Como para que me recuerden soy Mario, el albañil diplomado en otro relato que comparto con ustedes.
Cursar la materia Análisis Matemático III, Integrales impropias, Ecuación de ondas - Método de D'Alembert y puedo seguir…por favor que parto sacar esa materia, la teoría la daba la jefa de cátedra, una petisa de lentes, rellenita como tripa gorda, arrancaba la clase desarrollando en el pizarrón, dos horas continuas y parecía que cuando iba a terminar de exponer el tema, me daba la impresión que acababa, que fanatismo por favor, se apasionaba, era como que se calentaba dando la clase… pensaba en mi morbo, sabrá ésta fundamentalista de Fourier y Laplace , lo que es una buena lampaziada de papo, una lechada abundante en su concha patitas al hombro, un salvaje perrito en la mesa.. una cara de virga la profe, encima como para acrecentar mi poca disposición a la materia, el profe de trabajos prácticos, un demasiado suave y dulce, voz aputasada siempre, cejas depiladas, perfume penetrante como una mina, que te miraba las manos, la boca, mientras vos le consultadas el límite de la integral impropia definida desde un punto a hasta el infinito…
Sentado en la hemeroteca de la facultad, trataba de resolver ejercicios de un trabajo práctico y nada, no me salía una, leía una y otra vez y no había forma, hasta que me harté, me fui hasta el transparente y me fije los horarios de consulta, había una profesora que 17.30 a 19 atendía las consultas, faltaba como media hora, así que me senté en el piso, medio frustrado, música de mi celular en mis oídos y volver a releer mis apuntes, en eso veo que viene una mujer, treinta y pico alto, trajecito formal color bordo oscuro, saquito y pollera entallada, blusa clara, maletín, buscaba en la cartera para abrir el box, donde supuestamente daba la consulta, cuando ve que me paro
-Usted me está esperando
-Buenas tardes, ¿usted es la profesora Natalia?, si la esperaba para hacerle una consultas, porque no avanzo.
Se la veía súper nerviosa y apurada, luchaba con la llave para abrir la puerta.
-Mire ahora no lo puedo atender, si me perdona, tengo un problema serio
Se le caen las llaves y se pone la mano abierta en la cabeza, era un manojo de nervios. Me acerco le levanto el enorme llavero, le pido que se tranquilice, que me indique la llave de la puerta, que yo se la abro y que si podía ayudarla en algo, daba pena verla casi temblando y casi desencajada de los nervios
-Tengo que buscar a mi hijo de la guardería para dejarlo en mi madre, cuando voy a arrancar el auto, ni se mueve, cuando lo estacione esta mañana andaba de lo mas bien, lo llamo a mi marido y como siempre jamás tiene tiempo para ayudarme, todavía tengo que volver a dar las consultas a ustedes, vine a buscar en la guía de teléfono a una remisera para llamar un coche.
-Porque no se tranquiliza Profesora, para que un remis venga hasta el predio universitario, va tardar como media hora, nerviosa como ésta no soluciona nada, vamos a ver su auto, algo entiendo de mecánica y sino la llevo en mi moto hasta la remisera de aca a veinte cuadras y se ahorra el tiempo, si es por mi consulta, no es tan urgente… dele vamos, tranquila.
Mientras caminábamos hasta la playa de la facultad, trataba de controlar sus nervios, trataba de deducir que le podría haber pasado a su auto, que la guardería no esperan, un drama infernal, cuando llegamos al auto, un fiat uno, no muy viejo, voy a darle arranque, la batería muerta, me fijo la llave de la luz y había dejado las luces encendidas, la carita de la Profesora pensando que “boluda que soy”, era única, pechando con la ayuda de otros estudiantes que estaban cerca, arrancamos el Fiat y subiéndose más tranquila, le recomiendo que no lo apague, que maneje tranquila
-Pero espéreme yo regreso en media hora y vemos sus dudas.
-Yo enseguida tengo clases profesora, pero mañana si o si vengo, me está costando horrores la materia.
-bueno mejor, así lo vemos más tranquilo, yo voy a estar desde las 15.30, aunque esté el box de la puerta cerrada, toque que yo lo atiendo y muchísimas gracias
-de nada, vaya tranquila.
-¿Cómo es su nombre?
-Mario
-bueno Mario mañana lo espero
Y se fue, desesperada. No recuerdo porque no fui al día siguiente y después fui a la consulta del profe suave y medio como que le agarre la mano a la materia, mis consultas fueron más esporádicas y creo que no coincidían mis horarios con la profesora Natalia, del manojo de nervios y no la vi más o no me la crucé.
