Era insoportable. Eso que solo la conocía por sus intervenciones en la clase de Estadística. Sumamente arrogante, solía sentarse al frente y acostumbraba hacer preguntas incomprensibles para el resto de los alumnos, con la única intención de demostrar cuanto sabía.
Su apariencia era común, una más del montón. Tenía una cabellera rojiza con rulos, que solía llevar recogida, amarrada con un lápiz o algo parecido. Frecuentemente usaba pantalones o faldas holgadas, con camisas blancas o negras generalmente. También tenía lentes de marcos gruesos de color negro. Por el tipo de ropa que usaba no se podía vislumbrar si poseía una figura atractiva. Tampoco me interesaba mucho a decir verdad.
Mi rutina en la semana era bastante reiterativa, del trabajo a la facultad y de la facultad a mi casa. Los sábados era prácticamente mi único día para estudiar. Cursaba temprano y luego me internaba en la despoblada sala de estudio del último piso. Ahí pasaba mis tardes intentado aprobar las materias que me faltaban.
Esto mismo hice aquel sábado. Entro a la sala de estudio, busco algún cercano a alguna ventana, despliego todo el conjunto de apuntes y libros sobre escritorio y comienzo a estudiar.
Ese sábado la sala de estudio estaba particularmente despoblada, era un día primaveral de octubre. Por las ventanas ingresaba una cálida brisa y se colaba por las persianas tibios rayos de sol. No daban ganas de estar encerrado, pero no tenía opción.
De repente un compañero ocasional de mesa recoge sus cosas para irse. Lo hace de manera tan desconsiderada y ruidosa que hace que pierda mi concentración. Me fastidia. Tanto me fastidia que levanto mi mirada y se la fijo en sus ojos para darle a entender que me estaba molestando. La realidad es que tenía tantas ganas de irse como yo y lo dejo ir sin decirle nada.
Realizo un paneo para ver cuantos quedábamos en la sala y no quedaba nadie, salvo una chica. La tenía a unos diez o quince metros de distancia (unas tres o cuatro mesas nos separaban).
Continúo con mi estudio. No consigo lograr concentrarme. Tengo que releer ocasionalmente algún renglón para comprender que estoy leyendo. Levanto mis brazos para desperezarme creyendo que ya estoy solo. Al levantar mi mirada observo que aquella chica seguía ahí. Bajo la cabeza para continuar leyendo. Al instante una pregunta se apodera de mi. ¿Es ella?, ¿Es la “insoportable” de estadística? Me ofusco sobre mi suerte al confirmarlo. – Al irme tendré que saludarla pienso.
Levanto mi cabeza para observarla. Parecía muy concentrada. Llevaba el pelo recogido como de costumbre. Me preguntaba si ese color rojizo sería natural. Intento continuar leyendo pero al instante vuelvo a observarla. Llevaba una falda negra sobre las rodillas y una camisa blanca dentro de la misma. Quiero continuar con lo mío pero me pregunto:
-¿Lleva la falda más ajustada que de costumbre? Que me importa, me contesto. Concentráte, terminá este capítulo así te vas me digo.
El tiempo que logro fijar la vista en el texto, no puede medirse en segundos siquiera. Vuelvo levantar la mirada. Esta vez, ella también me estaba mirando. Nuestras miradas se encuentran. Inmediatamente bajo la mirada. Poco después vuelvo a intentar mirarla y su mirada sigue fijada en mí. Intento sostener la vista pero me avergüenzo y bajo mi cabeza.
Dejo pasar un par de minutos. Ya no leo. Mi vista mira perdida un conjunto de letras que tengo delante. Vuelvo a mirarla. No me esta mirando y esto en algún punto me decepciona. Me siento confundido pero no presto atención a mis pensamientos. Quiero verla. En ese momento suelta su cabello recogido por un lápiz negro. Lo utiliza para escribir mientras su enrulada cabellera cae lentamente sobre sus hombros. Deja escribir. Lleva el lápiz hacia su boca y lo balancea de un lado hacia otro. Lo muerde suavemente y lo sostiene entre sus carnosos labios rojos.
