-Llévame contigo a donde tú vas… Llévame a ese lugar de fantasía que solo tú y yo conocemos a ese paramo en el que las rosas se abren y dormimos bajos las estrellas. ¡Ya no quiero vivir en esta jaula de huesos y fierros!, quiero vivir como las estrellas que mueren discretas en el espacio celestial.
No era la tierra más justa en el universo, pero era una tierra de valientes y fuertes. No existe la palabra piedad, y todas las flores aquí en este lugar son espadas, la guerra vive en la sangre de esta gente, la lucha es su pan de cada día y la tragedia es algo tan normal, como ver el sol salir. Este infame e inhóspito lugar se llama Elilium.
La tierra de Elilium es conocida por dos cosas: es una tierra que alberga en sus entrañas una cantidad inimaginable de oro y joyas. Todas las gemas son propiedad de los guerreros, toda alhaja es ofrecida como tributo a las Divinidades, y solo unas pocas las poseen los dueños, que las ostentan como preciosos trofeos de victoria. Los cantos nos dicen que los templos de Elilium, almacenan en sus bóvedas cantidades inimaginables de tesoros de los vencidos. Y por sus mujeres.
Las mujeres en Elilium, son famosas por tener fuego en su sangre, todas son mujeres hermosas eso dicen las historias, son amantes del combate y de los placeres de la vida. Pero en especial del sexo, no hay placer más grande en las tierras de Elilium que disfrutar del sexo en todas las formas concebibles. Se dice que no hay mujer inocente en esos lares, que todas son conocedoras de las artes sexuales y de las depravaciones que los hombres y las mujeres tienen, además de estar dispuestas a cumplirlas, lo único que debes de cumplir es ser parte de su tribu. Nadie sabe cómo uno se convierte en parte de ese clan, todas las leyendas y cantos no narran nada de ello, era un secreto que poseían las arenas eternas del tiempo.
La civilización de Elilium es tan misteriosa como los mitos que se hablan de esta tierra. El único registro que se tiene de esta cultura es el de un viejo libro escrito por un explorador llamado Kopos. Kopos navego por algunas islas en el territorio adyacente a Elilium, para desgracia de él, un desagradable día desembarco en una costa de Elilium, camino horas dentro de una espesa jungla, hasta que cayó la noche, sin posibilidades de poder regresar a su nave, y con una lluvia que empezaba a arreciar decidieron buscar refugio en una caverna, por suerte uno de sus camaradas diviso que en una cueva emanaba una luz, todos caminaron hacia la entrada de ese alberge natural y penetraron la fortaleza hasta toparse con los aldeanos, los marineros se ocultaron rápidamente del rango de vista y vieron lo que sucedía. Kopos en su diario nos relata la única tradición que vio de esta cultura junto con su tripulación:
“Los tambores resonaban horriblemente en los corazones que lo presenciamos, era como si la locura corriera por su alma, todos los instrumentos sonaban en una melodía enloquecedora, pero para ellos era el placer máximo, todos comenzaban besándose en un mar de caricias, la saliva escurría por entre sus bocas, los pujidos de placer retumbaban en toda la caverna, se desnudaban todos arrancándose la ropa como bestias salvajes, cuando toda carne que daba al desnudo hombres y mujeres se apartaban a los extremos de la cueva. Las mujeres estaban en la luz de una fogata y los hombres en la penumbra...un silencio sepulcral se apodero, nadie hablaba ni se movía, y después los músicos chocaban con tanta fuerza su mano contra el cuero que parecía que la piel se desgarraría. Hombres y mujeres corren a atrapar a su víctima de vicios. La faena era terrible, mujeres sodomizadas, hombres sometidos a los deseos y fantasías de las mujeres, orgías que se tornaban en bacanales. Los penes y las vaginas son incontables, todos absolutamente todos están en uso, penetrando o disfrutando de maneras antinaturales de la carne de las personas. De un instante a otro un músico comienza a gritar: -¡Ellos, los viejos reyes