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Relato Futanari V

El campeonato de ordeño
Parte II


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados



Luego de que mamá se adjudicara la victoria en el campeonato de ordeño, decidimos irnos todas a descansar hasta el día siguiente. El hospedaje lo proporcionaban un par de hoteles cercanos, aunque ubicados a una distancia más que prudencial de la finca. Estaba tan felizmente cansada y mi ano estaba tan satisfecho que por primera vez en mucho tiempo no necesité introducirme nada en él para poder conciliar el sueño.

Nos levantamos todas al día siguiente, listas para disfrutar de las atracciones del segundo día del Futafest. Me coloqué un vestido similar al del día anterior, por supuesto sin ropa interior. Decidí dejar a mi fiel Tito, mi grandioso plug anal, en la habitación, puesto que lo más probable era que al disfrutar de las atracciones de la feria no lo echara en falta. Mamá estaba súper emocionada por su victoria, por lo que decidió vestirse de manera más extravagante. Se colocó un corsé negro de esos que pasan por debajo de las tetas y las dejan al aire. Reemplazó los aros de sus perforados pezones por unas elegantes cadenitas colgantes a modo de pendientes. Un ligero negro y medias negras a juego con el corsé y unas plataformas transparentes completaban su atuendo. Por supuesto, se colocó encima un albornoz para evitar comentarios durante el trayecto entre el hotel y el recinto. Junto a mis hermanas Anna y Francis, regresamos al recinto ferial.

Nada más entrar, mamá se despojó del abrigo, y caminaba esplendorosamente con su orgullosa verga campeona totalmente erecta, como si de un mástil horizontal se tratase. Lo que más llamaba la atención era un colorido ribete de primer lugar, colocado a un lado del glande, demostrando su condición de campeona.

Decidimos sentarnos a desayunar en una de las mesas al aire libre destinadas para tal fin, cuando se nos acercó la subcampeona Futambo, rival de mamá en la final. Me pareció que yo estaba de más en la mesa, por lo que dejé a mamá conversando con su antigua contrincante y seguí mi recorrido por las diversas atracciones. A pesar de que mamá había vencido a la negra en la final del día anterior, no tardaron en establecer una estrecha amistad, tan estrecha que terminaron sobre una mesa haciendo un 69, alternando mamadas de vergas con lamidas de coño, por supuesto sin olvidarse de sus anos.

Decidí dar una vuelta por la feria para disfrutar de variadas sus atracciones. Como si de un carnaval de pueblo se tratase, en diferentes puestos se ofrecía una gran variedad de distracciones. Durante todo el día se iban a estar realizando los campeonatos amateur alternos, donde podía inscribirse cuanta gente quisiera. Los principales eran:

• Lanzamiento de pelotas con el ano: Las participantes se introducían una pelota de tenis por el culo para luego expulsarla con la mayor fuerza posible. Se divide en dos modalidades, distancia y puntería. En la primera, simplemente era quien la llegara más lejos, mientras que en la segunda hay que apuntar para dar en el blanco de una diana.
• Lanzamiento de chorros de agua: Similar al anterior, mediante la aplicación de un enema anal, las participantes tienen que soltar un chorro de agua lo más lejos posible.
• Campeonato de meadas: En esencia el mismo concurso que el anterior, solo que en esta ocasión las participantes, colocadas a cuatro patas pero de manera invertida (boca arriba), tienen que soltar el chorro de orina más largo.

No podían faltar las "competencias de tamaño":

• El ano más abierto: donde a las concursantes se le van introduciendo vergas de plástico cada vez más gruesas hasta llegar a la abertura anal más ancha.
• El ano más profundo: similar al anterior, pero con vergas cada vez más largas en vez de anchas.
• El coño más profundo. Ídem al anterior, pero por el coño en lugar del culo.
• Las tetas más grandes: Donde las participantes colocan sus melones en unas balanzas especiales destinadas para tal fin.

Por último, se estaban realizando certámenes para premiar a "La verga más larga" y "La verga más gruesa". Creo que estos no necesitan mayor explicación. Me parecieron un poco subjetivos, ya que de seguro mi amiga Keiko y la señorita Futáñez ganarían respectivamente y sin discusión alguna.

