Era un infierno, esa pieza era un infierno, una noche de enero, madrugada, mis ojos abiertos como si un polvo blanco hubiera entrado por mi nariz minutos antes, no hay sueño, no hay nada, y entonces pienso en ti y en ese sábado...
Morena, alta, altísima, pelo negro azabache, largo y muy liso, no sé como pude querer alejarme de ti, te tuve en mi cama, en la misma que miro ahora en este momento, recostada boca abajo con un pequeño calzón que se perdía en tu trasero, yo hacia un informe y tu dormías, la calentura fue más fuerte, no me aguanté y corrí el hilo que cubría la estrecha puerta hacia el punto en donde el dolor y el placer se interceptan.
Introduje dos de mis dedos, gruesos, de trabajador esforzado, en tu vagina que rápidamente comenzó a botar un líquido blanco y espeso, que ocupe para lubricar tu ano. No era suficiente y mi lengua hizo lo suyo, quería entrar hasta lo más profundo de tu recto y destrozar todo lo que estuviera a su paso.
Mi pene iba a estallar, lo sentía duro y al borde de reventar, nuevamente no aguanté y lo introduje con mucho cuidado y lentamente. MENTIRA! lo hice fuerte, tanto que al sacarlo se observaban restos de sangre. Me asusté y no sabia como disculparme, para mi sorpresa, a ti no te importó, me pediste que siguiera y me dijiste que si te tuvieras que desangrar por mi, lo harías.
Seguí metiendolo, cada vez más fuerte, no lo niego, sentí asco y se me notaba, pero tu cara se volvió rápidamente hacia a mi y vi una fuerza demoníaca en tus ojos, la lujuria te corría por las venas y me recordaste las tantas veces que mi pene salia con fecas, "ahora te da asco? y que pasó las otras veces?" (sic)
Me sentí desafiado y me contagiaste con ese sentimientos pecaminoso y sucio, seguí y seguí, cada vez mas fuerte, mi pene entraba entero y salia con colores rojizos. La sangre era tal que volví a sentar cabeza, no quería que sufrieras, lo retiré y te abracé, te dije "no es necesario", a lo que respondiste con los ojos cerrados y la voz cansada: "por favor deja que me vaya, me falta poco" mi cara de impresión fue única, por fin había encontrado a alguien tan sucia como yo.
Seguí extremadamente fuerte, un color café se mezclaba con la sangre que salia de tu ano, no es necesario entrar en detalles. El postre fue lo mejor, la suciedad no te importo, agarraste mi verga con tu mano y abriste la boca, no querías ni una gota de semen fuera, eras un animal, sucia como ninguna, nunca encontraré a otra así.
Morena, alta, altísima, pelo negro azabache, largo y muy liso, no sé como pude querer alejarme de ti, te tuve en mi cama, en la misma que miro ahora en este momento, recostada boca abajo con un pequeño calzón que se perdía en tu trasero, yo hacia un informe y tu dormías, la calentura fue más fuerte, no me aguanté y corrí el hilo que cubría la estrecha puerta hacia el punto en donde el dolor y el placer se interceptan.
Introduje dos de mis dedos, gruesos, de trabajador esforzado, en tu vagina que rápidamente comenzó a botar un líquido blanco y espeso, que ocupe para lubricar tu ano. No era suficiente y mi lengua hizo lo suyo, quería entrar hasta lo más profundo de tu recto y destrozar todo lo que estuviera a su paso.
Mi pene iba a estallar, lo sentía duro y al borde de reventar, nuevamente no aguanté y lo introduje con mucho cuidado y lentamente. MENTIRA! lo hice fuerte, tanto que al sacarlo se observaban restos de sangre. Me asusté y no sabia como disculparme, para mi sorpresa, a ti no te importó, me pediste que siguiera y me dijiste que si te tuvieras que desangrar por mi, lo harías.
Seguí metiendolo, cada vez más fuerte, no lo niego, sentí asco y se me notaba, pero tu cara se volvió rápidamente hacia a mi y vi una fuerza demoníaca en tus ojos, la lujuria te corría por las venas y me recordaste las tantas veces que mi pene salia con fecas, "ahora te da asco? y que pasó las otras veces?" (sic)
Me sentí desafiado y me contagiaste con ese sentimientos pecaminoso y sucio, seguí y seguí, cada vez mas fuerte, mi pene entraba entero y salia con colores rojizos. La sangre era tal que volví a sentar cabeza, no quería que sufrieras, lo retiré y te abracé, te dije "no es necesario", a lo que respondiste con los ojos cerrados y la voz cansada: "por favor deja que me vaya, me falta poco" mi cara de impresión fue única, por fin había encontrado a alguien tan sucia como yo.
Seguí extremadamente fuerte, un color café se mezclaba con la sangre que salia de tu ano, no es necesario entrar en detalles. El postre fue lo mejor, la suciedad no te importo, agarraste mi verga con tu mano y abriste la boca, no querías ni una gota de semen fuera, eras un animal, sucia como ninguna, nunca encontraré a otra así.
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