Aventura en la disco
Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados
Había decidido desayunar temprano hoy, para poder encontrarme con Daniela y salir a hacer de las nuestras lo más pronto posible y que nos rindiera el día. Hacía pocos días había terminado con mi novio Tyron, motivado a unos celos estúpidos por su parte ya que no toleraba que me hubiera tatuado el ano, y mucho menos con la frase "Depósito público de semen" alrededor. Nunca le oculté lo que yo era, una puta caliente cuyo ano necesita ser penetrado permanentemente, así que me parecía bastante tonto de su parte el que se molestara por ello. Desde ese momento, la "amistad" entre Daniela y yo se había visto reforzada, y aunque nunca habíamos llegado a admitir nuestra relación más allá de la amistad, era evidente que éramos mucho más que simplemente amigas. No soy lesbiana, ni tampoco Dani, pero el que estemos follando a diestra y siniestra puede dar pie a esa interpretación. Nada más de pensar en mi culo y coño penetrados sin piedad por su consolador doble hace que mi coño haga aguas y me empiece a picar el culo.
Me encontraba pensando en todo esto mientras desayunaba, en posición de 69 con la gran verga de mamá en mi boca llegándome casi hasta el fondo de la garganta. Era temprano, y mamá recién empezaba a despertarse cuando sintió la calidez de mi boca abarcando el tronco de su caliente cipote. Su verga, siempre erecta, no tardó en derramarse dentro de mí, y saboree cada gota de su dulce néctar lechoso.
Pero algo no estaba bien. Las corridas de mamá suelen ser especialmente abundantes, y en ocasiones, nada más el primer chorro me llega directo al estómago. Esta vez, apenas unas tímidas gotitas escapaban de su meato.
– ¿Qué ocurre, mami? – le pregunté - ¿Por qué tan poquita leche?
– Ay Isa, tenemos un problema grave – me respondió con una seriedad bastante inusual.
– ¿Problema?
– Si Isa. La producción de leche de mi verga está disminuyendo drásticamente. No quería reclamarte nada, pero la culpa es principalmente tuya y de tus hermanas.
Como he explicado anteriormente, tanto mi madre como mis hermanas y yo sufrimos de una condición médica bastante extraña conocida como "futanarismo". Uno de los efectos derivados de esta condición es que solamente nos alimentamos de la leche extraída tanto de la verga como de las tetas de nuestra madre. Por consecuencia, para que ella pueda producir suficiente leche para alimentarnos es necesario que ella también esté bien alimentada, y la única manera de hacerlo es consiguiendo suficiente leche extraída de la mayor cantidad de vergas posibles. Mi culo está bastante entrenado para eso y por lo general es de allí de donde proviene el principal alimento de mamá.
En los últimos días, tanto la relación con mi ex-novio Tyron como con mi "amiga" Daniela había consumido la mayor parte de mi tiempo, y mi culo había dejado de ordeñar vergas de machos y mamá de recibir su respectiva ración de semen. Por otra parte, mis hermanas cada vez se comportaban más extrañamente. Ellas nunca habían sido asiduas recolectoras de leche para alimentar a mamá, pero en los últimos días, apenas se las veía por la casa. Anna parecía estar tramando algo, y Francis, cada día era más apática.
– ¿Culpa mía? – le pregunté a mamá, aunque ya sabía la respuesta.
– Sí Isa, tuya principalmente. Sabes que tu culo era mi principal proveedor de alimentos, y desde que has dejado de follar por el culo con cuanto hombre ves, mi alimentación ha desmejorado.
– ¿Y qué pasa con Anna y Francis? – la interrogué, aunque también ya sabía la respuesta - ¿O es que a ellas no les enseñaste a follar por el culo como a mí? – le dije con un sarcasmo involuntario.
– Con ellas no cuento, Isa. Desgraciadamente ellas no son tan putas como tú, y a veces hasta pareciera que no les gusta sentir una buena barra de carne caliente rellenando sus intestinos.