Me provocó inscribirme en el del "ano más abierto", pero dos razones me contuvieron. La primera era que tenía que estar descansada hasta mañana, y la segunda fue que la mujer que llevaba la delantera no se había introducido una verga imposiblemente gruesa, ¡sino dos! De repente me vinieron a la cabeza un montón de chistes acerca de los túneles del metro y de los agujeros negros.

En el lado derecho del descampado que funge como recinto ferial, se habían colocado una serie de mesas y sillas, destinadas para el descanso de los asistentes, así como para el consumo de refrigerios. Estos "refrigerios" eran, por supuesto, un tanto atípicos. Como expliqué anteriormente, se encontraban prestando sus "servicios" una serie de "azafatos" masculinos. Estos hombres, unos 60 aproximadamente, iban completamente desnudos, a excepción de los zapatos y de una corbata de lazo anudada en el cuello. El refrigerio principal era, no podía ser otro, la leche. Para esto, los azafatos se dispersaban entre las mesas ofreciendo sus vergas a quien quisiera mamarlas y servirse un rico trago de leche caliente recién extraída. Eran varias las mujeres que se encontraban en plena faena felatoria, extrayendo tan refrescante manjar de su fuente. Además de los que servían en las mesas, se habían colocado en diferentes puntos estratégicamente ubicados, a modo de bebederos, para que cuando una sintiera la necesidad de un buen trago de leche, no faltara una verga bien dispuesta.

Los demás stands que conformaban las atracciones eran los de ventas y premios. En los de ventas, por apenas un euro, una hermosa dependienta te podía desde mamar la verga hasta lamer el coño o el culo por 5 minutos. Otra de las atracciones que me llamo especialmente la atención, era la que consistía en una pequeña piscina, donde unos pequeños dildos de plástico flotaban en la superficie, con unos números atados a ellos. Desde una distancia prudencial, y separadas por una valla, las participantes tenían que recoger el mayor número de dildos posible. Al final, se sumaban los números (que equivalían a puntos) y ganaba el que tuviese más. La gracia consistía en que para sacar los pequeños dildos del agua, las participantes contaban con un instrumento especial, que consistía en una gruesa y dura verga plástica que al final tenía una malla como la de cazar mariposas. Una vez insertado en el ano, y mediante movimientos únicamente del culo, las participantes tenían que pescar los eróticos pececillos.

En los demás stands, diversas empresas ofrecían sus productos, la mayoría de índole sexual, desde simples consoladores plásticos y lencería erótica, hasta intrincados artefactos que hasta el día de hoy todavía me pregunto para que sirven y cómo se usan.

La feria también contaba con un servicio de culos públicos, para que quienes sintieran la necesidad, pudieran culear durante 10 minutos. Diez entrenadas señoritas, colocadas a cuatro patas, se encontraban a plena disposición de quien quisiera, ofreciendo sus culos en pompa para ser penetrados a discreción. En el momento en el que yo pasé por cerca de esa zona, una de las chicas estaba siendo enculada con violencia por una mujer de mediana edad con una soberbia verga. Me llamo especialmente la atención la belleza de esta chica, no superaría la veintena de años, y tenía un cuerpo exquisito. Su vestimenta consistía en unas medias negras con un liguero también negro a juego, y unas sandalias de tacón medianamente alto. Además, llevaba una prenda que me llamó poderosamente la atención. Eran una especie de bragas, pero en lugar de cubrir sus partes íntimas, se dividía en diversas tiras de tela, muy tensadas, terminadas cada una en unos garfios de metal que se acoplaban a los bordes de su ano y lo tensaban al máximo para mantenerlo abierto permanentemente. Sus redondas tetas guindaban libres, y se meneaban al compás de la enculada propinada por la señora. Su largo pelo negro cubría en ese momento su cara, lo que le daba un aire aún más erótico a la escena.

Para cuando llegué al lugar, la señora ya había acabado y estaba retirando su verga del público culo de la chica, y un hilillo de semen comenzaba a derramarse. Ni corta ni perezosa me lancé a chupar el rosado ano, para extraer toda la leche que de él salía. Primero lamí toda la cara interna de sus muslos, y luego me dediqué a succionar el ano. Una vez que no salió más néctar, me puse a jugar delicadamente con mi lengüita por todo el borde del ano, que había quedado bastante abierto luego de la penetración. La chica seguía a cuatro patas, y por sus gemidos, parecía que le estaba gustando mi trabajo. Cuando terminé, me coloqué frente a ella, sentada en el piso.