Descubro que su rostro esta poblado de pecas y me doy cuenta que nunca la había observado con tanto detenimiento.
La confusión desaparece. Me estoy sintiendo atraído por ella. Muy atraído, casi excitado. Internamente quiero resistirme a este sentimiento pero es muy fuerte. Mi mirada esta fijada en ella. Estoy como hipnotizado.
De repente acomoda sus lentes con su dedo índice y levanta su mirada hacia mí. Tardo varios segundos en reaccionar y vuelvo a bajar mi cabeza pero es solo por un instante cuando vuelvo a mirarla me hace una seña. Me pregunta si tengo un minuto y si puedo acercarme a ella. Con un hilo de voz le contesto: - Dame un segundo. Improviso acomodar algo, corro hacia atrás mi silla y emprendo camino hacia ella.
Mi corazón late fuertemente, siento como un fuego comienza a nacer dentro mío. Siento pesado cada paso que doy. La distancia se me hace larga y corta a la vez. Siento que ella va a percibir que estoy observándola desde hace un rato. Que me atrae.
Finalmente llego a su mesa. Estoy muy tenso. Intento hablar pero esto acelera mis latidos.
- Decime. - Hola. ¿No? Contesta ella en un intento de romper el hielo. Pero no lo consigue. Sigo muy tenso. – Si Hola. Perdón. Le contesto simulando en mi rostro algo parecido a una sonrisa mientras me siento a su lado.
- ¿Entendiste el último ejercicio de árboles de decisión? Porque estoy trabada y no puedo avanzar.
¿De qué me está hablando? Claro Idiota, esta estudiando como vos. Sos el único en la sala de estudio. Te pregunta algo que no entiende. Qué te pensabas. Soy patético, me digo.
No se muy bien cómo, pero comienzo a explicarle como puedo. Ella lleva un mechón de su cabello detrás de su oreja. Trato de ignorar ese hecho. Prosigo. Comienzo a oler su perfume. Quiero concentrarme en el ejercicio. Ahora juega nuevamente con el lápiz en su boca. No puedo, más estoy más excitado que antes. Ya no puedo ignorarla más. Me avergüenzo de mi debilidad y mi animalismo. Me tiene en su puño. A los tumbos prosigo con mi explicación.
De repente, hace una exclamación: - ¡Ahora si. Claro. No era tan complicado. Gracias! En ese instante pone su mano amistosamente sobre mi pierna izquierda.
Fijo mi vista sobre su mano. Mi sangre entra en estado de ebullición. No es sangre. Es lava que recorre todas mis venas. Estoy ardiendo. Tengo una poderosa erección. Tanto que esta estoy incómodo.
Levanto mi cabeza y la miro fijamente a los ojos con rostro recio y serio. Ella lentamente va borrando su sonrisa del rostro y me mira fijamente también. Bajo mi mirada hacia sus labios y comienzo a acercarme. Mis pulsaciones están fuera de control. Finalmente mis labios se encuentran con los de ella. La beso despacio pero firmemente. Con fuerza. Nuestras lenguas bailan una sensual danza. Ese baile se transforma en una lucha. Me siento penetrado por su lengua que invade mi boca. Ella comienza a tomar el control de ese beso. Yo hundo mis dedos en su espesa cabellera.
Mientras el beso continúa subiendo de temperatura. Ella con su palma abierta presiona fuertemente mi erecto pene. Lo frota bruscamente. Yo deslizo mi mano por su entrepierna en la búsqueda de sus labios vaginales. Deslizo mis manos por sus piernas y los encuentro. Ahí estaban. Tan húmedos que me sorprenden. Mis dedos resbalan con el fruto de su excitación.