Cerca de fin de cuatrimestre, tiempo de regularizar materias y de parciales, salía de mi trabajo en el centro de salud y me rajaba directo a la facultad, resolvía parciales viejos que siempre tienen los centros de estudiantes y si surgía alguna duda, consultaba al profe suave, así que por esos días estaba en la hemeroteca
-Hola Mario (susurrando) (se acordó mi nombre y todo)
-Hola Profesora, ¿cómo le va? (susurrando también)
La encargada de la hemeroteca una vieja cascarabia pero yo la adoraba, porque mantenía un silencio hermoso para estudiar y no desconcentrarse con boludeces, obligaba sea quien sea, que ahí no se charlaba, así que la profe me hizo señas con las manos, para que salgamos al pasillo, cosa que hice dejando mis cosas donde estaban nomas.
-Hola ¿como estas Mario?, te desapareciste, no te vi mas
-bien profesora, lo que pasa que como trabajo, en sus horarios de consulta se me hace difícil, ese día que la vi, vine temprano como ahora, como para poder estudiar, es que se vienen los parciales
-y ¿como la llevas?
-creo que bien, estaba resolviendo parciales viejos
-está bien eso, mira yo voy a estar en el box ahora, como hasta las seis de la tarde, yo estoy trabajando con la computadora en una investigación, hay dos escritorio ahí, podes estudiar tranquilo y si necesitas algo ahí nomas me podes consultar.
-No quisiera ser una molestia profesora.
-No Mario no me molestas para nada, no me olvide la amabilidad que tuviste ese día conmigo, la ayuda con el auto, no te encontré mas para contarte ese día de locos… bla bla
En eso que hablaba sin parar, pensé para mi, che no es para tanto el agradecimiento y si bien es cierto que yo le miraba la cara, atendiendo lo que me decía, le pegue la relojeada morbex , tipo scaner, 35 años aprox, bien llevados, cara fresca, ojos marrones, boquita apenas con color piel, labios normales a grandecitos, cara redonda, pelo por los hombros con esa traba de pelo a reglamento que sostiene el flequillo, bien lacio, morocha natural, calculo que 1.60, apenas rellenita, típica profesora de matemáticas, si usaba un perfume no lo noté, lentes intelectuales, cero maquillaje, pantalón vaquero de vestir holgado, camisa ancha color claro, un botón demás, atrevido desprendido, no se veía pero sugería, no sé si me explico y se notaba un buen par de melones y se notaban bien no macana, un colgante en la garganta con una imagen religiosa, anillo de casada grueso en la mano izquierda, reloj pulsera, aros chiquitos de oro en las orejas, zapatitos de monja, esos cerrados, tipo de varón, de un único color, de suela ancha bien cómodos, cinturón, cartera todo en el mismo tono, no era una mujer que podía calentarme y eso que a los 20 años uno siempre es material disponible, pero andaba tranquilo con los niveles lácteos de normal para abajo, me andaba comiendo a la pendeja vecina o me comía ella, que es más correcto decir y la rica tía madura que si bien es cierto que los sábados que culiabamos eran espaciados, siempre eran de primerísima calidad.
Así que fui a recoger mi mochila con mis carpetas, apuntes, el casco, mientras ella me esperaba en el pasillo, juntos recorrer un largo trecho por el predio universitario, para llegar a su box y como siempre digo, construir el momento, las charlas eternas, siempre empezando uno a contar de su vida y cuando te interrumpe, porque ella quiere contarte de la suya, hacer el mas compañero silencio y escuchar atento, casada con su novio, que conoció en la universidad cursando las mismas matemáticas, profesor también, un hijo de tres años, construyendo la casa, profe de trabajos prácticos dedicación semi-exclusiva, esperando poder concursar para acceder a dedicación exclusiva, con esa, según ella, mejora significativa del sueldo, todo como un teorema matemático, hipótesis, tesis y demostración, su ordenada y previsible vida, tal cual ella me contaba. En fin, solito, me metí en el baile.
Entramos a su box, que me conto que comparte con otra profesora, son típicos, chiquitos como caja de zapatos, el ancho de una ventana, dos escritorios en línea, algo que parece una biblioteca al costado de la puerta, que sirve de tope al acceder, en la esquina un calentador eléctrico a resistencia, esos redonditos de cerámicos y chapa, una pava y una repisa más arriba, con el mate, dos tazas, azucarera, yerba, dos vasitos y otro que tiene cubiertos, una bolsita con tortillas vaya uno a saber de cuando son, un paquete de galletas de salvado abierto cerrado con una gomilla y creo que una servilleta, dos plantitas en la ventana a las cuales saluda dulcemente, corriendo la cortina para que entre luz, diciendo que me acomode indicándome el escritorio a usar, que va a buscar agua en un termo, para mates y regar a las plantitas.
