Hola poringueros y poringueras. Somos un matrimonio de cuarenta años los dos. Aunque los años pasaron, nuestros hijos crecieron al punto tal que la más grande nos está por hacer jóvenes abuelos, nos seguimos sintiendo jóvenes. El sábado estuvimos en la quinta en Pilar, hicimos el amor varias veces como si fuéramos dos adolescentes, y seguimos calientes hasta la noche. Y tan caliente quedamos que le propuse un juego, andar provocativa en un boliche y levantarse un pendejo para que le de una buena cojida dentro del auto.
Ella se puso bien sexy, con una musculosa blanca bien ceñida, una mini de jeans cortita, por su cuello lucían varias cadenitas de oro y sus zapatos con plataforma bien altas acentuaban más el hermoso culo de mi esposa. Bien maquillada y peinada, estaba bien puta.
Entramos al boliche y la verdad que en un principio la pendejada nos miraba raro, de hecho me sentía raro al haber una diferencia generacional importante. Muchos chicos y chicas tenían la edad de mis hijos...
Me distancié de mi esposa par darle la posibilidad de desarrollar sus técnicas de seducción. Al verla caminar con un andar bien de puta supe que lo suyo no sería defícil, por el contrario veía que a su paso los chicos la agarraban de la mano, le tomaban algún mechón del pelo suavemente como una caricia. Subió a una pista que quedaba en un piso superior y desde abajo se distinguía que su hermoso culo ocultaba una diminuta tanga blanca. Un muchacho me atropelló y la encaró para sacarla a bailar. Sonaba los temas marchosos y cuando mi mujer bailaba se asomaban lentamente sus pechos apenas sujetados por un brassier blanco. El muchacho simulaba cubrirla pero aprovechaba y le metía mano en su generoso culo. Ella, en principio simulaba vergüenza, pero al rato estaba prendida del muchacho en un intenso beso. Este muchacho era flaco y alto (de más de 1,90) y cuando mi mujer lo abrazaba para besarlo quedaba colgada del cuello y los cachetes del culo quedaban al descubierto. Todos comentaban, alguno aplaudían, las mujeres celosas la bardeaban, y yo con mi pija a punto de explotar era testigo de como un extraño joven se comía a mi mujer.
Al cabo de unos minutos de esa exhibición pública se fueron de la mano rumbo a el estacionamiento en busca de nuestro vehículo, una Renault Duster 4x4 blanca con vidrios polarizados en color tenue. Al llegar desactivaron la alarma, abrieron la puerta de la camioneta y cuando iban a ingresar mi mujer lo detuvo dándole otro beso apasionado. El le levantó la musculosa y la empujó contra el capot de modo tal que ella quedara apoyando sus pechos contra el vehículo. Le subió la mini de jeans, le arrancó la tanga con violencia y empezó a comerle la conchita desde atrás mientras mi mujer mostraba la mejor cara de puta, síntoma que estaba gozando del pendejo. Por momentos daba la sensación que ella quedaba con los ojos en blanco y sus gemidos eran fuertes y pronunciados. Desde mi posición podían descubrirme pero no era mi intención, busqué un lugar no muy cercano, lo suficientemente cerca como para no perderme detalles y hacerme unas buenas pajas. Mi mujer se quita la musculosa y el brassier quedando sus pechos al desnudo, se da vuelta y le empieza a dar una exquisita mamada.
"Ay putita. Estoy por acabar" le dijo y mi mujer de inmediato se saco la pija de la boca para recibir el lechazo en sus tetas.
Le limpió hasta la última gota de leche con su boca, y así desnudo se subieron al auto y pusieron rumbo para la quinta.
Nada me importó quedarme sin vehículo para volverme a la quinta, disfruté viendo gozar a mi esposa con aquel pendejo (que no tendría más de 20 años), me hice unas buenas pajas, y de la calentura me levanté una pendeja y le dí una soberana cojida pero siempre recordando la cara de puta gozosa de mi mujer.