Ella deja escapar unos gemidos sin alejarse de mi boca.
Aproxima su boca hacia mi oreja. La lame suavemente de abajo hacia arriba y me susurra:
- Ya estoy lo suficientemente mojadita.
Aunque parezca imposible esto me excita a niveles inesperados. Mi sangre me quema por dentro y se apodera de mi una fuerza inusitada. Me levando bruscamente, la levanto a ella de un brazo. La pongo de espaldas hacia mi y ella apoya sus manos sobre la mesa. Levanto su falda tomo su tanga desde adelante con las manos y quiero bajársela. Lo hago tan violentamente que la rompo y la dejo caer. Bajo mis pantalones y la penetro en su húmeda vagina. Su mojada cavidad hospeda mi tieso miembro en un vaivén de salvaje placer.
Sus gemidos son cada vez más definidos y fuertes. Ella arquea su espalda en espasmos de placer. Yo miro atónito la redondez de sus nalgas que vibran al ritmo del golpe de mi pelvis.
Una idea se apodera de mí. Intento disuadirme pero no lo consigo. Quiero penetrar su culo.
Freno el acto y comienzo a sacar despacio mi pene de su dilatada vagina. Ella parece adivinar mi intención y dice: - No. Eso no.
Su negación solo consigue excitarme más. Mi miembro esta empapado de su flujo y sin demasiado esfuerzo con un brusco golpe la penetro por su ano.
- No!!! Exclamó ella. Te dije que no. Dijo. Mientras me miraba por encima de su hombro.
Yo no le respondo y continúo cogiéndola fuertemente. Ella exclama: No! Basta!!!. En ese instante clava sus largas y rojas uñas sobre mi antebrazo. Logra enterrarlas en mi piel hasta el punto que comienzo a sangrar. Esto me eleva hacia el clímax y continúo con mi propósito ahora más fuerte. Quiero lastimarla. Soy un animal desaforado. Mi instinto se apodera de la poca humanidad que me queda y le contesto: - Si te encanta puta de mierda!!! Ella sigue con sus uñas clavadas en mi y vuelve a hablar: No! Para! Sobre el final de esa última palabra dejo escapar un gemido. – Paraaáhhh! Vuelve a gemir más profundamente. Sin soltarme con la otra mano comienza a acariciar frenéticamente su clítoris. Se siente el sonido de sus dedos frotando su punto g inundado de flujo. Comienza a gemir fuertemente. Sus gemidos son cada vez más altos mientras yo continúo golpeando sus nalgas con mi pubis mientras penetro su despampanante culo. Siento como comienza a tener los espasmos previos al orgasmo. Dando un alarido consigue acabar.
En ese instante siento como un torrente de placer me invade. Mi pene arde. Siento claramente como se aproxima mi eyaculación. Sigo. Mis movimientos son aún más violentos. Tengo mi mirada fijada en su culo. En ese momento consigo acabar metiendo mi pene lo más adentro posible. Observo como su ano comienza a desbordarse de mi semen. Ella al sentir el calor de mi néctar gime suavemente.
Algo inesperado sucede. Después de tan tremendo acto, mi excitación no se ve saciada. Mi pene sigue ahí. Erecto y empapado en una mixtura de flujo y semen.
Ella se da vuelta. Esta despeinada y agitada. Su cara es desencajada. Tiene una mirada lasciva. Me empuja y yo me dejo caer sobre la silla. Ella se para delante de mi, sus pierna envuelven a las mías. Toma mi miembro con su mano y lo introduce en su vagina. Comienza a montarme suavemente.
La tengo a ella enfrente mío subiendo y bajando a un delicioso ritmo. Percibo por primera vez que posee unos pechos muy grandes. Tomo su camisa con mis manos y la abro bruscamente mientras los botones saltan y me golpean en el rostro. Suelto su sostén.