volverán con la tempestad!, la naturaleza de este pueblo es… es… no hay palabra que describa lo ominoso que presenciamos mis compañeros y yo al ver tal espectáculo: algunos prefieren la oscuridad para desencadenar sus más crueles e infames pasiones mientras que otros prefieren la luz para poder dar a conocer sus vicios más íntimos. Llegados a este punto los tambores resuenan con más estrépito, el ritmo es acelerado las voces se tornan en grutales gritos, se empiezan a oír los alaridos de placer proferidos de todas las gargantas, todos tocan sus cuerpos en una orgía que parece infinita. Y antes de la última fase de este rito hay un momento de silencio que poco a poco se torna en eternidad, todos toman los cuchillos que estaban colgados en la pared y empiezan a cortarse la piel los unos a los otros, antes de iniciar de nuevo la faena gritan a todo pulmón entre el placer y el dolor: ¡Viva el hijo de la luna, que volverá de la tormenta!, y hacen el amor en un enorme charco de sangre”. Hasta entonces era lo único que sabíamos de Elilium…
Suenan las arpas en los campos de Elilium, una nueva batalla está por terminar, con un claro vencedor. Suenan las notas suaves en los oídos de todos los combatientes, es una melodía angelical para tan infernal situación, en Elilium se tiene la costumbre de honrar a la guerra como a una divinidad con la música, y los guerreros y guerras más sanguinarios, astutos e inteligentes son los Dioses en estas tierra. Los músicos tocan sus arpas y flautas como lo harían las musas con una destreza intachable, ellos están en la cima de una colina ubicada en el centro del fulgor del combate, son apenas unas decenas de hombres y mujeres los que hacen vibrar las cuerdas de sus instrumentos, aun así pareciese que son cientos los que tocan, el ruido de los aceros crujiendo empieza poco a poco a desvanecerse para dar paso a estas sonatas.
La pequeña contienda ha terminado, ya no hay más ruido de las espadas chocando ni más alaridos proferidos por los heridos y vencidos, pero en medio de todo el campo un joven quita los cuerpos que tenía encima de si, antes de que pueda terminar de incorporarse es rodeado por una multitud de guerreros de Elilium.
-¡Que es lo que haces aquí!-Le dice una mujer voluptuosa al joven-¿Cuál es tu nombre?, ¡Responde!
Patea el pecho del joven con la punta del pie, para luego ponérselo en el pecho en señal de superioridad, dejando ver algo entre las sombras de su falda. El nombre de esta pelirroja es York. Sintiendo la presión aplastante de una pierna musculosa que ha pulverizado varios cráneos el joven responde.
-Soy… Soy un esclavo…, no tengo ningún nombre-Habla con jadeos con una voz cortante.
-Jajaja, ¡Qué tontería acabo de escuchar!
-Déjalo en paz- responde una mujer rubia-Si vas a humillarlo, termina con su miserable vida en este momento.
-Jajaja tienes razón- Responde York, empuña su espada con ambas manos, la aprieta con sus dedos y la alza al sol para acribillar al muchacho sin piedad, en un acto de total depuración el joven busca rápidamente un arma con que defenderse y lo único que allá es un escudo con relieve de runas protegiéndose del fatídico ataque. El impacto de la espada produce un crujido monstruoso en el escudo haciendo que el brazo del esclavo golpee su propia cara, la fuerza es tal que produce un segundo estruendo, el muchacho no ha muerto pero esta inconsciente.
-Cómo eres idiota York-Le dice la rubia-Ahora sería una deshonra para ti matarlo indefenso, peor que indefenso, esta inconsciente.
-No te irrites conmigo, en este instante lo fulmino.
-¡No!, recuerda que está prohibido asesinar a los indefensos, así lo mandaron los Supremos.
-Grrrrr…Tienes razón, aunque lo deteste los Dioses podrían castigarme por mi bajeza, pero no lo puedo dejar ahí a que escape, eso sería igual de poco honorable como asesinarle en este momento. Mmm… lo llevare conmigo a la aldea, cuando despierte le daré escudo y espada para pelear, y así darle una muerte digna.