– ¡Hola! – exclamé con toda mi simpatía.
– Ho...hola – me respondió la chica tratando de recuperar el aliento, al tiempo que se retiraba el cabello de la cara.

Su cara también era preciosa, con unos profundos ojos color castaño.

– ¿Cómo te llamas? – pregunté.
– Daniela – me respondió, sentándose en el piso a mi lado.

Entablamos una amena conversación, en la que me contó que tenía 19 años y que hacía todo esto por la buena paga que le daba la organización del Futafest. Se enteró por una amiga, quien la convenció, aunque dado su amor por las vergas no hizo falta mucho. Le encantaba que la encularan, y mucho mejor aún si le pagaban por eso, pero le daba mucho miedo dedicarse a la prostitución, por lo que este trabajo parecía el ideal. Estuvimos hablando casi por media hora, hasta que otra necesitada mujer solicitó sus servicios. No lo supe en ese momento, pero había dado el primer paso para una duradera y deliciosa amistad.

Dejando a Daniela en su puesto de trabajo y dando vueltas sin rumbo, me encontré con mamá y la negra, quienes caminaban tomadas de la verga por toda la feria, como si fueran una pareja de enamorados. Recordé que aún no me había puesto el supositorio diario, así que le pedí a mamá que me hiciera el favor.

– ¡Qué dices hija! ¡Teniendo esta magistral verga a tu disposición y me lo pides a mí! – exclamó mamá con expresión divertida, al mismo tiempo que meneaba enérgicamente la polla de la negra Futambo.
– Lo siento mamá, es que no quería incordiar – me disculpé.
– ¡Para nada! – me respondió ella.

Saqué el supositorio de uno de los dos bolsillos delanteros del vestido y acto seguido, me coloqué en cuatro patas en el piso. Le di el supositorio a mamá y ella, amablemente me lo colocó. Me separó las nalgas al máximo con ambas manos e invitó a la negra a que me penetrara, no sin antes estampar un cariñoso besito en el gigantesco glande. Mamá estaba sentada en el piso a mi lado, manteniendo mi culo abierto cuando, cuando de una sola embestida, la negra introdujo su grandiosa y adornada verga en mi goloso culito. Comenzó con el mete y saca inmediatamente, al notar que mi culo se adaptaba como un guante a su verga. La hilera de piercings que corrían por toda la parte inferior de la polla me rascaban deliciosamente el recto por dentro, y la sensación de placer que estaba sintiendo era indescriptible. La negra estaba en cuclillas detrás de mí, abocada al mete y saca, y mamá tenía su cara recostada sobre una de mis nalgas, a pocos centímetros de la polla negra. Sin darnos cuenta, se empezó a acercar la gente, sorprendida por el espectáculo espontáneo que estábamos montando.

En un momento dado, la negra se distrajo por la gente y falló la abertura de mi culo, yendo a dar directamente en la cara de mamá. Ella, sin perder tiempo, abrió la boca y engulló todo lo que pudo de la polla. La negra, ni corta ni perezosa, decidió agregarle un poco más de picante al asunto, y sacándola de la boca de mamá la volvió a insertar en mi culo, para luego de un par de embestidas volver a retirarla y meterla en la boca de mamá. Así comenzó a alternar los agujeros: ahora en mi culo, ahora en la boca de mamá; ahora en mi culo, ahora en la boca de mamá. En una de las veces que mamá tenía la boca rellena de carne de negra, acercó sus dedos más a mi anito, y metiendo tres dedos de cada mano, comenzó a estirarlo lo más posible, y sacándose la polla de la boca, escupió un par de veces en mi recto. La negra, que entendió la invitación, introdujo su maravilloso poste hasta el fondo, sin que mamá retirara sus dedos. Era lo máximo: sentir el enorme pollón taladrándome las entrañas al tiempo que mamá me estiraba al máximo mi elástico y entrenado ano.