Me instale, saque mis carpetas y seguí con mis estudios y la profe no volvía, como había dejado la puerta abierta por ahí algún estudiante preguntaba algo o se veía pasar gente por el pasillo, me costaba concentrarme, que boludo atómico que soy, renegaba fastidiado en mis pensamientos, deseando no haber venido y volverme a la hemeroteca silenciosa, en eso aparece…
-Dios, me cruce con la Jefa de la cátedra, no me dejaba, como habla esa mujer… (¿En serio?), ¿Cómo vas?, mostrarme que estás viendo
y cuando parece que se va acercar a ver lo mío, decide poner la pava para mates, regar las plantas al pasar y empieza a instalarse en el otro escritorio para lo que quería hacer, pone su notebook, guarda la cartera, saca una carpeta que abre y tiene como borradores, busca el cablecito de red debajo del escritorio para que su computadora tenga internet y yo esperando como salame, en eso un estudiante le pregunta por una profesora y ella le indica donde era su box.
-no te molesta si cierro la puerta, sino cada rato vienen a preguntar cosas, la macana que entra poco aire.
La estaba por mandar a la recalcada…y no espera mi respuesta, cierra la puerta y además con llave y se viene a mirar mis hojas
- a ver, quiero ver que estás haciendo,
Se pone a mi lado y se inclina a mirar mi hoja y revisar mis ejercicios y en ese punto, justo ahí, la blusa ancha, la que tenía el botón atrevido suelto, hace que todo mi fastidio se vaya, la mina insípida, la típica profesora de matemáticas, se vuelve un objeto de enorme deseo, mis impúdicos ojos se dedicaron a ver dos montañas enormes, blancas, juntas dibujando al medio esa raya… si esa raya que ustedes saben, dos enormes tetas sujetas por un corpiño de esos fuertes y grandes, medio antiguos, ella concentrada en revisar mis ejercicios, sin mirarme agarro mi lápiz y efectuó correcciones, hasta que se paro y me dijo
-revisa eso que marque, tenes un error tonto pero te cuesta todo los puntos del ejercicio en el examen.
Y se fue para su escritorio, mi vista se clavo en el culo, mirarle las caderas, mirarla de otra manera, era la misma mina pero había cambiado radicalmente, luchaba tratando de concentrarme en el ejercicio, luchaba con la imagen de sus tetas, luchaba con mi pija durísima apretada en el pantalón, luchaba…
Paso un rato largo, pude terminar el ejercicio y practicar con otros, ella trabajaba en su compu en silencio, por ahí me pasaba un mate o por ahí yo le pasaba mi hoja, para que la revise, termine el parcial y tipo cuatro de la tarde, me quería ir, no servía estar ahí, no podía concentrarme y ella como si nada, me trajo, me encerró, me mostro las tetas y nada… o yo soy tan pajero que es algo tan normal como que una profesora, te insista de venir con ella, los dos solos, encerrados, esas tetas enormes puestas como en una vidriera y pueda encima estudiar, me quería ir ya.
Cuando me ve acomodar las cosas, se para acercándose y preguntándome si eso era todo, que ella deja lo que está haciendo para que la consulte,
-creo que casi está todo profesora, le agradezco mucho su ayuda
-¿Mario te pasa algo? Te veo molesto
Y me detiene poniendo su mano en mi brazo, buscando mis ojos, esperando una respuesta, le pongo la mano encima de ella, mi mano enorme encima de ella, torpe, áspera, de albañil, una pequeña presión, una caricia,
-a mi no me pasa nada, vos me pasas mi
-que es lo que decís
Soltándose sorprendida o haciéndose la sorprendida, a lo cual me le acerco, ella no se mueve, es más me mira fijamente y desafiante y en un tono fuerte, decidido, que escuche bien
-¿qué me pasa?, vos me pasas, vos me atravesas, vos me podes
Y le comí la boca de una, un chupón con alma y vida, quiso detenerme con sus brazos, intentando una resistencia, ya la había tomado de la cintura, hacer que se apoye en el borde del escritorio que se desplazo hacia la pared con estrepitoso ruido, apoyarle, sin tiempo a que lo procese, el bulto con fuerza, incitándola a que abra esas gambas rellenas para recibirme, le solté la boca, me miro a través de esos lentes intelectuales, que ahora resultaron sexis, soltó la traba del pelo, movió la cabeza como liberándolo, mirándome con el labio inferior mordido, echa en ese gesto, era ese deseo del cual no podía defenderse, ni detenerse, ni resistirse y abrazándome, me comió la trucha, que chupón el de la profesora, no te explico, baboso, jugoso, metiéndome la lengua y jugando en mi boca, mordiéndome despacito los labios, mordisquitos en mi pera, acariciando sus labios en mi barba de dos días…
-Mario (gimiendo sentidamente), ¿qué estamos haciendo por dios?
