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De marido y mujer a amantes

Hola a todos. Como diría una canción de Vox Dei "Todo concluye al fín, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina..." Y si, nuestro matrimonio entre Roxana y yo llegó a su fín. No fue entre peleas, gritos, llantos y escándalos; no, no. Nada de eso. Fue algo consensuado entre dos personas que en algún momento se amaron y que ese sentimiento se fue desgastando con el transcurrir de los días.
La cosa es que lo nuestro fue tan de mutuo acuerdo que no incluimos en el tema a abogados ni nada que se le parezca, preferimos arreglar una reunión en un bar en el Tigre para el sábado último pasado a la noche.
Me preparé tranquilo para tener la reunión con Roxana, me vestí sobrio pero sin perder la elegancia, me perfumé y agarré el auto rumbo a la cita. Cuando llegué Roxana esataba hermosa (como siempre, bah...), tenía una mini de jeans blanca, una blusa colorida semitransparente, unos suecos blancos, toda maquillada y un exquisito perfume.
-Hola bonita -le dije al saludarla con un beso en su mejilla.
-Hola gordi. Te veo y me hacés dudar... -me respondió.
Los detalles de la separación de bienes no son relevantes, pero si lo es que todo se arregló con armonía y en poco tiempo.
La noche estaba fresca, soplaba un vientito fresco y Roxana estaba quejosa por el frío. Nos fuimos caminando sin rumbo, con mi saco sobre sus hombros y tomados de la mano. Reíamos, hablábamos, ella me acariciaba mi rostro con ternura. Así lo hicimos hasta que llegamos al auto. Allí no nos aguantamos más y nos enrredamos en un furibundo beso, nuestras lenguas jugaban entre sí y nuestros jugos se confundieron en uno solo. Ella dejó caer mi saco sobre el capot y empezó a desabrochar su blusa.
-Esperá. Vamos a un telo. -le dije frenándola.
Subimos raudamente al auto y recorrimos los pocos kilómetros que nos separaba de un conocido hotel de San Fernando, uno que frecuentábamos de novios. Manejé con mucha dificultad porque mientras lo hacía Roxana me chupaba deliciosamente la pija al re palo. Se detuvo poco antes de llegar al hotel, y mientras ingresábamos ella se retocaba su maquillaje.
Ingresamos a la suite y mientras se desnudaba me acerqué al teléfono y pedí champagne. Para cuando me doy vuelta ella lucía una muy pequeña tanga blanca, sus pechos desnudos ansiaban ser chupados y todo su cuerpo emanaba la imperiosa necesidad de ser penetrada. Nos volvimos a besar mientras ella frotaba el bulto que se me formó por mi tieso pene. Me separé de ella, la di vuelta, me quité el cinturón del pantalón y con el la sujeté con los brazos atrás. Ella gemía alocada, me pedía que le pegue, que la viole, que la rompa toda...
Con los brazos maniatados por detrás se dejó caer sobre la cama, le quité la tanga que lucía el perfume de su excitación y, con todo su culo a mi disposición empecé a chuparle la conchita toda abierta para mi. Mi cara hundida entre sus nalgas y su cuerpo que se movía mientras continuamente. Al rato me aparto un poco de ella, le estimulo el clítoris con mis dedos mientras la observo a ella, toda belleza, toda entregada, jadeando como un animal en celo.
Mi pene deseoso estaba deseoso de entrar en acción, y en su honor, estaba dispuesto a sacrificar esta diosa del sexo en ese altar que era ni más ni menos que la cama de un hotel. Casi sin darle aviso mi pene ingresó en su conchita depilada por detrás y frenéticamente, casi diría poseído, empecé a sacudirla en un incesante bombeo. Ella, aún hermosa, gritaba ante cada embestida; su rostro desdibujado de placer era fielmente reflejado en el espejo. En un momento, cuando estaba por llegar al orgasmo, me detengo y saco mi pija para luego darla vuelta y acercársela a la cara. Ella quejosa por lo que hice se queda con la boca abierta esperando comer mi viril miembro. La empujo nuevamente hacia la cama, la abro de piernas y la pongo con sus piernas apoyadas sobre mi hombro para luego continuar con mi faena, para arrancarle varios orgasmos casi en cadena. Ante eso ella me pedía que pare, algo que accedí al saber que le iba a largar todo mi esperma. Aquel semen caliente fue a parar entre sus pechos y mi pene quedó limpito después con su suave boca. Al desatarla empezó a gemir alocada.
El champagne nos esperaba bien frapé y lo disfrutamos en el hidromasaje. Nuestros cuerpos más relajados recibían las caricias de las burbujas del hidro. Allí nos volvimos a besar y nuestras manos empezaron a jugar acariciando nuestras zonas erógenas. La acomodé de modo tal que pude estimular su ano con mis dedos mientras ella recibía gustosa cada uno de mis dedos en su interior. Cuando estaba lo suficientemente dilatado mi pene hizo el resto, arrancando gritos eufóricos, gestos de dolor y placer. Al principio arranqué con delicadeza pero luego supe darle con firmeza y ritmo. Sus orgasmos no tardaron en llegar y un chorro de semen colapsó su agujero. Estuvimos toda la noche y ella, además de estar espléndida, estaba bien gauchita. Incluso en un momento me pidió que le mande, recubierto con un forro, el recipiente de su antitranspirante por su vagina.
Nos dimos cuenta que no estamos para convivir pero en la cama nos seguimos deseando desenfrenadamente. Otro hombre le hará compianía en su cama y hasta quizás le haga muy bien el amor, pero el destino nos cambió. Desde hoy y para siempre daremos paso a nuestros más bajos deseos, a nuestras más alocadas fantasías. Sólo que ahora en calidad de amantes...

3 comentarios - De marido y mujer a amantes

tanito2010 +1
Terrible historia hermano, segui disfrutandola!!!!!Saludos
xxxdios +1
🤤 🤤 🤤 🤤
arde_nati
Me dio nostalgia. Este post tiene 2 años....