Luego de casi media hora de faena, la negra anunció su inminente corrida, y a los pocos segundos comenzó a inundar mi ano. No había tomado en cuenta que era la misma persona que estuvo a punto de vencer a mamá en la competencia de ordeño, por lo que la cantidad de leche que me estaba inyectando era grandísima. Mi recto tiene gran capacidad para almacenar leche, pero por primera vez, se vio superado, y la negra lechada comenzó a salir a borbotones por mi ano. Mi madre, al instante, se dio cuenta de la situación, y colocándose debajo de mí comenzó a lamer y sorber todo lo que no cabía en mi recto. Una vez que la negra había acabado dentro de mí, retiró su oronda polla chorreante de leche. Esta vez no contraje el ano como suelo hacer cada vez que una verga deja su depósito en mí, sino que deje fluir toda la leche directo a la boca de mamá. Una vez que no salió más nada, y tras abocarnos mamá y yo a dejar completamente limpia de leche la verga de la negra, nos levantamos las tres para recibir el aplauso del espontáneo público que se había reunido a nuestro alrededor.

Decidí que para mí, por lo menos, el día de descanso había terminado, así que luego de un sustancioso almuerzo, extraído de las vergas de dos "azafatos", me despedí de mamá y de su nueva amiga y regresé al hotel a reposar hasta el día siguiente. Mi culo me lo agradecería.

¡Mi día había llegado finalmente! El tercer día del Futafest me levante temprano, totalmente descansada y con muchos ánimos. Mamá todavía estaba dormida, tal vez su pequeña fiesta particular con la negra Futambo le estaba pasando factura, así que decidí no despertarla. A diferencia de los demás días, mi culo necesitaba estar todo lo hambriento y goloso que pudiese, así que le tocaba abstinencia de vergas hasta que comenzara la competencia. Me vestí con el atuendo que la organización del evento me había proporcionado: el corsé de cuero simulado que dejaba las tetas al aire, los "chaps" de cuero simulado, el sombrero, las botas vaqueras y, por supuesto piercing de presión para los pezones que simulaban unas espuelas. Le di un delicado besito en la cabeza de la verga a mamá y salí rumbo a la competencia.

Entre las participantes estaba Keiko, ya vestida con un atuendo similar al mío. De esta manera, pude apreciar su polla en todo su esplendor. Era infinitamente larga, como una serpiente, pero muy delgada, no más gruesa que un dedo pulgar. Al estar suelta, rebotaba juguetonamente contra las botas vaqueras de Keiko, y se notaba que tenía una movilidad bárbara ya que, inconscientemente, Keiko la movía de vez en cuando como si la cobra de un encantador de serpientes se tratara. Tendría más similitud con un tentáculo que con una polla. Nunca pensé que algo así pudiese existir.

– "Misterios del oriente" – pensé

La competencia de recolección constaba de tres pruebas, siendo las dos primeras hombres y animales, dependiendo de a quién hubiera que extraerle la leche. La última prueba, llamada de estilo libre, permitía a la concursante elegir a quienes quisiera, y era donde realmente se ponían a prueba las capacidades folladoras de las concursantes.

Ya se estaban ultimando los detalles y pronto se iba a dar inicio a la competencia, cuando divisé a mamá que se acercaba. Ya me parecía extraño que fuera a perderse el espectáculo de su hija siendo follada en público a diestra y siniestra. Iba como siempre, espectacular. Se había vestido con un enterizo de látex negro, que la cubría desde su cuello hasta los tobillos, dejando solamente al descubierto su cabeza, manos y pies. Unas grandes aberturas circulares en el pecho dejaban también sus grandes tetas anilladas al descubierto, y una raja en su entrepierna dejaba su verga, coño y culo al aire libre, para cualquier eventualidad. Una gran funda del mismo material cubría su gigantesca verga a excepción del glande, que se encontraba como era costumbre, totalmente erecta.

Un juez indicó que todas las concursantes debían colocarse ya en posición para dar inicio a la primera prueba. Esta consistía en extraer toda la leche posible a 5 vergas..., perdón, hombres. Para esto, se había colocado una tarima a mediana altura, donde las concursantes, a cuatro patas, irían pasando de verga en verga. Los hombres se apostaban de pie, detrás de la tarima. De esta manera, los culos de las concursantes quedaban a la misma altura de los cipotes de los asistentes. En total, diez concursantes y cincuenta asistentes componían la primera ronda.