-Acaríciame la piel Natalia, tócame
Y me metió las manos por debajo de mi remera, ese suspiro inigualable, al sentir el roce de sus manos en mi espalda, su boca en la mía sin pausas buscando abrir los botones de su blusa casi con torpeza, que pasión desenfrenada nos impulsaba y cuando pude terminar de abrir su blusa, ver esas dos gomas infernales, anchas, pesadas, metidas en ese corpiño enorme, que subí para arriba, soltando esas dos bellezas, gemelas, blanquitas, aureolas enormes, de pezones grandes, gordos, redondos, tres puntitos bien marcados, desesperado a chuparle las tetas, apenas entraba la punta de su pecho en mi boca, enormes, tapándome la cara, fue tal mi torpeza y la fuerza con la que me prendí
-Mario… Mario, despacio por favor, me hacer doler
Creo que lo decía por decirlo, cierto era el dolor, pero cierto también su calentura, sintiendo la desesperación que yo tenía por esas gomas
-que hermosas tetas que tenes por favor, como una integral definida en un intervalo infinito
Y me regalo su sonrisa matemática
-quiero saber cómo se define la función para estudiar el limite (jugando ella también)
Me soltó el cinto con maestría y como quien define el conjunto de los números naturales, {1,2,3…} me soltó el botón del vaquero, me bajo el cierre, me mando las dos manos en una franela terrible, a los cachetes de mi cola presionándome a sus piernas rellenas, abiertas y deseosas, de que ese vaquero holgado que tenia, fuera sacado, se recostó a lo largo del escritorio y levanto sobre mi pecho las piernas, los zapatos de monja al suelo, soltar el cinturón, el botón, bajar el cierre de ese vaquero aburrido, muy de mojigata y bajar descubriendo esas piernas gorditas, con celulitis, mal depiladas, con pelitos incipientes creciendo, que me excitaban lo indescriptible, la bombacha ancha de vieja blanca me partía la cabeza, los pelitos de la concha que de tan abundantes se salían por el costado, negritos, largos y lacios como lo de su cabeza, bajar esa bombacha enorme mientras ella terminaba de sacarse el corpiño, que yo le había subido torpemente y esa forma de mirarme de Natalia, mezcla de mujer excitada, perdida, insegura, no pudiendo manejar esa situación, justo ella, la de la esquemática, axiomática y matemática conducta, presa de un deseo que la perdía, del que no podía defenderse, es difícil describir sentir lo que fue besarla, chuparla, lamerla, era como recolectar el gusto, el sabor, el olor de su piel natural, era desear esos rollitos de grasa, sus pancita gordita morderla de a pedacitos, acariciarla con devoción y ella que me devuelva esa devoción con la calentura de una hembra en celo, encontrar esa conchita chiquita, escondida entre sus piernas regordetas y sus pelos largos tupidos, bien mojada, verla taparse la boca desesperada para no gritar, cuando le metí una chupada de concha demente de la calentura, meterme entre mis dientes esos pelos largos mojándolos con mi saliva, para bajar nuevamente a esa concha chiquita, mojada, cerrada, escondida.
En su deseo, tomando mi cara con sus dos manos, buscando un beso, recostada en el escritorio, me abrió las piernas, en ese lenguaje sin sonidos, diciendo dale, no tardes mas, me trajo hacia ella, con una mano acomodo la pija en la entrada, me puso las manos en la cintura y me acerco hacia ella, sentir como penetraba esa conchita mojada y estrecha, sentir su gemido contenido, sentir como entraba en ella, sentir como se dejaba poseer la profesora, sentir, bombear profundo, hacer que mi pija recorra entera ese camino desde la punta hasta sentir que no tengo más que meter adentro, sentir ese sonido cuando golpea mi bombeo frenético en sus piernas regordetas, sentir como me late la pija en su interior, sentir como empuja su ser abriendo ese camino que te lleva inexorablemente, torcerme para chuparle dementemente esas tetas enormes, culpables de toda ésta locura, que queden rojas de la presión de mi boca, marcadas de mi barba de dos días, mirar como mi pija venosa, dura, ingresa en esa conchita, toda humedecida, abierta, sentir como le agarro con fuerza con mis dos manos su cintura, en esos rollitos de grasa, abrir instintivamente un poco las piernas, salir hasta la punta y volver a entrar profundamente, sentir ese estremecerme, sentir el escalofrió, emitir ese gemido tan especial y vaciarme dentro de ella, sentir su beso sentido y desplomarme, ella me besa, me acaricia, deja que mi pija latiendo se quede quieta, me abraza fuerte, la profesora de matemática, no me suelta.