– ¿Y entonces cómo hacemos?
– Sabes que la única solución es que tú salgas a que te llenen el culo de leche.
No es que me molestara en lo más mínimo que me "llenen el culo de leche", por el contrario, me fascina, pero ya había hecho planes con Daniela para disfrutar de una buena sesión tortillera.
– Está bien, mami, por ti lo haré – acepté – Voy a salir esta noche a conseguirte la mayor cantidad de leche posible.
– Gracias, mi amor – me dijo al tiempo que jugueteaba con su lenguita en mi ano. En retribución, le comencé a dar una segunda mamada, aunque sabía que ya no era mucho lo que podía extraer de su verga.
Apenas desmonté a mamá, me dirigí a llamar a Daniela.
– Hola Dani – la saludé bastante, resignada.
– Hola Isa. ¿Qué ocurre, te noto preocupada? – me respondió.
– Es mamá, Dani, su verga está casi seca – le expliqué.
– Eso es un problema, Isa ¿Y qué piensas hacer?
– La única solución es conseguir la mayor cantidad de vergas posible y que se corran dentro de mi culo. ¿Tenías algún plan pensado para nosotras hoy?
– Pues la verdad, te iba a proponer ir a una discoteca en la noche a bailar un rato.
– Me encantaría Dani, pero parece que tengo trabajo.
– Hmmmm... Pero hay una tercera opción – me dijo pensativamente – podríamos hacer las dos cosas, ira a la disco y ver si allí consigues suficientes vergas.
– ¡Dani! – exclamé - ¡Eso es perfecto! ¡Por eso es que te amo! – le dije con demasiada sinceridad.
– ¡Jajajajajaja! Yo también te amo, pequeña putita.
Tan pronto colgué con Dani corrí a mi cuarto para comenzar a prepararme para la noche de diversión que íbamos a tener. Para la velada, elegí un vestido de tirantes, azul brillante y bastante ceñido, cuyo largo apenas alcanzaba a cubrir el inicio de mis nalgas. Me maquillé acorde para la ocasión, como una buena puta, y me calcé unas sandalias plateadas de tacón bastante alto.
A eso de las 7 llamé un taxi para pasar buscando a Daniela por su casa. Puntualmente, se encontraba en la entrada de su edificio, vestida con un minivestido de lentejuelas plateado con un gran escote y unas sandalias negras de tacón. Estaba preciosa.
Durante todo el viaje en taxi no dejamos de magrearnos, estuvimos besándonos y metiéndonos mano todo el rato. El taxista no apartaba su mirada del retrovisor, y varias veces estuvimos a punto de chocar por andar él más pendiente de nosotras que de la carretera. Por supuesto, no nos habíamos colocado ropa interior, así que mi dedito entrando y saliendo sin ningún impedimento del chorreante coño de Dani debía ser una visión bastante excitante para el pobre conductor.
Llegamos al sitio y descendimos del carro, no sin antes darle una buena propina a tan amable chofer. Una mamada a dos bocas lo debe haber dejado satisfecho por bastante tiempo.
Había una fila larguísima para entrar en la discoteca, pero nada más vernos y ver nuestro delicioso aspecto, el "gorila" que hacía las veces de portero nos llamó para que entráramos.
– Pasen por aquí, preciosas – nos dijo con una voz gutural.
– Muchas gracias, guapo – le respondí, dedicándole un apretón con mi mano en su paquete, a lo que respondió con un ligero apretón en una de mis nalgas.
Nada más entrar, nos dirigimos a la barra, para ordenar un par de bebidas que nos pusieran "a punto". Al ser una noche normal en lugar de "ladies night", había predominancia de hombres, por lo que Daniela y yo llamábamos bastante la atención, en gran parte por nuestros atrevidos atuendos y nuestro desinhibido carácter.
Nos bebimos un par de tragos y nos dirigimos, tomadas de la mano, al centro de la pista de baile. Había bastante gente, pero nuestro sexual magnetismo hacía que nos fueran abriendo paso.