Para poder contabilizar el semen extraído, se disponía de un recipiente especial. Una vez extraída la leche de una verga, la concursante se colocaba en cuclillas para expulsar el semen ubicado en su recto, para proceder a la siguiente verga. Casualmente, a mi lado se encontraba mi amiga Keiko. Nos dimos un beso de lengua para desearnos buena suerte y nos colocamos en posición folladora.

Una vez todo listo, el juez dio la orden de partida. De inmediato avance de espaldas hacia el primer asistente, y con un certero movimiento de mi culo, ayudado por mi mano que sostenía la verga, me la inserté hasta el fondo. De inmediato comenzó el folleteo, y con hábiles culazos, me dediqué a hacer acabar en mi culo a la primera verga. Tenía su pene completamente insertado, al punto de que sus bolas chocaban con mi coño en cada embestida, por lo que la primera carga no se hizo esperar. Sentí su polla en tensión y poco a poco comenzó a rellenarme el recto de leche.

Me saqué la flácida polla y procedí a colocar el contenido de mi recto en el recipiente. En ese momento caí en cuenta de algo. Debido a la profundidad de mi culo, entrenado para recibir pollas de gran longitud, tardaba mucho en expulsar el semen, por lo que tenía que cambiar de táctica. Apenas solté un par de goterones, y pasé al siguiente asistente. En lugar de meterme la polla completamente, me inserté solo la cabeza, hasta la hendidura que une el glande con el tronco. Utilizando sensuales movimientos circulares de cadera, no tarde en que el segundo asistente me hiciera el honor.

Esta vez, en lugar de soltar la leche extraída de una vez en el recipiente, decidí conservarla en mi recto hasta el final. No había ninguna regla escrita para esto, así que no tuve problema alguno. Recosté mi cabeza en el piso, y parando aún más mi culo, comencé con unos movimientos de "boqueo" en mi ano para llevar la leche hasta el final. De esta manera, proseguí hacia el tercer asistente.

Una vez que pude marcar un ritmo constante en la tercera cogida, me enfoqué en ver qué pasaba a mi alrededor. Mi amiga Keiko también iba por la tercera cogida, y estaba completamente concentrada con los ojos cerrados. Su flácida y delgada verga se retorcía debajo de ella, con movimientos involuntarios producidos por la excitación. En cuanto a las otras concursantes, el panorama era variado. Ninguna iba por la tercera follada aún, casi todas iban por la segunda. Un par de concursantes, novatas de seguro, aún no conseguían ni siquiera extraer la leche de su primera verga. Por lo que me di cuenta que la verdadera competencia era con Keiko.

Un potente chorro de semen disparado en mi interior me sacó de mis cavilaciones y, nuevamente, levante mi culo en pompa para conservar todo el líquido adentro. Mamá veía con ojos excitados toda la escena, mientras distraídamente acariciaba su hinchado glande.

Al mismo tiempo, Keiko y yo cambiamos de follador. Decidí concentrarme al máximo en esta cogida para sacarle algo de ventaja a Keiko, así que arrecié con mis movimientos de cadera para extraer la leche lo más pronto posible. El propietario de la verga no resistió, y apenas unos segundos después, su verga escupía todo su contenido. Hombre tras hombre depositaban su carga de semen en mi interior, y la única que parecía seguirme el paso era Keiko.

Cuando cambié de follador, vi que junto a mamá se había sentado su amiga la negra Futambo, y ahora se masturbaban mutuamente, sin perder detalle del erótico concurso. La negra iba vestida con un corsé simulando piel de tigre, con unas medias y liguero a juego. Esto me distrajo un poco, lo que casi permitió que Keiko me alcanzara, así que cuando el último asistente se corrió, de inmediato procedí a derramar toda la carga de mi recto en el recipiente destinado para tal fin.

– ¡Tiempo! – gritó el juez cuando de mi recto no salió más nada.

A los pocos segundos terminó Keiko. Había ganado la primera prueba, pero apenas por segundos, así que tenía que dar lo mejor de mi culo para la próxima prueba.