Cursar la materia Análisis Matemático III, Integrales impropias, Ecuación de ondas - Método de D'Alembert y puedo seguir…por favor que parto sacar esa materia, la teoría la daba la jefa de cátedra, una petisa de lentes, rellenita como tripa gorda, arrancaba la clase desarrollando en el pizarrón, dos horas continuas y parecía que cuando iba a terminar de exponer el tema, me daba la impresión que acababa, que fanatismo por favor, se apasionaba, era como que se calentaba dando la clase… pensaba en mi morbo, sabrá ésta fundamentalista de Fourier y Laplace , lo que es una buena lampaziada de papo, una lechada abundante en su concha patitas al hombro, un salvaje perrito en la mesa.. una cara de virga la profe, encima como para acrecentar mi poca disposición a la materia, el profe de trabajos prácticos, un demasiado suave y dulce, voz aputasada siempre, cejas depiladas, perfume penetrante como una mina, que te miraba las manos, la boca, mientras vos le consultadas el límite de la integral impropia definida desde un punto a hasta el infinito…
Sentado en la hemeroteca de la facultad, trataba de resolver ejercicios de un trabajo práctico y nada, no me salía una, leía una y otra vez y no había forma, hasta que me harté, me fui hasta el transparente y me fije los horarios de consulta, había una profesora que 17.30 a 19 atendía las consultas, faltaba como media hora, así que me senté en el piso, medio frustrado, música de mi celular en mis oídos y volver a releer mis apuntes, en eso veo que viene una mujer, treinta y pico alto, trajecito formal color bordo oscuro, saquito y pollera entallada, blusa clara, maletín, buscaba en la cartera para abrir el box, donde supuestamente daba la consulta, cuando ve que me paro
-Usted me está esperando
-Buenas tardes, ¿usted es la profesora Natalia?, si la esperaba para hacerle una consultas, porque no avanzo.
Se la veía súper nerviosa y apurada, luchaba con la llave para abrir la puerta.
-Mire ahora no lo puedo atender, si me perdona, tengo un problema serio
Se le caen las llaves y se pone la mano abierta en la cabeza, era un manojo de nervios. Me acerco le levanto el enorme llavero, le pido que se tranquilice, que me indique la llave de la puerta, que yo se la abro y que si podía ayudarla en algo, daba pena verla casi temblando y casi desencajada de los nervios
-Tengo que buscar a mi hijo de la guardería para dejarlo en mi madre, cuando voy a arrancar el auto, ni se mueve, cuando lo estacione esta mañana andaba de lo mas bien, lo llamo a mi marido y como siempre jamás tiene tiempo para ayudarme, todavía tengo que volver a dar las consultas a ustedes, vine a buscar en la guía de teléfono a una remisera para llamar un coche.
-Porque no se tranquiliza Profesora, para que un remis venga hasta el predio universitario, va tardar como media hora, nerviosa como ésta no soluciona nada, vamos a ver su auto, algo entiendo de mecánica y sino la llevo en mi moto hasta la remisera de aca a veinte cuadras y se ahorra el tiempo, si es por mi consulta, no es tan urgente… dele vamos, tranquila.
Mientras caminábamos hasta la playa de la facultad, trataba de controlar sus nervios, trataba de deducir que le podría haber pasado a su auto, que la guardería no esperan, un drama infernal, cuando llegamos al auto, un fiat uno, no muy viejo, voy a darle arranque, la batería muerta, me fijo la llave de la luz y había dejado las luces encendidas, la carita de la Profesora pensando que “boluda que soy”, era única, pechando con la ayuda de otros estudiantes que estaban cerca, arrancamos el Fiat y subiéndose más tranquila, le recomiendo que no lo apague, que maneje tranquila
-Pero espéreme yo regreso en media hora y vemos sus dudas.
-Yo enseguida tengo clases profesora, pero mañana si o si vengo, me está costando horrores la materia.
-bueno mejor, así lo vemos más tranquilo, yo voy a estar desde las 15.30, aunque esté el box de la puerta cerrada, toque que yo lo atiendo y muchísimas gracias
-de nada, vaya tranquila.
-¿Cómo es su nombre?
-Mario
-bueno Mario mañana lo espero
Y se fue, desesperada. No recuerdo porque no fui al día siguiente y después fui a la consulta del profe suave y medio como que le agarre la mano a la materia, mis consultas fueron más esporádicas y creo que no coincidían mis horarios con la profesora Natalia, del manojo de nervios y no la vi más o no me la crucé.
