Tengo poco aguante para el Fernet con Cola así que a los primeros vasos estaba hablando pavadas. Caí a esa fiesta aburrido y pensando en un buen pedo para volver a casa el sábado y domarme hasta el domingo.
Un poco bebido, tenía a mi lado una gorda, fortachona pero no mórbida y con una cara espectacular. Un rostro con unos ojos perfectos. Su mentón sin papada demostraba que era una muchacha muy joven, rondaría los 20 años.
Como soy de hacer chistes subidos de tono, se acercó con una pollera negra corta y le miraba sus muslos hasta que poco a poco, debí disimular mi pedo, ya estaba seguro, que quería guerra con la muchacha.
La hilaridad de mis chistes nos fue haciendo perder todo rubor nos meneábamos y reíamos, hasta que estábamos muy cerca y me beso.
Más que responder al beso quería tocar los muslos, y luego esas dos tetas que estaban por explotar como corcho de botella de champagne a la que se retiró el precinto.
Estábamos en cercanías de la pileta y buscamos un poco en la oscuridad de la noche unas araucarias y eucaliptus que daban un poco más de privacidad.
Tome su culo orondo y me la lleve para ese lugar.
No quiso desvestirse completamente ya que argumento que le daba miedo que nos sorprendieran, así que libere sus senos y nos pusimos a tranzar duro.
Cuando apreté mi verga contra su vientre comenzó a acariciarme sobre el pantalón y su fuerza daba furor a la textura de mi miembro oculto.
Secreto que quería revelar así que de rodillas y yo parado, me tiro los pantalones hacia abajo y me comenzó a chupar el pingo.
No podía yo con mi ansiedad, cuando separe esos muslos sobre el césped bahiano del jardín y le lamí toda su concha hasta llegar a orgasmos de ella celestiales mientras sus tetas las amasaba con mi mano derecha.
No pusimos de costado y la puertee, su concha estaba totalmente mojada, digamos desbordante de flujo, por lo que su mano apunto mi pija al lugar y estaba dentro suyo.
Sus caderas era de una fortaleza enorme y las embestidas empapados de su estro y mi sudor hacían un golpeteo interesante. Digamos que sonaba, y sin tanta sonrisa como un aplauso el encuentro de sus nalgas con mi vientre.
Ahí surgen esas cosas que solo nos pasan cuando estamos en estas situaciones de coger con alguien de primicia.
¿Dónde le acabo?
Creo que se lo murmure muy soezmente a su oído y ella me respondió
.-lléname de leche……..
-¿Dónde? Pregunte al bordillo
-.Toda, ¿me entiendes?todaaaaaaaaaa mientras lanzaba un orgamo de los que había perdido la cuenta.
Me estaba por ir dentro suyo, cuando aprieta el tronco de mi pija y la sitúa en esas enormes lunas de sus pechos.
En la penumbra, apenas iluminado por un fulgor lejano de un farol del parque, sus ojos negros parecían salvajes de deseo.
Aprontando así mi verga dijo:
-.toda para mí, ¿me entiendes?
El primer chorro voló sobre su cara y el negro brillante azabache de su pelo.
El segundo chorro entre sus ojos cayendo hasta la boca.
El tercero por el voladizo enorme de sus tetas
El débil cuarto en sus manos, cuyo efecto causo a que se lo pasara por su vagina, mientras se volvía muy loca al estremecerse con el semen mojado en los labios carnosos que cubrían su clítoris.
Hace diez años que estamos juntos, jamás me queje de su gordura y que no fuera a un dietólogo. Lo que sí, siempre trato de que celebre mi eyaculación como esa noche. Un sueño casi imposible.
¿Pero no vivimos de utopías?
Un poco bebido, tenía a mi lado una gorda, fortachona pero no mórbida y con una cara espectacular. Un rostro con unos ojos perfectos. Su mentón sin papada demostraba que era una muchacha muy joven, rondaría los 20 años.
Como soy de hacer chistes subidos de tono, se acercó con una pollera negra corta y le miraba sus muslos hasta que poco a poco, debí disimular mi pedo, ya estaba seguro, que quería guerra con la muchacha.
La hilaridad de mis chistes nos fue haciendo perder todo rubor nos meneábamos y reíamos, hasta que estábamos muy cerca y me beso.
Más que responder al beso quería tocar los muslos, y luego esas dos tetas que estaban por explotar como corcho de botella de champagne a la que se retiró el precinto.
Estábamos en cercanías de la pileta y buscamos un poco en la oscuridad de la noche unas araucarias y eucaliptus que daban un poco más de privacidad.
Tome su culo orondo y me la lleve para ese lugar.
No quiso desvestirse completamente ya que argumento que le daba miedo que nos sorprendieran, así que libere sus senos y nos pusimos a tranzar duro.
Cuando apreté mi verga contra su vientre comenzó a acariciarme sobre el pantalón y su fuerza daba furor a la textura de mi miembro oculto.
Secreto que quería revelar así que de rodillas y yo parado, me tiro los pantalones hacia abajo y me comenzó a chupar el pingo.
No podía yo con mi ansiedad, cuando separe esos muslos sobre el césped bahiano del jardín y le lamí toda su concha hasta llegar a orgasmos de ella celestiales mientras sus tetas las amasaba con mi mano derecha.
No pusimos de costado y la puertee, su concha estaba totalmente mojada, digamos desbordante de flujo, por lo que su mano apunto mi pija al lugar y estaba dentro suyo.
Sus caderas era de una fortaleza enorme y las embestidas empapados de su estro y mi sudor hacían un golpeteo interesante. Digamos que sonaba, y sin tanta sonrisa como un aplauso el encuentro de sus nalgas con mi vientre.
Ahí surgen esas cosas que solo nos pasan cuando estamos en estas situaciones de coger con alguien de primicia.
¿Dónde le acabo?
Creo que se lo murmure muy soezmente a su oído y ella me respondió
.-lléname de leche……..
-¿Dónde? Pregunte al bordillo
-.Toda, ¿me entiendes?todaaaaaaaaaa mientras lanzaba un orgamo de los que había perdido la cuenta.
Me estaba por ir dentro suyo, cuando aprieta el tronco de mi pija y la sitúa en esas enormes lunas de sus pechos.
En la penumbra, apenas iluminado por un fulgor lejano de un farol del parque, sus ojos negros parecían salvajes de deseo.
Aprontando así mi verga dijo:
-.toda para mí, ¿me entiendes?
El primer chorro voló sobre su cara y el negro brillante azabache de su pelo.
El segundo chorro entre sus ojos cayendo hasta la boca.
El tercero por el voladizo enorme de sus tetas
El débil cuarto en sus manos, cuyo efecto causo a que se lo pasara por su vagina, mientras se volvía muy loca al estremecerse con el semen mojado en los labios carnosos que cubrían su clítoris.
Hace diez años que estamos juntos, jamás me queje de su gordura y que no fuera a un dietólogo. Lo que sí, siempre trato de que celebre mi eyaculación como esa noche. Un sueño casi imposible.
¿Pero no vivimos de utopías?
0 comentarios - El cesped bahiano