Se retiraron los asistentes, completamente exhaustos y vaciados pero con una gran sonrisa en su rostro. También se retiró la plataforma, para dar paso a la próxima prueba. Estaba muy acalorada por tanto esfuerzo, así que aproveché el poco tiempo de descanso antes de la próxima prueba para refrescarme un poco, por lo que solicité a mamá y a la negra que me dieran un buen baño. Me arrodillé entre ellas y poco a poco comenzaron a lanzarme chorros y más chorros de orine, bañándome completamente con sus meados. También tragué un poco para refrescarme mejor. El orine de mamá tenía un sabor dulzón que conocía de toda la vida, pero el sabor amargo, similar al de la cerveza, que tenía la orina de la negra, le daba un toque exótico.

Una vez que se hubo dispuesto lo necesario para la próxima prueba, llamaron a todas las concursantes. Dándole sendos besos en los glandes a mamá y a la negra, me dirigí a mi lugar, empapada aún de meado.

Diez hermosos caballos habían sido colocados en fila, y debajo de ellos, se habían dispuesto unas pequeñas plataformas. Encima de las plataformas, por debajo de los caballos, se colocarían las concursantes. Las plataformas tenían una especie de "potro", similar al que se usa en gimnasia donde, boca abajo, se colocarán las participantes. Sujetándose de unos arneses atornillados al potro, la participante puede hacer fuerza para levantar la grupa, parar el culo en pompa y poder recibir cómodamente las embestidas de las vergas equinas.

La finalidad del concurso, como era obvio, es extraer la mayor cantidad de leche posible de la verga de los caballos. Mi equino "compañero" era un hermoso caballo marrón, con grandes manchas blancas en el frente de la cabeza y en las cuatro patas. Por su parte a Keiko, quien estaba de nuevo a mi lado, le correspondía un semental completamente negro como una sombra. Las vergas de ambos animales eran impresionantes, las más grandes que nunca hubiese visto, más gruesas que uno de mis brazos, con un glande con una forma completamente distinta a los que conocía, así que recé porque mi culo pudiese aguantar semejante calibre. A Keiko, a pesar de su 1,55 m. de estatura, se la veía bastante relajada, a pesar de haber perdido la prueba anterior. Tal vez estaría acostumbrada a recibir pollas semejantes en sus agujeros.

Desde el primer momento en que subí a la plataforma, supe que algo andaba mal. Al estar aún empapada por el baño que mamá y la negra me habían dado, mi cuerpo resbalaba por la superficie de cuero pulida del potro. A duras penas pude asumir la posición para cuando el juez indicó el inicio de la prueba.

Por su parte, Keiko guio hábilmente con una de sus manos la verga del caballo hasta su ano, y con movimientos muy suaves pero efectivos, comenzó a introducírsela. Yo no sabía qué hacer, nunca había estado con un caballo. Cada vez que soltaba una de mis manos para tomar la polla, me resbalaba y me iba de lado, cayendo y golpeándome contra el potro. Más de cinco intentos tuve que hacer hasta que finalmente pude guiar el glande hasta mi orto. Estaba completamente desconcentrada, y por más que empujaba, la maldita verga parecía no querer entrar en mí. Afortunadamente el caballo parecía tranquilo, era probable que estuviera muy bien entrenado para estas lides.

Con la verga una vez apoyada en mi ano, me así fuertemente con ambas manos a los arneses del potro y comencé a empujar hacia atrás. Cerré los ojos y me relajé, pensando en otras cosas, y finalmente mi ano se dilató y la verga comenzó a entrar, distendiéndome al máximo. Cuando poco más que el glande se hubo introducido en mi interior, pude comenzar a bombear poco a poco. El placer estaba comenzando a fluir, y sin darme cuenta, ya estaba disfrutando de la cogida.

Convencida de mis capacidades, abrí los ojos, y mi mirada fue directamente a Keiko. Estaba con los ojos cerrados, y con unos movimientos mecánicos e impasibles, se follaba al caballo, quien ya tenía más de la mitad de su verga dentro del interior de la pequeña asiática. Sarcásticamente, pensé que en cualquier momento la verga empezaría a salirle por la boca.