De regreso a la quinta el pendejo se había vuelto y mi mujer dormía desnuda, manchada del semen de su joven amante con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. Sin despertarla me hice una buena paja y le largué todo en su espalda. Ella, sin abrir los ojos, se acariciaba su conchita toda mojada y suspiraba por un tal Maxi, siendo que me llamo Javier...
Ella se puso bien sexy, con una musculosa blanca bien ceñida, una mini de jeans cortita, por su cuello lucían varias cadenitas de oro y sus zapatos con plataforma bien altas acentuaban más el hermoso culo de mi esposa. Bien maquillada y peinada, estaba bien puta.
Entramos al boliche y la verdad que en un principio la pendejada nos miraba raro, de hecho me sentía raro al haber una diferencia generacional importante. Muchos chicos y chicas tenían la edad de mis hijos...
Me distancié de mi esposa par darle la posibilidad de desarrollar sus técnicas de seducción. Al verla caminar con un andar bien de puta supe que lo suyo no sería defícil, por el contrario veía que a su paso los chicos la agarraban de la mano, le tomaban algún mechón del pelo suavemente como una caricia. Subió a una pista que quedaba en un piso superior y desde abajo se distinguía que su hermoso culo ocultaba una diminuta tanga blanca. Un muchacho me atropelló y la encaró para sacarla a bailar. Sonaba los temas marchosos y cuando mi mujer bailaba se asomaban lentamente sus pechos apenas sujetados por un brassier blanco. El muchacho simulaba cubrirla pero aprovechaba y le metía mano en su generoso culo. Ella, en principio simulaba vergüenza, pero al rato estaba prendida del muchacho en un intenso beso. Este muchacho era flaco y alto (de más de 1,90) y cuando mi mujer lo abrazaba para besarlo quedaba colgada del cuello y los cachetes del culo quedaban al descubierto. Todos comentaban, alguno aplaudían, las mujeres celosas la bardeaban, y yo con mi pija a punto de explotar era testigo de como un extraño joven se comía a mi mujer.
Al cabo de unos minutos de esa exhibición pública se fueron de la mano rumbo a el estacionamiento en busca de nuestro vehículo, una Renault Duster 4x4 blanca con vidrios polarizados en color tenue. Al llegar desactivaron la alarma, abrieron la puerta de la camioneta y cuando iban a ingresar mi mujer lo detuvo dándole otro beso apasionado. El le levantó la musculosa y la empujó contra el capot de modo tal que ella quedara apoyando sus pechos contra el vehículo. Le subió la mini de jeans, le arrancó la tanga con violencia y empezó a comerle la conchita desde atrás mientras mi mujer mostraba la mejor cara de puta, síntoma que estaba gozando del pendejo. Por momentos daba la sensación que ella quedaba con los ojos en blanco y sus gemidos eran fuertes y pronunciados. Desde mi posición podían descubrirme pero no era mi intención, busqué un lugar no muy cercano, lo suficientemente cerca como para no perderme detalles y hacerme unas buenas pajas. Mi mujer se quita la musculosa y el brassier quedando sus pechos al desnudo, se da vuelta y le empieza a dar una exquisita mamada.
"Ay putita. Estoy por acabar" le dijo y mi mujer de inmediato se saco la pija de la boca para recibir el lechazo en sus tetas.
Le limpió hasta la última gota de leche con su boca, y así desnudo se subieron al auto y pusieron rumbo para la quinta.
Nada me importó quedarme sin vehículo para volverme a la quinta, disfruté viendo gozar a mi esposa con aquel pendejo (que no tendría más de 20 años), me hice unas buenas pajas, y de la calentura me levanté una pendeja y le dí una soberana cojida pero siempre recordando la cara de puta gozosa de mi mujer.
De regreso a la quinta el pendejo se había vuelto y mi mujer dormía desnuda, manchada del semen de su joven amante con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. Sin despertarla me hice una buena paja y le largué todo en su espalda. Ella, sin abrir los ojos, se acariciaba su conchita toda mojada y suspiraba por un tal Maxi, siendo que me llamo Javier...
14 comentarios - Entregué mi mujer a los lobos.
Genial Relato Campeon, Pero Vos Tampoco Qe Qedaste Atras Con La Pendejita jajajaja