Cerca de fin de cuatrimestre, tiempo de regularizar materias y de parciales, salía de mi trabajo en el centro de salud y me rajaba directo a la facultad, resolvía parciales viejos que siempre tienen los centros de estudiantes y si surgía alguna duda, consultaba al profe suave, así que por esos días estaba en la hemeroteca
-Hola Mario (susurrando) (se acordó mi nombre y todo)
-Hola Profesora, ¿cómo le va? (susurrando también)
La encargada de la hemeroteca una vieja cascarabia pero yo la adoraba, porque mantenía un silencio hermoso para estudiar y no desconcentrarse con boludeces, obligaba sea quien sea, que ahí no se charlaba, así que la profe me hizo señas con las manos, para que salgamos al pasillo, cosa que hice dejando mis cosas donde estaban nomas.
-Hola ¿como estas Mario?, te desapareciste, no te vi mas
-bien profesora, lo que pasa que como trabajo, en sus horarios de consulta se me hace difícil, ese día que la vi, vine temprano como ahora, como para poder estudiar, es que se vienen los parciales
-y ¿como la llevas?
-creo que bien, estaba resolviendo parciales viejos
-está bien eso, mira yo voy a estar en el box ahora, como hasta las seis de la tarde, yo estoy trabajando con la computadora en una investigación, hay dos escritorio ahí, podes estudiar tranquilo y si necesitas algo ahí nomas me podes consultar.
-No quisiera ser una molestia profesora.
-No Mario no me molestas para nada, no me olvide la amabilidad que tuviste ese día conmigo, la ayuda con el auto, no te encontré mas para contarte ese día de locos… bla bla
En eso que hablaba sin parar, pensé para mi, che no es para tanto el agradecimiento y si bien es cierto que yo le miraba la cara, atendiendo lo que me decía, le pegue la relojeada morbex , tipo scaner, 35 años aprox, bien llevados, cara fresca, ojos marrones, boquita apenas con color piel, labios normales a grandecitos, cara redonda, pelo por los hombros con esa traba de pelo a reglamento que sostiene el flequillo, bien lacio, morocha natural, calculo que 1.60, apenas rellenita, típica profesora de matemáticas, si usaba un perfume no lo noté, lentes intelectuales, cero maquillaje, pantalón vaquero de vestir holgado, camisa ancha color claro, un botón demás, atrevido desprendido, no se veía pero sugería, no sé si me explico y se notaba un buen par de melones y se notaban bien no macana, un colgante en la garganta con una imagen religiosa, anillo de casada grueso en la mano izquierda, reloj pulsera, aros chiquitos de oro en las orejas, zapatitos de monja, esos cerrados, tipo de varón, de un único color, de suela ancha bien cómodos, cinturón, cartera todo en el mismo tono, no era una mujer que podía calentarme y eso que a los 20 años uno siempre es material disponible, pero andaba tranquilo con los niveles lácteos de normal para abajo, me andaba comiendo a la pendeja vecina o me comía ella, que es más correcto decir y la rica tía madura que si bien es cierto que los sábados que culiabamos eran espaciados, siempre eran de primerísima calidad.
Así que fui a recoger mi mochila con mis carpetas, apuntes, el casco, mientras ella me esperaba en el pasillo, juntos recorrer un largo trecho por el predio universitario, para llegar a su box y como siempre digo, construir el momento, las charlas eternas, siempre empezando uno a contar de su vida y cuando te interrumpe, porque ella quiere contarte de la suya, hacer el mas compañero silencio y escuchar atento, casada con su novio, que conoció en la universidad cursando las mismas matemáticas, profesor también, un hijo de tres años, construyendo la casa, profe de trabajos prácticos dedicación semi-exclusiva, esperando poder concursar para acceder a dedicación exclusiva, con esa, según ella, mejora significativa del sueldo, todo como un teorema matemático, hipótesis, tesis y demostración, su ordenada y previsible vida, tal cual ella me contaba. En fin, solito, me metí en el baile.
Entramos a su box, que me conto que comparte con otra profesora, son típicos, chiquitos como caja de zapatos, el ancho de una ventana, dos escritorios en línea, algo que parece una biblioteca al costado de la puerta, que sirve de tope al acceder, en la esquina un calentador eléctrico a resistencia, esos redonditos de cerámicos y chapa, una pava y una repisa más arriba, con el mate, dos tazas, azucarera, yerba, dos vasitos y otro que tiene cubiertos, una bolsita con tortillas vaya uno a saber de cuando son, un paquete de galletas de salvado abierto cerrado con una gomilla y creo que una servilleta, dos plantitas en la ventana a las cuales saluda dulcemente, corriendo la cortina para que entre luz, diciendo que me acomode indicándome el escritorio a usar, que va a buscar agua en un termo, para mates y regar a las plantitas.
