Antes que nada, les quiero agradecer... honestamente tengo más seguidores, puntos y comentarios de los que esperaba. No escribo mucho y no suelo participar de todo el ritual poringuero.. pero me calienta mucho poder calentar a otros.
Mi idea es ser más constante en lo que escribo, poder devolver un poco de lo que me han dado.
Los dejo con este relato, que en realidad lo escribí para calentar a una mina, Micaela, a pedidod e ella.
Espero que se calienten la mitad de lo que me calenté yo.
Saludos,
L
Mi idea es ser más constante en lo que escribo, poder devolver un poco de lo que me han dado.
Los dejo con este relato, que en realidad lo escribí para calentar a una mina, Micaela, a pedidod e ella.
Espero que se calienten la mitad de lo que me calenté yo.
Saludos,
L
Micaela en la biblioteca
Sentada en un escritorio de la biblioteca, concentrada en sus estudios, tranquila y relajada, está Micaela. Rodeada de libros y apuntes, en el centro mismo del salón principal.
Está sola en el escritorio, pero en la mesa de al lado hay dos personas, también concentradas en lo suyo. Caminando por ahí hay otras personas.. pero nadie les presta atención.
La biblioteca no es tan grande… hay miles de estantes y papelerío de enciclopedias, pero los techos son bajos y el aire no funciona. La ventilación no alcanza… en realidad, en verano, en buenos aires, nada alcanza.
Mientras lee, Micaela se abanica con la mano, y acomoda su corpiño, porque entre la transpiración y las horas que lleva estudiando, se está poniendo cada vez más incómoda y aburrida. No ve la hora de dejar esa materia de mierda y ponerse a hacer algo más… divertido.
Ella no lo sabe, pero a pocos metros de su asiento, mirándola por entre los paneles de estantes de libros, hay un tipo que no puede evitar calentarse con el movimiento que sus tetas grandes y duras de pendeja hacen cuando ella se acomoda.
Y, para placer del tipo, se las vuelve a acomodar.
El tipo es, no por mucho, mayor que ella, que acaba de cumplir 18. Le debe llevar 10 o 15 años, no sé. Tampoco conozco el nombre... pero sí sé que el tipo hace días que la viene mirando y espiando en la facultad. Observando cada paso que ella da, cada vez que ella entrena, ofreciendo una vista divina de su culo en sus calzas negras, o cada tarde que pasa en la biblioteca, como hoy.
Pero hoy el tipo siente que algo distinto puede pasar. Ayer, en un descuido, los ojos de la nena inocente se cruzaron con los de su perseguidor. Y no hubo miedo… hubo fuego.
Por eso, cuando ella se levanta y, haciendo oscilar los pliegues de su pollera, camina hacia uno de los estantes más esquinados y altos, el tipo se acerca con disimulo hasta el mismo pasillo.
Ella pone un pie sobre una de las escaleritas que hay para alcanzar los libros del estante superior, y la siente temblar. Mira hacia los costados y sólo lo ve a él, el tipo que ayer la había visto con ojos de hombre, con ganas de hombre, con sed de sexo. Sonríe e, inocentemente, le pide que le tenga la escalera. Él, por supuesto, accede.
Es su primer acercamiento y ella, sin pausa, asciende dos escalones más, hasta dejar su cola a la altura de los ojos del tipo, quien hace intentos poco disimulados por mirar por debajo de la pollera, desatendiendo su función de sostenedor de escalera y haciéndola temblar.
Ella lo nota y en vez de bajar, lo piensa y sube un paso más.
El tipo, ahora sí, mira para arriba y ve el cielo. Una divina bombacha roja de encaje se pierde en el culo más lindo, carnoso y mordisqueable que haya visto jamás. Lo nota duro, firme, en la plenitud de su juventud.
Y el tipo, claro, no resiste. Con la mano libre, la mano que no sostiene la escalera, sube sus dedos por la pierna derecha de Micaela y alcanza esa cola grande, y acaricia. Aprieta apenas un cachete, y luego baja el dedo índice por donde la bombacha se pierde, acercándose cada milímetro más, buscando calentar a la pendeja.
Cuando alcanza su objetivo, siente su dedo húmedo, y desde el tercer escalón se escucha un ‘ahm..’ que pide más.
Ella, gira la cabeza mirándolo y pregunta ‘qué hacés’!’ y sonríe. Y esa sonrisa es la respuesta que él esperaba. Agrega al primer dedo otro más, y comienza a masajear por sobre la bombacha esa concha que muere por lamer.