Pero esta pequeña desconcentración me pasó factura, ya que una de mis manos mojadas se resbaló del arnés y fui a dar directamente con la cara al potro. Con el brusco movimiento, mi culo se vio descorchado de la verga que lo taponaba, lo que me provocó un aullido de dolor. El tiempo estaba corriendo y la leche del caballo parecía todavía inalcanzable para mí. Decidí que tenía que cambiar de táctica, así que me coloqué al revés, con mi cabeza apuntando hacia la verga, y comencé a mamarla. Pero el sabor de la verga equina era demasiado fuerte para mí, y luego de un par de arcadas, decidí que lo mejor era volver al plan A, así que me volví a colocar en posición de culeo.

En ese momento, el caballo de Keiko comenzó a bufar, y pronto el recto de la asiática se vio desbordado de semen equino. Keiko, con los ojos cerrados y una lasciva sonrisa en su boca, seguía meneándose y extrayendo leche. Poco podía hacer ya, así que decidí tomármelo a la ligera y con calma, volví a introducir el glande en mi orto. A estas alturas poco me importaba ya ganar esta prueba o no, así que preferí disfrutarlo. Introduje solamente la cabeza en mi ano, y así, comencé a moverme de lado a lado y a menear mis caderas lo mejor que sabía. Si bien no iba a ganar, por lo menos iba a disfrutar de una verga a la que pocas veces se tiene acceso.

Para cuando el caballo comenzó a correrse en mi interior, el tiempo ya había finalizado, así que la leche depositada dentro de mí no tenía validez. Keiko había ganado la segunda prueba, así que todo se definiría en la tercera y última: el estilo libre.

En esta prueba, las competidoras elegían la cantidad de pollas que quieran, de quien quieran y por el agujero que quieran. Keiko, al parecer, estaba sola, por lo que no le quedó más remedio que elegir a cuatro de los "azafatos" para que le prestaran sus servicios. Yo, por mi parte, le pedí a mamá y a la negra Futambo su ayuda, junto a la de dos "azafatos" más.

Retiraron a los caballos de los habitáculos y remplazaron las plataformas de folleteo equino por unas sencillas camillas. Mamá se acostó primero, boca arriba, y yo me acosté encima de ella dándole la espalda, para de esta manera poder meterme su verga por el culo. Uno de los azafatos acompañaría a mamá en mi negro agujero. Las otras dos vergas se colocaron cada una a un lado de mi cabeza, para poder alternar las mamadas. Keiko adoptó una posición similar.

Una vez que estuvo todo listo, se dio la largada. Apenas hubo sonado el pistoletazo de salida, mi culo empezó a menearse como nunca, tratando de ordeñar al máximo las dos vergas que me taladraban, mientras mi boca iba de una a otra verga, llegando a veces a mamarlas a las dos al mismo tiempo. Claro que, con el calibre de la polla de la negra, no podía mantener ese ritmo por mucho tiempo o me asfixiaría.

Aproximadamente a los 20 minutos, las primeras pollas comenzaron a correrse en mi interior. Primero fue la del azafato que tenía en el culo y luego el de la boca. Mamá y la negra tenían más resistencia, pero eso no era problema, porque sabía que sus corridas iban a ser más abundantes. La corrida del culo podía retenerla en mi recto hasta el final, pero la de la boca la deposité en el recipiente apropiado para tal fin.

El azafato de mi culo se retiró, quedando mamá en solitario dándome por detrás. Pronto, su copiosa corrida se unió a la que ya estaba en mi culo, el cual se vio rebosado y la leche comenzaba a escaparse, por lo que tuve que recurrir al recipiente. Minutos más tarde, la negra me llenaba las mejillas de su níveo néctar. Para cuando mamá y la negra su hubieron corrido, los azafatos ya habían recuperado la erección, así que sin perder tiempo, volvieron a sus labores.

Keiko, por su parte, aparecía concentradísima, ordeñando a conciencia las pollas que la rellenaban. Me fije en la cantidad de semen que había extraído, era una cantidad casi igual a la mía.

Durante casi una hora más seguimos en este ritmo, tiempo durante el cual las vergas se corrieron un par de veces más en mi interior. Pero poco a poco comenzaban a decaer en efectividad y en cantidad de leche. Tenía que cambiar de estrategia, para lo que necesitaba un recambio de vergas, o por lo menos, una nueva.

El sexo anal es mi gran pasión, y se siente tan delicioso que una polla te taladre el orto que pocas veces me acuerdo que el coño también sirve para follar, y no solo para mear. Se me había olvidado completamente que tenía otro orificio "follable" aparte del culo y la boca, y esa situación había que remediarla de inmediato.