Me encuentro con ellos. Dos hermosos senos. Gigantes, tibios y turgentes. Sus pezones eran durísimos. Están enfrente de mí bailando libremente. Hundo mi cara en ellos. Los toco con firmeza. Me deleito con ellos.
Ella comienza a moverse más rápidamente. Parece que un nuevo orgasmo se aproxima. No se si me excita más su cuerpo o verla gozando tanto.
No gime, grita de manera desmedida. El segundo orgasmo es un hecho. Ella acaba delante de mí y recuesta su cabeza sobre mi hombro.
Es la primera vez que siento que mi excitación decrece levemente. Justo en ese instante incorporándose vuelve a lamer mi oreja como al principio y me dice en voz baja: - Esta gatita quiere tomar la leche!
Una explosión sentí por dentro. No acabe inmediatamente no se por qué. Solo necesito de un instante para encenderme más que nunca.
Se arrodilla y entierra mi pene en su boca. Lo saborea. Gime levemente como disfrutándolo. Se lo lleva hasta la garganta. Estoy a punto de explotar de placer. Ella lo percibe y lo succiona frenéticamente. Solo necesita de unos pocos movimientos para que yo termine en su boca. Me dejo caer sobre la silla con mis ojos cerrados. Unos segundos más tarde la miro y ella me muestra su lengua, como cuidadosamente había guardo todo mi semen y se lo traga relamiéndose. Esto me deja extasiado. Me recuesto sobre la silla con los ojos cerrados perdiendo la noción del tiempo.
No se cuanto tiempo pasó. Cuando intento reincorporarme ella ya estaba vestida y lista para irse. Intento decirle algo, quería saber al menos su nombre quería su teléfono.
Ella lleva su dedo índice sobre mis labios para callarme y dándome un beso en la frente me susurra: - Quedate tranquilo, esto solo fue el comienzo.
Ahí me quedé. Solo, mis brazos sobre la mesa, mi frente sobre ellos, mis ojos mirando al piso, mi mente intentando encontrar alguna explicación racional de lo que había sucedido. De repente a un costado vislumbro los restos de su tanga negra que era la prueba que no había estado soñando.
¿Continuará?
Su apariencia era común, una más del montón. Tenía una cabellera rojiza con rulos, que solía llevar recogida, amarrada con un lápiz o algo parecido. Frecuentemente usaba pantalones o faldas holgadas, con camisas blancas o negras generalmente. También tenía lentes de marcos gruesos de color negro. Por el tipo de ropa que usaba no se podía vislumbrar si poseía una figura atractiva. Tampoco me interesaba mucho a decir verdad.
Mi rutina en la semana era bastante reiterativa, del trabajo a la facultad y de la facultad a mi casa. Los sábados era prácticamente mi único día para estudiar. Cursaba temprano y luego me internaba en la despoblada sala de estudio del último piso. Ahí pasaba mis tardes intentado aprobar las materias que me faltaban.
Esto mismo hice aquel sábado. Entro a la sala de estudio, busco algún cercano a alguna ventana, despliego todo el conjunto de apuntes y libros sobre escritorio y comienzo a estudiar.
Ese sábado la sala de estudio estaba particularmente despoblada, era un día primaveral de octubre. Por las ventanas ingresaba una cálida brisa y se colaba por las persianas tibios rayos de sol. No daban ganas de estar encerrado, pero no tenía opción.
De repente un compañero ocasional de mesa recoge sus cosas para irse. Lo hace de manera tan desconsiderada y ruidosa que hace que pierda mi concentración. Me fastidia. Tanto me fastidia que levanto mi mirada y se la fijo en sus ojos para darle a entender que me estaba molestando. La realidad es que tenía tantas ganas de irse como yo y lo dejo ir sin decirle nada.
Realizo un paneo para ver cuantos quedábamos en la sala y no quedaba nadie, salvo una chica. La tenía a unos diez o quince metros de distancia (unas tres o cuatro mesas nos separaban).
