí mis dedos en su pelo, aún húmedo, y admiré a plena luz aquel espectáculo tan asombroso.
Lara tenía razón. Aquello era lo más salvaje que nadie podía experimentar.
Se quitó el albornoz y se sentó sobre mi polla. Estaba empapada, así que casi me muero de gusto cuando se deslizó gimiendo y bajó despacio hasta que me tuvo completamente dentro. Me miró a los ojos y me besó con ansia, saboreándome.
Comenzó a mecerse despacio, susurrando y dándole un sentido completamente nuevo a las palabras de cariño que todas las madres dicen a sus hijos. Por mi parte, conseguí que las de un hijo hacia su madre sonaran increíblemente sucias. Jamás “Mami” o “Mi niño” han llevado tanta carga de lascivia.
Comenzó a galoparme con furia hasta que me no pude más y la embestí como si quisiera atravesarla, mordiéndola en el hombro. Eso la volvió loca. Gritamos a la vez y no de dolor, precisamente. Nos corrimos aferrándonos el uno al otro sin dejar de follar ni un instante. Seguíamos moviendo nuestras caderas, gimiendo y disfrutando del roce mucho rato después del orgasmo. Le pregunté si había llegado al clímax y me respondió entre jadeos que varias veces.
Mientras nos recuperábamos, recogió un poco de leche de su vulva y se la llevó a la boca. Se relamió y me preguntó si quería preñarla. Yo sabía que tenía hecha una ligadura de trompas, pero lo decía para calentarme y vaya si me gustó.
Añadió que cuando nuestra hija creciera lo suficiente podría follármelas a las tres. A ella, a mi nueva hermana y a Lara. Aquello me puso a mil.
Solo fue el primer polvo de la noche. Me la jodí bajo la ducha, me hizo una mamada en la terraza que acabó con su camisón de seda completamente inseminado y pasamos el resto de la velada follando en la cama.
Por la mañana Papá le contó a Mamá que una amiga de Lara la había llamado desde el hospital, porque a otra amiga de ambas la habían ingresado por un accidente. Estaban tan preocupados que olvidaron llamar.
Lara me contó que era verdad que habían pasado la noche con sus dos amigas, pero en el hotel. Así que aunque Papá jamás supo que Mamá y yo estábamos liados y siempre se sintió culpable por su relación incestuosa con Lara, no pude evitar envidiarle por aquella noche.
Y aún así estoy totalmente convencido de que salió perdiendo en el intercambio, porque la experiencia vale más que la juventud y es mucho más excitante. Que se lo digan a Lara y sus amigas…
Por cierto, al principio contaba que me la había follado en el día de su boda.
Imaginad con quien celebré mi despedida de soltero.
1 comentarios - familia en la que cojen todos con todos