No era la tierra más justa en el universo, pero era una tierra de valientes y fuertes. No existe la palabra piedad, y todas las flores aquí en este lugar son espadas, la guerra vive en la sangre de esta gente, la lucha es su pan de cada día y la tragedia es algo tan normal, como ver el sol salir. Este infame e inhóspito lugar se llama Elilium.
La tierra de Elilium es conocida por dos cosas: es una tierra que alberga en sus entrañas una cantidad inimaginable de oro y joyas. Todas las gemas son propiedad de los guerreros, toda alhaja es ofrecida como tributo a las Divinidades, y solo unas pocas las poseen los dueños, que las ostentan como preciosos trofeos de victoria. Los cantos nos dicen que los templos de Elilium, almacenan en sus bóvedas cantidades inimaginables de tesoros de los vencidos. Y por sus mujeres.
Las mujeres en Elilium, son famosas por tener fuego en su sangre, todas son mujeres hermosas eso dicen las historias, son amantes del combate y de los placeres de la vida. Pero en especial del sexo, no hay placer más grande en las tierras de Elilium que disfrutar del sexo en todas las formas concebibles. Se dice que no hay mujer inocente en esos lares, que todas son conocedoras de las artes sexuales y de las depravaciones que los hombres y las mujeres tienen, además de estar dispuestas a cumplirlas, lo único que debes de cumplir es ser parte de su tribu. Nadie sabe cómo uno se convierte en parte de ese clan, todas las leyendas y cantos no narran nada de ello, era un secreto que poseían las arenas eternas del tiempo.
La civilización de Elilium es tan misteriosa como los mitos que se hablan de esta tierra. El único registro que se tiene de esta cultura es el de un viejo libro escrito por un explorador llamado Kopos. Kopos navego por algunas islas en el territorio adyacente a Elilium, para desgracia de él, un desagradable día desembarco en una costa de Elilium, camino horas dentro de una espesa jungla, hasta que cayó la noche, sin posibilidades de poder regresar a su nave, y con una lluvia que empezaba a arreciar decidieron buscar refugio en una caverna, por suerte uno de sus camaradas diviso que en una cueva emanaba una luz, todos caminaron hacia la entrada de ese alberge natural y penetraron la fortaleza hasta toparse con los aldeanos, los marineros se ocultaron rápidamente del rango de vista y vieron lo que sucedía. Kopos en su diario nos relata la única tradición que vio de esta cultura junto con su tripulación:
“Los tambores resonaban horriblemente en los corazones que lo presenciamos, era como si la locura corriera por su alma, todos los instrumentos sonaban en una melodía enloquecedora, pero para ellos era el placer máximo, todos comenzaban besándose en un mar de caricias, la saliva escurría por entre sus bocas, los pujidos de placer retumbaban en toda la caverna, se desnudaban todos arrancándose la ropa como bestias salvajes, cuando toda carne que daba al desnudo hombres y mujeres se apartaban a los extremos de la cueva. Las mujeres estaban en la luz de una fogata y los hombres en la penumbra...un silencio sepulcral se apodero, nadie hablaba ni se movía, y después los músicos chocaban con tanta fuerza su mano contra el cuero que parecía que la piel se desgarraría. Hombres y mujeres corren a atrapar a su víctima de vicios. La faena era terrible, mujeres sodomizadas, hombres sometidos a los deseos y fantasías de las mujeres, orgías que se tornaban en bacanales. Los penes y las vaginas son incontables, todos absolutamente todos están en uso, penetrando o disfrutando de maneras antinaturales de la carne de las personas. De un instante a otro un músico comienza a gritar: -¡Ellos, los viejos reyes volverán con la tempestad!, la naturaleza de este pueblo es… es… no hay palabra que describa lo ominoso que presenciamos mis compañeros y yo al ver tal espectáculo: algunos