Continúo con mi estudio. No consigo lograr concentrarme. Tengo que releer ocasionalmente algún renglón para comprender que estoy leyendo. Levanto mis brazos para desperezarme creyendo que ya estoy solo. Al levantar mi mirada observo que aquella chica seguía ahí. Bajo la cabeza para continuar leyendo. Al instante una pregunta se apodera de mi. ¿Es ella?, ¿Es la “insoportable” de estadística? Me ofusco sobre mi suerte al confirmarlo. – Al irme tendré que saludarla pienso.
Levanto mi cabeza para observarla. Parecía muy concentrada. Llevaba el pelo recogido como de costumbre. Me preguntaba si ese color rojizo sería natural. Intento continuar leyendo pero al instante vuelvo a observarla. Llevaba una falda negra sobre las rodillas y una camisa blanca dentro de la misma. Quiero continuar con lo mío pero me pregunto:
-¿Lleva la falda más ajustada que de costumbre? Que me importa, me contesto. Concentráte, terminá este capítulo así te vas me digo.
El tiempo que logro fijar la vista en el texto, no puede medirse en segundos siquiera. Vuelvo levantar la mirada. Esta vez, ella también me estaba mirando. Nuestras miradas se encuentran. Inmediatamente bajo la mirada. Poco después vuelvo a intentar mirarla y su mirada sigue fijada en mí. Intento sostener la vista pero me avergüenzo y bajo mi cabeza.
Dejo pasar un par de minutos. Ya no leo. Mi vista mira perdida un conjunto de letras que tengo delante. Vuelvo a mirarla. No me esta mirando y esto en algún punto me decepciona. Me siento confundido pero no presto atención a mis pensamientos. Quiero verla. En ese momento suelta su cabello recogido por un lápiz negro. Lo utiliza para escribir mientras su enrulada cabellera cae lentamente sobre sus hombros. Deja escribir. Lleva el lápiz hacia su boca y lo balancea de un lado hacia otro. Lo muerde suavemente y lo sostiene entre sus carnosos labios rojos.
Descubro que su rostro esta poblado de pecas y me doy cuenta que nunca la había observado con tanto detenimiento.
La confusión desaparece. Me estoy sintiendo atraído por ella. Muy atraído, casi excitado. Internamente quiero resistirme a este sentimiento pero es muy fuerte. Mi mirada esta fijada en ella. Estoy como hipnotizado.
De repente acomoda sus lentes con su dedo índice y levanta su mirada hacia mí. Tardo varios segundos en reaccionar y vuelvo a bajar mi cabeza pero es solo por un instante cuando vuelvo a mirarla me hace una seña. Me pregunta si tengo un minuto y si puedo acercarme a ella. Con un hilo de voz le contesto: - Dame un segundo. Improviso acomodar algo, corro hacia atrás mi silla y emprendo camino hacia ella.
Mi corazón late fuertemente, siento como un fuego comienza a nacer dentro mío. Siento pesado cada paso que doy. La distancia se me hace larga y corta a la vez. Siento que ella va a percibir que estoy observándola desde hace un rato. Que me atrae.
Finalmente llego a su mesa. Estoy muy tenso. Intento hablar pero esto acelera mis latidos.
- Decime. - Hola. ¿No? Contesta ella en un intento de romper el hielo. Pero no lo consigue. Sigo muy tenso. – Si Hola. Perdón. Le contesto simulando en mi rostro algo parecido a una sonrisa mientras me siento a su lado.
- ¿Entendiste el último ejercicio de árboles de decisión? Porque estoy trabada y no puedo avanzar.
¿De qué me está hablando? Claro Idiota, esta estudiando como vos. Sos el único en la sala de estudio. Te pregunta algo que no entiende. Qué te pensabas. Soy patético, me digo.
