Esos dias...

Por mis relatos deben suponer que soy una girl-scout, que está siempre lista para lo que pueda acontecer, ¿y saben qué? Tienen razón…jaja. No, hablando en serio, aunque me gusta coger (y a quién no, dirán ustedes, pero a mí me gusta mucho, mucho, mucho, les diré), como decía, aunque me gusta mucho coger, a veces el cuerpo no acompaña nuestros intereses. Queremos pero no podemos… A mí me pasó más de una vez, un flaco que te gusta, la situación que se da, pero… estás en esos días… Sí, habló de la menstruación, palabra desagradable si las hay, que le baja la libido a cualquiera. ¿O hay algo peor a que te digan: “Perdona pero estoy menstruando”? nunca lo dije y nunca lo diré, prefiero utilizar cualquier otra excusa antes que delatar que estoy con la regla.
Por suerte soy un relojito, y todos los 29 (¡sí, como los ñoquis!) de cada mes, día más, día menos, ya sé que debo llevar unas toallitas extras en la cartera. El caso es que esta molestia es más por lo que le pueda provocar al otro que a mí misma, ya que en lo que a mí respecta no me importa hacerlo aunque este en uno de esos días. Es más, las veces que lo hice en plena regla, me sentí más excitada (y eso ya es mucho decir) y hasta se me aliviaron los habituales cólicos menstruales, por lo que no me resultó en lo absoluto una experiencia desagradable, aunque si un tanto incómoda, por el sangrado y el hecho de tener que andar limpiándome a cada rato, pero…la calentura es la calentura. Igual si a tu pareja o con quien estés en ese momento no le molesta, mejor para ambos. No hay peor cosa que ver el gesto de asquito de alguien que te ve sangrar como si te hubiera desvirgado un gorila. Todo este largo prolegómeno viene a cuento por lo que me pasó este último viernes. Ya estaba con la regla a full, la bombacha bien entoallada, sin idea alguna de pegarme una encamada, cuando antes de tomarme el colectivo, escucho a alguien que me dice:
-Mary… Mary…- solo los conocidos me llaman así, o Marita, pero al verlo, en un primer momento no lo reconocí, por lo que supuse que quizás se había equivocado (les aseguro que por una fracción de segundo flasheé con que me había reconocido un poringuero).
-¿Qué pasa, ya no te acordás de los novios de tus amigas?- me dice con una resplandeciente sonrisa.
-¿Wilmar?- digo tímidamente observando al tipazo que tengo frente a mí.
Tenía el pelo más largo y había ganado algo de masa muscular, producto seguramente de largas sesiones en el gimnasio.
-Jaja, mira venir a encontrarte después de tanto tiempo-
Wilmar era el novio de una buena amiga mía, con quién tuve una aventura (leáse garchada memorable) solo por el hecho de hacerlo con el novio de una de mis amigas. No fue algo que se dio y bueno, ninguno tuvo la culpa, quizás para él fue así, pero yo lo hice con total y absoluta premeditación. En esa época tenía mi blog de relatos y alguien había lanzado ese desafío, el cual cumplí no solo garchándome a Wilmar, sino también a otros novios y/o maridos de mis queridísimas amigas. Pero en el caso de Wilmar me gustaba en serio, estaba fuerte el guaco, con los oros solo fue por cumplir con el desafío, pero con él…con él fue por puro placer.
Claudia, la amiga en cuestión, me contaba lo mucho y lo bien que la cogía, lo grande y dura que la tenía, lo bien que le chupaba la concha, las mil y un formas en que le hacía el culo…y bue, una no es de fierro, y me lo terminé cogiendo. El polvo que nos echamos puede resumirse en una sola palabra: Antológico.
Ya con eso se darán cuenta de lo que sentía en ese momento más allá de estar con la regla. Tenía ganas de un segundo tiempo, pero no sabía cómo podría llegar a reaccionar él ante mi estado, ya que si bien habíamos cogido, nunca llegamos a ser muy íntimos que digamos, una cosa es hacerlo con tu pareja cuando está con la regla, y otra con casi una desconocida, porque eso era lo que éramos, unos casi desconocidos. Aunque era el novio de una de mis mejores amigas, si nos vimos dos veces es mucho. En la segunda cogimos, ésta sería la tercer, y después de casi tres años.
Me invitó a tomar un café y mientras charlábamos de distintos temas, entre ellos el que ya no estaba con Claudia, no podía evitar sentirme casa vez más atraída hacia él, me excitaba su aroma, su sonrisa, su virilidad. Fui al baño a cambiarme la toallita, ya que además de sangre me estaba mojando de la calentura que ese turro me estaba haciendo agarrar, cuando volví a la mesa, se me caía todo de lo nerviosa que estaba. Debió darse cuenta de lo que generaba en mí, ya que en cierto momento me dice:
-Me gustaría decirte lo que te dije la última vez que estuvimos juntos-
Por supuesto que lo recordaba, ¿Cómo olvidarlo?