– ¡Tú, ven acá! – llamé imperativamente a otro de los azafatos que se encontraban cerca. - ¡Quiero que me la des por el coño! – y con una mano me abrí los labios vaginales para ofrecerle mi rosada cueva al joven asistente.

Dada la situación, tuve que recomponer la distribución de pollas que me follaban. Me costó un poco al principio, ya que tuve que acomodar las vergas de mamá y de la negra en mi culo y dejar espacio suficiente entre la negra y yo para que la polla del azafato pudiera insertarse en mi coño. Afortunadamente, la verga de la negra es bastante larga, así que con que sólo me introdujera el glande era más que suficiente, y esta a su vez dejaba bastante espacio para que el azafato pudiera colocarse en cuclillas entre nosotras dos. Las otras dos pollas de los otros dos chicos podían seguir en mi boca tranquilamente.

Una vez que nos pudimos acomodar en tan incómoda posición y la polla se hubo introducido completamente en mi coño, comenzamos a trabajar en armonía, marcando yo el ritmo con mis caderas.

Keiko, al verse superada en cantidad de pollas, no quería ser menos, y llamó a otro de los asistentes para que se la metiera también por el coño. Pero Keiko no había tomado algo en cuenta. Mi clítoris, al ser muy joven, apenas sobrepasa los dos centímetros, pero su verga/clítoris era mucho más larga, por lo que podía constituir un estorbo.

Y así lo fue. No solamente los calibres de las vergas de los azafatos eran mucho menores a los de mi mamá y la negra, lo que le limitaba el espacio para maniobrar, sino que además, su larga verga se interponía entre su coño y el quinto asistente.

– ¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda!, ¡mierda! – comenzó a exclamar Keiko, frustrada al ver que a duras penas la polla podía introducirse en su coño.

Para cuando sonó el silbato final, la polla que estaba en mi coño ya se había corrido dos veces, mientras que Keiko ni siquiera había podido acomodarla bien en el suyo. ¡Había ganado!. ¡Esa quinta polla en mi coño había hecho la diferencia!

Entre mamá y los asistentes me ayudaron a bajar de la camilla y a ponerme en pie, ya que la posición adoptada durante largo tiempo había entumecido mis piernas. Una vez de pie, mamá y yo nos abrazamos y comenzamos a llorar de alegría, abrazo al que se unieron tanto mis hermanas como la negra Futambo. Entre tanta emoción, pude distinguir a Keiko, sentada en un rincón solitario y llorando desconsoladamente.

Me deshice del abrazo familiar y, como buena deportista, me acerqué para felicitarla por su tremendo esfuerzo.

– ¡Aléjate de mí, puta sucia! – gritó. La calma y parsimonia oriental había desaparecido, y en sus ojos brillaba una llama de odio. - ¡No tienes idea de lo que este deshonor significa para mí y para mi familia!

Dicho esto, se levantó y se alejó corriendo, mientras que su polla se contoneaba como si de un tentáculo se tratase. Decidí olvidarme de ella, y disfrutar de mi triunfo.

Al final de la tarde, se efectuó la ceremonia de premiación. Una gran verga dorada montada sobre un pedestal de madera constituía el premio al primer lugar, además de un jugoso cheque. Para el segundo lugar, una verga de tamaño más pequeño en color plata constituía el trofeo. La negra Futambo asistió para recoger su premio al segundo lugar en "producción", pero Keiko, la subcampeona en "recolección" no hizo acto de presencia para retirar su premio.

Finalizado el protocolo, la feria había ya terminado. Mamá se despidió con un fogoso beso y una sabrosa mamada de la negra Futambo, prometiéndose mutuamente que pronto se volverían a ver.

Subimos al coche de Anna, esta vez mamá y yo sentadas en el asiento trasero. Vestidas aún con el atuendo de concursantes, no dudamos ni por un momento en disfrutar durante todo el viaje de los fálicos trofeos. Al principio se siente un poco extraño tener una verga metálica de ese calibre en el culo, sobre todo por lo frío, pero una vez que se calienta, es tan sabroso como cualquier otra. Llegamos a casa finalmente, cada una con su trofeo metido en el culo.



Continuara...

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