prefieren la oscuridad para desencadenar sus más crueles e infames pasiones mientras que otros prefieren la luz para poder dar a conocer sus vicios más íntimos. Llegados a este punto los tambores resuenan con más estrépito, el ritmo es acelerado las voces se tornan en grutales gritos, se empiezan a oír los alaridos de placer proferidos de todas las gargantas, todos tocan sus cuerpos en una orgía que parece infinita. Y antes de la última fase de este rito hay un momento de silencio que poco a poco se torna en eternidad, todos toman los cuchillos que estaban colgados en la pared y empiezan a cortarse la piel los unos a los otros, antes de iniciar de nuevo la faena gritan a todo pulmón entre el placer y el dolor: ¡Viva el hijo de la luna, que volverá de la tormenta!, y hacen el amor en un enorme charco de sangre”. Hasta entonces era lo único que sabíamos de Elilium…
Suenan las arpas en los campos de Elilium, una nueva batalla está por terminar, con un claro vencedor. Suenan las notas suaves en los oídos de todos los combatientes, es una melodía angelical para tan infernal situación, en Elilium se tiene la costumbre de honrar a la guerra como a una divinidad con la música, y los guerreros y guerras más sanguinarios, astutos e inteligentes son los Dioses en estas tierra. Los músicos tocan sus arpas y flautas como lo harían las musas con una destreza intachable, ellos están en la cima de una colina ubicada en el centro del fulgor del combate, son apenas unas decenas de hombres y mujeres los que hacen vibrar las cuerdas de sus instrumentos, aun así pareciese que son cientos los que tocan, el ruido de los aceros crujiendo empieza poco a poco a desvanecerse para dar paso a estas sonatas.
La pequeña contienda ha terminado, ya no hay más ruido de las espadas chocando ni más alaridos proferidos por los heridos y vencidos, pero en medio de todo el campo un joven quita los cuerpos que tenía encima de si, antes de que pueda terminar de incorporarse es rodeado por una multitud de guerreros de Elilium.
-¡Que es lo que haces aquí!-Le dice una mujer voluptuosa al joven-¿Cuál es tu nombre?, ¡Responde!
Patea el pecho del joven con la punta del pie, para luego ponérselo en el pecho en señal de superioridad, dejando ver algo entre las sombras de su falda. El nombre de esta pelirroja es York. Sintiendo la presión aplastante de una pierna musculosa que ha pulverizado varios cráneos el joven responde.
-Soy… Soy un esclavo…, no tengo ningún nombre-Habla con jadeos con una voz cortante.
-Jajaja, ¡Qué tontería acabo de escuchar!
-Déjalo en paz- responde una mujer rubia-Si vas a humillarlo, termina con su miserable vida en este momento.
-Jajaja tienes razón- Responde York, empuña su espada con ambas manos, la aprieta con sus dedos y la alza al sol para acribillar al muchacho sin piedad, en un acto de total depuración el joven busca rápidamente un arma con que defenderse y lo único que allá es un escudo con relieve de runas protegiéndose del fatídico ataque. El impacto de la espada produce un crujido monstruoso en el escudo haciendo que el brazo del esclavo golpee su propia cara, la fuerza es tal que produce un segundo estruendo, el muchacho no ha muerto pero esta inconsciente.
-Cómo eres idiota York-Le dice la rubia-Ahora sería una deshonra para ti matarlo indefenso, peor que indefenso, esta inconsciente.
-No te irrites conmigo, en este instante lo fulmino.
-¡No!, recuerda que está prohibido asesinar a los indefensos, así lo mandaron los Supremos.
-Grrrrr…Tienes razón, aunque lo deteste los Dioses podrían castigarme por mi bajeza, pero no lo puedo dejar ahí a que escape, eso sería igual de poco honorable como asesinarle en este momento. Mmm… lo llevare conmigo a la aldea, cuando despierte le daré escudo y espada para pelear, y así darle una muerte digna.
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