-Decímelo- lo alenté.
Se acercó a mí un poco más y susurrándome al oído me dijo lo que ansiaba escuchar:
-Me gustaría llevarte a un telo-
Lo miré intensamente y sin titubear asentí:
-Ya sabes mi respuesta-
-Me gustaría escucharla- me dice sonriendo.
-Esa es una propuesta que no puedo ni quiero rechazar- le digo en un susurro, tal como aquella vez, mis ojos clavados en los suyos. Se acerca y nos besamos, un beso de lengua, caliente y jugoso, rebosante de calentura. Una de mis manos se desliza por debajo de la mesa y acaricia esa prominencia que se forma bajo la bragueta de su pantalón. Lo que siento me hace estremecer. Aunque este con el período no pienso perderme ese momento, es ahora o nunca. Muero de vergüenza pero se lo digo, sí, ya sé que aseguré que nunca lo diría, pero no estaba para excusas inútiles, quería, ansiaba, deseaba que ese hombre me cogiera…otra vez…y no estaba dispuesta a dejarlo escapar. La retirada no era una opción.
-Mira, solo hay un problema- le digo bajando la mirada.
-¿Tu marido?- pregunta al borde de la decepción.
-No- me sonrió –Ese no es problema-
-¿Entonces?-
-De verdad me gustaría volver a estar juntos, pero…estoy en esos días… ¿sabés?-
-¿Y eso para vos es un problema?- pregunta.
-Eh…bueno, no, pero pensé que para vos…-
-Entonces para mí tampoco- me asegura con esa sonrisa seductora.
Tanto hacerme la cabeza y él lo resolvía así de fácil. En la habitación del telo renovamos los besos y caricias, comiéndonos la boca con frenesí, chupándonos, lamiéndonos, dejando que la lujuria se apodere de todo a nuestro alrededor, incluso de nuestros cuerpos. Ya desnudos rodamos sobre la cama, sin dejar de besarnos, quedando yo encima suyo, lo que aproveche para ir bajando por su cuerpo, lentamente, besando, lamiendo cada centímetro de su piel. Sabe delicioso, a macho, a hombría, el sabor que deleita todos mis sentidos. Así llegué hasta aquel bastión que me esperaba erguido y tumefacto, destilando ya por la ranurita de la punta el salobre licor del amor, ese suntuoso elixir con el que tanto me gusta embriagarme. Le agarre la pija bien fuerte con las dos manos, para que no se me escape, y la llené de besos, chupones y lamidas, tiene un sabor exquisito…bah, todas tienen un sabor exquisito, pero en ese momento, con la calentura a full, la de Wilmar se me antojaba mucho más deleitable todavía. Pura carne de exportación, oriental, charrúa… entonces me acordé de un chiste que me hizo Claudia cuando me habló por primera vez de su nueva conquista. Después de alabar su desempeño sexual, me dijo:
-Y además de todo eso es oriental-
-¿Qué, te pusiste de novia con un chino?- le pregunté sorprendida.
-No boluda, es uruguayo- me dice cagándose de la risa.
Le pasé la lengua por los lados, subiendo y bajando, volviendo a subir, volviendo a bajar, saboreando cada pedazo, cada trozo, humedeciéndome la lengua con el juguito que seguía brotando de la punta y esparciendo por todo su volumen. Me saco un pelito que se me enreda en la lengua y se la sigo chupando, ávida y golosamente.
-¡Que pedazo de pija tenés…me encanta!- le digo sin dejar de besársela y lamérsela, sintiendo los labios ya entumecidos de tanto frotarlos por todo su contorno.
Lamentablemente, debido a la “fucking” regla, no me pudo devolver gentilezas, pero aún así no iba a privarme de disfrutar como se debe semejante aparato. Antes que nada corrí al baño, me limpié lo mejor que pude, me enjuagué y volví ya desnuda. Él seguía recostado de espalda, la erección a tope, por lo que le puse yo misma el preservativo, me le subí encima y sin demora alguna me ensarté en tan glorioso baluarte. ¡¡¡Ahhhhhh…!!! Que placer ser empalada de esa manera. Arqueando la espalda y echando la cabeza hacia atrás, solté un profuso y gutural suspiro. Wilmar me recibió aferrándome de las tetas, una con cada mano, amasándomelas a discreción, mientras yo comenzaba a cabalgarlo en una forma que delataba lo mucho que me calentaba ese hombre. En tanto la pija del charrúa entraba y salía e toda su imponente magnitud, yo sentía que me mojaba más que de costumbre, mucho más, obvio, era la sangre del período que seguía fluyendo incontrolable, lo cual provocaba que la lubricación fuera todavía más intensa. Wilmar no tenía en verdad ningún problema en cogerme en tal estado, menos aún cuando me puso a mí de espalda y situándose entre mis piernas, arremetió con todo, haciendo que la sangre se esparciera por la parte interna de mis muslos…parecía como si me estuviera destripando, como si me arrancara las entrañas por la concha, no apto para impresionables, pero era eso precisamente, la sangre, el “gore”, lo que le elevaba la calentura a niveles estratosféricos. La sábana ya parecía la escena de un crimen, un manchón rojo oscuro constituía la prueba del delito. Lo lamentaba por la pobre mucama que tuviera que asear posteriormente el cuarto, tendría un trabajo más que desagradable.