Comenzamos a bailar sensualmente abrazadas, y nuestras manos se deslizaban por el cuerpo de la otra. Yo tenía a Daniela agarrada por la cintura, mientras ella sobaba mis nalgas por encima del vestido, nos besábamos eróticamente con las lenguas jugueteando en nuestras bocas. Daniela subió fugazmente mi vestido, y al no llevar ropa interior, mi culo quedó a la intemperie por un segundo, lo que bastó para que gran parte de los asistentes comenzaran a arremolinarse alrededor nuestro para ver el espectáculo más de cerca.
Subí mis manos desde su cintura por delante, hasta llegar a sus hermosos pechos, los cuales comencé a amasar. Ella se deshizo de mi lengua y comenzó a lamerme el cuello, sin soltarme las nalgas. Yo estaba al borde, eché mi cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados solté un gemido de placer. Los pezones de Daniela ya estaban bastante endurecidos, por lo que comencé a pellizcarlos indiscriminadamente.
Subiendo por mi cuello, llegó con su lengua a mi oreja, susurrándome levemente en el oído.
– Vamos a encender esta fiesta como debe ser, putita mía – me dijo. Yo solo atiné a responder con otro gemido.
Me soltó las nalgas y me tomó de la mano. El "público" masculino, que ya se estaba caldeando bastante, comenzó a reclamar nuestra presencia, pensando que habíamos decidido irnos del local, pero pronto comenzaron a ovacionarnos cuando llegamos a la barra y Daniela me indicó que me subiera en ella.
– Vamos Isa, hay que darles lo que quieren.
Cuatro amables caballeros nos ayudaron a subirnos a la barra, sin perder ninguna oportunidad de sobar nuestras redondeces.
Una vez que nos subimos en la barra, continuamos con nuestro sensual baile, pero esta vez lo llevamos un poco más allá. Ya sin ningún pudor, comenzamos a meternos mano descaradamente, y nuestros culos completamente desnudos proporcionaban un espectáculo sin igual. Para este momento, la mayoría de las mujeres heterosexuales, indignadas por el show erótico, habían abandonado el local, y lo que quedaba era una jauría de hombres hambrientos de sexo que aullaban a nuestro alrededor.
Daniela no perdía ocasión de sobarme las nalgas, y levantando mi vestido, comenzó a deleitarse con la raja de mi culo. Yo por mi parte, opté por sacarle las tetas por encima de su vestido, y literalmente me dediqué a devorarle los pezones que estaban erectos a más no poder.
Los hombres que estaban debajo de nosotras, alzaban sus manos para intentar tocar lo que pudiesen, pero dada la altura de la barra, no alcanzaban más allá de nuestros muslos.
Llevada por la lujuria, Daniela me hizo darme la vuelta y con ambas manos, me abrió los cachetes de mi culo y comenzó a lamerme el ano descaradamente. Para hacer esto tuvo que agacharse, lo que aprovecharon los machos lujuriosos para meterle sus dedos en ambos orificios y sobarle los melones a conciencia.
Yo estaba que no aguantaba más, y la proximidad de un orgasmo hizo que tuviera que agacharme y colocarme en cuatro patas para evitar caerme de la barra. Tratando de maniobrar con todas las manos que la aprisionaban, Daniela logró que me colocara de manera que mi culo apuntara directamente hacia el "público". Más de uno se quedó atónito cuando pudieron leer, en mi ano completamente abierto y hambriento, la inscripción "Depósito público de semen". Al leer esto, comenzaron a vitorearme y a gritarme toda clase de obscenidades. Por si fuera poco, Daniela los alentaba.
– ¿Ven este delicioso culo? – gritaba – ¡Lean lo que dice aquí! ¡Es un depósito público de leche de macho! – gritaba mientras me abría los cachetes del culo al máximo.
Por toda respuesta, obtuvo una sonora gritería.
