Cuanto más pasaba el tiempo más me daba cuenta que me excitaba hasta el cansancio. Sentía como mi pene entraba y era apretado por su minúsculo y agradable hoyito. Estando ella de espaldas me toma de las manos y acaricia fuertemente mis brazos, en un dejo de lujuria hace ruidos con su boca cual gatita en celo. Ella me erecta cada vez más, siento como empuja su ano la piel de mi pene, como si con esa parte de su delicado cuerpo quisiera acariciar y hacer retroceder la piel de mi miembro erecto. Hace una pausa para secarse el sudor con una toalla, siempre encima mío. Siento como se dilata y se acomoda de nuevo a mi miembro. Gime como si fuese la primera novia de un novio inexperto. Se sacude con uno de mis orgasmos y luego se queda quieta, se levanta suavemente y se queda parada apoyándose contra el marco de una de las puertas que daba hacia nosotros. Cual mejor actriz porno me muestra el fruto de nuestra pasión derramándose entre sus cachetes perfectos. Va al baño a limpiarse, no hace ni un ruido. Vuelve, toma una servilleta de papel de la cocina, donde estábamos. Limpia cariñosamente mi pene, me mira a los ojos y comienza a lamer y lamer, gemir y gemir hasta producirme una nueva gran erección.
Cuando se levanta me doy cuenta del lunarcito nunca visto de la cara interna de uno de sus muslos, lo acaricio y voy a besarlo, paso por sus pechos, los muerdo y juego con sus pezones. Bajo lentamente a su cintura culminando en su vagina, la fruta prohibida más jugosa de la creación.
Abro sus piernas lentamente y lamo su clítoris, se excita y jadea. La penetro tomándola por sus caderas, cada vez gemía un poco más fuerte mientras yo abría sus cachetes como buscando lo que me pertenecía siempre y no tuve. Me mira a los ojos nuevamente y me habla, “dejame sentirte” oigo con una voz de niña adulta. Mis sentidos se apoderaron de la situación llevándome al máximo éxtasis. Sintiendo como ella se humedecía y me tomaba más fuerte de los brazos, con un grito de placer y grave deje libre mi orgasmo para llenarla de pasión. Ella también grita con su voz femenina, me abraza y besa en los labios.
Pasamos a su cuarto y nos abrazamos en una fundida alianza de placer. Aun con el cuerpo tiritando de placer, ella me acaricia y busca mis labios. Nos hablamos, prometimos no separarnos jamás del placer y fantasear cada vez que nos pensábamos.
Me cambie rápidamente y me despedí de ella. No sabemos si todo fue esa noche o si habrá más. Lo importante es que fue mía, sin saber que nos deseábamos.
Cuando se levanta me doy cuenta del lunarcito nunca visto de la cara interna de uno de sus muslos, lo acaricio y voy a besarlo, paso por sus pechos, los muerdo y juego con sus pezones. Bajo lentamente a su cintura culminando en su vagina, la fruta prohibida más jugosa de la creación.
Abro sus piernas lentamente y lamo su clítoris, se excita y jadea. La penetro tomándola por sus caderas, cada vez gemía un poco más fuerte mientras yo abría sus cachetes como buscando lo que me pertenecía siempre y no tuve. Me mira a los ojos nuevamente y me habla, “dejame sentirte” oigo con una voz de niña adulta. Mis sentidos se apoderaron de la situación llevándome al máximo éxtasis. Sintiendo como ella se humedecía y me tomaba más fuerte de los brazos, con un grito de placer y grave deje libre mi orgasmo para llenarla de pasión. Ella también grita con su voz femenina, me abraza y besa en los labios.
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Me cambie rápidamente y me despedí de ella. No sabemos si todo fue esa noche o si habrá más. Lo importante es que fue mía, sin saber que nos deseábamos.
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