Micaela se empieza a mojar en serio, y empieza a perder el control de sus sentidos. A pocos metros, sin embargo, se escucha acercándose un par de tacos, desconocidos. El tipo retira su mano, odiando a la extraña mujer, y Micaela comienza a bajar.
La desconocida sigue de largo, pero ellos, ya calientes, no pueden desentenderse de su situación. Él toma la nuca de Micaela y sin preguntar, la apoya contra una de los estantes y le come la boca con furia. Una de sus manos vuelve a meterse en la pollera, y con la otra comienza a manosear esas tetas gigantes y tan anheladas. Ella suspira y se deja tocar, superada por el placer.
No pasan ni dos minutos que las manos del tipo, experimentadas y atolondradas, comienzan a desabrochar los botones de la camisa de la nena, sacando a relucir el corpiño oscuro que contiene esas tetas, que muere por conocer. Mete una mano por un costado y en un movimiento ágil le desabrocha el corpiño, y ayudado por ella, lo saca y lo esconde atrás de unos libros.
En la camisa de Micaela, se notan dos pezones pequeños, pero oscuros y muy duros, ella no aguanta más de calentura. Con su mano izquierda le agarra la pija, manoseándola por encima del pantalón, la aprieta y la acaricia sintiéndola muy, muy dura.
Sus bocas ya no aguantan más la fricción de sus besos. La bombacha de Micaela está empapada, y el tipo ya juega con uno de sus dedos dentro de su concha, que hierve, que pide más.
Ella aprovecha el momento en el que él la deja de besar para morder y chupar sus pezones, y utiliza lo que le queda de lucidez para abrir el cierre del pantalón y desabrocharlo, bajándolo, liberando al pene duro y venoso que, apenas ve, le hace agua la boca.
Él entiende las intenciones de la pendeja, y tirando de ambos lados de su bombacha la hace caer, haciéndola llegar al piso. Dejándola casi indefensa. Ella se agacha y se la quita, y aprovecha el movimiento que hace al reincorporarse para detenerse en la pija que tiene en frente. Muerde apenas la punta, luego chupa y lame todo el tronco. Lleva su boca hasta la base misma, comiéndosela toda. Golosa y puta como nunca, Micaela no puede dejar de chupar esa pija.
Hasta que un ruido cercano la devuelve a la realidad, y ve un viejo que a lo lejos, se acerca. La desconcentra, pero también ve que el mismo viejo sigue otro camino, por lo que puede volver a su fechoría.
El tipo, con la verga afuera y alcanzando un éxtasis sin igual, entiende que no hay mucho tiempo, si quiere terminar el juego. La vuelve a empujar contra la pared, y la hace girar, dejándola de espaldas. Toma su cintura y la echa hacia atrás, levanta su pollera y, con un movimiento feroz, se agacha y pasa su lengua por la concha depilada de Micaela. Juega con la boca en su punto débil, adentra su lengua y la hace gemir, fuerte y espaciado, enloqueciéndola.
Hasta que no aguanta más. En otro veloz movimiento, se incorpora y le mete la pija, sin dudar y sin pensarlo dos veces, hasta el fondo. Fuerte y de una. Ella siente dentro suyo lo caliente que tiene al tipo que la está cogiendo, se siente puta por coger en una biblioteca, y siente que no va a poder aguantar el próximo gemido.
Se tapa la boca, para que nadie los encuentre, para que nadie note que ella está por acabar.
Él aprovecha su altura y comienza a meter y sacar la pija, cogiendo a Micaela con todas sus fuerzas, sabiendo que a él tampoco le queda mucho tiempo antes de acabar.
Ella empieza a temblar, las piernas le flaquean. Él está por terminar también, y no piensa sacar la pija para ello. Ella grita porque no se contiene, y él le acaba dentro de la concha, llenándola de leche… tantos días de haberse contenido, de mirarla a la pendeja putita.
Ella siente la leche que ingresa a su cuerpo, inundándole todo, explotando ella misma en un orgasmo que no puede resistir.
Grita, como pocas veces gritó en la vida, y ya no importa que la vayan a descubrir. Lo único que importa es esa pija que tiene adentro.
El tipo, apenas termina, saca su pija y levanta sus pantalones. Le baja la pollera a Micaela, la hace girar y le cierra la camisa. Ella intenta besarlo, pero él, que no puede dejar que nadie lo vea, le acaricia la cara y se va.
1 comentarios - Micaela en la biblioteca
Buenísimo, me encantan tus relatos.
Gracias por compartir 👍