– ¡Este culo está abierto para quien quiera follárselo! ¡Vengan para que dejen su leche caliente dentro de él! – decía al tiempo que introducía dos dedos de cada mano en mi ano y lo tensaba al máximo.
Una gritería, aún mayor si cabe, respaldaba todo lo que Daniela decía.
– ¡Vamos todos al baño de hombres!
No había Daniela terminado de decir esto cuando lo que parecía un millón de manos nos tomaron y nos levantaron en vilo desde la barra, para colocarnos en el piso.
Nos dirigimos las dos al baño de hombres, tomadas cada una del culo de la otra y de vez en cuando metiéndonos un travieso dedito en el ano. Detrás de nosotras, un gran séquito de hombres, excitados a más no poder, se peleaban por estar lo más cerca posible de nosotras. Con sensualidad y cadencia, meneábamos nuestras caderas, lo que hacía que todos los machos se babearan a nuestro paso. En el trayecto, nuestros vestidos se convirtieron más bien en cinturones, dejando al aire libre tanto nuestros turgentes pechos como nuestros bamboleantes culos.
Entré a uno de los cubículos reservados, seguida de Daniela. El retrete es de los que no tienen depósito de agua, sino una simple tubería por la que llega ésta. Me coloqué de frente y me afinqué con las manos de esta tubería, flexionando mi cintura, abriendo mis piernas y parando el culo en pompa al máximo. El espectáculo de mi ano abierto en su máximo esplendor era lo primero que veía quien ingresaba al reservado.
La multitud se agolpaba afuera, llenando por completo el baño y extendiéndose hasta la discoteca como tal. Muchos ya se habían sacado la pija del pantalón, y empezaban a protestar para que ya empezara la sesión. Daniela se colocó a un lado mío, agachada en cuclillas, y tomando mis nalgas con sus manos las abrió hasta más no poder. Con destreza, escupió dentro de mi ano para lubricarlo un poco.
– ¡Que pase el primero! – exclamó a voz en grito. Como muchas otras veces, ella fungiría de "maestra de ceremonias" y se encargaría de sacarle el máximo provecho tanto a mi culo como a las vergas que se aprestaban a penetrarlo.
Entró el primero, y antes de penetrarme, Daniela se encargó de darle unas buenas lamidas a su polla a modo de lubricación. De igual manera, lamió todo el borde de mi ano y tomando la polla con sus manos, fue introduciéndola poco a poco en mi interior. Mi ano, acostumbrado a estar permanentemente penetrado, se acopló al instante al grosor de la verga, y a los pocos segundos ya estaba gozando de las embestidas del primer "participante", el cual, dada la excitación no tardaría en acabarme dentro.
Daniela, por su parte, iba preparando con su boca la próxima verga que me iba a taladrar el culo, propinándole una sabrosa mamada para tenerla bien a punto. Además, no desperdiciaba ninguna oportunidad para sacarme la polla que me rellenaba el culo y lubricarla muy bien con su boquita, sin olvidarse de lamerme muy a conciencia el ano y depositar un par de escupitajos en mi interior, todo para que la penetración fuera lo más placentera posible.
Por mi parte, yo estaba disfrutando al máximo de la verga que percutía en mi recto, y de vez en cuando, pegaba mis nalgas al pubis del dueño de la verga para tenerla en toda su amplia extensión dentro de mí, y movía cadenciosamente mis caderas para sentir cada centímetro de esa barra de carne caliente.
Una tras otra se fueron sucediendo las pollas que vaciaban su láctea carga en mi interior. Cada vez que una polla se corría, Daniela atendía diligentemente para limpiar con su lengua cualquier goterón de semen que se saliera de mi recto, así como también limpiaba de cualquier resto de leche a las pollas que dejaban su depósito.
Ya había perdido la cuenta de cuantas pollas me habían penetrado y vaciado dentro de mí, pero calculo que serían entre 20 y 25. Mi culo, como siempre, no había perdido su elasticidad, y gracias a que Daniela lo mantenía permanentemente lubricado con su lengua, no acusaba aún irritación alguna.