No se muy bien cómo, pero comienzo a explicarle como puedo. Ella lleva un mechón de su cabello detrás de su oreja. Trato de ignorar ese hecho. Prosigo. Comienzo a oler su perfume. Quiero concentrarme en el ejercicio. Ahora juega nuevamente con el lápiz en su boca. No puedo, más estoy más excitado que antes. Ya no puedo ignorarla más. Me avergüenzo de mi debilidad y mi animalismo. Me tiene en su puño. A los tumbos prosigo con mi explicación.
De repente, hace una exclamación: - ¡Ahora si. Claro. No era tan complicado. Gracias! En ese instante pone su mano amistosamente sobre mi pierna izquierda.
Fijo mi vista sobre su mano. Mi sangre entra en estado de ebullición. No es sangre. Es lava que recorre todas mis venas. Estoy ardiendo. Tengo una poderosa erección. Tanto que esta estoy incómodo.
Levanto mi cabeza y la miro fijamente a los ojos con rostro recio y serio. Ella lentamente va borrando su sonrisa del rostro y me mira fijamente también. Bajo mi mirada hacia sus labios y comienzo a acercarme. Mis pulsaciones están fuera de control. Finalmente mis labios se encuentran con los de ella. La beso despacio pero firmemente. Con fuerza. Nuestras lenguas bailan una sensual danza. Ese baile se transforma en una lucha. Me siento penetrado por su lengua que invade mi boca. Ella comienza a tomar el control de ese beso. Yo hundo mis dedos en su espesa cabellera.
Mientras el beso continúa subiendo de temperatura. Ella con su palma abierta presiona fuertemente mi erecto pene. Lo frota bruscamente. Yo deslizo mi mano por su entrepierna en la búsqueda de sus labios vaginales. Deslizo mis manos por sus piernas y los encuentro. Ahí estaban. Tan húmedos que me sorprenden. Mis dedos resbalan con el fruto de su excitación.
Ella deja escapar unos gemidos sin alejarse de mi boca.
Aproxima su boca hacia mi oreja. La lame suavemente de abajo hacia arriba y me susurra:
- Ya estoy lo suficientemente mojadita.
Aunque parezca imposible esto me excita a niveles inesperados. Mi sangre me quema por dentro y se apodera de mi una fuerza inusitada. Me levando bruscamente, la levanto a ella de un brazo. La pongo de espaldas hacia mi y ella apoya sus manos sobre la mesa. Levanto su falda tomo su tanga desde adelante con las manos y quiero bajársela. Lo hago tan violentamente que la rompo y la dejo caer. Bajo mis pantalones y la penetro en su húmeda vagina. Su mojada cavidad hospeda mi tieso miembro en un vaivén de salvaje placer.
Sus gemidos son cada vez más definidos y fuertes. Ella arquea su espalda en espasmos de placer. Yo miro atónito la redondez de sus nalgas que vibran al ritmo del golpe de mi pelvis.
Una idea se apodera de mí. Intento disuadirme pero no lo consigo. Quiero penetrar su culo.
Freno el acto y comienzo a sacar despacio mi pene de su dilatada vagina. Ella parece adivinar mi intención y dice: - No. Eso no.
Su negación solo consigue excitarme más. Mi miembro esta empapado de su flujo y sin demasiado esfuerzo con un brusco golpe la penetro por su ano.
- No!!! Exclamó ella. Te dije que no. Dijo. Mientras me miraba por encima de su hombro.
Yo no le respondo y continúo cogiéndola fuertemente. Ella exclama: No! Basta!!!. En ese instante clava sus largas y rojas uñas sobre mi antebrazo. Logra enterrarlas en mi piel hasta el punto que comienzo a sangrar. Esto me eleva hacia el clímax y continúo con mi propósito ahora más fuerte. Quiero lastimarla. Soy un animal desaforado. Mi instinto se apodera de la poca humanidad que me queda y le contesto: - Si te encanta puta de mierda!!! Ella sigue con sus uñas clavadas en mi y vuelve a hablar: No! Para! Sobre el final de esa última palabra dejo escapar un gemido. – Paraaáhhh! Vuelve a gemir más profundamente. Sin soltarme con la otra mano comienza a acariciar frenéticamente su clítoris. Se siente el sonido de sus dedos frotando su punto g inundado de flujo. Comienza a gemir fuertemente. Sus gemidos son cada vez más altos mientras yo continúo golpeando sus nalgas con mi pubis mientras penetro su despampanante culo. Siento como comienza a tener los espasmos previos al orgasmo. Dando un alarido consigue acabar.