Me instale, saque mis carpetas y seguí con mis estudios y la profe no volvía, como había dejado la puerta abierta por ahí algún estudiante preguntaba algo o se veía pasar gente por el pasillo, me costaba concentrarme, que boludo atómico que soy, renegaba fastidiado en mis pensamientos, deseando no haber venido y volverme a la hemeroteca silenciosa, en eso aparece…
-Dios, me cruce con la Jefa de la cátedra, no me dejaba, como habla esa mujer… (¿En serio?), ¿Cómo vas?, mostrarme que estás viendo
y cuando parece que se va acercar a ver lo mío, decide poner la pava para mates, regar las plantas al pasar y empieza a instalarse en el otro escritorio para lo que quería hacer, pone su notebook, guarda la cartera, saca una carpeta que abre y tiene como borradores, busca el cablecito de red debajo del escritorio para que su computadora tenga internet y yo esperando como salame, en eso un estudiante le pregunta por una profesora y ella le indica donde era su box.
-no te molesta si cierro la puerta, sino cada rato vienen a preguntar cosas, la macana que entra poco aire.
La estaba por mandar a la recalcada…y no espera mi respuesta, cierra la puerta y además con llave y se viene a mirar mis hojas
- a ver, quiero ver que estás haciendo,
Se pone a mi lado y se inclina a mirar mi hoja y revisar mis ejercicios y en ese punto, justo ahí, la blusa ancha, la que tenía el botón atrevido suelto, hace que todo mi fastidio se vaya, la mina insípida, la típica profesora de matemáticas, se vuelve un objeto de enorme deseo, mis impúdicos ojos se dedicaron a ver dos montañas enormes, blancas, juntas dibujando al medio esa raya… si esa raya que ustedes saben, dos enormes tetas sujetas por un corpiño de esos fuertes y grandes, medio antiguos, ella concentrada en revisar mis ejercicios, sin mirarme agarro mi lápiz y efectuó correcciones, hasta que se paro y me dijo
-revisa eso que marque, tenes un error tonto pero te cuesta todo los puntos del ejercicio en el examen.
Y se fue para su escritorio, mi vista se clavo en el culo, mirarle las caderas, mirarla de otra manera, era la misma mina pero había cambiado radicalmente, luchaba tratando de concentrarme en el ejercicio, luchaba con la imagen de sus tetas, luchaba con mi pija durísima apretada en el pantalón, luchaba…
Paso un rato largo, pude terminar el ejercicio y practicar con otros, ella trabajaba en su compu en silencio, por ahí me pasaba un mate o por ahí yo le pasaba mi hoja, para que la revise, termine el parcial y tipo cuatro de la tarde, me quería ir, no servía estar ahí, no podía concentrarme y ella como si nada, me trajo, me encerró, me mostro las tetas y nada… o yo soy tan pajero que es algo tan normal como que una profesora, te insista de venir con ella, los dos solos, encerrados, esas tetas enormes puestas como en una vidriera y pueda encima estudiar, me quería ir ya.
Cuando me ve acomodar las cosas, se para acercándose y preguntándome si eso era todo, que ella deja lo que está haciendo para que la consulte,
-creo que casi está todo profesora, le agradezco mucho su ayuda
-¿Mario te pasa algo? Te veo molesto
Y me detiene poniendo su mano en mi brazo, buscando mis ojos, esperando una respuesta, le pongo la mano encima de ella, mi mano enorme encima de ella, torpe, áspera, de albañil, una pequeña presión, una caricia,
-a mi no me pasa nada, vos me pasas mi
-que es lo que decís
Soltándose sorprendida o haciéndose la sorprendida, a lo cual me le acerco, ella no se mueve, es más me mira fijamente y desafiante y en un tono fuerte, decidido, que escuche bien
-¿qué me pasa?, vos me pasas, vos me atravesas, vos me podes
Y le comí la boca de una, un chupón con alma y vida, quiso detenerme con sus brazos, intentando una resistencia, ya la había tomado de la cintura, hacer que se apoye en el borde del escritorio que se desplazo hacia la pared con estrepitoso ruido, apoyarle, sin tiempo a que lo procese, el bulto con fuerza, incitándola a que abra esas gambas rellenas para recibirme, le solté la boca, me miro a través de esos lentes intelectuales, que ahora resultaron sexis, soltó la traba del pelo, movió la cabeza como liberándolo, mirándome con el labio inferior mordido, echa en ese gesto, era ese deseo del cual no podía defenderse, ni detenerse, ni resistirse y abrazándome, me comió la trucha, que chupón el de la profesora, no te explico, baboso, jugoso, metiéndome la lengua y jugando en mi boca, mordiéndome despacito los labios, mordisquitos en mi pera, acariciando sus labios en mi barba de dos días…
-Mario (gimiendo sentidamente), ¿qué estamos haciendo por dios?