Me encontraba ordeñando la que calculo sería la polla número 26 cuando entró al reservado uno de los primeros hombres que me habían penetrado.
– Vengo por mi segunda vuelta – le dijo a Daniela.
– Lo siento, es una acabada por vez – le respondió, sacándose momentáneamente la polla que tenía en la boca.
Una gritería se formó afuera, ya que todavía quedaban un par de docenas de machos hambrientos esperando por penetrarme, así que nadie podía darse el lujo de repetir.
– No te preocupes, ven aquí – le dije volteando mi cara, sin dejar de mover las caderas para ordeñar la polla que tenía en mi culo – En mi coño todavía hay sitio.
Diciendo esto, me separé un poco del retrete para permitir que él se sentara. Una vez se hubo sentado, y sin sacarme la polla del culo, me senté a horcajadas encima de él, dirigiendo con mi mano su verga hasta mi coño.
– ¡Ahhhhh! ¡Muy bien! – exclamé, perdida en el paroxismo que me dominaba.
Doblemente penetrada, arrecié mis embestidas. Mi recto aún no estaba lleno a toda su capacidad, por lo que quedaba bastante espacio para más corridas anales.
– ¡Heeeey! – Exclamó otro hombre que también ya me había dado por el culo – Si a él le toca el coño, yo me pido la boca – gritó, al tiempo que irrumpía en el reservado con la polla en la mano.
– Por supuesto, hay espacio para todos – le respondí, engullendo tan apetecible morcilla.
Así que allí estábamos. Con una polla en cada uno de mis agujeros al tiempo que Daniela seguía en su tarea de lubricarme el culo y las vergas que me penetraban. No tardó mucho en correrse el que estaba en mi coño, pero rápidamente fue remplazado por otro. Igual sucedió con el de mi culo, pero cuando "ingresó" en mí el siguiente, algo no le gustó.
– Este culo está demasiado abierto, mi polla queda bailando en su interior. Y eso que no es precisamente delgada – exclamó bastante indignado.
Tenía razón. Mi culo se había estirado tanto que parecía el túnel del metro, y las pollas que lo penetraban ya le iban quedando pequeñas.
– Tranquilo que hay una solución – le tranquilicé, pausando la mamada por un instante – Pero lo siento por ti – le dije al de mi coño, al tiempo que lo desmontaba – Necesito mi coño.
Una vez se hubo salido de debajo de mí el penetrador vaginal, y sin sacar la polla del indignado hombre de mi culo, fui introduciendo uno a uno los dedos de mi mano dentro de mi coño, hasta que entró toda completamente hasta la muñeca.
– ¡Uuuufff! ¡Qué puta eres, Isabel! – exclamó lujuriosamente Daniela, al tiempo que se frotaba frenéticamente el coño.
Con toda la mano dentro de mi vagina, fui tanteando a través de la delgada membrana que separa el coño del culo hasta que di con la polla que me penetraba. Con mucha delicadeza, la aferré a través de mi interior y suavemente empecé a pajearla.
– ¡Esta puta es una cerda sucia! – exclamó – ¡Me está pajeando la verga mientras la tengo en su culo!
Por toda respuesta, obtuvo los vítores de los hombres que esperaban su turno. Nunca había realizado esta proeza antes, pero tal nivel de cerdería hizo que acabara en un sonoro orgasmo que fue aclamado por todos los participantes. Daniela, siempre dispuesta, no dejó perder ni una gota del líquido de mi corrida que se escapaba de mi coño hacia mis muslos.
Diez pollas más pudieron gozar de esta suerte, pero aún faltaban aproximadamente diez más cuando mi culo se vio rebosado en toda su capacidad.
– Lo siento, Isa, pero ya no te cabe más leche en el culo. Está lleno a rebosar – me dijo Daniela, resignada, mientras pasaba su dedito alrededor del borde de mi ano, rebosante de leche.