En ese instante siento como un torrente de placer me invade. Mi pene arde. Siento claramente como se aproxima mi eyaculación. Sigo. Mis movimientos son aún más violentos. Tengo mi mirada fijada en su culo. En ese momento consigo acabar metiendo mi pene lo más adentro posible. Observo como su ano comienza a desbordarse de mi semen. Ella al sentir el calor de mi néctar gime suavemente.
Algo inesperado sucede. Después de tan tremendo acto, mi excitación no se ve saciada. Mi pene sigue ahí. Erecto y empapado en una mixtura de flujo y semen.
Ella se da vuelta. Esta despeinada y agitada. Su cara es desencajada. Tiene una mirada lasciva. Me empuja y yo me dejo caer sobre la silla. Ella se para delante de mi, sus pierna envuelven a las mías. Toma mi miembro con su mano y lo introduce en su vagina. Comienza a montarme suavemente.
La tengo a ella enfrente mío subiendo y bajando a un delicioso ritmo. Percibo por primera vez que posee unos pechos muy grandes. Tomo su camisa con mis manos y la abro bruscamente mientras los botones saltan y me golpean en el rostro. Suelto su sostén.
Me encuentro con ellos. Dos hermosos senos. Gigantes, tibios y turgentes. Sus pezones eran durísimos. Están enfrente de mí bailando libremente. Hundo mi cara en ellos. Los toco con firmeza. Me deleito con ellos.
Ella comienza a moverse más rápidamente. Parece que un nuevo orgasmo se aproxima. No se si me excita más su cuerpo o verla gozando tanto.
No gime, grita de manera desmedida. El segundo orgasmo es un hecho. Ella acaba delante de mí y recuesta su cabeza sobre mi hombro.
Es la primera vez que siento que mi excitación decrece levemente. Justo en ese instante incorporándose vuelve a lamer mi oreja como al principio y me dice en voz baja: - Esta gatita quiere tomar la leche!
Una explosión sentí por dentro. No acabe inmediatamente no se por qué. Solo necesito de un instante para encenderme más que nunca.
Se arrodilla y entierra mi pene en su boca. Lo saborea. Gime levemente como disfrutándolo. Se lo lleva hasta la garganta. Estoy a punto de explotar de placer. Ella lo percibe y lo succiona frenéticamente. Solo necesita de unos pocos movimientos para que yo termine en su boca. Me dejo caer sobre la silla con mis ojos cerrados. Unos segundos más tarde la miro y ella me muestra su lengua, como cuidadosamente había guardo todo mi semen y se lo traga relamiéndose. Esto me deja extasiado. Me recuesto sobre la silla con los ojos cerrados perdiendo la noción del tiempo.
No se cuanto tiempo pasó. Cuando intento reincorporarme ella ya estaba vestida y lista para irse. Intento decirle algo, quería saber al menos su nombre quería su teléfono.
Ella lleva su dedo índice sobre mis labios para callarme y dándome un beso en la frente me susurra: - Quedate tranquilo, esto solo fue el comienzo.
Ahí me quedé. Solo, mis brazos sobre la mesa, mi frente sobre ellos, mis ojos mirando al piso, mi mente intentando encontrar alguna explicación racional de lo que había sucedido. De repente a un costado vislumbro los restos de su tanga negra que era la prueba que no había estado soñando.
¿Continuará?
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