-Acaríciame la piel Natalia, tócame
Y me metió las manos por debajo de mi remera, ese suspiro inigualable, al sentir el roce de sus manos en mi espalda, su boca en la mía sin pausas buscando abrir los botones de su blusa casi con torpeza, que pasión desenfrenada nos impulsaba y cuando pude terminar de abrir su blusa, ver esas dos gomas infernales, anchas, pesadas, metidas en ese corpiño enorme, que subí para arriba, soltando esas dos bellezas, gemelas, blanquitas, aureolas enormes, de pezones grandes, gordos, redondos, tres puntitos bien marcados, desesperado a chuparle las tetas, apenas entraba la punta de su pecho en mi boca, enormes, tapándome la cara, fue tal mi torpeza y la fuerza con la que me prendí
-Mario… Mario, despacio por favor, me hacer doler
Creo que lo decía por decirlo, cierto era el dolor, pero cierto también su calentura, sintiendo la desesperación que yo tenía por esas gomas
-que hermosas tetas que tenes por favor, como una integral definida en un intervalo infinito
Y me regalo su sonrisa matemática
-quiero saber cómo se define la función para estudiar el limite (jugando ella también)
Me soltó el cinto con maestría y como quien define el conjunto de los números naturales, {1,2,3…} me soltó el botón del vaquero, me bajo el cierre, me mando las dos manos en una franela terrible, a los cachetes de mi cola presionándome a sus piernas rellenas, abiertas y deseosas, de que ese vaquero holgado que tenia, fuera sacado, se recostó a lo largo del escritorio y levanto sobre mi pecho las piernas, los zapatos de monja al suelo, soltar el cinturón, el botón, bajar el cierre de ese vaquero aburrido, muy de mojigata y bajar descubriendo esas piernas gorditas, con celulitis, mal depiladas, con pelitos incipientes creciendo, que me excitaban lo indescriptible, la bombacha ancha de vieja blanca me partía la cabeza, los pelitos de la concha que de tan abundantes se salían por el costado, negritos, largos y lacios como lo de su cabeza, bajar esa bombacha enorme mientras ella terminaba de sacarse el corpiño, que yo le había subido torpemente y esa forma de mirarme de Natalia, mezcla de mujer excitada, perdida, insegura, no pudiendo manejar esa situación, justo ella, la de la esquemática, axiomática y matemática conducta, presa de un deseo que la perdía, del que no podía defenderse, es difícil describir sentir lo que fue besarla, chuparla, lamerla, era como recolectar el gusto, el sabor, el olor de su piel natural, era desear esos rollitos de grasa, sus pancita gordita morderla de a pedacitos, acariciarla con devoción y ella que me devuelva esa devoción con la calentura de una hembra en celo, encontrar esa conchita chiquita, escondida entre sus piernas regordetas y sus pelos largos tupidos, bien mojada, verla taparse la boca desesperada para no gritar, cuando le metí una chupada de concha demente de la calentura, meterme entre mis dientes esos pelos largos mojándolos con mi saliva, para bajar nuevamente a esa concha chiquita, mojada, cerrada, escondida.
En su deseo, tomando mi cara con sus dos manos, buscando un beso, recostada en el escritorio, me abrió las piernas, en ese lenguaje sin sonidos, diciendo dale, no tardes mas, me trajo hacia ella, con una mano acomodo la pija en la entrada, me puso las manos en la cintura y me acerco hacia ella, sentir como penetraba esa conchita mojada y estrecha, sentir su gemido contenido, sentir como entraba en ella, sentir como se dejaba poseer la profesora, sentir, bombear profundo, hacer que mi pija recorra entera ese camino desde la punta hasta sentir que no tengo más que meter adentro, sentir ese sonido cuando golpea mi bombeo frenético en sus piernas regordetas, sentir como me late la pija en su interior, sentir como empuja su ser abriendo ese camino que te lleva inexorablemente, torcerme para chuparle dementemente esas tetas enormes, culpables de toda ésta locura, que queden rojas de la presión de mi boca, marcadas de mi barba de dos días, mirar como mi pija venosa, dura, ingresa en esa conchita, toda humedecida, abierta, sentir como le agarro con fuerza con mis dos manos su cintura, en esos rollitos de grasa, abrir instintivamente un poco las piernas, salir hasta la punta y volver a entrar profundamente, sentir ese estremecerme, sentir el escalofrió, emitir ese gemido tan especial y vaciarme dentro de ella, sentir su beso sentido y desplomarme, ella me besa, me acaricia, deja que mi pija latiendo se quede quieta, me abraza fuerte, la profesora de matemática, no me suelta.
2 comentarios - Cuentos para un albañil, matemáticas aplicadas.