Sacando de su cartera un gran plug anal de bola lo introdujo en mi culo, sellando el depósito de semen, y le explicó a los restantes que ya se había terminado la faena. A gritos, los últimos participantes exigían penetrarme, y no pensaban marcharse hasta vaciarse en mi interior.
– ¿Qué hacemos, Dani? En mi culo no cabe más nada, y lo que puede pasar es que la leche comience a salirse, y eso sería catastrófico.
– No te preocupes Isa, tengo la solución. Mi culo no está tan adiestrado como el tuyo, pero una docena de pollas no debería significar un gran esfuerzo – exclamó, guiñándome un ojo.
– Eres tan puta como yo, por eso te quiero tanto – le dije dándole un beso en la boca.
De esta manera, cambiamos posiciones. Esta vez sería yo la encargada de lubricarle el culo y las pollas y ella prestaría su delicioso anito a tan noble causa.
Por supuesto, el único de mis orificios que estaba inutilizado era el ano, por lo que indiqué a uno de los folladores que se acostara en el piso para yo poder introducirme su erecta polla en el coño, lo que no implicaba ninguna dificultad a la hora de "preparar" con mi boca las vergas que se iban a correr dentro del culo de Daniela.
El baño olía a puro sexo, y un gran charco de sudor, semen y saliva se estaba formando ya alrededor del retrete.
Una a una comenzaron a pasar por el culo de Daniela las doce pollas que faltaban por correrse. Ella tenía los ojos cerrados, y en su cara se marcaba el rictus del placer intenso que su culo estaba recibiendo sin piedad alguna.
Así, poco menos de media hora después, doce pollas habían dejado su deliciosa carga en el interior del recto de mi amiga.
No habíamos traído otro plug anal, así que para cuando la última verga se corrió en el recto de Dani, ambas sabíamos que no iba a poder retener las deliciosas corridas que le habían hecho el honor. Pero nunca se debe desperdiciar ni una gota de leche.
Me acosté en el piso del reservado, en medio del charco de fluidos, y Daniela, libre su culo de pollas, se inclinó hasta colocarse en cuclillas directamente encima de mi boca, y pegando su ano a mis labios.
Poco a poco comenzó a manar la leche de su interior. Doce deliciosas corridas que yo saboreaba sin derramar ni una sola gota. Sorbía y sorbía, extrayendo del recto de Dani tan preciado néctar. Cuando no salió nada más, y mi estómago estaba ya bastante satisfecho con tan rica merienda, le dediqué unos sabrosos lamentones al ano abierto de mi "amiga".
Nos incorporamos del piso y nos dimos un sensual beso de lengua para celebrar nuestra victoria. Entre las dos, habíamos "ordeñado" a más de 40 vergas, digo, hombres. De ellos, algo más de la mitad ya se habían retirado, tal vez agotados por el maratón de sexo proporcionado por dos deliciosas y desconocidas hembras hambrientas de verga.
Dani y yo estábamos hechas un desastre, llenas de cuanto fluido había en el piso y con el pelo completamente empegostado. Aun así, todavía le teníamos preparado un "numerito" más a los espectadores que aún quedaban en el baño.
Al ser el baño de hombres, había una serie de urinarios, y estos eran específicamente del modelo que llega hasta el piso. Dani y yo nos acostamos en el piso boca arriba, con las piernas completamente abiertas y flexionadas, cada una frente a un urinario. A los pocos segundos un chorrito de orina brotaba del coño de cada una de nosotras y describía una parábola perfecta que iba a estrellarse contra las paredes del urinario. Nuestro público nos dedicó una sonora ovación ante tan descarada forma de mear.
Tal vez, el ver a dos hembras en celo meando provocó que muchas de las vergas también sintieran la necesidad de satisfacerse fisiológicamente, así que, una vez hubimos nosotras terminado de mear, casi los 20 hombres que allí se encontraban comenzaron a "bañarnos" con su dorada lluvia, aprovechando que estábamos en el piso.