Cuando me tuvo en cuatro, literalmente me fulminó a pijazos, surtiéndome no solo por la concha, sino también por el culo, llevándome a lomo de su verga hacia un polvo tanto o más apoteótico que el que nos echamos tres años atrás. ¡Cómo pasa el tiempo! Pasan los años, los hombres, los amantes, los lectores de Poringa, pero la putez me queda, eso no cambia.
Luego del polvo le volví a comer la boca, atrapando y succionando su lengua con mis labios, frotándome contra él sin importarme la sangre ni todo el descalabro que habíamos hecho. Tras el beso me levanté y medio tambaleante fui hacia el baño. Me senté en el inodoro y solté todo lo que tenía adentro. De ahí me pasé al bidet para enjuagarme y lavarme adecuadamente.
-¿Sabés a que me recuerda esto?- me pregunta desde la cama.
-¿A qué?- inquiero inocentemente.
-¡A la masacre de Texas!- exclama, coronando su expresión con una risa malévola.
-En verdad me masacraste, y no lo digo por la sangre- le confieso.
-Es que estás terrible Mary, ¿cómo no cogerte hasta romperte toda?-
-Jaja, si es un piropo, gracias- me rió -¿Sabías que fui mamá?- le pregunto luego, limpiándome ya con más minuciosidad.
-No me jodas- se sorprende.
-No te jodo, tengo un baby -
-Con razón estás un poquito más ancha de caderas…- comenta.
-¿Qué?- me exalto -¿Ancha de caderas yo?-
-Solo un poquito- se apresura a decir –Pero así es mejor, hay más de donde agarrar- agrega entrando al baño, la verga oscilando largamente entre sus piernas.
-Y vos parece que la tenés más grande- le replico -¿Con que la estuviste ejercitando?-
-¡Pura carne argentina!- exclama y sacudiéndosela ostentosamente agrega: -Le gustan las porteñas-
Teniéndome ahí, sentada en el bidet, a su merced, no resultó extraño que se parara adelante mío y dejara la cuestión a mi absoluta y completa resolución. Obvio que no me iba a quedar de brazos cruzados teniendo algo tan tentador frente a mí. Así que lo acerque aún más y agarrándosela con las dos manos, una para envolverle los huevos, la otra para sostener y frotar el curvilíneo tronco, me puse a chupársela como si no hubiéramos pasado toda la hora anterior cogiendo a todo trapo. De a ratos me la sacaba de la boca y lo pajeaba con fuerza, tratando de acelerar la descarga, ya que si bien chupar es algo que disfruto por demás, la verdad es que ya tenía los labios entumecidos de tanto chupar, besar y lamer.
-¿Me vas a dar la lechita?- le pregunto sacándola brevemente de mi boca, sintiéndola ya estremecerse entre mis dedos.
Wilmar estaba desquiciado, la tenía tan dura, con las venas tan hinchadas que parecía que fuera a explotarle en cualquier momento.
-¡La lechita… quiero la lechita!- le insistía, con voz de bebota.
Y tanto insistirle, la tuve… la leche empezó a saltar como si lo de antes hubiese sido solo un aperitivo, primero un lechazo largo y después otros más cortos y yo ahí, con la boca abierta y la lengua afuera, recibiéndolo todo, incluso me cayó hasta en los ojos, por lo que tuve que cerrarlos, sintiendo aún a oscuras como seguía acabándome en la cara.
-Uffff Mary…que buen petiso me hiciste…mira como te deje la cara…jaja- se reía mientras me ayudaba a limpiar el semen que se me había acumulado en las cuencas de los ojos.
Mientras, yo tragaba y me relamía con lo que me había caído en la boca, que ya era bastante. Me levanté del bidet y me miré en el espejo, estaba toda embadurnada de semen.
-¿De dónde sacás tanta leche nene?- le pregunté riéndome.
-Ya te dije las argentinas me mantienen bien provisto- bromea.
Una rápida ducha, nos vestimos, de nuevo me puse la bombachita bien entoallada, besos y mimos antes de la despedida, intercambio de celulares para un nuevo encuentro, no muy pronto, pero si en algún momento, y es que Wilmar está demasiado bueno como para dejarlo pasar, y además coge como los Dioses, y es tan o más morboso que yo, no digo de coger una vez por semana, pero por lo menos cuando este con la regla ya se a quien llamar…