– ¿No querían bañarse? ¡Pues ahí tienen! – exclamó uno de los meones.
Dani y yo disfrutábamos cada gota que salía de las vergas, y completamente desnudas a excepción de los zapatos, nos dimos un delicioso baño. Casi 20 vergas componían nuestra peculiar regadera, y nos sentamos abrazadas en el piso, al tiempo que nuestros besos se veían humedecidos por el dorado líquido, que recorría cada centímetro de nuestros lujuriosos cuerpos. De vez en cuando, abríamos la boca para recoger un poco del amargo néctar y poder así compartirlo mientras nos morreábamos.
Una vez que las vergas terminaron de vaciarse por completo encima de nosotros, le dedicamos unos segundos más a retozar juguetonamente en la piscina de meado que se había formado en el baño.
Finalizado el espectáculo, nos incorporamos ayudadas por varias gentiles manos. Poco a poco el público se fue retirando, y nos dejaron allí desnudas, cubiertas completamente de orín. Nuestra ropa hacía tiempo que había desaparecido, y nuestra vestimenta la componía únicamente nuestras sandalias de tacón alto y el plug que tenía yo metido el culo reteniendo en mi recto las casi tres decenas de corridas. Dani no podía llegar a su casa completamente desnuda y bañada en orina, así que era obvio que tendría que quedarse en mi casa.
En ese momento, un hombre elegantemente trajeado y que extrañamente no había participado en la orgía, se acercó a nosotras y nos tendió una mano.
– Permítanme, señoritas – exclamó al tiempo que nos ayudaba a incorporarnos. – Soy el dueño de este local nocturno, y quiero agradecerles por el "servicio" que acaban de prestar de manera gratuita a nuestra clientela. Todos salieron felices, y eso significa una gran ventaja para mi local. Si tienen pensado repetir este espectáculo, yo estaría dispuesto a remunerarlo sustanciosamente. Aquí está mi tarjeta, piénsenlo y me avisan. Serían la atracción principal del local.
¿Follar con decenas de hombres y que encima me paguen una pasta? ¡Sería fabuloso! Claro está, que primero tendría que consultarlo con Daniela.
– Claro que lo pensaremos – respondí, dando un pellizco de complicidad a Dani en una nalga.
– Bien, de momento, le pediré a uno de mis asistentes que las lleve a su casa, no creo que puedan irse en esas fachas.
Salimos hasta el coche que habían preparado para nosotras, y luego de haber colocado un poco de papel periódico en el asiento trasero, nos sentamos. Llegamos a casa rápidamente, y como siempre, no encontramos una mejor manera de pagarle a nuestro chofer que dándole una rica mamada a dos bocas. Saboreando aún la sabrosa corrida que se escurría por mis labios, entramos a la casa. Allí, todavía despierta, nos esperaba mamá.
– ¿Eres tú, Isa? – exclamó al sentir la puerta de entrada.
– ¡Sí mamá! Ya regresé, y te traigo un banquete digno de la reina de las putas.
Entré a su cuarto y me coloqué encima de ella, en la habitual posición para alimentarla, en un 69 y con mi ano perfectamente pegado a sus labios
– Que rico, Isa, veo que traes el culo bien llenito de lechita para tu mami.
– Claro que sí mami, para compensar todas las veces que no te he traído tu lechita.
– Hmmm! Y además viene aderezado con un toque de orina. ¡Delicioso!
Diciéndo esto, me retiró completamente el plug anal y de mi recto empezó a manar la ingente cantidad de semen que allí se alojaba. Mamá, como siempre, no desperdiciaba ni una gota. Daniela se acostó en mi habitación y yo, molida de cansancio hasta los huesos, me quedé dormida en la posición que estaba, con mamá devorándome el ano y yo con su gigantesca polla metida en mi boquita, saboreando una rica corrida.
Continuara...
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